En las antípodas de nuestra deformación característica. Nuestro Dios castigador, siempre atento a corregir, a hacer sentir su omnipotencia, explica este concepto tan deformante que nos lleva a un Dios carcelero y vigilante, que no descansa un solo día, que ve defectos por todas partes, que carga con tareas proselitistas, que obliga a meterse en la vida ajena pisoteando la privacidad y la intimidad. El famoso Dios Tiquismiquis que se preocupa de las migas de pan que se te caen del bocadillo. ¡No lo puedo remediar! Se me desmoronan las constantes vitales y se me saltan las lágrimas, con saltos mortales, cuando leo algunos correos, de almas buenas, convencidas de que la obra, aún teniendo sus cosillas, tiene también la virtud innegable de acercar a la gente a Dios. Eso sería verdad si no fuera por un pequeño detalle. El dios del opus no es el mismo que conocí de niño. Yo tenía en el cielo un padre bueno que me quería. En la obra, se adora a un dios impostor, tirano, pu...