13 AÑOS DE SUPERNUMERARIA. ABUSOS EN ESPAÑA

Ruedecita, auto translated, escoger Spanish. Véronique nos cuenta su experiencia como supernume, residente en Généve o Lausanne, como la familia real española en el exilio, luego en Estrasburgo. A diferencia de tantas doñas Perfectas hispanas a las que el escrivarianismo les sienta como un guante a la mano porque de casta le viene al galgo, ella nunca estuvo cómoda con la mindset supernumeraril. 
Absurda si se ha recibido una educación católica pero no excesivamente pegada a la doctrina, curas, catecismos, Vaticano, como solía ser nuestra experiencia ibérica de aquellos tiempos.

Me he ido a ver qué se cuenta Miguel Hurtado, víctima de un monje benedictino de Montserrat. Pedazo de volumen donde relata su existencia, empezando en familia disfuncional en la que el padre no ejerció como tal, su progenitor fue un eterno niño mimado a pesar del casamiento y los hijos, gran daño, la madre hiperresponsable sacó la familia adelante ella sola prácticamente, "pasándose" de rosca, como se nos educaba antiguamente a las mujeres.
Si hubiera tenido hijas no sé si habría sido capaz de romper ese círculo infernal que nos lleva a tener que soportar el peso del mundo en nuestros hombros.




Un chico hipersensible que ha sufrido mucho en la vida y a pesar de altibajos causados por el germà Andreu. La institución montserratina obtuvo que el depredador no fuera juzgado por los delitos que cometió. De primeras el abad convenció a la madre para que no denunciaran, estamos en el año 2000. Lo primero es quedar bien. La Iglesia ha de quedar bien. La abadía de Montserrat referente cultural catalán por excelencia ha de quedar bien.

En un giro de los acontecimientos, en 2004, cuando el abad recibe noticia por parte de Miguel Hurtado de que no se aviene a las buenas palabritas y marcharse a su casa, la reacción es "entrevístese con mi abogado". Así fue, en un despacho de la Diagonal que transmitía poder, solera, influencia se le ofreció un trato dinerario.

Montserrat se haría cargo de la minuta de la abogada de Hurtado, indemnizaba con 7200 euros para los gastos de terapia. Solo había una condición: debía mantenerse la confidencialidad del acuerdo. Una vez más, la Iglesia quería guardar sus secretos  a toda costa.

Para evitar que hubiera la más mínima prueba de la transacción se le pagaría en sobre con billetes de 500 euros. Para eludir los controles antiblanqueo bancarios, se le pagaría de forma fraccionada. Tendría que ir al despacho de abogados del sr. Plasencia hasta en 3 ocasiones para recibir dos sobres con 3000 euros cada uno y otro con mil doscientos.

En un primer momento, Montserrat había propuesto que su despacho de abogados hicieran una donación anónima a FADA (asociación de víctimas) y que luego ellos le entregarían el dinero. Pero la presidente de FADA se negó, era una conducta de legalidad dudosa y éticamente reprobable.

En países anglosajones la Iglesia firmaba un contrato legal con la otra parte que solía incluir una claúsula de confidencialidad en la que se prohibía a la víctima hablar púbicamente de lo sucedido, bajo amenaza de tener que pagar fuertemente en caso de incumplimiento.

La Iglesia española, por su parte, consideraba en 2004 que firmar un contrato era un proceso demasiado legalista y sofisticado. Mejor solucionar los problemas con sobres de dinero. 

Más tarde, reflexionando, se dió cuenta de que el modus operandi eclesiástico era el mismo en todas partes: pagar a la víctima para acallarla y tapar el escándalo.

Fue una pequeña victoria, un paso en su camino de víctima que se empodera, de forma indirecta Montserrat reconocía que la historia del abuso era verdad.

En el futuro habría ocasión de recoger pruebas para demostrarlo.

Es solo el principio de sus penas, pues siguieron muchas consecuencias emocionales y laborales que repercutieron negativamente en su vida. Aunque Miguel Hurtado ha sabido salir adelante, recurrir a la terapia y convertirse en activista.

Recoge la reciente historia de la Iglesia en el tratamiento de los abusos: con los dos golpes fundamentales del Boston Globe en 2002 y en 2010 el escándalo del prestigioso colegio Canisius de los SJ en Berlín, cuando aparecieron víctimas de tres curas de 20 ó 30 años atrás que reconocieron sus pecados. Benedicto, tantos años al frente de la Doctrina de la Fe, fue reticente a cambiar la política de encumbrimiento que era tradición en estos casos.

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