PUREZA QUE SALVA
Leyéndote Kari, se confirma que la iglesia católica donde es fuerte favorece el anticlericalismo feroz y el odio a la religión.
Aclaro que la madre de Contantino era Elena, la de la "invención de la Cruz".
Pero la religión en sí misma no tiene la culpa, la fe es necesaria para vivir,
sin fe nos quedaríamos parados. Lo que pasa es que la fe que proclama el opus dei no es la fe: es obediencia ciega a consignas, sus consignas, que ellos cometen el fraude de decir que "vienen de Dios", y que como cuentan con el beneplácito de la milenaria institución llamada iglesia católica, consiguen engañar a muchos. Los engañados y desengañados tenemos una misión. Si no has pasado por ello es muy difícil descubrir todos sus trucos que son numerosos y muy bien pensados.
Me he encontrado con textos de Simone Weil que me han encantado. Habla de la pureza que salva. En medio de la maldad, de la mentira, de la crueldad del mundo ¿en qué podemos reposar nuestra mirada para encontrar algo de sosiego? ¿dónde encontrar belleza que cura? la contemplación de lo "bello en sí" sana. Y hay mucho "bello en sí" en este mundo, sólo que nuestra mirada no es pura y por eso no somos capaces de disfrutarlo como podríamos hacerlo.
Como la Weil a veces me he preguntado porque hay gente tan malísima, (es para preguntárselo), porque hay personas que tienen necesidad de hacer daño a los demás, y no están satisfechas con lo que tienen. Porque ese desequilibrio que lleva a hacer sufrir a otros para sentirse uno mismo cómodo. ¿De dónde viene el mal? Pregunta metafísica donde las haya que los avances de la psicología en el último siglo han ayudado a contestar en buena medida. Los mecanismos de la mente humana tan misteriosos, los cables que se cruzan, siempre hay un porqué que no es fácil descubrir.
Mientras, viene bien saber que somos nosotros mismos quienes proyectamos el sufrimiento en el mundo.
Me gusta la receta de la Weil: "sólo se puede ser feliz si se es capaz de albergar el pensamiento de que existe algo puro."
“La vida, tal como es, solamente resulta soportable a los hombres por la mentira. Quienes rechazan la mentira y, sin rebelarse contra el destino, prefieren saber que la vida es intolerable, acaban por recibir desde afuera, desde un lugar situado fuera del tiempo, algo que permite aceptar la vida como es.
Todo el mundo siente el mal, le tiene horror y quisiera librarse de él. El mal no es ni sufrimiento ni pecado, es una y otra cosa a la vez, algo común a ambos, pues los dos están ligados: el pecado hace sufrir, el sufrimiento engendra maldad, y esta mezcla inseparable de sufrimiento y pecado es el mal en el que estamos, a pesar nuestro; y estar en él nos horroriza.
Parte del mal que está en nosotros lo arrojamos, lo proyectamos sobre los objetos de nuestra atención y nuestro deseo. Y esos objetos nos lo devuelven, y parece como si el mal viniera de ellos. Por eso llegamos a sentir odio y asco por los lugares en que nos encontramos sumidos en el mal; nos da la impresión de que esos lugares nos aprisionan en el mal. Es así como los enfermos llegan a odiar su habitación y su entorno, aun cuando esté formado por seres queridos; así también como los obreros llegan a odiar su fábrica, etc.
Pero si dirigimos nuestra atención y nuestro deseo sobre una cosa perfectamente pura, la parte de nuestro mal que arrojemos sobre ella no la manchará; seguirá siendo pura, no nos devolverá el mal y así nos libraremos de él. Somos seres finitos, y también es finito el mal que hay en nosotros; así pues, si la vida durara lo bastante, podríamos tener la certeza de que llegaría el día en que, por este medio y en este mundo, nos veríamos libre de todo mal.
Nada hay puro en este mundo, salvo los objetos y los textos sagrados, la belleza de la naturaleza (si se la contempla en sí misma, sin tratar de alojar en ella las fantasías propias) y, en menor grado, los seres humanos en los que Dios habita y las obras artísticas surgidas de la inspiración divina.
El único obstáculo a esta transmutación del horror en amor es el amor propio, que hace penosa la operación de llevar nuestra mancha al contacto con la pureza. Sólo se puede vencer al amor propio si se tiene una especie de indiferencia respecto de la propia mancha, si se es capaz de ser feliz con el pensamiento de que existe algo puro”
De "Pensamientos desordenados".
Comentarios
Un miembro del Opus Dei recomienda no leer a Nietzsche
http://olvidatuequipaje.blogspot.com/2010/08/un-miembro-del-opus-dei-recomienda-no.html
No encuentro ahora el nombre, pero aparecía en algun sitio. En el vídeo dice que el Opus Dei no censura sino que da unas mínimas directrices para una formación intelectual sana y que la "literatura desordenada" es perjudicial para la salud (más o menos), que él se hizo un lío en su día, que le costó mucho desliarse, que no quiere que a nadie más le ocurra... en esto último se parece mucho a cualquier víctima del Opus Dei aunque sea la antítesis, de los testimonio que dan quienes dejaron eso que se llama Obra de Dios, tapadera de malhechores.
A ver si se entera el Opus que el dinero procedente de Enrique Rojaas es dinero pecaminoso. Me sorprende que no le haga ascos.