CONVERSACIONES TELEFONICAS

Alguien preguntaba sobre las conversaciones telefónicas escuchadas. Me quedaba una duda, porque cierta agregada de Jaén, telefonista tenía tanta seguridad en sí misma y suficiencia ¿qué tenía esa mujer que no tuvieran las demás? trabajaba en Telefónica. Y no hay mucho más que decir.

Pero de manera mucho más pedestre, en el último centro en que viví había cuatro plantas. En cada planta un teléfono en el pasillo, más uno en cada despacho de dirección. Había tres directoras. Cuando empecé a cuestionar las órdenes que me daban y todo se me estaba viniendo abajo, empecé también a ver lo que tenía allí delante, y por ingenuidad había sido incapaz de observar. En cada uno de los teléfonos había un botón que ponía "llamada a tres". Comprendí. Era muy fácil escucharme si hablaba en un teléfono que estaba en un pasillo. Y, fiada de ellas como estuve durante mucho tiempo no se me ocurrió que debía de encerrarme en un despacho para hablar por teléfono.


Así que estaba tirado saber lo que yo decía. Pero era más interesante saber lo que te estaban diciendo al otro lado de la línea, ya fuera mi madre, una amiga o una supernumeraria con la que me llevara bien. Para ello había que pulsar supongo "llamada a tres" y marcar la extensión que se quería escuchar. Nunca lo comprobé, nunca he tenido tiempo ni interés en escuchar las conversaciones telefónicas ajenas. Las opusianas además de la charla y la confesión, no renuncian a esta fuente inestimable de información que son las conversaciones de la numeraria con cualquier "agente exterior" susceptible de ayudarte a la desprogramación.

Me parece que cuento en mi biografía que una agregada me corrigió por hablar mucho con una amiga por teléfono. Es decir, escuchaban, sabían lo que hablábamos y a las directoras les molestaba el contenido de las conversaciones. Así que mediante corrección fraterna interpuesta, supuestamente consultada nada menos que en Granada me dijeron que dejara de hablar con ella por teléfono.

Es un ejemplo de lo variado que puede ser el opus dei en sus formas de control. Una agregada que corrige a una numeraria, supuestamente yo tenía más rango que ella. Pero en este caso la agregada estaba mejor enchufada que yo a las fuentes del poder y decisión: las directoras de Granada. Y además me pregunto ¿por qué sabía ella que yo hablaba y de qué y con qué frecuencia por teléfono? vigilancia. De una persona que no vive en el centro a otra que sí.

Vigilar y castigar, que diría Foucault.

Por cierto, como sabían que me llevaba bien con esa persona las directoras fueron a "hablarle mal de mí". Pero por una vez en mi puñetera vida ¡ya era hora, ya me iba tocando encontrarme con alguien en quien confiar! dieron en duro, y se encontraron con esa mujer no les dió la razón criticándome.
Esto en el opus se lleva mucho: deshacer cualquier amistad sincera de la gente. No te puedes fiar de nadie. Todo el mundo, hasta la más simpática y enrrollada, esa más que ninguna, te las da con queso.

En los centros hay muchas llamadas telefónicas, se gastaba mucho en teléfono con las supernumerarias. También fue iluminador cuando ví a la secretaria del centro con un extracto de todos los números telefónicos a los que se había llamado durante el mes: comprobaban si estaba cumpliendo las órdenes de no llamar a determinado número.

En fin, espero que estas batallitas tan caseras sirvan a alguien.

Esto de vivir rodeada de gente que tiene complejo de espía de la CIA es una locura, pero te enseña muchíiiisimo.
Y como dije a un grupo de gente hace unos días ¿quién es el loco en estas historias absurdas? porque si yo fuera un alto cargo, o alguien con mucho dinero y poder, pues bueno. Merece la pena espiar a Obama, ZP o a los supuestos criminales. Pero ¿cuál es mi poder? ¿qué había hecho para merecer ese trato por parte de mi "familia"? ¿Dónde estaba el interés de interceptar una conversa con mi madre o con una amiga? me cuesta vérselo... ¿qué interés tiene para otros lo que se dicen dos personas amigas o con lazos afectivos fuertes, como madre e hija?