López Ibor visto por Castilla del Pino

En la página 335 de sus memorias (Pretérito imperfecto 1997) menciona por vez primera a López Ibor. Fue otro profesor de la facultad de medicina, Dehesa que explicaba anatomía, quien le habló de él y le hizo saber que el psiquiatra había llegado a Madrid antes de la guerra sin un duro, y que solicitó ayuda a Dehesa que entonces asesoraba en la editorial Calpe para pedirle trabajo. López Ibor empezó haciendo traducciones. Después de la guerra ya había prosperado lo suficiente como para disponer de un criado de calzón corto en su casa que abriera la puerta e hiciera esperar a las visitas. Castilla aspiraba a ser catedrático algún día, pero después de asistir a varias oposiciones comprendió que lo de menos era la trayectoria intelectual, lo importante era la adhesión al régimen (con Ibañez Martín de ministro, Salamanca de decano en san Carlos, y Albareda, del Opus Dei, en el CSIC) y a un catolicismo rudimentario, elemental y sectario. Era fundamental acercarse al círculo de quien entonces, inmediata posguerra, repartía las prebendas en la facultad de medicina, Enríquez de Salamanca, prototipo del fanatismo más atroz. El único discípulo de Jimenez Díaz (eminente médico español del momento) que obtuvo cátedra de patología médica fue el cortísimo (sic) Ortiz de Landázuri, del Opus Dei. Después de obtenerla en Granada pasó a la universidad de Navarra. Recuerdo que este Ortiz de Landázuri forma parte de los canonizables opusianos, yo he tenido su estampa en la mano con su correspondiente oración para pedirle favores. En 1943 Castilla se decide por la especialidad de psiquiatría. López Ibor era el encargado de la asignatura. Era protegido de Enríquez de Salamanca aunque pronto inició su propio camino. Fundó la única revista española de entonces de la especialidad: “Actas Españolas de Neurología y Psiquiatría”. La primera vez que Castilla fue a buscarlo el ya psiquiatra le preguntó: -¿Ud. Qué ha leído de psiquiatría? -Bumke, Lange y todos los tomos de Freud. - Olvídese de Freud. Y le dio la espalda. A pesar de que la acogida no había sido muy calurosa, Castilla empezó a trabajar en el departamento y a ver cómo se hacían las historias clínicas de los enfermos del san Carlos. López Ibor era íntimo de Laín Entralgo, procedían ambos del colegio Beato Juan de Rivera de Burjasot, en el que Escrivá pescó bastantes de sus primeras presas. Cuando leí la biografía de Laín, “Descargo de conciencia” me extrañó lo rápido que pasa por este hecho de que muchos de sus compañeros colegiales adhirieran al entonces naciente Opus. López Ibor, era en palabras de Castilla del Pino, un ser huidizo, tímido, con arranques terribles cuando se cuestionaba su identidad intelectual. Entonces tenía unos 39 años. De mediana estatura, canoso, la cabeza gruesa, gordezuelo, de manos con dedos amorcillados. Miraba fijamente unos instantes y apartaba luego la vista como diciendo: “una vez que sé quien eres y que guardo nota de ello, te dejo ahí.” Clásica estrategia de hacerse el “superior”. Nunca descendió a ser un miembro más del grupo de médicos y estudiantes que tomaban café juntos. “Uno no debe hacerse demasiado visible; dejarse ver sólo en momentos y lugares adecuados.” Salvador de Heredia se encargaba de sacarlo en las páginas del Ya. Además le introdujo en algunos círculos de la high society, aunque en privado ironizaba sobre su falta de clase. Lo despreciaba tanto como López Ibor lo adulaba. Un resbalón de López Ibor fue la firma de un manifiesto pidiendo a Franco la instauración de la monarquía en la persona de don Juan de Borbon. A los pocos días llegó un oficio al despacho: “cesa usted como profesor encargado de la cátedra de psiquiatría”. Un tal Escudero vestido de militar acompañado de otros dos irrumpió en la habitación. “Se me ha dado orden de hacerme cargo de la cátedra de psiquiatría de esta facultad. De modo que recojan sus cosas y márchense”. Pese a lo que pueda parecer estos modos fascistas han pervivido hasta hoy. El caso es que López Ibor estuvo un mes desterrado en Barbastro, tenía orden de no salir de los confines del pueblo, hasta que escribió una solicitud de perdón pues necesitaba dinero. Casado recientemente, su mujer y él tenían grandes aspiraciones político-sociales, todo se dispuso para establecer una consulta privada en el mejor sitio de Madrid y convertirse en médico de lujo. Pudo presentarse y sacar sin demasiado esfuerzo la plaza de psiquiatría de hombres del hospital provincial: 40 camas y una consulta ambulatoria. Hasta 1945 el único estudiante que se formaba con López Ibor era Castilla. Los demás eran psiquiatras con una orientación distinta a la de López Ibor, tanto en lo científico (mejores conocimientos neuropatológicos, no en lo psicopatológico), como en lo ideológico. Estas divergencias incomodaban a López que se sabía aceptado con reticencias. Era católico, de derechas, con inclinaciones filonazis (Véase “Neurosis de guerra” del que ya escribí aquí) aunque sin llegar a los extremos de Vallejo Nájera. “Este pueblo necesita alguien con mano firme que lo mande” solía decir. Su rechazo del psicoanálisis y de planteamientos biologicistas hacían difícil saber a qué atenerse con él. A Castilla le toleraba su antifranquismo (no era rojo) y tomaba a broma su anticlericalismo. "Usted es calvinista”, solía decirle cuando se mostraba rígido valorando determinados comportamientos. Hasta 1949 Castilla trabajó con él. López Ibor era ambicioso, inteligente y calculador. Le perdía su suspicacia: a menudo interpretaba actitudes o gestos como atentados a su autoestima intelectual y se volvía implacable con quien consideraba su enemigo. Este aspecto le hizo temible mientras detentó el poder en la psiquiatría española, pero al mismo tiempo le condujo a su propio deterioro. Nadie estuvo mejor situado que él para conseguir lo que se propusiera. Contaba con todos los apoyos: Enríquez de Salamanca, Laín Entralgo y su grupo de Escorial, Jiménez Díaz que lo apreciaba por su inteligencia y le apoyó en la oposición a la cátedra meses antes de la guerra ( aunque luego censuró su excesiva ambición y su forma tan poco transparente de ejercer la psiquiatría privada), hasta los psiquiatras represaliados por republicanos veían en él la única posibilidad de seguir con una actividad en el Hospital General. Algunos de estos republicanos se incorporaron a su departamento. Asegura Castilla del Pino que envuelto en la maraña de sus ambiciones López Ibor destruyó su potencial de recursos y se desprestigió por su necesidad de autoafirmación que le impulsaba a descalificar a cuantos sobresalían: “Jiménez Díaz no es más que un oligrofrénico con mucha memoria”, “Laín tiene complejo de no ser Ortega y trata de convertirse en el pensador del régimen”, “Zubiri sigue siendo cura hasta cuando orina”, “Torrente Ballester pretende ser el Shakespeare del franquismo”, etc. Se equivocó en la trayectoria que entonces iniciaba, Castilla se lo advirtió con tiento. Llegó a ser un hombre de éxito, pero no era el tipo de éxito que a él le hubiera gustado. Con todo aquellos años 40 fueron su mejor etapa intelectual. Cuando publicó “El español y su complejo de inferioridad” se lo dedicó a Castilla del Pino, “el Manolete de la psiquiatría”. Luego cuando vió que la monarquía no iba a llegar, quiso hacerse perdonar sus veleidades antifranquistas siendo capaz de todo para auparse y mantenerse. El final de López Ibor fue esperpéntico, pero todavía ignoro porqué.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Vaya, vaya con López Ibor... ¡qué callado se lo tenía! pues con el instrumental que había antes, manos rechonchas no parecen nada buenas para la neurocirugía. ¿Operaba López Ibor?

Noticia eclesial:
http://es.noticias.yahoo.com/10/20100516/ten-oesen-religion-eeuu-gay-5fdf947.html
Anónimo ha dicho que…
Después de leer esta entrada me he dado un paseo por la wiki, y el artículo sobre López Ibor es asqueroso. Tiene un sabor laudatorio tan concentrado y una redacción tan mentalmente obsoleta que resulta enfermiza.
La respuesta está abajo: el artículo sale de la Enciclopedia Rialp. ¿Sabrán en la wiki que están contaminados por contenidos opuseros, desde una enciclopedia ideológicamente capada y sesgada?

En fin, buena labor la tuya, Ana.
Anónimo ha dicho que…
¿Qué se puede esperar de un Vallejo Nájera padre, vamos y también hijo, o de un López Ibor, que antes que ponerse la bata de médico lo que se ponían era el uniforme militar. ¿Qué psiquiatría va a hacer este tipo de médicos militares? Propensos al internamiento, y a métodos represivos con el electro, el cardiazol, etc
Un saludo
Julio
Anónimo ha dicho que…
De verdad que estos tíos daban asco,fueron producto de un régimen oscuro y atroz,no conviene pasarlos por alto, VOX está de vuelta.



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