BADAJOZ
Antonio Esquivias.
Con ese laconismo, buen método de camuflaje, parecía broma.
Yo he oído que tienen parte en telefónica y Mapfre. De ambas ha habido gentes que trabajan dentro y me lo han dicho.
Es plausible que las que tú dices lo sean. El dinero amontonado no es para apolillarse, debe fructificar. Todos los ricachones lo hacen, montar sociedades para seguir lucrándose, y en este caso mediante el ofrecimiento de puestos llegan las consabidas compras de silencio.
Me gustaría visitar las sedes centrales de todas las empresas "sospechosas" y pulsar si el ambiente corresponde. Se detecta fácil cuando se ha vivido tiempo con ellos.
Me han preguntado por Mutua Madrileña, no sé.
Sabadell Bank, creo.
Y en esta ciudad he visto una inmobiliaria que tiene toda la pinta, por las pretensiones, aquí los aspirantes a pijo son pocos y mal contados, OD styl se sale del marco.
Qué trauma con esta ciudad, roza lo insoportable.
La barbarie aquí desatada refleja las tradiciones del ejército español en Marruecos y el atroz comportamiento de las columnas africanas al encontrar una firme resistencia y sufrir por primera vez un número importante de bajas. La política de tierra quemada tenía un largo pasado colonial y se enmarcaba en el intento de paralizar al enemigo, al tiempo que se recompensaba a los hombres que integraban la columna con una orgía de robos, saqueos, violaciones, matanzas y alcohol.
Asimismo, respondía en parte a un pasado de odio de los terratenientes por sus trabajadores y de la determinación de aplastar de una vez por todas las aspiraciones del proletariado rural. Los sucesos de Badajoz 1936 eran un aviso a navegantes, en especial a Madrid.
Allrededor del mediodía del 14 de agosto de 1936, pese al valor con que los milicianos resistieron los bombardeos, las murallas de Badajoz sucumbieron a las feroces embestidas de las tropas de Castejón. Hubo quien se paso al enemigo, entre ells oficiales que formaban la llamada Quinta Columna. Legionarios y regulares ocuparon el centro, asesinando a todo el que se encontraban en el camino, incluso a los que arrojaban el arma y se rendían. Muchos milicianos se refugiaron en la catedral donde murieron a punta de bayoneta. Un hombre escondido en un confesonario fue abatido de un disparo por el cura de Zafra, Juan Galán que se incorporó a la Legión como capellán y que se hizo famoso por su crueldad. No fue el único cura en empuñar las armas en esta guerra.
Legionarios, regulares y falangistas arrasaron los comercios llevándose todo lo que podían (joyas, relojes, radios, máquinas de escribir, ropa) y cargaron con el botín por las calles sembradas de cadáveres y cubiertas de sangre. Cientos de prisioneros fueron conducidos a la plaza de toros.
Al caer la noche, las bandas de soldados moros y falangistas ebrios seguían saqueando, violando mujeres, llevándose a los hombres a la plaza de toros o fusilándolos sobre la marcha. Muchos cadáveres aparecían con los genitales mutilados. Los rebeldes instalaron ametralladoras en los burladeros alrededor del ruedo, y allí emprendieron una matanza indiscriminada. A lo largo de la tarde
detuvieron a 1.200 vecinos, en muchos casos, civiles inocentes sin ninguna filiación política: hombres y mujeres, socialistas, anarquistas, comunistas, republicanos de clase media, simples campesinos. No se anotaron nombres ni se registró ningún detalle. A las 7.30 a.m. del día siguiente se reanudaron los disparos, y los gritos de los moribundos resonaron a mucha distancia de la plaza. El relato de algunos supervivientes revela que los fusilamientos pronto quedaron en manos de la guardia civil.
Yagüe se hizo con el coche de Luis Pla Alvarez, republicano moderado que habían usado de sus influencias para salvar la vidas de muchos derechistas, acogieron en su casa a religiosos que más tarde pidieron clemencia para ellos, los Pla eran dos hermanos dueños de un próspero negocio. El 19 de agosto, la guardia civil se los llevó al campo, les dijeron que eran libres de marcharse para luego matarlos a tiros mientras intentaban escapar. Cuando el obispo preguntó por ellos, Yagüe le contestó que se quedara tranquilo que habían sido ejecutados, para que él, señor obispo pudiera vivir.
El segundo día los vecinos de derechas salieron a vitorear a los ocupantes e insultar a los prisioneros. Moros y falangistas aguijoneaban a los prisioneros cn las bayonetas. Varios terratenientes portugueses fueron invitados al espectáculo de la matanza en la plaza de toros como recompensa por haber ayudado a capturar a los que querían huir. Aunque no había habido casi ejecuciones de derechistas en Badajoz, los fusilamientos de los "desafectos" duraron varias semanas. El nuevo gobernador civil instalado, Pereira Vela fue responsable de hasta 2.580 muertes, además amasó una fortuna confiscando los bienes de sus víctimas. La mayoría fusilados sin investigación, por meras denuncias maliciosas.
La falange a las órdenes de Fdez. Blanco se unió a la masacre. Llegaron prisioneros de otras zonas de Extremadura, puesto que la derecha aprovechó para barrer la amenaza de la reforma agraria. Los abusos sexuales fueron el castigo de las jóvenes que trabajaban como criadas o costureras en las casas de los ricos y que en la primavera de 1936 habían intentado unirse en un sindicato. No fueron las únicas mujeres ultrajadas.
El martes 18 de agosto, una unidad de tropas a caballo escoltó a 400 hombres, mujeres y niños desde la localidad portuguesa de Caia hasta Badajoz. Alrededor de 300 fueron ejecutados. Los falangistas tenían carta blanca para entrar en Portugal en busca de refugiados españoles, a los que buscaban incluso en la cama del hospital de Elvas.
Un estudio riguroso de Espinosa Maetres ha demostrado que el número de muertos en Badajoz ascendió como mínimo 3.800. Hubo más muertes sólo en esta ciudad que en las provincias de Huevla y Sevilla juntas, además en estas dos había registro de los enterrados, también de los cadáveres anónimos. El número total de víctimas se calcula que debió de ser 5,5 veces superior a las registradas.
Por su parte los ocupantes sólo sufrieron 285 bajas, entre muertos y heridos, que por otra parte ni siquiera hubieran sido necesarias porque ya tuvieron lugar con la ciudad ocupada.
En la canícula del verano extremeño, los montones de cadáveres constituían una amenaza para la salud pública. Al principio los retiraban de las calles y los llevaban al cementerio municipal. A la vista de que no daban abasto, terminaron por rociarlos con gasolina, prenderles fuego y enterrarlos a continuación en grandes fosas comunes. El hedor de los cuerpos quemados impregnaba las noches de esos meses de calor. Las mujeres de izquierdas no ejecutadas fueron violadas y sometidas a toda suerte de humillaciones tras la toma de la ciudad, rapado de cabeza y aceite de ricino "por tener la lengua sucia".
Al principio el general Yagüe no permitió que entraran periodistas extranjeros en Badajoz..Al lelgar vieron la columna de humo que subía del cementerio y notaron el olor dulzón. Neves del Diario de Lisboa presenció el espectáculo pavoroso. Preguntó al general si era cierto que habían fusilado a 2000 hombres, contestó "Nao devem ser tantos". Un sacerdote hizo de guía para los periodistas al cementerio para que vieran los cadáveres amontonados en llamas. Algunos estaban completamente carbonizados, aquí y allí asomaban brazos y piernas que no había sido alcanzados por el fuego. Al ver la expresión de horror de los periodistas, el sacerdote dijo: "Se lo merecían. Además es una medida de higiene imprescindible." No se sabe si se refería a las matanzas o a la forma de deshacerse de los cadáveres.
Otro periodista portugués quedó tan afectado que hubo de ser ingresado en el hospital mental de san José en Lisboa.
El 15 de agosto el general Yagüe comentó:"Mañana, cuando hayamos concluido definitivamente la limpieza, todo estará listo para ampliar la operación. Ahora que ya hemos liquidado a los moscovitas ésta vuelve a ser una ciudad española."
El 17 de agosto el cámara René Brut del noticiario "Pathé" pudo filmar los montones de cadáveres
Fue un acto de valentía que le costó la cárcel y amenaza de muerte. Unos días después Franco dió instrucciones a Queipo para el control de los fotógrafos. Comenzó la campaña de las autoridades rebeldes y sus aliados alemanes e para negar la matanza que había tenido lugar en Badajoz. No ayudó que Yagüe se jactara ante el periodista Whitaker: "Claro que los fusilamos. ¿Qué esperaba? ¿Cómo iba a llevarme a 4000 rojos cuando mi columna avanzaba a contrarreloj? ¿O había debido dejarlos en libertad para que volvieran a convertir Badajoz en capital roja?"
En una ciudad de 40.000 hab. es posible que fueran ejecutados el 10% de la población.
En el paroxismo de la guerra dice el biógrafo de Yagüe que no se distinguía entre ciudadanos pacíficos y milicianos de izquierdas, y no hacían nada por distinguir. Aunque tan defensores de lo español como eran estos militares es increíble que desplegaran semejante saña contra sus propios connacionales.
Otro historiador militar posterior abad del Valle de los Caídos, Luis M de Lojendio, parecía algo incómodo con la masacre. Explica las muertes con piadosos sofismas cuyo estilo es tradicional y un clásico de todos los salvadores de las vidas ajenas que en España han sido legión y que en todas las épocas hemos tenido que padecer:
"Los hombres del teniente coronel Yagüe triunfaron por la superioridad espiritual que mantiene en el combate tensa la moral de vencer y extremas las virtudes del sacrificio y de la disciplina. Las calles de Badajoz quedaron sembradas de cadáveres. Es que la guerra es un espectáculo duro y atroz."
Las cosas no eran así en la parte republicana de esta historia. También hubo excesos y desmadres. Pero las autoridades republicanas luchaban por que se respetaran los procesos, el estado de derecho y la ley. No tenían un plan "higiénico" de exterminación como estos generales africanistas. Había clemencia, y a más de uno no se lo ejecutó por falta de pruebas. Todo ello impensable con un Yagüe haciendo limpia de rojos y un Queipo discurseando en la radio y animando a la delación y exterminio del rojo.
Con ese laconismo, buen método de camuflaje, parecía broma.
Yo he oído que tienen parte en telefónica y Mapfre. De ambas ha habido gentes que trabajan dentro y me lo han dicho.
Es plausible que las que tú dices lo sean. El dinero amontonado no es para apolillarse, debe fructificar. Todos los ricachones lo hacen, montar sociedades para seguir lucrándose, y en este caso mediante el ofrecimiento de puestos llegan las consabidas compras de silencio.
Me gustaría visitar las sedes centrales de todas las empresas "sospechosas" y pulsar si el ambiente corresponde. Se detecta fácil cuando se ha vivido tiempo con ellos.
Me han preguntado por Mutua Madrileña, no sé.
Sabadell Bank, creo.
Y en esta ciudad he visto una inmobiliaria que tiene toda la pinta, por las pretensiones, aquí los aspirantes a pijo son pocos y mal contados, OD styl se sale del marco.
Qué trauma con esta ciudad, roza lo insoportable.
La barbarie aquí desatada refleja las tradiciones del ejército español en Marruecos y el atroz comportamiento de las columnas africanas al encontrar una firme resistencia y sufrir por primera vez un número importante de bajas. La política de tierra quemada tenía un largo pasado colonial y se enmarcaba en el intento de paralizar al enemigo, al tiempo que se recompensaba a los hombres que integraban la columna con una orgía de robos, saqueos, violaciones, matanzas y alcohol.
Asimismo, respondía en parte a un pasado de odio de los terratenientes por sus trabajadores y de la determinación de aplastar de una vez por todas las aspiraciones del proletariado rural. Los sucesos de Badajoz 1936 eran un aviso a navegantes, en especial a Madrid.
Allrededor del mediodía del 14 de agosto de 1936, pese al valor con que los milicianos resistieron los bombardeos, las murallas de Badajoz sucumbieron a las feroces embestidas de las tropas de Castejón. Hubo quien se paso al enemigo, entre ells oficiales que formaban la llamada Quinta Columna. Legionarios y regulares ocuparon el centro, asesinando a todo el que se encontraban en el camino, incluso a los que arrojaban el arma y se rendían. Muchos milicianos se refugiaron en la catedral donde murieron a punta de bayoneta. Un hombre escondido en un confesonario fue abatido de un disparo por el cura de Zafra, Juan Galán que se incorporó a la Legión como capellán y que se hizo famoso por su crueldad. No fue el único cura en empuñar las armas en esta guerra.
Legionarios, regulares y falangistas arrasaron los comercios llevándose todo lo que podían (joyas, relojes, radios, máquinas de escribir, ropa) y cargaron con el botín por las calles sembradas de cadáveres y cubiertas de sangre. Cientos de prisioneros fueron conducidos a la plaza de toros.
Al caer la noche, las bandas de soldados moros y falangistas ebrios seguían saqueando, violando mujeres, llevándose a los hombres a la plaza de toros o fusilándolos sobre la marcha. Muchos cadáveres aparecían con los genitales mutilados. Los rebeldes instalaron ametralladoras en los burladeros alrededor del ruedo, y allí emprendieron una matanza indiscriminada. A lo largo de la tarde
detuvieron a 1.200 vecinos, en muchos casos, civiles inocentes sin ninguna filiación política: hombres y mujeres, socialistas, anarquistas, comunistas, republicanos de clase media, simples campesinos. No se anotaron nombres ni se registró ningún detalle. A las 7.30 a.m. del día siguiente se reanudaron los disparos, y los gritos de los moribundos resonaron a mucha distancia de la plaza. El relato de algunos supervivientes revela que los fusilamientos pronto quedaron en manos de la guardia civil.
Yagüe se hizo con el coche de Luis Pla Alvarez, republicano moderado que habían usado de sus influencias para salvar la vidas de muchos derechistas, acogieron en su casa a religiosos que más tarde pidieron clemencia para ellos, los Pla eran dos hermanos dueños de un próspero negocio. El 19 de agosto, la guardia civil se los llevó al campo, les dijeron que eran libres de marcharse para luego matarlos a tiros mientras intentaban escapar. Cuando el obispo preguntó por ellos, Yagüe le contestó que se quedara tranquilo que habían sido ejecutados, para que él, señor obispo pudiera vivir.
El segundo día los vecinos de derechas salieron a vitorear a los ocupantes e insultar a los prisioneros. Moros y falangistas aguijoneaban a los prisioneros cn las bayonetas. Varios terratenientes portugueses fueron invitados al espectáculo de la matanza en la plaza de toros como recompensa por haber ayudado a capturar a los que querían huir. Aunque no había habido casi ejecuciones de derechistas en Badajoz, los fusilamientos de los "desafectos" duraron varias semanas. El nuevo gobernador civil instalado, Pereira Vela fue responsable de hasta 2.580 muertes, además amasó una fortuna confiscando los bienes de sus víctimas. La mayoría fusilados sin investigación, por meras denuncias maliciosas.
La falange a las órdenes de Fdez. Blanco se unió a la masacre. Llegaron prisioneros de otras zonas de Extremadura, puesto que la derecha aprovechó para barrer la amenaza de la reforma agraria. Los abusos sexuales fueron el castigo de las jóvenes que trabajaban como criadas o costureras en las casas de los ricos y que en la primavera de 1936 habían intentado unirse en un sindicato. No fueron las únicas mujeres ultrajadas.
El martes 18 de agosto, una unidad de tropas a caballo escoltó a 400 hombres, mujeres y niños desde la localidad portuguesa de Caia hasta Badajoz. Alrededor de 300 fueron ejecutados. Los falangistas tenían carta blanca para entrar en Portugal en busca de refugiados españoles, a los que buscaban incluso en la cama del hospital de Elvas.
Un estudio riguroso de Espinosa Maetres ha demostrado que el número de muertos en Badajoz ascendió como mínimo 3.800. Hubo más muertes sólo en esta ciudad que en las provincias de Huevla y Sevilla juntas, además en estas dos había registro de los enterrados, también de los cadáveres anónimos. El número total de víctimas se calcula que debió de ser 5,5 veces superior a las registradas.
Por su parte los ocupantes sólo sufrieron 285 bajas, entre muertos y heridos, que por otra parte ni siquiera hubieran sido necesarias porque ya tuvieron lugar con la ciudad ocupada.
En la canícula del verano extremeño, los montones de cadáveres constituían una amenaza para la salud pública. Al principio los retiraban de las calles y los llevaban al cementerio municipal. A la vista de que no daban abasto, terminaron por rociarlos con gasolina, prenderles fuego y enterrarlos a continuación en grandes fosas comunes. El hedor de los cuerpos quemados impregnaba las noches de esos meses de calor. Las mujeres de izquierdas no ejecutadas fueron violadas y sometidas a toda suerte de humillaciones tras la toma de la ciudad, rapado de cabeza y aceite de ricino "por tener la lengua sucia".
Al principio el general Yagüe no permitió que entraran periodistas extranjeros en Badajoz..Al lelgar vieron la columna de humo que subía del cementerio y notaron el olor dulzón. Neves del Diario de Lisboa presenció el espectáculo pavoroso. Preguntó al general si era cierto que habían fusilado a 2000 hombres, contestó "Nao devem ser tantos". Un sacerdote hizo de guía para los periodistas al cementerio para que vieran los cadáveres amontonados en llamas. Algunos estaban completamente carbonizados, aquí y allí asomaban brazos y piernas que no había sido alcanzados por el fuego. Al ver la expresión de horror de los periodistas, el sacerdote dijo: "Se lo merecían. Además es una medida de higiene imprescindible." No se sabe si se refería a las matanzas o a la forma de deshacerse de los cadáveres.
Otro periodista portugués quedó tan afectado que hubo de ser ingresado en el hospital mental de san José en Lisboa.
El 15 de agosto el general Yagüe comentó:"Mañana, cuando hayamos concluido definitivamente la limpieza, todo estará listo para ampliar la operación. Ahora que ya hemos liquidado a los moscovitas ésta vuelve a ser una ciudad española."
El 17 de agosto el cámara René Brut del noticiario "Pathé" pudo filmar los montones de cadáveres
Fue un acto de valentía que le costó la cárcel y amenaza de muerte. Unos días después Franco dió instrucciones a Queipo para el control de los fotógrafos. Comenzó la campaña de las autoridades rebeldes y sus aliados alemanes e para negar la matanza que había tenido lugar en Badajoz. No ayudó que Yagüe se jactara ante el periodista Whitaker: "Claro que los fusilamos. ¿Qué esperaba? ¿Cómo iba a llevarme a 4000 rojos cuando mi columna avanzaba a contrarreloj? ¿O había debido dejarlos en libertad para que volvieran a convertir Badajoz en capital roja?"
En una ciudad de 40.000 hab. es posible que fueran ejecutados el 10% de la población.
En el paroxismo de la guerra dice el biógrafo de Yagüe que no se distinguía entre ciudadanos pacíficos y milicianos de izquierdas, y no hacían nada por distinguir. Aunque tan defensores de lo español como eran estos militares es increíble que desplegaran semejante saña contra sus propios connacionales.
Otro historiador militar posterior abad del Valle de los Caídos, Luis M de Lojendio, parecía algo incómodo con la masacre. Explica las muertes con piadosos sofismas cuyo estilo es tradicional y un clásico de todos los salvadores de las vidas ajenas que en España han sido legión y que en todas las épocas hemos tenido que padecer:
"Los hombres del teniente coronel Yagüe triunfaron por la superioridad espiritual que mantiene en el combate tensa la moral de vencer y extremas las virtudes del sacrificio y de la disciplina. Las calles de Badajoz quedaron sembradas de cadáveres. Es que la guerra es un espectáculo duro y atroz."
Las cosas no eran así en la parte republicana de esta historia. También hubo excesos y desmadres. Pero las autoridades republicanas luchaban por que se respetaran los procesos, el estado de derecho y la ley. No tenían un plan "higiénico" de exterminación como estos generales africanistas. Había clemencia, y a más de uno no se lo ejecutó por falta de pruebas. Todo ello impensable con un Yagüe haciendo limpia de rojos y un Queipo discurseando en la radio y animando a la delación y exterminio del rojo.
Comentarios
Por mi condición de vecino portugués de Elvas he oído contar estos relatos unos cientos de veces, con nombres de terratenientes de Elvas, uno pariente mío, invitados a las ejecuciones de la plaza de toros.
http://www.elmundo.es/espana/2014/08/12/53e920b6ca4741c4758b4597.html