UNA CANONIZACION FRUSTRADA
Al leer el titular no me pareció oportuno dar jabón a uno más de la tropa que se ha aprovechado de la buena fe y los famosos "sentimientos nacionalistas y nacionales". Para un político español el recurso a la religión, es eso, un recurso. Otro sentimiento más que manejar.
Pero conforme he avanzado en su lectura más me ha gustado. Ya he escrito otras veces que es el teólogo español más convincente. Profundo y poco dado a las piadosidades, sí a los razonamientos equilibrados con fe y conocimiento serio de la Biblia y su sentido, como también demuestra en esta ocasión. De paso, observo que hay una cuestión pendiente de Jordi con el fundador de Convergencia, o cofundador, Trías Fargas, que no investigaré porque se escapa a mis intereses.
Como nos gusta el tema, he encontrado una interesante historia sobre uno de los predicadores de la cruzada. Más que nada por la trastienda de las santificaciones. También la cuenta Preston que la ha sacado de un hermano de congregación jesuita del interesado.
Fernando Huidobro Polanco, jesuita santanderino estudió durante los años de la segunda república española en el extranjero. Consideraba que la república era una "pocilga" y desde Bélgica justificó la matanza de Badajoz a la que calificó como un "hecho aislado" provocado por las atrocidades cometidas por los rojos. No estaba allí, ignoraba y desconocía.
A finales de agosto el superior de S.J accedió a la petición de Huidobro de regresar a España. En Pamplona el jesuita Huidobro comprobó que muchos curas ya se habían unido a las filas rebeldes. En septiembre fue a Valladolid donde sirvió con la milicia falangista. De allí a Cáceres. Allí Franco le advirtió: "trabaje lo que pueda por el bien de los soldados españoles pero absténgase de querer convertir a los moritos". Huidobro quería sumarse de capellán a la Legión extranjera y Franco lo envió a ver a Yagüe. El 8 de septiembre, Yagüe lo destinó a Talavera de la Reina, 4º Bandera de la legión
Huidobro, hombre menudo y con gafas, alumno de Heidegger en Friburgo, fue recibido con sorna por los brutales legionarios de cuyo bienestar emocional iba a ocuparse. Su valentía impresionaba. Otros se quejaban por su insistencia en que se confesaran, dejaran el juego o impidieran la entrada de prostitutas al campamento. A lo largo del camino hacia Madrid, en la toma de Toledo, Huidobro "presenció" las atrocidades. Sus esfuerzos por evitar el fusilamiento de los prisioneros no le permitieron ganarse el cariño de la tropa.
Más tarde justificaría lo que había visto diciendo: "Nuestro estilo es limpio. Nuestros procedimientos, otros que los suyos. Es verdad que ellos fusilan, atormentan, exterminan,. Pero es que ellos son criminales. Nosotros, porque somos cristianos y caballeros, sabemos luchar. " Con este espíritu absolvía de antemano a los hombres de su Bandera antes de que entraran en combate, si bien no dejaba de sentirse incómodo antes estos actos de salvajismo que dañaban la imagen de la causa en la que creía con tanto ardor. Trató de proteger a los heridos y, cuando le fue posible, atendió a las necesidades espirituales de los que estaban a punto de ser fusilados.
Tras la caída de Toledo anotó sus reflexiones en dos documentos dirigidos a las autoridades militares y al Cuerpo jurídico militar.El 4 de octubre los envió con el título "Sobre la aplicación de la pena de muerte e las actuales circunstancias. Normas de conciencia", proponía que se ejerciera la "justicia" para no incurrir en excesos que mancillaban el honor del Ejército. Argumentaba en contra de la "guerra de exterminio que algunos preconizan", sobre la base de que enconaría los odios, prolongaría la guerra, impediría la reconciliación, privaría a España de la mano de obra necesaria para su reconstrucción y dañaría la imagen del país en el contexto internacional.
Que Franco con las matanzas y encarcelando gente privaba al país de mano de obra necesaria, fue también observado por uno de los jerifaltes nazis en visita oficial tras el final de la guerra civil.
Decía el jesuita:
"Toda condenación en globo, sin discernir si hay inocentes o no en el montón de prisioneros, es hacer asesinatos, no actos de justicia...El rematar al que arroja las armas o se rinde, es siempre un acto criminal... Los excesos que personas subalternas hayan podido ejecutar están en contradicción manifiesta con las decisiones del Alto Mando, que ha declarado muchas veces querer el castigo de los dirigentes, y reservar a las masas seducidas para un juicio posterior, en que habrá lugar a la gracia."
En el documento enviado al Cuerpo Jurídico Militar justificaba la pena de muerte para los republicanos asesinos de mujeres, sacerdotes e inocentes, y para los comunistas o los que desde el periódico han excitado a las masas, señalaba que la afiliación a un sindicato de izquierdas no merecía la muerte, sino la prisión o el campo de trabajo. Denunciaba como asesinato la ejecución de los que no se había podido probar la culpabilidad y terminaba:
"El procedimiento que se sigue está deformando a España y haciendo que en lugar de ser pueblo caballeresco y generoso, seamos un pueblo de verdugos y soplones. Tales cosas van sucediendo que a los que hemos sido siempre españoles por encima de todo, nos va dando ya vergüenza de haber nacido en esta tierra de crueldades implacables y de odios sin fin"
Le echó valor el cura jesuita para denunciar el salvajismo de los legionarios. Sus propuestas llegaron al comandante Castejón, que dijo a otros capellanes "que le habían sentado como un tiro".El 14 de noviembre de 1936 cuando el ejército se encontraba en las afueras de Madrid, Huidobro pidió al general Varela que no manchara su nombre glorioso con las matanzas que algunos jóvenes oficiales planeaban llevar a cabo para dar una lección los madrileños. Varela le devolvió carta diciéndolo que compartía sus sentimientos.
Huidobro escribió a Franco, que tenía otras ocupaciones que este cura molesto, y se las pasó a Yagüe, quien se abstuvo de contestar. Volvió a escribir a Franco:
"la precipitación con que muchas veces se procede a fusilar gente cuya culpabilidad no sólo no está probada sino que ni siquiera se investiga. Así acontece al fusilar en el campo de batalla a todo prisionero de guerra, sin considerar si fue engañado o forzado, si tiene discernimiento para conocer la maldad de la causa que defiende. Se fusila a los prisioneros por el mero hecho de ser milicianos, sin oírlos ni preguntarles nada. Así están cayendo sin duda muchos que no merecen pena tan grave y que podrían enmendarse y ése es el convencimiento de los mejores soldados."
Huidobro describía sin saberlo las prácticas habituales del Ejército de Africa, de ahí que sus palabras no tuvieran ningún efecto.
¿A quién me recuerdan tantas y tan piadosas cartas a la autoridad que supuestamente no conoce los desmanes del día a día en la base de la pirámide? cuántos ingenuos reclutados por el mundo...sobre todo entre la "intelectualidad".
Tras la caída de Toledo escribía a la autoridad sobre lo que podía pasar en Madrid si la gente se enteraba:
"Si han sabido que en Toledo se asesinó a los heridos de los hospitales, ¿será raro que tengan una idea exacta de nuestro bárbaro rigor? Y ya hay quien sostiene que en Madrid se debe pasar por las armas a todos los hospitalizados. Vamos recayendo en la barbarie y se va cancerando la conciencia del pueblo al ver tanta muerte con tanta ligereza. Hasta ahora no se mataba a nadie sin que antes constase de su culpa; ahora se hace con tal (de) que no conste su inocencia."
Será mi ignorancia, pero no había oído de ninguna guerra en la que los soldados entraran en los hospitales a matar gente ingresada...Una salvaje cruzada.
Suplicaba Huidobro al mandamás Díaz Varela que discutiera el asunto con Franco. Y hasta amenazó con "proclamar en los tejados" lo que hasta ahora había dicho al oído. "No temo a las izquierdas ni a las derechas, sólo a Dios".
Todo me es familiar.
Y concluía: "soy testigo de muchos crímenes, y no quisiera que el nuevo régimen naciese manchado de sangre". Díaz Varela ¡contestó en nombre del padre! perdón, de Franco. Se pondría fin a los desmanes.
Nada se hizo. Huidobro estuvo hospitalizado y su indignación crecía de día en día por los fusilamientos que continuaban. Le advirtieron. "a ud lo fusilan como siga así."
Y tras los molestos paralelismos que nada tienen que ver, viene el párrafo que me dejó noqueada al final de la página 457 del "Holocausto español":
"El 11 de abril de 1937 Huidobro perdió la vida en Aravaca, supuestamente al ser alcanzado por un fragmento de metralla de una granada rusa. Este detalle contribuyó a que en 1947, los jesuitas iniciaran el proceso de beatificación. Huidobro había salvado muchas vidas y había vivido como un verdadero cristiano. En el curso de la minuciosa investigación de la causa emprendida por el Vaticano, salió a la luz que Huidobro murió de un disparo por la espalda efectuado por un legionario de su propia unidad, acaso harto de los sermones del capellán. Al descubrirse que fueron los franquistas y no los rojos quienes lo habían asesinado, el Vaticano archivó la causa." Lo dice Iniesta Cano en "Memorias y recuerdos", pp, 108-110. Pero el que se ha estudiado el proceso ha sido Hilari Raguer.
Pero conforme he avanzado en su lectura más me ha gustado. Ya he escrito otras veces que es el teólogo español más convincente. Profundo y poco dado a las piadosidades, sí a los razonamientos equilibrados con fe y conocimiento serio de la Biblia y su sentido, como también demuestra en esta ocasión. De paso, observo que hay una cuestión pendiente de Jordi con el fundador de Convergencia, o cofundador, Trías Fargas, que no investigaré porque se escapa a mis intereses.
Como nos gusta el tema, he encontrado una interesante historia sobre uno de los predicadores de la cruzada. Más que nada por la trastienda de las santificaciones. También la cuenta Preston que la ha sacado de un hermano de congregación jesuita del interesado.
Fernando Huidobro Polanco, jesuita santanderino estudió durante los años de la segunda república española en el extranjero. Consideraba que la república era una "pocilga" y desde Bélgica justificó la matanza de Badajoz a la que calificó como un "hecho aislado" provocado por las atrocidades cometidas por los rojos. No estaba allí, ignoraba y desconocía.
A finales de agosto el superior de S.J accedió a la petición de Huidobro de regresar a España. En Pamplona el jesuita Huidobro comprobó que muchos curas ya se habían unido a las filas rebeldes. En septiembre fue a Valladolid donde sirvió con la milicia falangista. De allí a Cáceres. Allí Franco le advirtió: "trabaje lo que pueda por el bien de los soldados españoles pero absténgase de querer convertir a los moritos". Huidobro quería sumarse de capellán a la Legión extranjera y Franco lo envió a ver a Yagüe. El 8 de septiembre, Yagüe lo destinó a Talavera de la Reina, 4º Bandera de la legión
Huidobro, hombre menudo y con gafas, alumno de Heidegger en Friburgo, fue recibido con sorna por los brutales legionarios de cuyo bienestar emocional iba a ocuparse. Su valentía impresionaba. Otros se quejaban por su insistencia en que se confesaran, dejaran el juego o impidieran la entrada de prostitutas al campamento. A lo largo del camino hacia Madrid, en la toma de Toledo, Huidobro "presenció" las atrocidades. Sus esfuerzos por evitar el fusilamiento de los prisioneros no le permitieron ganarse el cariño de la tropa.
Más tarde justificaría lo que había visto diciendo: "Nuestro estilo es limpio. Nuestros procedimientos, otros que los suyos. Es verdad que ellos fusilan, atormentan, exterminan,. Pero es que ellos son criminales. Nosotros, porque somos cristianos y caballeros, sabemos luchar. " Con este espíritu absolvía de antemano a los hombres de su Bandera antes de que entraran en combate, si bien no dejaba de sentirse incómodo antes estos actos de salvajismo que dañaban la imagen de la causa en la que creía con tanto ardor. Trató de proteger a los heridos y, cuando le fue posible, atendió a las necesidades espirituales de los que estaban a punto de ser fusilados.
Tras la caída de Toledo anotó sus reflexiones en dos documentos dirigidos a las autoridades militares y al Cuerpo jurídico militar.El 4 de octubre los envió con el título "Sobre la aplicación de la pena de muerte e las actuales circunstancias. Normas de conciencia", proponía que se ejerciera la "justicia" para no incurrir en excesos que mancillaban el honor del Ejército. Argumentaba en contra de la "guerra de exterminio que algunos preconizan", sobre la base de que enconaría los odios, prolongaría la guerra, impediría la reconciliación, privaría a España de la mano de obra necesaria para su reconstrucción y dañaría la imagen del país en el contexto internacional.
Que Franco con las matanzas y encarcelando gente privaba al país de mano de obra necesaria, fue también observado por uno de los jerifaltes nazis en visita oficial tras el final de la guerra civil.
Decía el jesuita:
"Toda condenación en globo, sin discernir si hay inocentes o no en el montón de prisioneros, es hacer asesinatos, no actos de justicia...El rematar al que arroja las armas o se rinde, es siempre un acto criminal... Los excesos que personas subalternas hayan podido ejecutar están en contradicción manifiesta con las decisiones del Alto Mando, que ha declarado muchas veces querer el castigo de los dirigentes, y reservar a las masas seducidas para un juicio posterior, en que habrá lugar a la gracia."
En el documento enviado al Cuerpo Jurídico Militar justificaba la pena de muerte para los republicanos asesinos de mujeres, sacerdotes e inocentes, y para los comunistas o los que desde el periódico han excitado a las masas, señalaba que la afiliación a un sindicato de izquierdas no merecía la muerte, sino la prisión o el campo de trabajo. Denunciaba como asesinato la ejecución de los que no se había podido probar la culpabilidad y terminaba:
"El procedimiento que se sigue está deformando a España y haciendo que en lugar de ser pueblo caballeresco y generoso, seamos un pueblo de verdugos y soplones. Tales cosas van sucediendo que a los que hemos sido siempre españoles por encima de todo, nos va dando ya vergüenza de haber nacido en esta tierra de crueldades implacables y de odios sin fin"
Le echó valor el cura jesuita para denunciar el salvajismo de los legionarios. Sus propuestas llegaron al comandante Castejón, que dijo a otros capellanes "que le habían sentado como un tiro".El 14 de noviembre de 1936 cuando el ejército se encontraba en las afueras de Madrid, Huidobro pidió al general Varela que no manchara su nombre glorioso con las matanzas que algunos jóvenes oficiales planeaban llevar a cabo para dar una lección los madrileños. Varela le devolvió carta diciéndolo que compartía sus sentimientos.
Huidobro escribió a Franco, que tenía otras ocupaciones que este cura molesto, y se las pasó a Yagüe, quien se abstuvo de contestar. Volvió a escribir a Franco:
"la precipitación con que muchas veces se procede a fusilar gente cuya culpabilidad no sólo no está probada sino que ni siquiera se investiga. Así acontece al fusilar en el campo de batalla a todo prisionero de guerra, sin considerar si fue engañado o forzado, si tiene discernimiento para conocer la maldad de la causa que defiende. Se fusila a los prisioneros por el mero hecho de ser milicianos, sin oírlos ni preguntarles nada. Así están cayendo sin duda muchos que no merecen pena tan grave y que podrían enmendarse y ése es el convencimiento de los mejores soldados."
Huidobro describía sin saberlo las prácticas habituales del Ejército de Africa, de ahí que sus palabras no tuvieran ningún efecto.
¿A quién me recuerdan tantas y tan piadosas cartas a la autoridad que supuestamente no conoce los desmanes del día a día en la base de la pirámide? cuántos ingenuos reclutados por el mundo...sobre todo entre la "intelectualidad".
Tras la caída de Toledo escribía a la autoridad sobre lo que podía pasar en Madrid si la gente se enteraba:
"Si han sabido que en Toledo se asesinó a los heridos de los hospitales, ¿será raro que tengan una idea exacta de nuestro bárbaro rigor? Y ya hay quien sostiene que en Madrid se debe pasar por las armas a todos los hospitalizados. Vamos recayendo en la barbarie y se va cancerando la conciencia del pueblo al ver tanta muerte con tanta ligereza. Hasta ahora no se mataba a nadie sin que antes constase de su culpa; ahora se hace con tal (de) que no conste su inocencia."
Será mi ignorancia, pero no había oído de ninguna guerra en la que los soldados entraran en los hospitales a matar gente ingresada...Una salvaje cruzada.
Suplicaba Huidobro al mandamás Díaz Varela que discutiera el asunto con Franco. Y hasta amenazó con "proclamar en los tejados" lo que hasta ahora había dicho al oído. "No temo a las izquierdas ni a las derechas, sólo a Dios".
Todo me es familiar.
Y concluía: "soy testigo de muchos crímenes, y no quisiera que el nuevo régimen naciese manchado de sangre". Díaz Varela ¡contestó en nombre del padre! perdón, de Franco. Se pondría fin a los desmanes.
Nada se hizo. Huidobro estuvo hospitalizado y su indignación crecía de día en día por los fusilamientos que continuaban. Le advirtieron. "a ud lo fusilan como siga así."
Y tras los molestos paralelismos que nada tienen que ver, viene el párrafo que me dejó noqueada al final de la página 457 del "Holocausto español":
"El 11 de abril de 1937 Huidobro perdió la vida en Aravaca, supuestamente al ser alcanzado por un fragmento de metralla de una granada rusa. Este detalle contribuyó a que en 1947, los jesuitas iniciaran el proceso de beatificación. Huidobro había salvado muchas vidas y había vivido como un verdadero cristiano. En el curso de la minuciosa investigación de la causa emprendida por el Vaticano, salió a la luz que Huidobro murió de un disparo por la espalda efectuado por un legionario de su propia unidad, acaso harto de los sermones del capellán. Al descubrirse que fueron los franquistas y no los rojos quienes lo habían asesinado, el Vaticano archivó la causa." Lo dice Iniesta Cano en "Memorias y recuerdos", pp, 108-110. Pero el que se ha estudiado el proceso ha sido Hilari Raguer.
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-"La guerra...la guerra ha sido para nosotros.(...)"