MUJERES DEL 36
En “Nosotras que perdimos la paz” de Llum Quiñonero está la
historia de Trinidad Gallego, una biografía que ilustra a la perfección muchos
puntos de nuestro pasado. En especial de nuestro pasado “mujeril” en España. Su
abuela había llegado al Madrid de del siglo XIX en carro desde un pueblo de
Guadalajara.
Su abuelo murió trabajando y la abuela hubo de sacar adelante como
pudo a dos niñas. Primero de lavandera
en casas elegantes hasta que le dieron una portería en la calle Villamagna
habitada por gentes más de apariencias que de posición. Me salto la vida de la
abuela, durísima vida de trabajo y penurias para sacar adelante dos hijas y una
que se le murió en la
Inclusa.
Trinidad nació en 1916, su padre acusado de tomar parte en
el atentado contra Alfonso XIII, fue confinado en Andalucía., apenas lo
conoció. Lo vió una vez con 8 años que fue a Madrid quizás a quedarse con la
cría, según las leyes de entonces estaba en su derecho. También puede que
tomara parte en el atentado que le costó la vida a Dato, el presidente del
gobierno.
En la finca de la que la abuela era portera había un
ginecólogo. De ahí le nació a la chiquilla la vocación por la enfermería.
Durante la república estudió y barrió escaleras además de ayudar a la abuela a
amortajar muertos. Todos los trabajos eran pocos para sobrevivir abuela, madre
e hija. Entró en política ayudando a los socialistas que habían huido tras la
revolución de Asturias aplastada por Franco en 1934. Se encargó de colocar
niños que venían de allí en familias socialistas de Madrid. Empezó a asistir a
conferencias sobre los derechos de las mujeres y a defender su propia causa
como comadrona en un hospital público.
Cuando estalló la guerra trabajó en el hospital de San
Carlos, día y noche ocupándose de río de heridos que llegaban sin parar.
También conoció a Antonio, que estaba a punto de terminar la carrera de
medicina y del que se quedaría embarazada. En un Madrid en guerra no quiso
quedarse con el hijo y abortó.
Tras la guerra las detuvieron a las 3 acusadas de la muerte
de un falangista de la escalera. La cárcel de Ventas una inmundicia, chinches,
piojos, sin agua, miles de presas donde sólo había sitio para una pocas
centenas. Sin comida, sin colchones. Franco se propuso acabar con todos los
trabajadores españoles que habían apoyado a la república. Fue una humillación
tras otra. Consejos de guerra, juicios sumarísimos, el paredón, cayeron como
chinches anarquistas, socialistas, comunistas y cualquiera que tuviera la
desgracia de ser denunciado por un vecino envidioso. Qué tiempos más malos y
que España más gris, donde había que pasar desapercibido y desmemoriado por que no sabían quien te
podía denunciar.
Se quedaron sin portería por supuesto, salió de la cárcel en
1942, sin zapatos tuvo que ponerse a buscar trabajo. Lo encontró en Alicante,
donde estuvo viviendo en la clínica en la que trabajaba hasta que al poco la
guardia civil volvió a por ella. La condenaron a 12 años por haber trabajado en
el San Carlos durante la guerra. Estuvo 3 hasta que se dieron cuenta de que su
pena ya estaba indultada. Salió otra vez, encontró trabajo con un médico en
Baena. El médico un sinvergüenza que la usaba para sus alivios de macho, a
pesar de tener mujer y 8 hijos. Trini tuvo que abortar varias veces, hasta 3
por culpa de aquel hijo de su madre. Y aquí es donde se ve que los curas están
para decir que el aborto es pecado y es matar un ser indefenso pero no para
decir a los hombres que hagan el favor de respetar a las mujeres solteras o
casadas que no son la suya.
Enfermó. Se fue de allí.
Encontró trabajo en Alcaudete de matrona, era 1947. Pudo
establecer a su madre y a su abuela. Hasta que un buen día se le ocurrió ir a
curar a unos guerrilleros antifranquistas que se habían echado al monte,
Tercera detención. Pisó la cárcel de Jaén enferma. Prefería la cárcel de Ventas
donde tenía viejas conocidas.
En la cárcel sirvió de tapadera a la relación de un cura
joven con una presa por comunista. Cuando salieron los tres siguió en ese
papel. Por enferma la sacaron al año. Se fue a Barcelona donde nadie la
conocía.
Se colocó de enfermera de iguala en un barrio humilde del norte de
Barcelona, era 1949. Toda su vida de comadrona de los pobres en moto por las
calles de la ciudad. De noche y de día de guardia porque así eran las cosas entonces.
Hasta 1969 que no eliminaron sus antecedentes penales no pudo optar a un puesto en la
seguridad social.
Con 70 años se reencontró con el que había sido su amor de
juventud: Antonio. Qué vidas tan diferentes, se vieron una vez y comprendió que
no hubiera sido feliz con él. Tesis doctoral copiada, cátedra por enchufe,
vicerrectorado en universidad otro enchufe. Su matrimonio un desastre y de
todas formas siempre tuvo chicas jóvenes a disposición. Un irresponsable del
patín de la baraja. Un niño mimado y ensimismado que había tenido la suerte de
que otros le sacaran las castañas del fuego. Tras el relato de lo “bien” que le
había ido en la vida, Trini comprendió que aquel tipo no iba a entender su
relato.
-¿Y tú qué tal Trini?
-Pues bien, yo bien, ¿no me ves?
-Y tanto que te veo. A ti te queda vida para rato. ¿Cómo lo
haces?
Toda una parábola y paradigma a la que siguen otras tres
historias de mujeres que vivieron la guerra y la posguerra, siempre en lucha
por una sociedad mejor en el peor de los momentos y en el peor de los países
posibles para llevar a cabo la revolución necesaria
Y en medio de aquella España miserable, hambrienta, llena de miedo, con cárceles repletas de los "pobres" y obreros que esperaban la liberación del paredón, hubo un tal Rafael Calvo Serer que escribió "España sin problema". Sin problema para él, por supuesto.
Las mujeres de familia noble, tenían vergüenza de trabajar.
Las mujeres de familia noble, tenían vergüenza de trabajar.
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