MISA INICIO DE UN REINADO
Me ha sorprendido saber que Oneto, el periodista del
flequillo y las gafas estaba en el diario Madrid
en medio de todos los opusinos que temían por su puesto de trabajo allá por
principios de los 70. Miguel Angel Aguilar y señora,
Trevijano los da a ambos por
OD, tenía entendido que este periodista había sido nume antes de tener señora.
Y cuando España se ganó el oprobio universal por las últimas penas de muerte
ejecutadas por Franco, (septiembre 1975), ¡Onega estaba allí defendiendo el
honor nacional! Antes del “puedo prometer
y prometo” y “desde el recuerdo a Franco”, “yo diría” y tantas otras
muletillas que introdujo como speechwriter
en los discursos suarecinos…
El 12 de octubre de ese año el generalísimo hizo su última
salida, empezaron los problemas que le llevarían a la tumba en el Valle de los
Caídos. El 18 hizo testamento hológrafo, su hija se lo pasó a limpio.
E insisto en el personaje de Armada, secretario del Príncipe
Juan Carlos cuando tuvo lugar la ignominiosa Marcha Verde y la aún más ignominiosa
retirada de España del Sáhara.
Fue también Armada quien propuso una misa del Espíritu Santo para inaugurar el reinado del nieto de Alfonso XIII, así podían venir los que no habían estado en la Coronación que pilló tan cercana al entierro del dictador. Pinochet, uno de los pocos que ocuparon palco el día en que Juan Carlos subió al trono. A la dicha misa acudieron Giscard, que desayunó en Zarzuela y díó consejos de jefe de Estado al nuevo. Scheel, el alemán, el vicepresidente de EEUU, Raniero, Felipe de Edimburgo. Tarancón dio la nota con su homilía exigente hacia el rey.
Ese mismo día el rey recibió un mensaje de su padre
transmitido por Antonio Fontán, catedrático de Latín, Miembro del OD y profesor
del príncipe en su etapa universitaria: “pongo en tus manos los derechos
históricos y la titularidad dinástica para darle forma y hechura política a
esta renuncia en el momento más
conveniente para los intereses nacionales”.
Torcuato preside las cortes monárquicas con el fin de llevar
el barco de la Ley
a la Ley, duró
hasta el 31 de mayo de 1977, cuando ya Suárez volaba solo presentó su dimisión.
DECEPCIÓN DE LAUREANO
El 11 de diciembre sale la lista del nuevo gobierno elegido
por el rey. No está Laureano, que se entera siendo embajador en Viena. Tenía
ilusión por ser el primer presidente con la Corona y se enfadó. El rey al enterarse le dio a
Jose maría Gamazo: “Laureano está enojado ¡parece mentira que hasta los leales
se pongan así!” En Navidad Laureano vuelve a Madrid y visita al rey. Le comenta
que en el primer gobierno parece que se han querido premiar las deslealtades y
que si eso es lo que se ha querido incentivar, ´éstas surgirán como setas.
Critica abiertamente al gobierno que falla en el equipo económico, “son todos
ingenieros y los problemas económicos no se resuelven con la regla de cálculo”,
y porque se ha cometido un agravio comparativo con Cataluña (¡ya empezábamos!);
en definitiva, que es muy malo, aunque personalmente él no está enojado, pero
sí dolido y preocupado. Es una forma poco sutil de mostrar desconsuelo al ver
su descabalgamiento. Él, que tanto le ha servido y había hecho para que fuera
designado sucesor de Franco. ¡Qué decepción más amarga! LLR conocería un tiempo
después que cuando el rey pidió nombres para presidenciables a González de la Mora, al citar éste su nombre
don Juan Carlos respondió enérgico: “¡Ése no srive porque tiene plomo
franquista en el ala!” como el mismo rey por otra parte, y ¿quién no lo tenía?
Rodó uno de los mejores valedores de la causa del príncipe
Juan Carlos, si exceptuamos a Franco y a Carrero, llegará a escribir en sus
memorias, no sin cierta ironía, una cita de Cambó: “Los reyes tienen derecho y
hasta el deber de faltar a cualquier compromiso personal siempre que el interés
público lo demande. Lo consigno para que los hombres públicos que se pongan en
contacto con el rey, no olviden nunca esta verdad inexorable.”
PORQUÉ NO DON JUAN
Las reflexiones finales de Palacios sobre “porqué no don
Juan” me parecen muy atinadas: El caudillo llegó a tener en sus manos más poder
que el que tuvo en su tiempo Felipe II. Pudo hacer lo que le viniera en gana;
desde proclamarse él mismo rey, hasta
instaurar otro tipo de régimen presidencialista. Pero era monárquico. Y su
único candidato durante un tiempo fue don Juan, quinto hijo de Alfonso XIII y
Victoria Eugenia y tercero de los varones. Don Juan pudo llegar a reinar: No lo
hizo porque en vez de ponerse de acuerdo con Franco quiso disputarle el poder
arrastrado por un cúmulo sucesivo de errores propiciados por la decisiva
influencia que sobre él ejercieron asesores como Pedro Sainz Rodríguez, José
María Gil Robles, Antonio López Oliván o Eugenio Vegas Latapie, y ya en la etapa previa a la designación, 22 de
julio de 1969-, José maría de Areilza y en la posterior, García Trevijano.
Si exceptuamos la delicada situación que atravesó el régimen
en los años 1944 y 1945, bajo la presión de los aliados en la Segunda guerra mundial,
don Juan nunca tuvo la más mínima posibilidad de derribar a Franco. Y no supo
medir sus fuerzas. Tampoco es seguro que entrase de lleno en los planes de los
vencedores. Si de verdad hubiera sido así, borrar a Franco del mapa habría sido
un paseo militar. El Reino Unido había perdido su hegemonía y quizás para otros
el conde de Barcelona no era más que una figura de tránsito. El caudillo le
pidió que se identificara con un orden nuevo. Se negó porque pensó que los días
del régimen falangista estaban contados. Y rompió con él. Luego el generalísimo
lidió como le apetecio las continuas conspiraciones orquestadas desde Estoril y
despreció por insignificantes los tibios balbuceos de algunos generales y
nobles. Jugó siempre como quiso y donde quiso. Declaró su jefatura vitalicia,
consagró el Estado como Reino con el mecanismo, para su instauración de una
nueva monarquía electiva al estilo visigodo, que fue sancionada
mayoritariamente en referéndum, y dedicó tiempo a buscar y preparar el príncipe
de estirpe regia con mejor derecho que le sucediera como rey.
Cuando don Juan “quiso acordar” ya era tarde. De nada le
valió identificarse con el Movimiento al inicio de los 60. Y fue terrible ver
que la Monarquía
se restauraba en su hijo saltándose el orden sucesorio, y que luego, para su
mayor tragedia, muriese sin que en vida el Estado le hubiese reconocido un
status como jefe de la casa Real. Sintió con dolor cómo muchos de los que le
empujaron a su propia destrucción, se ponían a colaborar con la monarquía de su
hijo, como Areilza, a quien censuró como otro más de los que se colocan al sol
que más calienta. ¿Pero por qué se piensan los aspirantes a rey que se les acerca la gente?
La abdicación de sus derechos dinásticos el 14 de mayo de
1977, que nadie le pidió y para la que se pusieron infinidad de pegas, no dejó
de ser un acto en la intimidad familiar y anecdótico, sin valor ni relieve
alguno para el Estado. Aunque se conjuntasen en la persona de Juan Carlos I la
legalidad de ser rey con legitimidad de la dinastía de la
Casa Real Española. Y prueba de ello es que
don Juan Carlos no juró la
Constitución de 1978, porque ya lo había hecho con las Leyes
Fundamentales del franquismo, que fueron las que dieron legalidad y legitimidad
a la Corona y
a su reinado. El reconocimiento oficial a don Juan III fue póstumo. A muchos
monárquicos sinceros esto les puede molestar y herir, pero así fue la cruda
realidad. Como también lo es el hecho, por mucho que se diga lo contrario, que
entre Franco y don Juan, jamás hubo diferencias ideológicas. Su enfrentamiento
fue simplemente una lucha descarnada por el poder. Ni más ni menos.
Don Juan mantuvo una única y permanente obsesión: ser rey de
España. Y luchó por ello. Partía de una legitimidad objetiva, los derechos
sucesorios tras abdicación de su padre el 15 de enero de 1941, previa renuncia
de Alfonso y Jaime. Pero no tenía legalidad en la que apoyarse. La Corona había sido proscrita
tras la proclamación de la Segunda República,
por lo que su legitimidad dinástica quedaba reducida al grado doméstico
familiar y al reconocimiento individual de sus partidarios. El 15 de diciembre
de 1938, el caudillo declaró nula la ley de la República que había
proclamado reo de alta traición al rey Alfonso XIII, restituyéndole todos los
bienes de su patrimonio que le fueron expoliados. La victoria de Franco por las
armas legalizó y legitimó su régimen. Don Juan creyó que la guerra civil contra
la República
era para traer la monarquía sobre su cabeza y a Gil Robles como primer
ministro.. Craso error. Entonces empezó a conspirar por la implantación de la Corona, primero sin Franco
y después contra Franco. Y fracasó. Para Franco don Juan fue un príncipe
pretendiente. Para don Juan, Franco pasó
de ser el liberador de España a un usurpador que estaba reteniendo el
poder ilegítimamente.
Luis María Ansón desarrolló una teoría según la cual habría
sido la mano izquierda de Sainz Rodríguez la que restauró la monarquía.
Semejante tesis ha sido desmontada por otros historiadores, en particular
Carlos Seco Serrano ¿otro Opusino? Y Victor Salmador, ¿por qué sale en La Clave sobre OD?
Resulta sorprendente como se restauró la monarquía en un
pais sin monárquicos. Villalonga llegó a decir de “Juan Carlos el breve”, casi
40 años de brevedad….Las izquierdas republicanas ¡qué risa! aceptaron la
monarquía (Carrillo, Guerra…etc) y la leyenda del rey demócrata, cosa
imposible, pero bueno. Allá el pueblo español que nos lo hemos tragado y
finalmente vamos viendo las consecuencias de aceptar el pulpo como animal de
compañía.
La monarquía no hubiera sido posible en España sin la firme
determinación de Franco, sin el apoyo que las estructuras y bases sociales del
régimen le prestaron pese a no ser partidarias de ella, sin el acatamiento
expreso de las fuerzas armadas a la orden del Generalísimo y porque la ancha
base social que se consolidó en España en los 60 y 70 impidieron cualquier
operación traumática.
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