CLIENTELISMO
Lo de la Inquisición es tal cual
https://www.ndr.de/nachrichten/info/sendungen/das_feature/Feature-Opus-Dei-die-heilige-Mafia,sendung985880.html
(Min. 23 en adelante la historia del padre de Josefina y la muerte de su padre programada para el 17 de mayo. )
La numeraria española y donostiarra en el tribunal de Derechos Humanos, de lo más apropiado, como ya previó Vincenc Mengual en La santa culpa.
Volviendo a la Inquisición que está lejos, hablemos mejos de sus abundantes reediciones en forma de clientelismo del votante y jornalero.
Se explica tal falta de libertad por nuestras costumbres multiseculares. Un país de jornaleros míseros del campo, o plumillas cuyo destino dependía de que el partido liberal o el partido conservador llegara al poder para poder colocarse en la administración. Sin clase media de fuste, capaz de avanzar e ilustrarse. Con un desarrollo industrial entre tímido y débil localizado precisamente en dos regiones del norte, único lugar donde hubo algo de proletariado, capaz de conciencia social. Entre nosotros para sobrevivir ha sido necesario buscarse un "padrino", no tenemos la costumbre de la libertad, acogerse a este o al otro que te permita vivir. Que te dé de comer facilitándote un puesto.
Estos análisis los acabo de rescatar de "La España del siglo XX", escrito por Guy Hermet.
"Esta lógica no era nada extraordinario en el contexto de la época. En toda Europa occidental y en América del Norte, los nacientes regímenes parlamentarios se caracterizan por el sufragio censitario, por el peso de los notables y sus prácticas clientelistas en las zonas rurales cuando el número de votantes se amplía. Pero lo que es extraordinario en le caso de la España de la Restauración (1876 en adelante), como en la Europa del Sur en la misma época, es la ventaja comparativa de la que disponen esos notables para mantener su influencia sobre las masas, que en lugar de escapar de ellos yéndose a las ciudades, a un empleo en la industria, se quedan en las zonas rurales, en un estado de dependencia y de sumisión.
Esta inmovilidad social induce la corrupción del sistema parlamentario y del mecanismo del voto, impidiendo en el Sur de España las posibilidades de progreso realizadas en el Norte bajo la presión de cambio de valores y costumbres. El artificio parlamentario es muy fácil de dominar por los notables españoles seguros de su poder sobre unos campesinos indiferentes y sumisos. La receta clientilista y el fraude electoral se convierten en taras indelebles del parlamentarsimo, mientras en otros lugares como en Francia o GB fueron expedientes iniciales y provisionales.
Es verdad que esta facilidad de la relación clientelista sobre la que reposa el poder de los caciques españoles refleja una especie de predisposición de las sociedades campesinas mediterráneas a esta relación entre un "patrón todopoderoso" y sus "clientes".
El clientelismo pose una base cultural que no se basa sólo en el analfabetismo, la miseria y el aislamiento de las comunidades rurales. Trasciende ese contexto de carencia en la medida en la que Andalucía como en ciertas zonas de Castilla o de Galicia, la solidez de las relaciones del patronazgo proceda en definitiva de su legitimidad. Proveedor de trabajo y medios de subsistencia, el patrón es también el protector de sus "clientes" frente a las amenazas exteriores, frente a los temidos agentes del Estado, el dispensador de una ayuda a la supervivencia en los intervalos entre las cosechas, el bienhechor cuya gracia permite a veces la promoción de los jornaleros agrícolas al nivel de asalariados permanentes, aparceros o granjeros.
Incluso el lazo clientelar reviste una dimensión sagrada que sublima sus aspectos prácticos. La costumbre del compadrazgo constituye el símbolo, por el cual el patrón se convierte em en una acepción a la vez cristiana y supersticiosa, el tutor de sus hijos y de sus clientes preferidos. Así el patrón puede no sólo ser el más rico y el más fuerte, sino también en el sentido bíblico del término, el amo respetado del rebaño clientelista, por el que voto gregario deja de ser cuestión de fraude y de la coacción para transformarse en devolución de favores consentidos".
https://www.ndr.de/nachrichten/info/sendungen/das_feature/Feature-Opus-Dei-die-heilige-Mafia,sendung985880.html
(Min. 23 en adelante la historia del padre de Josefina y la muerte de su padre programada para el 17 de mayo. )
La numeraria española y donostiarra en el tribunal de Derechos Humanos, de lo más apropiado, como ya previó Vincenc Mengual en La santa culpa.
Volviendo a la Inquisición que está lejos, hablemos mejos de sus abundantes reediciones en forma de clientelismo del votante y jornalero.
Se explica tal falta de libertad por nuestras costumbres multiseculares. Un país de jornaleros míseros del campo, o plumillas cuyo destino dependía de que el partido liberal o el partido conservador llegara al poder para poder colocarse en la administración. Sin clase media de fuste, capaz de avanzar e ilustrarse. Con un desarrollo industrial entre tímido y débil localizado precisamente en dos regiones del norte, único lugar donde hubo algo de proletariado, capaz de conciencia social. Entre nosotros para sobrevivir ha sido necesario buscarse un "padrino", no tenemos la costumbre de la libertad, acogerse a este o al otro que te permita vivir. Que te dé de comer facilitándote un puesto.
Estos análisis los acabo de rescatar de "La España del siglo XX", escrito por Guy Hermet.
"Esta lógica no era nada extraordinario en el contexto de la época. En toda Europa occidental y en América del Norte, los nacientes regímenes parlamentarios se caracterizan por el sufragio censitario, por el peso de los notables y sus prácticas clientelistas en las zonas rurales cuando el número de votantes se amplía. Pero lo que es extraordinario en le caso de la España de la Restauración (1876 en adelante), como en la Europa del Sur en la misma época, es la ventaja comparativa de la que disponen esos notables para mantener su influencia sobre las masas, que en lugar de escapar de ellos yéndose a las ciudades, a un empleo en la industria, se quedan en las zonas rurales, en un estado de dependencia y de sumisión.
Esta inmovilidad social induce la corrupción del sistema parlamentario y del mecanismo del voto, impidiendo en el Sur de España las posibilidades de progreso realizadas en el Norte bajo la presión de cambio de valores y costumbres. El artificio parlamentario es muy fácil de dominar por los notables españoles seguros de su poder sobre unos campesinos indiferentes y sumisos. La receta clientilista y el fraude electoral se convierten en taras indelebles del parlamentarsimo, mientras en otros lugares como en Francia o GB fueron expedientes iniciales y provisionales.
Es verdad que esta facilidad de la relación clientelista sobre la que reposa el poder de los caciques españoles refleja una especie de predisposición de las sociedades campesinas mediterráneas a esta relación entre un "patrón todopoderoso" y sus "clientes".
El clientelismo pose una base cultural que no se basa sólo en el analfabetismo, la miseria y el aislamiento de las comunidades rurales. Trasciende ese contexto de carencia en la medida en la que Andalucía como en ciertas zonas de Castilla o de Galicia, la solidez de las relaciones del patronazgo proceda en definitiva de su legitimidad. Proveedor de trabajo y medios de subsistencia, el patrón es también el protector de sus "clientes" frente a las amenazas exteriores, frente a los temidos agentes del Estado, el dispensador de una ayuda a la supervivencia en los intervalos entre las cosechas, el bienhechor cuya gracia permite a veces la promoción de los jornaleros agrícolas al nivel de asalariados permanentes, aparceros o granjeros.
Incluso el lazo clientelar reviste una dimensión sagrada que sublima sus aspectos prácticos. La costumbre del compadrazgo constituye el símbolo, por el cual el patrón se convierte em en una acepción a la vez cristiana y supersticiosa, el tutor de sus hijos y de sus clientes preferidos. Así el patrón puede no sólo ser el más rico y el más fuerte, sino también en el sentido bíblico del término, el amo respetado del rebaño clientelista, por el que voto gregario deja de ser cuestión de fraude y de la coacción para transformarse en devolución de favores consentidos".
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