STIGLITZ, SITUACIÓN ECONÓMICA DE ESPAÑA
Una economía mundial como la que tenemos basada en estimular
la desigualdad es ineficiente, aparte de inmoral. Lo dice J.E Stiglitz “El precio de la desigualdad. El 1% de la población tiene lo
que el 99% necesita.”
El autor ha elaborado un segundo prefacio en el que ha
tenido en cuenta las reacciones a la aparición del libro en 2012. De ahí extraigo las siguientes consideraciones. Stiglitz, premio Nobel de Economía en
2001 y trabaja en la
Universidad de Columbia. Fue colaborador de Bill Clinton en
alguna comisión, cuenta varios objetivos que quisieron llevar a cabo para una
mejor distribución de la abundante riqueza de EEUU y como fue prácticamente imposible. Los poseedores de mil millones de dólares no están dispuestos a renunciar, aunque renunciar no supusiera cambio ninguno en su vida. La avaricia humana no tiene
límites.
En 2012 en EEUU se libró la contienda electoral que
ganó Obama, en Europa asistimos a la crisis del euro y sus efectos sobre la
desigualdad. Los estudiantes norteamericanos se veían entre la espada y la
pared, no había trabajo, se veían obligados a matricularse en carísimos cursos de posgrado. Necesitaban créditos, pero se daban cuenta de que no iban a poder
pagarlos.Mientras los estudiantes de clase alta podía aceptar prácticas
no pagadas para engordar el currículo. Por tanto los estudiantes de clase media tenían que aceptar cualquier trabajo y a cualquier precio, entre 2005 y
2010 las tasas universitarias aumentaron mientras que la mediana de los
ingresos disminuyó.
EEUU país de las oportunidades se ha convertido en un mito
del pasado.Pocos años después del inicio de la crisis económica mundial la mayoría de la población
ve disminuir sus ingresos, la desigualdad persiste y aumenta la austeridad. En
estas condiciones Stiglitz denuncia que la
Reserva Federal ha seguido ayudando a los más ricos. Los
tipos de interés han vuelto a sus niveles anteriores a la crisis, los que
siguieron en Bolsa a pesar del bajón, han recuperado su dinero con creces. El
5% más rico que posee 2/3 de su riqueza en acciones sigue recogiendo
beneficios.
16.000 familias, el 0,01% de la población recibe hoy el 5%
de la renta nacional. En 1980 sólo recibía el 1%. Otro modo de decirlo: “los
400 ciudadanos estadounidenses más ricos se llevan a casa 97.000 $ por hora.”
A los de en medio y abajo les ha ido fatal, la mediana de
riqueza ha regresado a niveles de 1990.
Los pobres se han empobrecido “locamente”, antes de la crisis los más
pobres tenían menos de 2.300 dólares, hoy tienen 12.800 dólares en número
rojos. Los salarios también han bajado entre un 1 y un 3%.
En materia de salud diremos sólo que entre las mujeres
pobres ha disminuido la esperanza de vida.
Stiglitz desacraliza los mercados. Los famosos mercados no
existen en el vacío. Están condicionados por la política a menudo en un sentido
que beneficia a los de arriba.
Stiglitz denuncia la búsqueda de rentas, como uno de los
factores de desigualdad y distorsión, es decir, la búsqueda de monopolios o
negocios con el Estado en el que sea posible el "pelotazo", mucho dinero en poco
tiempo, pagar poco por una concesión de un bien natural, una mina, un pozo de
petróleo y venderlo a precio astronómico. O conseguir el monopolio de un producto.
Las publicaciones más conservadoras como The Economist
reconocieron que Stiglitz tenía razón al denunciar la desigualdad y la
disminución de la igualdad de oportunidades. Llamativa la brecha social en los
resultados de los niños estadounidenses pobres o ricos en la
escuela, ha crecido con respecto a hace 25 años. The Economist reconocía una de
las reivindicaciones de Stiglitz la necesidad de una fiscalidad más progresiva,
que paguen más los que más tienen. No como ahora que los impuestos los pagan
los pobres mientas que los ricos, estamos hablando de menos de 1% de la población,
han visto que los sucesivos presidentes les han ido quitando impuestos. Los impuestos
que deben de pagar están en manos de sus abogados encargados de evitárselos. Es increíble que
las rentas del trabajo paguen una proporción mayor que las rentas del capital,
saber esto no sólo llena de indignación sino que debería de movilizar a la
población en contra de los explotadores.
Stiglitz demuestra que no es cierto que dando dinero a los
ricos se cree más empleo. En un mundo globalizado crear valor de mercado es
algo totalmente distinto de crear empleo. El dinero va donde hay más
rentabilidad y con la crisis el dinero se fue a mercados emergentes. E incluso
cuando se invirtió en EEUU se invierte no para crear puestos de trabajo sino en
maquinaria que sustituye a la mano de obra.
El dinero que se regala a los de arriba de muy diversas
maneras que se describen en el libro no sólo no se dedica a la creación de
puestos de trabajo ni a la innovación; una buena parte de ese dinero se dedica
a distorsionar la política, sobre todo desde que no existen trabas a las
contribuciones a las campañas electorales de los presidentes. Los ricos usan el
dinero para conseguir ventajas en la búsqueda de rentas y perpetuar las
desigualdades a través de la política que les favorece.
Es interesante ver cómo se desgastan para
convencernos a los de en medio y a los de abajo de que lo que les interesa a
ellos, los supermillonarios, también nos interesa a los demás. Capítulo 6. 1984
está al caer.
El libro sugiere que si hubiera menos desigualdad no sólo le
iría mejor a la gran masa, también se beneficiaría ese 1% de la población. Pero
ni siquiera este argumento del “Interés propio bien entendido” agota la
cuestión. Los grandes movimientos por los derechos civiles, el feminismo…etc no
argumentaban así. Si ese fuera el lema la esclavitud de los negros seguiría
existiendo. Hay más. Unas sólidas fuerzas morales que hablaban de una nación,
de una comunidad, que es lo que viene faltando en esta historia de pobres que se empobrecen y ricos que se enriquecen
a costa de la inmensa mayoría.
La comunidad es un medio para la prosperidad y es una meta
por derecho propio. Somos una comunidad, EEUU lo es, España lo es, y las
comunidades ayudan a sus miembros más desfavorecidos. Si el sistema económico
permite que haya una cantidad enorme de personas en paro o con empleos que no
aportan un salario decente, personas que dependen del opusino banco de
alimentos para comer, significa que nuestro sistema económico no funciona y que
el Estado tendrá que intervenir.
Toda sociedad tiene sus manzanas podridas pero la inmensa
mayoría de la gente quiere un trabajo que valga la pena por un salario decente.
Si un país no proporciona ese trabajo y ese salario decente, si muchos se
quedan al margen y otros muchos tienen que irse, está claro que la sociedad y
la economía no funcionan.
EL CASO DE ESPAÑA
Hay interesantes explicaciones sobre el LIBOR y el fraude
del mismo. Londres, capital de los buscadores de rentas financieras de todo el
mundo. España, uno de los países más golpeados por la recesión mundial. Sólo la
apatía en que nos sumió el régimen anterior explican la paz del cementerio de
la que disfrutamos.
Con un índice de paro del 25%, un paro juvenil de más del
50%, España está sufriendo una depresión. España ilustra el nexo entre
desigualdad y recesión/depresión. Como la crisis en España ha persistido, el
paro ha aumentado. Pero como el desempleo aumenta, los salarios disminuyen
(descontando la inflación) por tanto hay menos demanda, por tanto hay más paro.
A ese círculo vicioso hay que añadirle otro ingrediente. A
medida que disminuye el PIB, sigue por debajo de 2007 y que aumenta el
desempleo, caen los ingresos por impuestos y crecen los gastos en programas
sociales. Aunque ya Rajoy metió bien la tijera en todo lo social, y aquí no se
ha movido una hoja.
El déficit aumenta. En condiciones normales España podría
devaluar su divisa y reducir los tipos de interés para hacer más competitiva la
economía, el aumento de las exportaciones sería un globo de oxígeno. España
renunció a esos instrumentos al incorporarse al euro. Lo curioso es que la
eurozona no dé nuevos instrumentos para sustituir esos tradicionales mecanismos
de ajuste, Más curioso todavía que a Guindos y a Rajoy no los soliciten y
en el siguiente nivel de curiosidad que vivamos perfectamente de espaldas a las
injusticias que nos condenan a seguir en paro y viviendo de la pensión del
abuelo.
Irlanda, Portugal, España, Chipre, Italia, países de la
eurozona en apuros. Deberían de haberse dado cuenta de que hay un problema
sistémico grave. Pero los líderes europeos adoptaron medidas que en lugar de
mejorar empeoraron las cosas. Las políticas macroeconómicas se han visto
limitadas por la ideología y la ideología fundamentalista del mercado defiende
los intereses de los de arriba a expensa del resto de la sociedad.
El diagnóstico ideológico de los líderes europeos fue el
“derroche fiscal” cuando España e Irlanda que están en crisis, tenían superavit
antes de la misma. La recesión provocó el déficit, no fue al revés como
pretenden hacernos creer. No hay casi ejemplos de países que se hayan
recuperado con austeridad, y sin embargo esa fue la receta. A menos que el
aumento de las exportaciones pueda compensar la contracción de los gastos del
Estado, la austeridad provoca más desempleo.
Pero los países en crisis no podían ajustar el tipo de
cambio, en medio de una ralentización global de la economía, el crecimiento de
las exportaciones había sido difícil. Resultado, los países que adoptaron la
austeridad cayeron en una recesión aún mayor y al agravarse la crisis, las
ansiadas mejoras en la situación fiscal fueron decepcionantes.
Los banqueros y los políticos se las habían ingeniado para
diseñar un sistema financiero que pudiera dedicarse a asumir riesgos excesivos,
a manipular los mercados y a las prácticas abusivas. Pero ya no eran tan
ingeniosos para crear un sistema financiero que
realmente sirva para lo que se supone que debe servir.
El capital se mueve libremente entre las fronteras europeas.
Pero los detalles importan. Los bancos siempre han recibido subvenciones
implícitas de los gobiernos. La confianza en el sistema bancario depende de la
confianza en la capacidad y disposición del gobierno de rescatar los bancos.
Pero cuando un Estado está débil por la crisis, su capacidad de acudir al
rescate de sus bancos también se debilita. La confianza en el sistema bancario
disminuye, el dinero sale del país. Europa facilitó que el dinero saliera del
país.
En España tras el estallido de la burbuja inmobiliaria y la
adopción de los programas de austeridad, sólo era cuestión de tiempo que
empezara a erosionarse la confianza en el sistema bancario. Los
problemas crecieron a medida que aumentaba el rumor de la posible salida de España
del euro. Una buena gestión del riesgo significó para muchos sacar el dinero de
España y llevarlo a bancos alemanes. La gente tenía más confianza en recuperar
su dinero.
A medida que el dinero salía de España, los bancos prestaban
cada vez menos, austeridad más contracción del crédito amplificaron la crisis.
Los fundadores del euro no comprendieron la necesidad de un sistema común de garantía de depósitos que
pusiera freno a la salida del euro.
El argumento del libro no es lo que Europa tenía que haber
hecho en la crisis. El argumento es la desigualdad y como las políticas
defectuosas han exacerbado la desigualdad tanto en Europa como en EEUU.
Otro problema de Europa es la falta de armonización
tributaria, el hombre más rico de Francia se nacionaliza belga para pagar menos
impuestos. La libertad de movimientos de la mano de obra sin una armonización
tributaria es una invitación a la carrera a la baja. Los países compiten con la
fiscalidad más baja para atraer ricos y grandes compañías.
Tanta dejadez merma la capacidad para emprender politicas
fiscales progresivas y corregir un mercado cada vez más desigual.
John Stiglitz |
Me ha impresionado una frase de este libro: a los pobres se
les puede quitar poco, pero como son tantos, muchos pocos hacen mucho. Y es lo
que parece están planeando el nuevo gobierno español: subir los tipos de IVA
superreducido que afecta a los productos básicos, es decir, a las cosas de
comer de la gente que a poco más que a eso puede dedicar sus ingresos.
El aumento de la desigualdad no nos puede dejar indiferentes
¿Es posible que nuestras sociedades acaban divididas como lo estuvieron justo
antes de la segunda guerra mundial?
Los países europeos pueden sentirse tentados a reducir las
inversiones en el bien común o socavar los sistemas de protección social, sin
embargo este tipo de políticas pondría en peligro unos valores básicos y las
perspectivas económicas para el futuro.
Hay políticas posibles que incrementarían el crecimiento y
la igualdad. Y se ven urgentes de practicar porque las páginas de este libro
describen como nos hemos estado dirigiendo con pertinacia a lo contrario. Es
una cuestión más política que económica.
¿Podrán surgir gobiernos capaces de poner coto a los
buscadores de rentas y los banqueros insaciables en buscar nuevos modos de
explotar a la población? Hay infinitos que desconocemos pero los practican con
alevosía y éxito notable. ¿Serán capaces los gobiernos de forjar un contrato
social para el siglo XXI que garantice que los beneficios se repartan
equitativamente?
Si todas estas preguntas son urgentes en Japón y en Europa
no digamos en los países en vías de desarrollo. Lo que gobierna la
globalización son las normas internacionales, cuando estas normas permiten la
subvención de las agriculturas de los países ricos, los precios agrícolas
mundiales bajan y eso significa padecimientos para los agricultores de los
países pobres. Lo mismo que sufren los
efectos colaterales de los bancos ansiosos de más beneficio.
¿Hay esperanza de salir de esta situación? hay pocos rayos de
esperanza, los motivos para la desesperación son evidentes, probablemente en el
futuro habrá todavía más desigualdad. ¿Qué perspectivas hay de que se lleguen a
adoptar políticas correctoras de la desigualdad?
No es inevitable ni que la desigualdad sea tan grande ni que
siga aumentando. Nuestra economía, nuestra democracia y nuestra sociedad se
beneficiarían de una reducción de la desigualdad. En Estados Unidos hubo otro
período de una gran desigualdad, en los años 20 se alcanzaron cotas de
desigualdad que nunca se habían vuelto a lograr, ahora las estamos logrando.
Especulación, inestabilidad y excesos. Estados Unidos dio un paso atrás casi
hasta el borde del precipicio. Pero a esta edad de oro en que unos pocos
amasaron sus fortunas, Al Capone entre otros, le siguió la era progresista que
puso coto al poder de los monopolios. Llegó el New Deal que reforzó la
legislación social y los derechos de los trabajadores, introduciendo la
seguridad social y eliminando la pobreza de los ancianos.
Stiglitz escribió su libro cuando Obama acababa de derrotar
al republicano Romney y se felicitaba del resultado, pensaba que era una buena
noticia. Ignoro que piensa hoy del segundo mandato de Obama y del reciente
resultado electoral. Muchos de sus votantes tienen que pertenecer a estas
clases desclasadas y golpeadas por la crisis que no acaba de arreglarse. El
libro está escrito con esperanza, veremos.
RECAPITALIZACIÓN DE BANCOS Y RESTRUCTURACIÓN DE HIPOTECAS
Durante la crisis hemos sido testigos como los bancos
gestionaron las percepciones. Dijeron que teníamos que salvarlos para salvar la
economía, para proteger nuestros empleos, por muy desagradables que parecieran
los rescates. Si imponíamos condiciones a los bancos se desbaratarían los
mercados y sería mucho peor para nosotros, había que salvar bancos y banqueros,
en vez de llevarlos a la cárcel por sus prácticas fraudulentas. Había un montón
de gente que salvar, banqueros, accionistas, obligacionistas.
Suecia puso a sus bancos en régimen de curaduría, parecido a
la quiebra, un régimen concebido para proteger a los depositantes. Pero Suecia
es un país socialista. Obama tragó y
repitió el argumento dándole credibilidad. Este argumento es falaz y estaba
hecho para que se produjera la trasnferencia de riqueza más gigantesca de la
historia, nunca tantos dieron tanto a tan pocos sin pedir nada a cambio. Lo
dice Stiglitz.
Se podría haber argumentado que el verdadero estilo
americano, o aquí, el verdadero estilo de un régimen democrático, que no somos,
pero podíamos empezar a ser, es el imperio de la ley. La ley es clara, si un banco no
puede pagar lo que debe y sus depositantes exigen que se les devuelva, se
reestructura, los accionistas pierden Los obligacionistas se convierten en
accionistas. Si aun así sigue sin haber dinero suficiente, interviene el
gobierno. Obligacionistas y acreedores pierden pero los depositantes reciben lo
prometido. Se salva el banco y el gobierno en calidad de nuevo dueño decide si
lo liquida o si lo fusiona.
El objetivo del gobierno en parte es recuperar la máxima
cantidad de dinero para los contribuyentes. No esperamos a esas medidas tan
drásticas hasta que el banco se quede sin dinero, cuando vamos al cajero y
metemos la tarjeta sin dice “no hay fondos” preferimos que sea la propia cuenta
la que no tiene fondos que no el banco. Así debería de funcionar la banca. Pero con Bush y Obama ocurrió que
salvaron los bancos, estaba justificado, y también a los accionistas y
obligacionistas….¿no habíamos quedado en que no intervenga el gobierno y que
podamos jugar con nuestro dinero libremente? Cuando los millonarios se dan la
torta tiene que llegar el gobierno a socorrerlos, dejando en la estacada a los necesitados de ayuda, las familias. Es lo que demuestra este libro. Los bancos
habían ganado la batalla de las percepciones.
El análisis de la economía en su historia nos da otras
pistas para hacer otras cosas. Siguiendo las normas corrientes del capitalismo
se podría haber salvado el sector bancario, protegido a los depositantes y
mantenido el flujo del crédito con un menor coste para el gobierno. Como se
hizo en otros momentos.
Se habría protegido mejor el interés de la economía y se
habría mantenido cierta sensación de equidad si Obama y Bush hubieran seguido
las leyes en vez de ir inventando sobre la marcha. Los banqueros recibieron el
dinero sin condiciones, se supone que era para recapitalizar los bancos y de
esa manera para que fluyera el crédito.
Pero el dinero que se dio a los bancos y que se destinó a pagar primas
no podía usarse para recapitalizar. Los bancos ganaron la batalla en el
momento, pero a largo plazo perdieron la batalla de las percepciones porque
todo el mundo que no es banquero considera que lo que se hizo fue injusto. Esa
percepción impulsó la reacción Occupy Wall Street.
Por su parte y a la vez estalló la burbuja de inmobiliaria en
EEUU y en España. Muchos propietarios debían más dinero de lo que vale su casa.
El rescate a los bancos se dijo que era deseable pero una gran reestructuración
de las hipotecas era indeseable, otra vez la batalla de la publicidad.
Irónicamente cada vez hay más gente que piensa que si no se hace más por el
mercado de la vivienda y las hipotecas la economía no va a recuperarse.
Cuando el desahucio obliga a las familias a abandonar su
casa, todo el mundo pierde. Es la medida más ineficiente. El coste para la
familia, perder ahorros y casa, es evidente. Una vivienda vacía reduce el valor
de las viviendas colindantes. El banco sale perdiendo. Los desahucios generan
más desahucios y gastos jurídicos.
Hay mejores maneras de afrontar la situación: hacer una quita
del principal (de lo que debe el propietario), mediante una conversión de deuda
en capital que le asegure al prestamista una participación en las plusvalías
del capital cuando se venda la casa. Los propietarios siguen teniendo un
incentivo para quedarse con sus casas: lasa viviendas no se lanzan al mercado a
lo loco, haciendo bajar los precios. Se protegen las comunidades. Ofrecer a los
propietarios un nuevo comienzo beneficia a todo el mundo. Esta estrategia de
reparto de pérdidas y beneficios hubiera requerido cambiar la ley. Los
banqueros se opusieron en redondo, en EEUU y aquí.
Los bancos se dieron cuenta de que reestructurar las
hipotecas les obligaba a reconocer sus pérdidas, una posibilidad que habían
mantenido a raya mediante maniobras contables o contabilidad creativa, que
trataban a las hipotecas con dificultades, como si al final fuera a devolverse.
El valor de mercado de esas hipotecas de dudoso cobro era una fracción de su
valor nominal. Pero reconocer las pérdidas habría exigido que los bancos
aportaran más capital, y ya estaban teniendo dificultades para conseguir
suficiente capital.
Ni la
Administración Obama ni los banqueros
presentaron así las cosas. Habría sido injusto ayudar a quienes estaban pasando
apuros con sus hipotecas cuando había tantos ciudadanos responsables que habían
trabajado duramente para pagar su hipoteca. Ofrecer ayudas habría socavado los
incentivos para devolver los préstamos.
Lo curioso de estos argumentos es que se hubieran podido
utilizar contra las ríadas de dinero que se dieron a los bancos.
Ya antes hubo rescatos de bancos (Méjico, Rusia, Argentina).
Pero el de Estados Unidos de 2008-09 fue el mayor de la historia. Los rescates
habían demostrado el riesgo de que los banqueros sigan jugando y arriesgando
más de lo juicioso. Sin embargo se rescataron los bancos despidiendo directivos
y no dieron ningún correctivo para el futuro ni haciendo pagar de ningún modo.
A diferencia de los bancos la mayoría de las personas que
perdieron sus casas no eran morosos reincidentes. Sin embargo, se les exigía
que perdieran todo el valor de lo que ya habían pagado por sus viviendas,
mientras que los accionistas de los bancos recibían un gigantesco regalo.
Ningún desahuciado hubiera estado dispuesto
a pasar por las angustias que ha padecido si hubiera sabido lo que les
esperaba, su error fue fiarse de los banqueros, que aparentemente comprendían
los mercados y el riesgo, y les habían asegurado que podrían manejar las
situaciones.
Los bancos lanzaban
invectivas contra los propietarios que perdían sus hogares, su conducta era
insensata. Algunos pocos habían comprado varias casas para “especular” y una se
pregunta con que otro verbo se podía definir lo que hacían los bancos
rescatables y rescatados
Lo más irónico era que se dijera que ayudar a unos
propietarios pobres y no a otros era injusto. Sin embargo, esas desigualdades
palidecen en comparación con las que se derivaron de los cientos de miles de
millones que se dieron al sector financiero. Nunca se habla de las injusticias
derivadas de los rescates a los bancos, y si alguien lo mencionaba se
despachaban con que era el precio necesario para resucitar la economía. No se
decía que frenar los desahucios podría ser una buena medida para resucitar la
economía.
Los banqueros se resistieron a todas las medidas que habrían evitado echar a la gente
a la calle, medida ineficiente donde las haya, y no habrían costado un céntimo
a los contribuyentes. Pero los bancos se negaron en redondo.
Comentarios
Nueva vuelca de tuerca vía ingeniería financiera. Los bancos han titulizado muchos de los créditos concedidos para venderlos a unas entidades denominadas “Fondos de Titulización de Activos”, a cargo de Entidades Gestoras. Tal como reconoce el Banco de España, los bancos que han titulizado préstamos ya no son sus titulares y, por ende, carecen de legitimación para reclamarlos. No obstante, siguen ejecutando y desahuciando.
Así, Banco Popular Español, que ha elevado la titulización a forma de "santificación en la vida cotidiana". Conozco casos que, después de titulizar un crédito (primera venta), lo ha vuelto a vender a "fondos buitre" (cesión de créditos), situación que afecta a carteras de miles de millones de euros.
El guardian ha abandonado la Ley, "en Berlín (ya no) hay jueces".