RESPONDE EL WHISTLEBLOWER
A por las 1000
Lo traigo porque ha sido atacado con parecidos argumentos con los que nos atacan a opuslibros y a mí misma, argumentos que no valen un pimiento. Esta vez frente a los bienpensantes acomodados en sus convicciones se alza la voz del cura Pierre Vignon:
Desde el 21 de agosto de 2018, mi carta y petición de la dimisión del cardenal Barbarin ha dado la vuelta al mundo. No me esperaba esta reacción universal que si por una parte me ha valido el apoyo popular, por otra parte me he ganado las críticas de algunos católicos. Si no he contestado a los vehementes e irreflexivos ataques de los extremistas, me ha conmovido el malestar de algunas buenas gentes que sé buenos creyentes.
Me ha sorprendido la confesión alucinante de algunos obispos tras el encuentro que mantuvieron con 8 víctimas a principios de este mes en Lourdes. No tienen idea ninguna de estos problemas. Los obispos viven sin embargo en el seno de una sociedad en la que están en contacto con todo el mundo. ¿Cómo osan decir que no sabían nada
Una de las reacciones típicas ha sido: "padre. usted sabe de esas cosas por su función en la Iglesia, muy bien. Pero no puede servirse de ello para cuestionarlo todo. Ya lo ha dicho, es suficiente, nos hemos enterado y no hay porqué repetirlo sin parar. Sin querer (siguen considerando que soy buena persona a pesar de todo) está usted siendo manipulado por los enemigos de la Iglesia que no esperan otra cosa. Es usted el cura que les permite atacar a la Iglesia. No se da usted cuenta de que la gente lo mezcla todo. Hay muy buenas curas y buenas cosas en la Iglesia (¿quién dijo lo contrario?) .Olvídese del pobre cardenal al que ha atacado usted injustamente pues es inocente. Barbarin es sólo la cabeza de turco por haber defendido la vida y otras posiciones éticas. Por supuesto los problemas de las víctimas son importantes [¿quién va a negarlo?] pero no tendríamos que centrarnos en ello. »
En esto consiste la generalidad de los argumentos que se me oponen por un lado y por otro. Lo primero que se me ocurre es pensar en esta detestable actitud católica que desde el siglo XIX nos viene caracterizando y que consiste en retirarse a la fortaleza y cerrar el puente levadizo cada vez que nos cuestionan. Si alguien cuestiona lo que hacemos los católicos está cuestionando a Dios. Y no está nada bien cuestionar a Dios por lo que tampoco lo está que nos cuestionen. No hace falta saber mucha lógica para darse cuenta de la falsedad de semejante razonamiento.
El otro pensamiento que me viene frente a la reacción agridulce disfrazada de falsa piedad, es la diferencia entre la fe cristiana y su aspecto religioso. La religión cristiana es sobre todo una fe a la que adherimos. Lo que significa que el condicionamiento sociológico católico no puede ser más importante que las enseñanzas de Cristo.
El condicionamiento social es necesario para existir pero si se convierte en lo principal mata lo que de veras es primordial, la fe. Si cuestionar el condicionamiento actual como hace el papa Francisco cuando invita a toda la Iglesia a reformarse y a purificarse del clericalismo, que es un ejercicio desviado de la autoridad eclesial, provoca un debilitamiento en la fe, significa que la fe estaba muerta desde hace ya y que seguíamos manifestándola en costumbres externas pero que nos faltaba el alma de la cosa.
Esta actitud puede significar que la fe cristiana se ha identificado sobre todo con una parte de la burguesía de las últimas décadas. Cuestionar el orden burgués es entonces cuestionar a Dios mismo. Hasta ahí llegan los más exagerados de mis oponentes. Los que han logrado identificar el Superyo con ese sistema supuestamente católico en el que creen. Para estas personas si he osado pedir la dimisión del cardenal Barbarin siendo cura como soy es como si pretendiera echar a Dios Padre del cielo.
¡Nada menos! de ahí las menciones que se vienen haciendo estas últimas semanas de Judas, del infierno por parte de los ultras para quienes la caridad es una idea peligrosa y revolucionaria.
Pero vuelvo a los buenos católicos y humildes católicos, buenas gentes entre las que incluyo a mis hermanos sacerdotes, que se han sentido heridos por haberlos dicho poco más o menos que son unos "colgados". Buenas personas que no se han metido con nadie. Y llego acusándoles de haber encubierto a los curas pedófilos.
Muchos curas han recibido agresiones por llevar el clerygman, quiero dejar claro que no soy yo el culpable. Y se comprende el hartazgo que empieza a cundir: "se nos ataca tanto y esto es el oprobio final. No podemos más. No hay quien lo soporte." Y sale a la luz el viejo principio: "El malo no es quien comete el mal sino el que lo denuncia. Cortemos el dedo que señala la luna."
Frente a esta actitud pasional que escapa a toda argumentación no hay razonamiento posible. La justicia republicana se convierte para los defensores de la fe del carbonero en la única instancia incuestionable: "padre, deje que la justicia haga su tarea y no meta más jaleo." Hay que decir que es la primera vez que me encuentro esta forma de pensar en ese tipo de personas "católico identitarias".
Olvidan por otra parte que si la justicia declara que los hechos han prescrito "gracias a Dios" para el cardenal, no se crearía la relación que jamás supo establecer con las decenas de víctimas de Bernard Preynat.
Podemos decir lo que queramos, todo les da igual, salvo algo que me dijo una mujer de Lyon y que siento tener que reproducir aquí: "¿Por qué el cardenal de Lyon ha pagado abogados defensores que se dice pertenecen a la masonería?"
Para esta mentalidad dispuesta a explicar la religión a Dios Padre como se dice en Lyon, es la serpiente que se muerde la cola. Este falso argumento es la única objeción capaz de cortocircuitar sus neuronas. Su iluminación de carbón no resiste la luz eléctrica.
Pero sigamos por donde iba. Me he explicado y he dado cuenta frente a todo lo que se me reprocha. La Iglesia no es el ejército; la jerarquía católica no es un mando militar; la palabra, cuando se toma en público, es libre en la Iglesia; la relación del cura con su obispo es de colaboración y no de subordinación.
¿Qué esconde este comportamiento de toda una parte de la sociedad francesa? La psicología nos ayuda a responder: la denegación. Es un sistema de defensa psicológica. Llevado al plano social es todo un conjunto de personas que se sienten amenazadas por un peligro que han de conjurar.
Para entenderlo basta la frase del abogado Garabedian en la película Spotlight : « If it takes a village to raise a child, it takes a village to abuse them. » (Si hace falta un pueblo entero para educar a un niño, hace falta todo un pueblo para abusar de él.) La primera parte es un proverbio africano. La segunda es una consecuencia de la primera aplicada a los abusos sexuales sufridos por los niños. El conjunto de la frase es la expresión misma de la denegación.
Entre los factores favorecedores de la denegación está la vergüenza frente a las confesiones de la víctimas. Luego la falsa creencia de que al hablar de una realidad dolorosa se le da existencia. Para algunos el motivo de la denegación es el miedo al juicio ajeno porque uno parece una mala persona. Otros sienten la pérdida de la imagen idealizada que tienen de sí y de aquellos en quienes confían. Y por supuesto el sentimiento de que se ha perdido el control. Todo esto combinado en diferentes dosis y proporciones da como resultado que no se pueda escuchar el relato de la verdad sobre la pedofilia en y su encubrimiento en la Iglesia. Algunos no es que no quieran oír, no escuchan: "digan lo que quieran que eso no existe y como no existe no me concierne."
La denegación está haciendo estragos en amplias capas de la Iglesia católica de Francia: « ¡Que dejen de alertar! Les está bien empleadas las sanciones a quienes alertan ¿qué necesidad de sacar todo esto a la luz pública? que la víctimas dejen de quejarse como si no hubiera otro problema."
Y por eso el papa Francisco ha dicho unas palabras útiles y proféticas en su carta del Pueblo de Dios de 20 de agosto de 2018. Los abusos existen. No son una invención. Son el fruto de un sistema desviado del ejercicio de la autoridad en la Iglesia. Y las palabras de san Pablo (1 Co 12,26) acompañan las del abogado Garabedian : « Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él. »
La consecuencia de todo esto es que no podemos seguir insistiendo en la denegación. La reforma que el papa pide llega a lo más profundo de mi ser. ¿Seré sospechoso de caer en la desviación clerical? ¿la crisis revelada por los escándalos sexuales de los curas, cubiertos por los obispos y los superiores religiosos en toda la Iglesia universal, va más allá de ser un hecho coyuntural y impacta en la estructura misma de la institución eclesial?
Y si es una renovación, surge la pregunta explosiva: ¿no será que el Espíritu Santo está renovando la Iglesia a través de todos estos sucesos? Ante esta perspectiva que se abre ante nosotros, el miedo es inútil y la denegación más todavía. La primera carta de san Pedro (4,17) constata : « Llegó el tiempo del juicio y empezó por la familia de Dios ». Al final de la Biblia se nos da un último consejo (Ap 22,14) : « Bienaventurados los que lavan sus ropas: accederán al árbol de la vida… » La denegación es lo peor que puede pasar en la Iglesia. Hay que identificarla y no servirse de ella para evitar la renovación preparada por el Señor : ha llegado el momento de lavar la ropa sucia y no sólo en familia.
Padre Pierre Vignon, cura de la diócesis de Valence, Saint-Martin-en-Vercors, 20 de noviembre de 2018.
Me ha sorprendido la confesión alucinante de algunos obispos tras el encuentro que mantuvieron con 8 víctimas a principios de este mes en Lourdes. No tienen idea ninguna de estos problemas. Los obispos viven sin embargo en el seno de una sociedad en la que están en contacto con todo el mundo. ¿Cómo osan decir que no sabían nada
Una de las reacciones típicas ha sido: "padre. usted sabe de esas cosas por su función en la Iglesia, muy bien. Pero no puede servirse de ello para cuestionarlo todo. Ya lo ha dicho, es suficiente, nos hemos enterado y no hay porqué repetirlo sin parar. Sin querer (siguen considerando que soy buena persona a pesar de todo) está usted siendo manipulado por los enemigos de la Iglesia que no esperan otra cosa. Es usted el cura que les permite atacar a la Iglesia. No se da usted cuenta de que la gente lo mezcla todo. Hay muy buenas curas y buenas cosas en la Iglesia (¿quién dijo lo contrario?) .Olvídese del pobre cardenal al que ha atacado usted injustamente pues es inocente. Barbarin es sólo la cabeza de turco por haber defendido la vida y otras posiciones éticas. Por supuesto los problemas de las víctimas son importantes [¿quién va a negarlo?] pero no tendríamos que centrarnos en ello. »
En esto consiste la generalidad de los argumentos que se me oponen por un lado y por otro. Lo primero que se me ocurre es pensar en esta detestable actitud católica que desde el siglo XIX nos viene caracterizando y que consiste en retirarse a la fortaleza y cerrar el puente levadizo cada vez que nos cuestionan. Si alguien cuestiona lo que hacemos los católicos está cuestionando a Dios. Y no está nada bien cuestionar a Dios por lo que tampoco lo está que nos cuestionen. No hace falta saber mucha lógica para darse cuenta de la falsedad de semejante razonamiento.
El otro pensamiento que me viene frente a la reacción agridulce disfrazada de falsa piedad, es la diferencia entre la fe cristiana y su aspecto religioso. La religión cristiana es sobre todo una fe a la que adherimos. Lo que significa que el condicionamiento sociológico católico no puede ser más importante que las enseñanzas de Cristo.
El condicionamiento social es necesario para existir pero si se convierte en lo principal mata lo que de veras es primordial, la fe. Si cuestionar el condicionamiento actual como hace el papa Francisco cuando invita a toda la Iglesia a reformarse y a purificarse del clericalismo, que es un ejercicio desviado de la autoridad eclesial, provoca un debilitamiento en la fe, significa que la fe estaba muerta desde hace ya y que seguíamos manifestándola en costumbres externas pero que nos faltaba el alma de la cosa.
Esta actitud puede significar que la fe cristiana se ha identificado sobre todo con una parte de la burguesía de las últimas décadas. Cuestionar el orden burgués es entonces cuestionar a Dios mismo. Hasta ahí llegan los más exagerados de mis oponentes. Los que han logrado identificar el Superyo con ese sistema supuestamente católico en el que creen. Para estas personas si he osado pedir la dimisión del cardenal Barbarin siendo cura como soy es como si pretendiera echar a Dios Padre del cielo.
¡Nada menos! de ahí las menciones que se vienen haciendo estas últimas semanas de Judas, del infierno por parte de los ultras para quienes la caridad es una idea peligrosa y revolucionaria.
Pero vuelvo a los buenos católicos y humildes católicos, buenas gentes entre las que incluyo a mis hermanos sacerdotes, que se han sentido heridos por haberlos dicho poco más o menos que son unos "colgados". Buenas personas que no se han metido con nadie. Y llego acusándoles de haber encubierto a los curas pedófilos.
Muchos curas han recibido agresiones por llevar el clerygman, quiero dejar claro que no soy yo el culpable. Y se comprende el hartazgo que empieza a cundir: "se nos ataca tanto y esto es el oprobio final. No podemos más. No hay quien lo soporte." Y sale a la luz el viejo principio: "El malo no es quien comete el mal sino el que lo denuncia. Cortemos el dedo que señala la luna."
Frente a esta actitud pasional que escapa a toda argumentación no hay razonamiento posible. La justicia republicana se convierte para los defensores de la fe del carbonero en la única instancia incuestionable: "padre, deje que la justicia haga su tarea y no meta más jaleo." Hay que decir que es la primera vez que me encuentro esta forma de pensar en ese tipo de personas "católico identitarias".
Olvidan por otra parte que si la justicia declara que los hechos han prescrito "gracias a Dios" para el cardenal, no se crearía la relación que jamás supo establecer con las decenas de víctimas de Bernard Preynat.
Podemos decir lo que queramos, todo les da igual, salvo algo que me dijo una mujer de Lyon y que siento tener que reproducir aquí: "¿Por qué el cardenal de Lyon ha pagado abogados defensores que se dice pertenecen a la masonería?"
Para esta mentalidad dispuesta a explicar la religión a Dios Padre como se dice en Lyon, es la serpiente que se muerde la cola. Este falso argumento es la única objeción capaz de cortocircuitar sus neuronas. Su iluminación de carbón no resiste la luz eléctrica.
Pero sigamos por donde iba. Me he explicado y he dado cuenta frente a todo lo que se me reprocha. La Iglesia no es el ejército; la jerarquía católica no es un mando militar; la palabra, cuando se toma en público, es libre en la Iglesia; la relación del cura con su obispo es de colaboración y no de subordinación.
¿Qué esconde este comportamiento de toda una parte de la sociedad francesa? La psicología nos ayuda a responder: la denegación. Es un sistema de defensa psicológica. Llevado al plano social es todo un conjunto de personas que se sienten amenazadas por un peligro que han de conjurar.
Para entenderlo basta la frase del abogado Garabedian en la película Spotlight : « If it takes a village to raise a child, it takes a village to abuse them. » (Si hace falta un pueblo entero para educar a un niño, hace falta todo un pueblo para abusar de él.) La primera parte es un proverbio africano. La segunda es una consecuencia de la primera aplicada a los abusos sexuales sufridos por los niños. El conjunto de la frase es la expresión misma de la denegación.
Entre los factores favorecedores de la denegación está la vergüenza frente a las confesiones de la víctimas. Luego la falsa creencia de que al hablar de una realidad dolorosa se le da existencia. Para algunos el motivo de la denegación es el miedo al juicio ajeno porque uno parece una mala persona. Otros sienten la pérdida de la imagen idealizada que tienen de sí y de aquellos en quienes confían. Y por supuesto el sentimiento de que se ha perdido el control. Todo esto combinado en diferentes dosis y proporciones da como resultado que no se pueda escuchar el relato de la verdad sobre la pedofilia en y su encubrimiento en la Iglesia. Algunos no es que no quieran oír, no escuchan: "digan lo que quieran que eso no existe y como no existe no me concierne."
La denegación está haciendo estragos en amplias capas de la Iglesia católica de Francia: « ¡Que dejen de alertar! Les está bien empleadas las sanciones a quienes alertan ¿qué necesidad de sacar todo esto a la luz pública? que la víctimas dejen de quejarse como si no hubiera otro problema."
Y por eso el papa Francisco ha dicho unas palabras útiles y proféticas en su carta del Pueblo de Dios de 20 de agosto de 2018. Los abusos existen. No son una invención. Son el fruto de un sistema desviado del ejercicio de la autoridad en la Iglesia. Y las palabras de san Pablo (1 Co 12,26) acompañan las del abogado Garabedian : « Si un miembro sufre, todos los miembros sufren con él. »
La consecuencia de todo esto es que no podemos seguir insistiendo en la denegación. La reforma que el papa pide llega a lo más profundo de mi ser. ¿Seré sospechoso de caer en la desviación clerical? ¿la crisis revelada por los escándalos sexuales de los curas, cubiertos por los obispos y los superiores religiosos en toda la Iglesia universal, va más allá de ser un hecho coyuntural y impacta en la estructura misma de la institución eclesial?
Y si es una renovación, surge la pregunta explosiva: ¿no será que el Espíritu Santo está renovando la Iglesia a través de todos estos sucesos? Ante esta perspectiva que se abre ante nosotros, el miedo es inútil y la denegación más todavía. La primera carta de san Pedro (4,17) constata : « Llegó el tiempo del juicio y empezó por la familia de Dios ». Al final de la Biblia se nos da un último consejo (Ap 22,14) : « Bienaventurados los que lavan sus ropas: accederán al árbol de la vida… » La denegación es lo peor que puede pasar en la Iglesia. Hay que identificarla y no servirse de ella para evitar la renovación preparada por el Señor : ha llegado el momento de lavar la ropa sucia y no sólo en familia.
Padre Pierre Vignon, cura de la diócesis de Valence, Saint-Martin-en-Vercors, 20 de noviembre de 2018.
Comentarios
"Esta actitud puede significar que la fe cristiana se ha identificado sobre todo con una parte de la burguesía de las últimas décadas. Cuestionar el orden burgués es entonces cuestionar a Dios mismo". Entrecomillado escogido de los argumentos del post. Diria que no con una parte de las ultimas decadas se ha identificado siempre con el orden burgues, aunque no lo quieran reconocer. Ejemplo hay muchos, muchisimos. No estoy en contra de esas identificaciones burguesas, estoy en contra de la doble moral que utilizan esas mismas gentes para perpetrar el mal, sin sentir remordimientos ni dolor alguno.