MODERNIDADES SEXUALIDAD

Es extraño que habiendo ganado las elecciones un partido que se dice de izquierdas les estén dando el poder a los amigos del teletubi. Qué poco fundamento, dan impresión de guiñoles. Me aburren soberanamente si no fuera porque en sus manos "nos vemos". Las elecciones en España son una estafa, el sistema lo es. Parece Pablito y su otrora amigo "niño bonito" están puestos  para perder y que el extr. centro se lleve el gato al agua. Pandilla de salteadores de caminos. No sigo que me ahogo.
Mejor la toma de conciencia que veo en último comentarios en un post de hace tiempo
que escribió otra persona que fue directora. No me había dado cuenta de la cantidad de contribuciones sobre el tema en 12 años. Mi vida como nume no dió para tanta sapiencia sobre el control de las conversas y tiempo que pasabas con unas y con otras, estaba en la luna y no me las tuve que ver con curas que se liaran a preguntas bochornosas y enfermizas. Despierta ya del soma, quizás pueda recordar algunas miradas extrañas de numes acera de enfrente. A tomar viento se fueron.

Las mentes sucias y retorcidas no viven solo en od, abunda el asco, pero la diferencia es que el pueblo fiel no od no pretende aspiraciones a peana.

LA LUCHA DE LA IGLESIA CON LA SEXUALIDAD
Christoph Paul Hartmann


La Biblia está llena de pasajes eróticos, pero la Iglesia siempre tuvo problemas con la sexualidad. Todavía hoy muchos fieles ven la Iglesia como aguafiestas que se disgusta por el placer de su grey. Hace poco el teólogo suizo Alberto Bondolfi reprochó a todas las religiones una visión demasiado biologicista de la sexualidad. Difícilmente el catolicismo oficial se puede librar del reproche.

San Agustín (354-430) ha tenido una influencia mayor en las enseñanzas eclesiales al respecto. La sexualidad era algo pecaminoso en sí, incluso el deseo sexual. Este punto de vista se explica por sus experiencias vitales: antes de ser católico fue maniqueo. En dicha corriente se demonizaba el cuerpo y se predicaba el ascetismo. El hombre espiritualizado era el ideal. Agustín llevó consigo esta actitud cuando se bautizó: todo lo que no se somete a la razón es pecado, describe en sus Confesiones cómo la sexualidad no sometida a la razón conlleva que la persona no es dueña de su cuerpo. De aquí la conclusión de que el deseo sexual es pecado.
Curioso que un gran pecador sexual como fue él endilgara este fardo al pueblo católico. Pecador arrepentido elevado a Padre de la Iglesia, pero obsérvese la proyección de la propia debilidad en que se convierte.

Y metidos en jaleo, solo si la pareja está pensando en la descendencia posible a partir del acto, es la sexualidad rescatable de las llamas del infierno. Sino la mujer está degradada al famoso oficio.

De Agustín a la píldora de Pablo

La enseñanza agustiniana se extendió rápidamente por ser importante teólogo. En los tiempos modernos la prescripción se suavizó, bastaba para no pecar no excluir voluntaria y conscientemente el afán de descendencia. La pregunta volvió a plantearse cuando se investigó a fondo el ciclo femenino y se descubrieron días fértiles e infértiles. ¿Qué supuso este avance para la enseñanza eclesiástica? muchos confesores preguntaron a Roma. La Penitenciaria Apostólica decidió que no se debía confundir a las parejas sobre el tema. Pablo VI aprobó como único método contraceptivo el recurso al "calendario" al tiempo que condenaba la píldora basada en química. De ahí el nombre de "píldora de Pablo" en referencia al "calendario".

En el Concilio Vaticano II la Iglesia cambió su enseñanza. Hoy afirma en el can. 1055 primer párrafo del CIC:

§ 1. La alianza matrimonial, por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.

Además de la reproducción, la Iglesia reconoce que la unión sexual es un principio constitutivo del matrimonio. En su carta "Amoris laetitia"tras el Sínodo familiar de 2015 , el Papa Francisco añade un matiz desacostumbrado: "Los deseos, los sentimientos, las emociones, lo que los clásicos llaman 'pasiones', ocupan un lugar importante en el matrimonio. " (143) Además, señala: "Los momentos de alegría, recreación o celebración y también la sexualidad se experimentan como una participación en la plenitud de la vida en su resurrección (de Cristo)". (317)

Ya no estamos ante la devaluación del placer. Sin embargo la imagen de la iglesia sigue sin mejorar. Entre otras cosas por la actitud de muchos eclesiásticos afirma el teólogo moral de Brixen Martin M. Lintner. "Sigue vivo el temor de que con el reconocimiento del deseo sexual,  se degrade a la persona a objeto sexual". Consideración que hace bueno el argumento de Agustín, cuando habla de hacer de la esposa una "prostituta". Pero las parejas informan exactamente de lo contrario, afirma Lintner: "Experimentan ser deseadas como una señal de ser bellas y valiosas". Y piensa que en este punto la iglesia todavía tiene algo que aprender de sus fieles enamorados.

Sigue claro el lugar correcto para el sexo

En otro punto la Iglesia se ha mantenido en sus trece a lo largo de los siglos: el único lugar de la práctica sexual es el matrimonio. El motivo hay que verlo en el contexto histórico, el matrimonio era y fue una protección para la mujer y "su" prole. Desde el Antiguo Testamento vieron las cosas así. La mujer con un hijo fuera del matrimonio cae en la pobreza sobre todo si el padre se desentiende.  De ahí la regla, cuando un hombre desvirga a una mujer tiene obligación de casarse con ella y gracias a la prohibición del divorcio subsiguiente, los hombres no podían echar a la calle a la mujer por un sí o por un no. De esta forma se "construyó" el matrimonio como paragüas protector de mujeres y niños.

Hay que ver como cambian los tiempos. Cuando las mujeres feministas vieron el matrimonio como una condena y cadenas.

De todas formas el asunto sexualidad no está cerrado para la Iglesia.  Linter señala que la Iglesia no ha reconocido el hecho de que la propia sexualidad forma parte de la identidad de la persona. Las minorías no se sienten valoradas. El hombre que no se siente atraído por el sexo opuesto no aparece en el pensamiento eclesial. (Sí aparece en la realidad eclesial, la hipocresía nos va a comer)
Profesor Lintner, de Brixen

El documento vaticano sobre el género ha indignado a muchos teólogos y es una muestra de lo difícil que resulta a la Iglesia lidiar con estos problemas y del miedo dominante a una actitud más abierta. "En muchos círculos vaticanos que incluyen al Papa actual la investigación sobre el género se considera como un ataque a la antropología cristiana, pero esa actitud no hace justicia ni a la investigación en toda su complejidad ni a la autoimagen de muchas personas". En los estudios de género no se trata de "elegir" la propia identidad, sino de descubrirla y actuar en consecuencia. En este punto para el teólogo la Iglesia oficial simplifica demasiado.

La investigación sobre género exige una reflexión de los cristianos. La Iglesia tiene miedo y defiende su imagen del mundo. Lintner piensa que "una  nueva visión de la sexualidad no supondría la destrucción de la familia clásica". La mayoría de los seres humanos viven una sexualidad en la que biología y sociología están de acuerdo, y su orientación es heterosexual. Pero las minorías también tienen derecho a la autoaceptación y el autodesarrollo. "Cada uno tiene derecho a su identidad y esto no se puede resolver a base de reglas dictadas de lo alto."


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