ANGLOSAXON COUNTRIES
Se han dado prisa en rebatir el contenido de la investigación publicada el 16 de marzo en Financial Times.
Qué infamia, después de años leyendo barbaridades, se me saltan las lágrimas al leer estas biografías de película de terror, siempre protagonizadas por las "chachas" escrivarianas. Siguiendo las huellas de las que se escapan y apareciéndose un año después en la consulta del médico...lo conté hace muchos años y me trataron de todo. Así hacen, es sistemático procedimiento de no dejar a nadie irse y hacer su vida libremente. Van en tu busca, como si no valiera tu decisión.Te siguen y controlan tus pasos una vez que has abandonado. Por los siglos de los siglos. Es vital que lo supriman como organización religiosa con marchamo católico. El descrédito para la Iglesia de Roma por esto va a ser mundial. Ha habido muchos pecados institucionales en el pasado pero éste se lleva la palma en los tiempos actuales, con la información cruzando el globo a la velocidad de la luz.
No sé a qué se debe la tardanza en suprimir tal constructo que no merece el nombre de humano por lo ilimitado de su crueldad y falta de respeto hacia las personas. La pasta hace milagros. Ya es hora de que deje de hacerlos.
Han pasado más de 40 años desde que Anne Marie Allen vivió y trabajó en Ballyglunin Park, hoy emprende el camino de servicio hasta la casa. Aparcamos a la sombra de la enorme y gris mansión, un joven sale a nuestro encuentro. Anne Marie me dirige una pequeña y tensa sonrisa.
La familia compró la propiedad hace unos años y poco a poco la va restaurando. No han tocado los sótanos ni el ruinoso patio anejo al establo. Lo que hemos venido a ver. Nos lleva escaleras abajo, hacia un laberinto de habitaciones que olían como si estuvieran bajo tierra. “Esto era como una película de terror”, nos dice. Anne Marie pasa la mano por el muro de piedra. Es una mujer vivaz de poco más de sesenta años, de pequeños y brillantes ojos, su rostro es cálido y amable. Recuerda cuando llegó y era una cría, corría por los pasillos con su uniforme de lana verde. Seguimos por un pasillo, donde un cristal esmerilado de color sepia da paso a una capilla. Las estanterías están en el suelo, leemos los títulos de los libros La Enciclopedia Católica, Conversaciones con San Josemaría Escrivá. Todos con el sello "Centro de conferencias Ballyglunin Park".
Anne Marie se dirige hacia una puerta hecha de paneles de madera. En el interior, apenas más grande que un armario para abrigos, hubo un confesionario, un pequeño reclinatorio frente a una celosía. Cuarenta y seis años antes, un sacerdote le dijo en este lugar por primera vez que tenía que ser del Opus Dei. Tenía 15 años y había venido a Ballyglunin para realizar un curso de restauración. Pocos meses después se comprometería a realizar trabajos de servicio doméstico no remunerado para una de las organizaciones más poderosas de la Iglesia católica.
Hoy en día, el Opus Dei cuenta con 95.000 miembros en todo el mundo (sí, probablemente contando muertos son más), algunos de ellos muy influyentes. En Estados Unidos, el Centro de Información Católica, un espacio para eventos dirigido por sacerdotes del "Opus Dei", afirma que su capilla es el “sagrario más cercano a la Casa Blanca”. Los od han tenido un papel fundamental en el giro conservador del poder judicial estadounidense. Miembros de alto perfil del "Opus Dei" en otros lugares incluyen al fallecido Luis Valls Taberner, ex presidente del Banco Popular, Patrick Njoroge, ex gobernador del Banco Central de Kenia, y Guillermo Lasso, presidente de Ecuador hasta el año pasado.
Las mujeres que aparecen en este artículo son las primeras en hablar públicamente sobre el trato que el od da a las numerarias auxiliares en el mundo occidental. Lo hacen en un momento en el que el estatus de la organización dentro de la Iglesia está cambiando y se cuestionan algunos de sus principios fundacionales, incluido el papel de sus trabajadoras domésticas.
Anne Marie, Irlanda
Cuentan que Escrivá fundó el Opus Dei en España en 1928, el objetivo era ayudar a los católicos comunes y corrientes a ser santos a través del trabajo diario. Traducido del latín, "Opus Dei" significa “obra de Dios”, el joven sacerdote español pretendía haberlo visto en su oración. No era necesario que la gente ingresara a un convento o monasterio para ser cristiano comprometidos. Podrían ser abogados, profesores o funcionarios y aún así dar a sus vidas un significado trascendental. El Opus Dei les mostraría cómo hacerlo.
Cuando Anne Marie llegó a Ballyglunin a finales de los años 70, el "Opus Dei" era una potencia en ascenso en la Iglesia católica. Su influencia había crecido durante la dictadura española de Francisco Franco. Juan Pablo II, defensor de Escrivá, acababa de ascender al trono papal. Pronto haría del Opus Dei una “prelatura personal”, única de este tipo en la Iglesia. Al igual que una diócesis, la organización estaba compuesta por laicos y clérigos y estaría dirigida por un obispo. A diferencia de una diócesis, la membresía no se define por la el lugar donde se vive. Es global. Su máximo responsable depende directamente del Papa.
Teena, Irlanda
Montero, una de las directoras del centro, pronto le pidió a Teena que la acompañara en paseos y oraciones y las llenó de historias sobre Escrivá. Hablaba con un acento que Teena nunca había oído antes, inglés salpicado de español. El founder es nuestro padre, explicó Montero, porque Dios le había mostrado la necesidad de una nueva familia dentro de la Iglesia. Era importante que en todos los centros se notara el ambiente hogareño. Escrivá creía que eso requería el toque de una mujer.
Las mujeres y niñas de Crannton, según supo Teena, eran la “Administración”, término que se refiere tanto a las mujeres responsables del trabajo doméstico en un centro como a la zona en la que viven. Algunos miembros od son célibes y Escrivá pensó que era mejor evitar la tentación. Por eso los centros están estrictamente segregados por sexo. Las ubicaciones se eligen por su capacidad para ocultar la Administración a los residentes masculinos, con entradas separadas, paredes divisorias y puertas interiores con doble cerradura. Según las directrices internas del Opus Dei de la época, hombres y mujeres no debían hablarse, verse ni saber sus nombres.
Pero las chicas de Crannton conocían los nombres de los hombres por las etiquetas bordadas en su ropa interior, que lavaban y devolvían a las habitaciones. Cuando Teena servía la mesa, lo hacía en silencio mientras ellos miraban al frente. Sólo veían sus manos enguantadas de blanco. “La Administración perfecta”, decían entonces las directrices internas del Opus Dei, “ni se ve ni se oye”.
La vocación del "Opus Dei" puede adoptar muchas formas. Más de 20.000 de sus miembros son célibes, la mayoría de los cuales viven en casas estrictamente separadas por sexos. Los “numerarios”, como se les conoce, pasan grandes periodos de cada día en oración y semanas del año en retiros od. Los sacerdotes, unos 2.000, son numerarios ordenados. Los “supernumerarios”, que constituyen la mayor parte de los miembros, pueden casarse y vivir en sus propios hogares, con algo menos de obligaciones espirituales. Se espera que todos los miembros den sus ganancias al Opus Dei, además de una modesta asignación para vivir.
La llevaron a un concierto en el salón local con su hermano, embutidos en el asiento de atrás. Anne Marie se sentía fuera de lugar y parecía fuera de lugar, con su falda larga de cuadros y su cárdigan morado de cuello alto. Pero entró y escuchó el riff de flauta y guitarra del himno de rock celta de los Horslips, “Trouble (With A Capital T)”. Miró a su alrededor. ¿Todo el mundo escuchaba lo mismo que ella? Pensó que había muerto y había llegado al cielo.
Las numerarias vinieron a visitar a Teena varias veces, pero nunca regresó. Vivía con su hermana mayor, quien la cuidaba mientras dormía y comía. En su dormitorio de color rosa yeso, Teena pensó que el edredón era lo más preciado que había visto en su vida. Su hermana le enseñó a vivir. Le sorprendió lo fácil que le resultaba a Teena relacionarse con sus sobrinas adolescentes. Tenían la misma edad que tenía Teena cuando se fue de casa. Después de un rato, el padre de Teena volvió en sí. "Entonces. Te has ido”, dijo. "Sí." "¿Estás bien?" "Estoy bien." Preguntó "Bueno, entonces, ¿dónde piensas vivir?" Y dirigió la conversación hacia aspectos prácticos.
Han pasado más de 40 años desde que Anne Marie Allen vivió y trabajó en Ballyglunin Park, hoy emprende el camino de servicio hasta la casa. Aparcamos a la sombra de la enorme y gris mansión, un joven sale a nuestro encuentro. Anne Marie me dirige una pequeña y tensa sonrisa.
La familia compró la propiedad hace unos años y poco a poco la va restaurando. No han tocado los sótanos ni el ruinoso patio anejo al establo. Lo que hemos venido a ver. Nos lleva escaleras abajo, hacia un laberinto de habitaciones que olían como si estuvieran bajo tierra. “Esto era como una película de terror”, nos dice. Anne Marie pasa la mano por el muro de piedra. Es una mujer vivaz de poco más de sesenta años, de pequeños y brillantes ojos, su rostro es cálido y amable. Recuerda cuando llegó y era una cría, corría por los pasillos con su uniforme de lana verde. Seguimos por un pasillo, donde un cristal esmerilado de color sepia da paso a una capilla. Las estanterías están en el suelo, leemos los títulos de los libros La Enciclopedia Católica, Conversaciones con San Josemaría Escrivá. Todos con el sello "Centro de conferencias Ballyglunin Park".
Anne Marie se dirige hacia una puerta hecha de paneles de madera. En el interior, apenas más grande que un armario para abrigos, hubo un confesionario, un pequeño reclinatorio frente a una celosía. Cuarenta y seis años antes, un sacerdote le dijo en este lugar por primera vez que tenía que ser del Opus Dei. Tenía 15 años y había venido a Ballyglunin para realizar un curso de restauración. Pocos meses después se comprometería a realizar trabajos de servicio doméstico no remunerado para una de las organizaciones más poderosas de la Iglesia católica.
Hoy en día, el Opus Dei cuenta con 95.000 miembros en todo el mundo (sí, probablemente contando muertos son más), algunos de ellos muy influyentes. En Estados Unidos, el Centro de Información Católica, un espacio para eventos dirigido por sacerdotes del "Opus Dei", afirma que su capilla es el “sagrario más cercano a la Casa Blanca”. Los od han tenido un papel fundamental en el giro conservador del poder judicial estadounidense. Miembros de alto perfil del "Opus Dei" en otros lugares incluyen al fallecido Luis Valls Taberner, ex presidente del Banco Popular, Patrick Njoroge, ex gobernador del Banco Central de Kenia, y Guillermo Lasso, presidente de Ecuador hasta el año pasado.
Dentro de la Iglesia, miembros del "Opus Dei" dirigieron en tiempos de Juan Pablo II la oficina de prensa del Vaticano y de su banco.
Conexiones como estas alimentaron la representación exagerada pero no tanto de la institución "Opus Dei" central en el thriller de Dan Brown de 2003, El código Da Vinci , y su posterior adaptación cinematográfica. Desde entonces, la posición de élite de sus miembros ha alimentado la especulación sobre la influencia del grupo en los negocios, la educación y la política.
Mucho menos conocidas son las mujeres cuyo trabajo ha apuntalado al Opus Dei durante décadas. Llamadas “numerarias auxiliares”, entregan su vida a la organización como trabajadoras domésticas. En muchos casos lo han hecho sin remuneración y en contra de su voluntad.
Anne Marie fue una de las 16 ex numerarias auxiliares con las que me entrevisté, que estuvieron en od entre 1977 y 2020 en Europa, Estados Unidos, África y América Latina.
Eran niñas procedentes de entornos rurales y de clase trabajadora que llegaron a los centros convencidas de que recibirían una educación, pero todas aseguran que fueron obligadas a trabajar como criadas en una especie de semiesclavitud moderna, al tiempo que sufrían un rígido sistema de control psicológico. Cuando finalmente consiguieron abandonar el "Opus Dei", no tenían nada a su nombre. Algunas estaban registrados para recibir contribuciones mínimas a la seguridad social, pero muchas no. La mayoría ni siquiera disponía de una cuenta bancaria.
Las mujeres que aparecen en este artículo son las primeras en hablar públicamente sobre el trato que el od da a las numerarias auxiliares en el mundo occidental. Lo hacen en un momento en el que el estatus de la organización dentro de la Iglesia está cambiando y se cuestionan algunos de sus principios fundacionales, incluido el papel de sus trabajadoras domésticas.
Pero en Ballyglunin, Anne Marie buscaba una respuesta: ¿cómo es que una organización de personas que intentaban llevar una vida virtuosa acabó causando tanto daño? “El día que llegué aquí, mi vida cambió para siempre”, me dice. “Fue devastador lo que me pasó a mí y a otros aquí. Yo era una niña, ¿sabes?"
Teena, Irlanda
La puerta se cerró de golpe como un pistoletazo de salida. Instintivamente, Teena Fogarty corrió. Oyó el periódico de su padre golpear el suelo de baldosas mientras él se levantaba para perseguirlo. Una vez fuera, saltó el muro bajo que se estaba desmoronando al final del jardín, a través de las ortigas y las zarzas, y pasó junto al coche oxidado en el campo.
Pero su padre superó fácilmente a la joven. Teena se quedó paralizada, de espaldas a él, y encorvó los hombros. Perdió la cuenta de qué golpe finalmente rompió la percha de madera que él había traído consigo. “Mira lo que me obligaste a hacer”, gritó su padre.
Los Fogarty eran muy conocidos en Ballyroan. Eran la familia más numerosa del pueblo. La mayoría de los demás tenían entre cinco y siete hijos; los Fogarty tenían 13. Teena era la cuarta empezando por el final.
Cuando la familia se reunía alrededor de la mesa para la comida del domingo, se organizaban dos turnos. Los Fogarty vivían en Main Street, una de las dos calles del pueblo. Tres veces por semana caminaban por la otra calle, Chapel Street, para ir a misa.
Cuando no estaban en la iglesia o en la escuela, pasaban el tiempo al aire libre. Inventaban juegos para jugar en los ríos y colinas circundantes. En verano "robaban" manzanas de los árboles de los vecinos y trepaban a lo alto de los fardos de heno. Cuando regresaban a casa, había una nota de su padre sobre la repisa de la chimenea: “Confesión a las 7”, firmada “el Jefe”.
El padre de Teena trabajaba como sastre en el pueblo más cercano. Los domingos, su día libre, eran malos. Sentado a la cabecera de la mesa, predicaba durante horas. Su fe estricta y punitiva eclipsaba todo lo demás. Callada y diminuta, Teena inclinaba su cabecita rubia y hacía como que rezaba el rosario.
Anne Marie, Irlanda
Anne Marie le pasó la foto del hombre a la chica que estaba a su lado. De rostro cuadrado, pelo oscuro con raya marcada a la izquierda, llevaba gafas gruesas y una larga sotana negra. Su nombre, dijeron las mujeres frente a la docena de jóvenes, era monseñor Josemaría Escrivá. Para ellos, él era “nuestro Padre”, el fundador del od. Les mostraron fotografías de la cripta romana donde está enterrado.
Cuentan que Escrivá fundó el Opus Dei en España en 1928, el objetivo era ayudar a los católicos comunes y corrientes a ser santos a través del trabajo diario. Traducido del latín, "Opus Dei" significa “obra de Dios”, el joven sacerdote español pretendía haberlo visto en su oración. No era necesario que la gente ingresara a un convento o monasterio para ser cristiano comprometidos. Podrían ser abogados, profesores o funcionarios y aún así dar a sus vidas un significado trascendental. El Opus Dei les mostraría cómo hacerlo.
Cuando Anne Marie llegó a Ballyglunin a finales de los años 70, el "Opus Dei" era una potencia en ascenso en la Iglesia católica. Su influencia había crecido durante la dictadura española de Francisco Franco. Juan Pablo II, defensor de Escrivá, acababa de ascender al trono papal. Pronto haría del Opus Dei una “prelatura personal”, única de este tipo en la Iglesia. Al igual que una diócesis, la organización estaba compuesta por laicos y clérigos y estaría dirigida por un obispo. A diferencia de una diócesis, la membresía no se define por la el lugar donde se vive. Es global. Su máximo responsable depende directamente del Papa.
La creciente influencia del od dió que hablar. Los jesuitas fueron particularmente críticos. Alegan públicamente que sus prácticas (incluido el culto a la personalidad de su founder y la tendencia de los miembros a no revelarse a extraños) eran masónicas y heréticas. Escrivá, decían, era un elitista acaparador de poder y od podría asimilarse a una santa mafia.
Anne Marie nunca había oído hablar de Escrivá antes de llegar a la escuela de restauración del condado de Galway. Tenía 15 años y la imponente casa de campo podría haber salido directamente de su imaginación, con sus torres como las que imaginaba en el internado de niñas descrito en los libros de Enid Blyton.
Las mujeres que la saludaron olían a perfume caro. Llevaban blusas recién planchadas y elegantes faldas hechas a medida, de lana finamente tejida. Tras hablar de Escrivá, pidieron a las alumnas que les hablaran de ellos mismos.
Anne Marie era de un pueblo del condado de Cork, donde se había educado entre la música, la danza y los cuentos del Gaeltacht irlandeses. Era tímida pero fogosa y había decidido que quería ser chef. Cuando ese otoño llegaron a su pueblo dos mujeres que le ofrecieron cualificaciones en restauración y empleo, Anne Marie no podía creer su suerte.
Teena, Irlanda
Teena estaba de pie, con la cabeza inclinada, frente a una estatua de la Virgen María. Concha Montero, una mujer española, dirige el rezo. Teena, de 16 años, se había acercado a Montero en las semanas transcurridas desde que llegó a Crannton, la escuela de restauración de Dublín que su madre había visto anunciada en la revista Irish Countrywoman ese verano de 1978.
La convocatoria ofrecía a las adolescentes un curso de dos años sobre gastronomía y administración del hogar, en el que “se da una amplia gama a los deportes y aficiones”. Al padre de Teena le pareció excelente una residencia exclusivamente para niñas, particularmente cuando supo que había una capilla católica. El anuncio no hacía ninguna mención al "Opus Dei".
Montero, una de las directoras del centro, pronto le pidió a Teena que la acompañara en paseos y oraciones y las llenó de historias sobre Escrivá. Hablaba con un acento que Teena nunca había oído antes, inglés salpicado de español. El founder es nuestro padre, explicó Montero, porque Dios le había mostrado la necesidad de una nueva familia dentro de la Iglesia. Era importante que en todos los centros se notara el ambiente hogareño. Escrivá creía que eso requería el toque de una mujer.
Las mujeres y niñas de Crannton, según supo Teena, eran la “Administración”, término que se refiere tanto a las mujeres responsables del trabajo doméstico en un centro como a la zona en la que viven. Algunos miembros od son célibes y Escrivá pensó que era mejor evitar la tentación. Por eso los centros están estrictamente segregados por sexo. Las ubicaciones se eligen por su capacidad para ocultar la Administración a los residentes masculinos, con entradas separadas, paredes divisorias y puertas interiores con doble cerradura. Según las directrices internas del Opus Dei de la época, hombres y mujeres no debían hablarse, verse ni saber sus nombres.
Pero las chicas de Crannton conocían los nombres de los hombres por las etiquetas bordadas en su ropa interior, que lavaban y devolvían a las habitaciones. Cuando Teena servía la mesa, lo hacía en silencio mientras ellos miraban al frente. Sólo veían sus manos enguantadas de blanco. “La Administración perfecta”, decían entonces las directrices internas del Opus Dei, “ni se ve ni se oye”.
Algunas estudiantes de Crannton se rebelaron. Estaban enfadadas por tener que ir a misa todos los días, cocinar y limpiar sin parar, muchas menos clases de las esperadas más las restricciones para ver la televisión.
Una noche, cuando una chica de Dublín puso “YMCA” de Village People en el tocadiscos, una de los directoras irrumpió en la habitación y rompió el disco en la rodilla. “Esta canción es obscena, anima a la gente a ser pecaminosa”, amonestó la directora.
Teena prefería intentar complacer a las mujeres que dirigían la escuela. La atención de Montero, en particular, fascinó. La mujer le hacía pequeños regalos a Teena: el último resto de su frasco de perfume o chocolates normalmente reservados para las bandejas de plata que dejaban en la residencia de hombres. A Teena le encantaba pasear con ella, extasiada por sus pañuelos de seda y sus perlas.
Frente a la imagen de la Virgen, Montero le contaba de la madre y la hermana de Escrivá, de cómo se habían santificado dedicando su vida al cuidado de su hogar. “¿Qué has pensado qué vas a hacer en la vida, Teena?” —preguntó Montero.
“No estoy segura, señorita. Me gustaría terminar mis estudios, conseguir un buen trabajo, supongo. Y tener una familia”.
“Oh”, dijo Montero. “Eso no es lo mejor que puedes hacer, ¿verdad? Necesitas abrir tu corazón y escuchar a Dios, Teena. Creo que podrías tener vocación”. Ella esbozó una leve sonrisa. “¿No te gustaría hacer algo más grande con tu vida?”
Ana María, Roma
"Siéntate aquí conmigo, Anne Marie". Noreen Quinn señaló un banco debajo de un busto de mármol, brillando en un nicho de la cripta. Sacó papel y lápiz de su bolso. “Podrías escribirle la carta al Padre ahora”, sugirió Quinn.
Ana María vaciló. Habían pasado seis meses desde que vio por primera vez fotografías de Escrivá. Estaban sentadas dentro de su cripta en Roma. Algunas de las chicas, las más prometedoras, habían sido llevadas a Italia para la reunión anual del od durante la Semana Santa, el Papa Juan Pablo II había prometido una audiencia a las estudiantes.
Anne Marie solicitó el pasaporte y probó por primera vez naranjas sanguinas y helado.
El curso de catering de Ballyglunin no había resultado como esperaba. Cuando su tía, profesora, le preguntó sobre el plan de estudios, no supo qué decir. Se pasaban limpiando y cocinando para los asistentes a los retiros en la casa grande. Aquello era un trabajo, no un aprendizaje. Cuando las mujeres que dirigían los retiros les permitían un descanso, el descanso consistía en dar una vuelta. En uno de esos paseos Anne Marie escuchó por primera vez hablar de las vocación.
La vocación del "Opus Dei" puede adoptar muchas formas. Más de 20.000 de sus miembros son célibes, la mayoría de los cuales viven en casas estrictamente separadas por sexos. Los “numerarios”, como se les conoce, pasan grandes periodos de cada día en oración y semanas del año en retiros od. Los sacerdotes, unos 2.000, son numerarios ordenados. Los “supernumerarios”, que constituyen la mayor parte de los miembros, pueden casarse y vivir en sus propios hogares, con algo menos de obligaciones espirituales. Se espera que todos los miembros den sus ganancias al Opus Dei, además de una modesta asignación para vivir.
Cuando a Ana María le dijeron que podría tener vocación, se imaginó supernumeraria. Podría tener una familia y cumplir sus sueños profesionales. Pero estaba equivocada, explicó un sacerdote de Ballyglunin. Arrodillada en el confesionario Ana María se enterò de que Dios le había dado la vocación de numeraria auxiliar.
Las nume auxiliares son un tipo poco conocido de miembros od. Al igual que las numerarias, las numerarias auxiliares son célibes que viven en centros. Pero su vocación concreta, según las directrices internas del grupo, es “dedicar su vida al trabajo manual o a las tareas domésticas en los Centros del Opus Dei”, vocación “en la que deben permanecer”, presumiblemente de por vida.
Actualmente hay en el Opus Dei unas 4.000 numerarias asistentes.
Quinn estaba segura de que Anne Marie estaba destinada a ser una de las que Escrivá llamaba sus “hijas pequeñas”, sus “amas de casa”. Quinn pasó un tiempo en Roma con Escrivá y ayudó a difundir su visión en Nigeria. Había tomado a Anne Marie bajo su protección desde el momento en que llegó a Roma. "Ahora es un buen momento, Anne Marie", instó Quinn.
“Escribe que estás pidiendo al Padre que quieres ser numeraria auxiliar”.
Una luz tenue iluminaba la página mientras Anne Marie escribía. Fechó la carta y la metió en un sobre dirigido al padre Álvaro del Portillo, sucesor de Escrivá. “Todavía no le digas a tu familia que 'pitaste', claro", advirtió más tarde una numeraria, utilizando el término que adoptó Escrivá para comparar a los miembros que solicitaban admisión con el pitido del tren que sale de la estación. “No entenderán tu vocación”.
Mónica, Buenos Aires.
La alarma de Mónica Espinoza suena a las 5.55 de la mañana. Se levanta, se arrodilla y besa el suelo. "Serviam", Serviré. Luego, durante las siguientes 15 horas, trabajó.
Mónica forma parte de una administración od cerca de Buenos Aires que atendía varios lugares de retiro y también era una escuela de hostelería para niñas, similar a las de Anne Marie y Teena en Irlanda.
El od se había extendido a América Latina, donde la cultura católica española poscolonial resultó particularmente acogedora con el escrivarianismo.
Mónica creció en Bolivia, la primera de 10 hermanos. Era una niña fuerte y diligente. Los fines de semana barría el polvo rojo y caliente de la iglesia local. Su cabello oscuro se rizaba en tirabuzones con la humedad del verano. Las oportunidades en su pueblo eran escasas y, en 1986, cuando Mónica tenía 16 años, ella y su hermana fueron enviadas a Argentina para terminar la secundaria.
Durante el largo viaje en autobús, una mujer pegó la hebra. Llevaba el pelo rubio peinado como las puntas plumosas de la hierba de la pampa que pasa. Se mantuvieron en contacto y al año siguiente, ambas hermanas habían pitado como auxiliares.
Inspirado por los primeros años de Jesús como carpintero, Escrivá enseñó a sus seguidores que el camino al cielo pasaba por la santificación del trabajo ordinario. “El trabajo de cada uno de nosotros. . . debe ser una ofrenda digna de nuestro Creador”, dijo una vez. “En definitiva, una tarea completa e impecable”.
Mónica y las otras chicas trabajaban como si en ello les fuera la vida. Fregaban los alféizares de las ventanas, los zócalos y las manijas de las puertas. Sacaban brillo a cada asiento del baño. Cada toalla estaba doblada exactamente igual. Si no quedaba perfecto, repetían la operación.
Según Escrivá, descansar es peligroso. “Satanás y sus aliados nunca se toman vacaciones”, decía. "Debéis luchar contra la tendencia a ser demasiado indulgentes con vosotras mismas". Así que las niñas sólo paraban el trabajo para dormir, comer o rezar.
Como numeraria auxiliar, Mónica siguió el plan espiritual diario prescrito por Escrivá: misa cada mañana, el rosario, dos sesiones de oración de 30 minutos, 15 minutos de lectura espiritual, una visita al Santísmo Sacramento, así como las invocaciones y mortificaciones periódicas.
Una vez a la semana, la administración se reunía en un “círculo”, donde las numerarias que dirigían la clase les inculcaban el espíritu del "Opus Dei". Se les enseñó el valor de la pobreza, la castidad, el ascetismo y la obediencia. Y sobre todo, trabajo duro.
Anne Marie, Irlanda
"Anne Marie, es tu padre". La numeraria le pasó el auricular. El corazón de Anne Marie se puso a cien. Había recibido varias de estas llamadas de su familia, desde que el cardenal Basil Hume, arzobispo de Westminster, hizo públicas sus directrices para el "Opus Dei". Hume era el sacerdote católico de mayor rango en Inglaterra y Gales en ese momento, y estaba alarmado por las historias que había oído sobre el grupo.
En 1981, Hume había advertido a od de que que no reclutaran a menores y que los padres de los jóvenes aspirantes a miembros debían participar en la decisión de ingresar. Dejó en claro que los miembros deben tener libertad para unirse o retirarse sin “presiones indebidas”, y las actividades de la organización tenían que estar claramente identificadas.
Anne Marie no supo de la cobertura mediática de las advertencias de Hume. Tenía 19 años y vivía en la administración del Centro de Conferencias Lismullin en el condado de Meath.
Los periódicos del centro eran cuidadosamente recortados para proteger a los miembros de artículos que pudieran ser corruptores. Pero los padres de Anne Marie habían leído las revelaciones que citaban a ex miembros, incluido un profesor de la Universidad de Oxford, que hablaba del control mental exhaustivo en od. El Od negó la mayor.
Poco después, el padre de Anne Marie apareció por el centro. Se fijó en los manteles marrones, donde Anne Marie y las otras chicas comían los restos de la comida que servían a otros miembros en porcelana china. “Dios Todopoderoso”, murmuró. Fue entonces cuando comenzaron las llamadas, varios familiares llamaron para decirle a la adolescente que la querían de vuelta a casa.
A veces Anne Marie tenía sus propias dudas. Un día, le preguntó a Mary Magrath, directora de Lismullin: “Señorita Mary, ¿a dónde va todo el dinero?”. El centro de conferencias parecía ganar mucho dinero con sus invitados bien vestidos, pero cuando las suelas de los zapatos de Anne Marie se desprendían no le daban dinero para otros nuevos.
Magrath la miró directamente a los ojos. “Si continúas hablando de estas cosas materialistas, Anne Marie, tú y tu familia iréis al infierno”.
En Lismullin, a cada niña se le asignó una directora espiritual, una numeraria que lentamente abrió la cerradura de su alma. Después de una de las llamadas, Anne Marie recurrió a la suya en busca de orientación. Cuando dijo que querían que regresara a casa, la numeraria gritó. ¿Cómo podría Anne Marie no defender su vocación?
La siguiente vez que llamó su familia, Anne Marie tomó el teléfono de la pared y escuchó el pequeño clic que indicaba que alguien había contestado la otra línea en el despacho de la directora. Su padre llamaba desde una cabina telefónica del pueblo. “Vas a dejar el Opus Dei, Anne Marie. Se han acabado las tonterías. Tienes que volver a casa".
“Pero es mi vocación. Es la voluntad de Dios”. Las manos de Anne Marie estaban húmedas. Podía sentir a los otros miembros reuniéndose silenciosamente en un semicírculo en el pasillo a su alrededor. Sus cabezas estaban inclinadas en oración silenciosa.
“¡Estás siendo manipulada, Anne Marie! Tienes que volver a casa”, gritó su padre.
“No, papá”.
Ana María colgó.
“Bien hecho”, dijo su directora espiritual, tocándola ligeramente en el hombro.
Teena, Londres
Teena se había sentido fatal desde que pitó. Al poco tiempo, Montero, su glamurosa confidente, dejó de hacerle caso. La mujer pasaba por los pasillos, su anterior cuidado y atención perseguía a Teena como un fantasma viviente. Entregó a Teena un cilicio, una cadena de metal con púas que debía atar alrededor del muslo durante dos horas todos los días, y una disciplina, un látigo de cuerda con extremos anudados que debía usar en su espalda cuando rezaba el Ave María.
Las mortificaciones forman parte del plan espiritual diario del Opus Dei y no se limitan a la carne. La ascesis es una manera de imitar la vida de Cristo, de llevar la cruz con él. Animaron a Teena a ofrecer su sufrimiento, por pequeño o temporal que fuera, a Dios: sentarse en una posición incómoda, no probar la comida que le gustaba.
La niña había dejado de comer. Se abrochó el cinturón de su uniforme una muesca más cada mes, hasta que no quedó ninguno. Añoraba los campos de Ballyroan. Pero cuando escribía cartas a su familia no sabía qué decir. Las numerarias leían todo lo que ella enviaba o recibía, para protegerla, decían, de pensamientos inmorales.
Teena intentó huir varias veces en vano. En confesión y todas sus directoras espirituales, animaban las niñas a compartir sus pensamientos más íntimos. Los intentos de fuga de Teena se atribuyeron a su “mal espíritu”. Cuando tenía 25 años, en 1987, fue trasladada de Irlanda a Londres. Vivía en una residencia de mujeres al lado de la sede del od, cerca del Palacio de Kensington.
El centro en el que vivía Teena en aquel momento era una de las “obras corporativas” del Opus Dei, instituciones como colegios, universidades y residencias de estudiantes a las que la organización proporciona dirección espiritual.
La Universidad de Navarra en España, por ejemplo, fue fundada por Escrivá en 1952. Su escuela de negocios en Barcelona, IESE, se encuentra en el nivel más alto de las clasificaciones mundiales de MBA del Financial Times. Muchas otras también son instituciones educativas de primera clase, incluidas dos escuelas privadas en las afueras de Washington, DC y dos en Londres.
Las obras corporativas no son propiedad del od (no existe un “Opus Dei Limited”) sino, por lo general, de organizaciones benéficas creadas por sus miembros. Esta estructura y los nombres anodinos de las obras alimentan las acusaciones de los críticos de que od oculta activos. También limita la responsabilidad jurídica del od. Los contratos de trabajo de los miembros, por ejemplo, son responsabilidad de las personas o entidades que dirigen centros específicos, no del grupo religioso.
En Londres, la sede del od (una hilera de seis casas adosadas de 5 millones de libras esterlinas en una calle junto a los jardines del Palacio de Kensington) es propiedad de la Asociación Educativa Netherhall. Netherhall posee otros edificios en la capital y sus administradores son todos miembros. Pero el nombre no tiene ninguna referencia obvia a od. De manera similar, Murray Hill Place, la sede estadounidense de la organización en Lexington Avenue en Nueva York, es propiedad de una organización sin fines de lucro del mismo nombre. Terminada en 2001, su construcción de 69 millones de dólares se pagó en parte con la venta de existencias farmacéuticas donadas a od por un particular.
Es casi imposible calcular el valor mundial de las obras corporativas del od. Rastreando las cuentas de las siete organizaciones benéficas propietarias de sus principales centros en el Reino Unido, calculé que declaran activos por más de 65 millones de libras esterlinas. Esto parece ser una subestimación significativa de los valores actuales dado que otra organización benéfica afiliada a od, la Fundación Educativa Dawliffe Hall, acaba de sacar a la venta dos enormes mansiones contiguas en el Chelsea Embankment de Londres por un precio inicial estimado de £24 millones.
Mónica, Roma
Después de servir en Argentina, Mónica fue llamada a Roma. Era difícil dejar pasar la oportunidad de estar cerca del Papa y seguir las huellas del Padre. Mónica viajó a Italia con una visa de estudiante. Pero aunque vivía en el Colegio Romano de la Santa Cruz, un seminario del Opus Dei, no estaba para estudiar. Su trabajo consistía en cocinar y limpiar para los 200 residentes.
El Colegio Romano es un extenso complejo de villas. Cipreses y pinos se elevan sobre tejados de terracota. Una red de pasillos subterráneos, apodada “el metro”, conecta la sección de mujeres con la de hombres. En la entrada de los pasillos subterráneos, Mónica se guiaba por un mapa, cada línea hacia una estación de trabajo diferente codificada por colores. Ilustraba el mapa mentalmente con destellos de los jardines que vio enmarcados a través de las ventanas de los hombres. La suya daba a una pared.
A Mónica no le pagaron por su trabajo. En ningún momento se habló de salario. Se entendía que el trabajo para su familia del od era gratuito. Tenía unos cuantos euros de crédito al mes para gastar en lo básico: jabón, tampones, pasta de dientes. La mayoría de las veces las numerarias le entregaban cosas de un almacén. Cuando le permitían ir a una tienda (una o dos veces al año), regresaba, según las instrucciones, con los tikets de compra.
En ocasiones especiales, a las niñas se les permitía utilizar la piscina de mujeres. Pero rara vez tenían tiempo de nadar. Una vez a la semana descansaban tres horas y, una vez al mes, se les permitía salir durante el día, siempre y cuando regresaran a preparar la cena. Por la noche, Mónica llegaba exhausta a la cama. Empezó a perder el sueño. Su insomnio comenzó poco después del cumpleaños de su madre, cuando la reprendieron por llamar a casa sin permiso. Su ritmo de trabajo disminuyó. Al final, le dijeron que si no trabajaba lo suficiente, tendría que regresar a Argentina.
Para entonces, Mónica tenía 32 años y llevaba siete en Roma. Estaba contenta de volver. Dos años más tarde, el Papa Juan Pablo II dio al Opus Dei una última e inequívoca señal de apoyo. En octubre de 2002, unas 300.000 personas se reunieron en la plaza de San Pedro para presenciar la canonización de Escrivá. Retratos de ocho metros de altura del fundador del Opus Dei colgaban de las balaustradas de la Basílica de San Pedro mientras el Papa oficiaba desde un altar al aire libre.
Apoyado frente a un micrófono, con la espalda encorvada y el discurso confuso debido al Parkinson, el pontífice de 82 años hizo la señal de la cruz con su mano derecha vacilante y declaró santo a Escrivá.
Anne Marie, Irlanda
Los padres de Anne Marie no le ofrecieron té. Su batalla con el "Opus Dei" se había intensificado a medida que se acercaba el cumpleaños número 21 de Anne Marie. Para aplacarlos, Magrath, directora de Lismullin, acompañó a Anne Marie en una visita a su casa. Se aceptó con una condición: el padre de Anne Marie prometió por escrito que no intentaría retenerla. Antes del viaje, Magrath le entregó a Anne Marie un billete de 50 libras esterlinas. "Si necesitas huir", explicó.
En casa, los padres de Anne Marie la sentaron en el sofá entre los dos. Los adultos intercambiaron una breve charla sobre el camino hasta allí y la lluvia.
"Nos vamos", dijo Magrath. “Te recogeremos mañana, Anne Marie, después de misa”.
Se pusieron de pie y dejaron de fingir. La agarraron de los brazos. “Ella no irá a ninguna parte”, dijo su padre.
Anne Marie empezó a gritar. “Anne Marie quiere volver”, dijo Magrath.
"No se irá y asunto zanjado".
"Tu carta", recordó Magrath.
“Dije que no lo intentaría."
Esa noche, los padres de Anne Marie la acostaron en su habitación.
Sus primeros meses en casa le recordaron cuando era niña viendo películas que sabía que le provocarían pesadillas. "Adelante, Anne Marie", dijeron sus padres. "Es hora de ser normal".
La llevaron a un concierto en el salón local con su hermano, embutidos en el asiento de atrás. Anne Marie se sentía fuera de lugar y parecía fuera de lugar, con su falda larga de cuadros y su cárdigan morado de cuello alto. Pero entró y escuchó el riff de flauta y guitarra del himno de rock celta de los Horslips, “Trouble (With A Capital T)”. Miró a su alrededor. ¿Todo el mundo escuchaba lo mismo que ella? Pensó que había muerto y había llegado al cielo.
Poco a poco dejó de ir a misa todos los días. Dejó de hablar y escribir a su directora espiritual. Se atiborró de periódicos, radio y televisión. Le enseñaron cómo abrir una cuenta bancaria, comprar un billete de autobús y utilizar el teléfono público. Empezó a bailar de nuevo, compitiendo en un grupo de cuatro. En un baile, tomó su primer trago de cerveza y no le importó. Al final, Anne Marie gastó el dinero de la fuga de Magrath en un vestido. Cuando sus padres vieron lo desaliñada que era su elección, insistieron en que la cambiara por algo más juvenil.
Una noche vio a Madonna en la televisión retorciéndose de espaldas en ropa interior de encaje y perlas. “Me haces sentir”. . . Como una virgen, tocada por primera vez”. Anne Marie no sabía dónde mirar. Había pasado seis años evitando la tentación y aquí estaba una mujer deleitándose en el pecado. Se puso las manos en la cara y miró a través de los dedos.
Teena, Irlanda
El tren llegó a la estación de Portlaoise. Las lámparas iluminaban la plataforma con un brillo húmedo y amarillo. Dos figuras estaban en la luz esperando a Teena. Finalmente había abandonado el "Opus Dei".
En Londres parecía que las cosas podrían mejorar. Después de un intento de huir, Teena había rogado y rogado poder estudiar en un politécnico en las afueras de la ciudad. Al final, la directora cedió.
Pero un día, cuando una numeraria no pudo acompañarla a la universidad, Teena se encontró con un hombre después de clase para comer pizza. Esa noche confesó lo que había hecho y al día siguiente la llevaron cuatro horas al norte, hasta Thornycroft Hall, un centro de retiro a dos millas de la vivienda más cercana. Teena tocó fondo. Intentó quitarse la vida dos veces. Finalmente, las numerarias dijeron que no podían hacer nada más por su “mal espíritu”.
En el viaje a casa, Teena osciló entre la euforia y el terror. Pensó que, una vez fuera, ahora podría hacer lo que quisiera y también que podría morir al minuto siguiente. Llevaba una pequeña maleta de tela y en el bolso una libreta, un pasaporte y un bolso vacío. Teena tenía 33 años y pesaba 43 kg. Para su madre y su hermana era como una niña destrozada. Cuando bajó del tren, abrieron los brazos y no hicieron ninguna pregunta. "Está bien, estás en casa".
Las numerarias vinieron a visitar a Teena varias veces, pero nunca regresó. Vivía con su hermana mayor, quien la cuidaba mientras dormía y comía. En su dormitorio de color rosa yeso, Teena pensó que el edredón era lo más preciado que había visto en su vida. Su hermana le enseñó a vivir. Le sorprendió lo fácil que le resultaba a Teena relacionarse con sus sobrinas adolescentes. Tenían la misma edad que tenía Teena cuando se fue de casa. Después de un rato, el padre de Teena volvió en sí. "Entonces. Te has ido”, dijo. "Sí." "¿Estás bien?" "Estoy bien." Preguntó "Bueno, entonces, ¿dónde piensas vivir?" Y dirigió la conversación hacia aspectos prácticos.
Anne Marie, Irlanda
Magrath entró en la sala de espera del hospital y se sentó junto a Anne Marie. Anne Marie llevaba más de un año en casa y hacía meses que no llamaba a nadie del "Opus Dei". No tenía idea de cómo la habían encontrado en una cita médica de rutina. El rostro de Magrath estaba blanco de ira. “No hemos tenido noticias tuyas, Anne Marie”, dijo la directora de Lismullin.
“Estás viviendo en pecado, estás viviendo una vida inmoral”, rugió Magrath, desesperada por no renunciar al alma de Anne Marie. “Mírate, ¿quién te dio este bolso? ¿Quién te dio permiso para comprar esa ropa? Tenemos un auto afuera, te llevará a confesarte. Ven."
Anne Marie había empezado a estudiar para obtener el título de bachillerato, el examen que normalmente tenía que haber hecho realizado con 18 años. Pagaba los cursos nocturnos trabajando como cocinera en un convento local, donde la trataban bien. Había hecho amigos además de sus hermanos: chicas unos años más jóvenes, adolescentes que estaban experimentando sus propias vidas. Cuando le preguntaron dónde había estado durante tantos años, dijo que trabajaba en Galway y Meath, y técnicamente no era mentira.
Anne Marie vestía diferente, actuaba diferente y hablaba diferente.
Algunos de los amigos de sus hermanos se burlaban de ella, poniendo a prueba su obediencia ciega. Si le pedían que hiciera una tarta de manzana, se marchaba inmediatamente. Pero poco a poco, Anne Marie empezó a preguntarse si realmente eran pecadores. Que quizás la gente hacía lo mejor que podía con lo que tenía.
Miró a Magrath. “No voy a ir”, le dijo.
"Te llevaré ahora".
"¡Yo no voy!"
Perplejo, Magrath se puso de pie y tiró del brazo de Anne Marie. Anne Marie se aferró a la pared. "¡Yo no voy!" gritó.
"Hay gente mirándote", Magrath bajó la voz y se sentó. Se puso rígida. “¿Estás pensando en dejar el Opus Dei?”
Mónica, Argentina
Cuando Benedicto XVI renunció en 2013, fue el primer Papa en hacerlo en 600 años. Al pronunciar su decisión en latín, el hombre de 85 años dijo que su edad significaba que "ya no era apto" para gobernar en un mundo "sujeto a tantos cambios rápidos". Benedicto, un pontífice profundamente conservador, era conocido como “el rottweiler de Dios” por su obstinada fidelidad a la doctrina de la Iglesia. El hombre que ocupó su lugar un mes después era muy diferente. El Papa Francisco, un jesuita argentino, pronto se ganó la reputación de ser un liberal.
Si Benedicto vivió según la letra de la ley de la Iglesia, Francisco vive según su espíritu.
Francisco es el primer pontífice no europeo en la historia moderna, y los argentinos enloquecieron por la elección de su compatriota. Pero a Mónica le cuesta recordar los detalles de las celebraciones. Para entonces, ella estaba en una niebla medicada. Sufría de agotamiento crónico y depresión severa, pero apenas cedía en sus deberes. Algunas noches planchaba hasta las 2 de la madrugada. Una numeraria la acompañó a ver a un médico, también miembro del od, quien le dio pastillas para dejarla inconsciente por las noches.
La hermana de Mónica, que años antes había abandonado el od tras una crisis nerviosa, estaba preocupada por ella. Para mantenerse en contacto, le dio a Mónica un iPad de imitación y le ordenó que lo ocultara a los directores.
Un día, Mónica abrió el navegador y escribió “Opus Dei”. Pronto encontró un sitio web en español, Opus Libros, donde los ex miembros publicaban de forma anónima sus experiencias. Los testimonios se quejaron de coacción, explotación y engaño. Casi cada párrafo hizo que a Mónica se le llenaran los ojos de lágrimas.
Quiso ponerse en contacto con el sitio web, pero la directora de su centro conocía su correo electrónico y sus contraseñas de redes sociales. Le llevó varios meses, pero finalmente a Mónica se le ocurrió un plan. Pidió permiso para visitar a un familiar enfermo. Cuando le dijeron que no había dinero, su hermana le envió el billete.
En 2015 salió de Argentina rumbo a Bolivia y nunca regresó.
Dos años más tarde, monseñor Fernando Ocáriz fue elegido nuevo jefe o prelado del Opus Dei. A diferencia de otros prelados anteriores, que fueron rápidamente ordenados obispos, Francisco no hizo lo mismo. Ocáriz siguió siendo monseñor. A los ojos de muchos observadores religiosos, se trataba de una degradación del Opus Dei.
Mónica, Teena, Anne Marie
El mes pasado, Anne Marie, Teena y Monica aparecieron en una cuadrícula de rostros. La llamada Zoom “ágora” es un foro semanal para discutir el Opus Dei. Fue iniciado en 2020 por ex miembros y recientemente se expandió al mundo de habla inglesa a través de un grupo de Reddit, llamado Opus Dei Exposed. El grupo tiene cientos de miembros.
Mónica fue la primera de las tres mujeres en encontrar la comunidad. Hoy tiene 55 años y vive con la familia de su hermana en las Baleares. Por las mañanas le gusta nadar a las 6 de la mañana, en un mar en calma. Recientemente tuvo cáncer de mama y el ejercicio la ayuda a lidiar con los efectos secundarios de los medicamentos de quimioterapia. Tenía 48 años cuando dejó el Opus Dei y no tiene ninguna titulación. Trabaja como limpiadora.
En 2021, Mónica y otras 42 ex numerarias auxiliares de América Hispana acusaron al "Opus Dei" de esclavización en Argentina, denunciando a la organización en la prensa. Las mujeres están representadas por un abogado pero aún no han presentado un caso civil. En respuesta, el "Opus Dei" creó una “oficina de curación y resolución” en Argentina y pidió a sus obras corporativas en la región que “revisen las cuestiones laborales y de seguridad social”. La policía argentina está investigando.
Ese año, al otro lado del Atlántico, Ana María había decidido dejar atrás el Opus Dei. Se fue cuando era mucho más joven que Mónica o Teena y logró compensar con creces los años escolares perdidos. Estudió por las noches y tiene un grueso expediente de certificados que lo acreditan. Ahora tiene 61 años y trabaja como coach ejecutiva después de una exitosa carrera en el servicio penitenciario irlandés.
Cuando se retiró del sector público, Anne Marie era gobernadora de la prisión de Portlaoise, una cárcel de alta seguridad en la ciudad donde el padre de Teena trabajaba como sastre. El centro es conocido por encarcelar a sacerdotes abusivos. Anne Marie había intentado durante varios años ponerse en contacto con ex numerarias auxiliares de Irlanda, incluida Teena, pero no tuvo suerte.
A finales de 2021, tras años de asesoramiento, recogió las pocas cartas y fotografías que conservaba de su paso por el "Opus Dei" y las quemó. "Adiós", dijo, "Adiós a la basura".
Pero unas semanas más tarde, sonó su teléfono con una notificación sobre la denuncia argentina. Al cabo de una semana participaba en los coloquios de Agora, en un canal de You Tube.
Casi al mismo tiempo, logró ponerse en contacto con algunos de sus compañeras irlandesas. Apareció Teena de la nada. Se dieron cuenta de que no estaban solas.
Teena ya no vive en Irlanda. Después de recuperarse en casa, pasó un tiempo en el Reino Unido y vive en un pueblo de España. Pequeña y alegre, con gruesas joyas de plata y ropa de colores brillantes, Teena parece un duendecillo.
Es difícil creer que tenga 61 años. Siente que el impacto de su paso por el Opus Dei ha obstaculizado todos los aspectos de su vida. A diferencia de Ana María y Mónica, sólo recientemente empezó a hablar libremente sobre el Opus Dei. Hacerlo le provoca pesadillas, migrañas y ansiedad. Tiene un amable perro gigante, medio mastín, y pasearlo ayuda. Trabaja como profesora de inglés y, por lo demás, vive la juventud que perdió ante el Opus Dei; ella y su pareja son grandes fanáticos del rock y venden recuerdos antiguos. Su situación financiera no es fácil, pero todavía siente ocasionales oleadas de euforia por ser libre.
Además de las numerarias auxiliares, para este artículo entrevisté a 40 miembros antiguos y actuales del "Opus Dei" de todo el mundo. La mayoría confirmó haber sido testigo de un trato de explotación hacia las numerarias auxiliares. Antes de que pudiera ponerme en contacto, el responsable de prensa del "Opus Dei" en el Reino Unido me habló de mi investigación. "No tenemos nada que ocultar", escribió. Desde entonces he pasado muchas horas con el afable caballero nacido en España, quien me explicó que ahora parte del trabajo doméstico se comparte. Me dijo que los hombres de su centro preparan su propio desayuno y lavan la vajilla de la cena.
Cuando presenté las acusaciones específicas de este artículo a la oficina central del "Opus Dei" en Roma, un portavoz respondió: “Las experiencias de todos son válidas, y si algunas personas han resultado heridas mientras estaban en el "Opus Dei", lo sentimos mucho. Nos gustaría pedir disculpas y, en su caso, poder modificar y reparar de la mejor manera posible”. Varias numerarias auxiliares actuales con las que hablé dijeron que eligieron su vocación libremente y que la ven como una forma de mostrar el amor de Dios a través del cuidado doméstico. “La gente prospera en el entorno adecuado; queremos hacer de los centros un hogar”, me dijo una mujer.
Del mismo modo, el "Opus Dei" afirmó que las numerarias asistentes ya no tienen condiciones de vida ni de trato inferiores a las de otros miembros. "Somos conscientes de que en el pasado, en algunos países, algunas de estas manifestaciones pueden haber ocurrido", dijo el portavoz. La organización dice que ahora cuenta con directrices para “evitar de forma proactiva cualquier tipo de asimetría en el trato, el estilo de vida y los aspectos materiales entre los miembros del Opus Dei”.
Esto parecía ser cierto en el caso de las numerarias auxiliares que conocí en el Reino Unido, en presencia de una numeraria. Tienen cuentas de Instagram, acceso a automóviles y estudian en la universidad. Se les paga por su trabajo. Pero varios miembros del Opus Dei en otros países, predominantemente en América Hispana, me dijeron que aún persiste un sistema de castas eficaz. La numeraria auxiliar más reciente que dejó el Opus Dei con la que hablé lo hizo en México en 2020. No está registrada en el sistema estatal de pensiones del país y dijo que nunca recibió un salario durante más de 34 años de servicio.
La mayoría de los centros mencionados en este artículo ahora están dirigidos por diferentes administradores, pero pude contactar con algunos miembros del antiguo personal que aún están vivos. Montero, que ahora tiene más de setenta años, dijo que no recordaba los detalles de la situación de Teena. “Trataba a todas las chicas por igual y todas nos queríamos mucho. Quizás por mi carácter y por ser española expresé mi cariño de forma diferente a las irlandesas”, escribió. “Lamento profundamente si ese cariño fue interpretado como algo egoísta. No lo fue en absoluto. Sólo puedo disculparme si mis limitaciones o distracciones le causaron dolor”.
En una extensa carta, Mary Magrath, que ya tenía sesenta años, rechazó varios aspectos de los recuerdos de Anne Marie. Por ejemplo, no creía que fuera posible escuchar las llamadas telefónicas de las niñas y cuestionaba el tipo de manteles y cubiertos que se utilizaban en el centro. “Las palabras que se me atribuyen”, escribió Magrath, “no reflejan mi actitud hacia la vida y hacia las personas, y no estarían en consonancia con el enfoque general que adopto ante las cosas. La acusación de que intenté obligarla a venir conmigo es totalmente falsa”. Recordaba a Anne Marie “como una persona vivaz, amante de la diversión y adorable que no parecía en modo alguno descontenta con su vida”.
Estas explicaciones no son suficientes para Teena, Anne Marie y Monica. El año pasado prestaron testimonio sobre una denuncia presentada ante el Vaticano por ex miembros del "Opus Dei". El documento de 20 páginas denuncia al grupo como una “secta destructiva” y lo acusa de ser cómplice de la trata de personas. (El Opus Dei “niega categóricamente” las acusaciones).
La denuncia pide la intervención del Papa. Hay señales de que Francisco podría estar escuchando. El año pasado, emitió enmiendas al derecho canónico sin previo aviso que alteraron la posición del Opus Dei dentro de la Iglesia. El cambio eliminó oficialmente la línea directa del "Opus Dei" con el papado. Enfatizó la responsabilidad de los miembros ante la autoridad de su obispo local. En respuesta, el Opus Dei ha tenido que revisar sus estatutos.
La medida del Papa ha sido ampliamente interpretada como un intento de reducir el poder del "Opus Dei".
Pero a Francisco se le acaba el tiempo. Tiene 87 años y fue hospitalizado varias veces durante el año pasado. Según los medios católicos, el deterioro de su salud ha provocado una campaña de lobby para influir en las próximas elecciones papales. Los conservadores esperan asegurarse de que quienquiera que lo reemplace no sea tan liberal.
Después de despedirnos de Ballyglunin, Anne Marie le envió un mensaje a su amiga Teena en WhatsApp. "El Opus Dei se hizo cargo del parque Ballyglunin en 1964", escribió. “Le quitaron su belleza y la usaron para sus propios fines. . . Pero Ballyglunin ha sobrevivido. Se ha defendido y su belleza está siendo restaurada con la ayuda de personas que se preocupan. Como lo que nos está pasando a nosotros”.
Antonia Cundy es reportera de investigaciones especiales del Financial Times
Comentarios
He intentado encontrar artículos sobre este escándalo en Internet, pero no lo he conseguido.
Ana, recuerdas algo sobre esto que escribo?
Saludos desde Suecia
José Ramón
https://www.opuslibros.org/prensa/generalitat_abre.htm
La isla mejicana quizá sepa.
https://www.opuslibros.org/prensa/gobierno_catalan.htm