La primera víctima del miedo es la verdad
He visto al obispo Munilla, del que ya he escrito antes, sale en un programa rodeado de jóvenes a los que explica lo que él cree. Está sentado en lo que parece ser una mesa de bar o similar, poco episcopal pose. Asegura que además de los genes para explicar al hombre hace falta el alma. Sólo apostillar: si alma hay el también está en los genes, los genes son "cosas materiales" y el alma es un principio de vida, del que hablaron los filósofos griegos y que encajaron los neoplatónicos en el cristianismo al bautizarse. Aunque tengo mis dudas sobre si la noción que del espíritu podía tener Jesús como judío coincide y en qué con la visión naturalista de los griegos. Ya investigaré.
De ese programa me ha gustado que una de las chicas, minuto 6, ante los argumentos escolásticos de Munilla para demostrar la existencia de Dios, le pide algo más práctico. Me he visto a mí misma con las ortodoxias, las racionalizaciones medievales del Opus desconectadas de las inquietudes actuales de nuestros contemporáneos. Vendíamos una religión arcaica, la única que conocíamos.
Cada día qué pasa veo más espíritu en los animales que en las personas, son más auténticos. Ellos comen cuando tienen hambre ¿y qué? pura salud.
El testimonio de los santos y el grupo que acercan a Dios, ¿a qué santos se refiere? ¿a qué grupo? no será al Opus y sus clubs... El egoísmo en las relaciones sociales y la insatisfacción sin ideales elevados dice que lleva a muchos a la iglesia... lo que hemos tenido qué pasar para saber que todo esto es vacío, pura propaganda para quedarse con la gente y su dinero. Cuánto rollazo. La realidad es que la iglesia católica sufre un proceso de uniformización preocupante, de opusdeización, donde funciona la delación y hay que tener mucho cuidado con lo que se dice donde, cuando y a quién. Es lo menos parecido a una comunidad de fe.
Como estamos de 50enario del concilio y los que no estuvieron, son hoy sus defensores, me hago eco de esta opinión sobre el miedo que hoy domina en el catolicismo. Miedo familiar puesto que el método es el mismo, mucha ortodoxia y sumisión o sino atente a las consecuencias, en tu trabajo y modo de ganarte la vida principalmente. Si eso es fe, tener a los católicos cuyo sustento depende de la jerarquía amordazados que venga quien quiera y lo vea. El blog hace referencia al miedo. Cuando empecé no pensé que iba a tener que tratar el tema del miedo a nivel eclesial. Pero es el sentimiento dominante, lo dice este jesuita, Gerry J Huges
"Se me ha pedido que haga tres cosas: que fue lo que más me llamó la atención del concilio y me inspiró. Que explique porqué pienso que no estamos haciendo todo lo posible para vivir esas esperanzas conciliares. y que haga tres sugerencias prácticas.
Lo primero que me llamó la atención era la enseñanza de que la iglesia no era primero una institución sino un grupo de personas respondiendo a la llamada divina, cada una intentando responder a sus particulares carismas que el Espíritu Santo le dió. Todos tienen algo especial con lo que contribuir. Esto unido a la enseñanza social de la iglesia, la idea de la subsidiariedad. Las decisiones deben tomarse en el nivel más bajo posible por los que pueden implementarlas. Como iglesia crecemos de arriba hacia abajo. Y lo primero que la gente -párrocos, curas, obispos, Papa- necesita es intentar descubrir y compartir lo que el Espíritu está diciendo a la gente. Como el cardenal Newman dijo, consultar a los fieles es una tarea preliminar esencial para formular la enseñanza de la Iglesia.
Esta indicación del Concilio se tambalea y pienso que la explicación es el miedo. En todos los niveles de la Iglesia los católicos ordinarios dudan, por decir algo, o les parece totalmente imposible decir lo que piensan realmente a los curas sobre el tema de sus necesidades reales en orden a vivir y trabajar como creyentes comprometidos. Los curas tienen miedo de decir a los demás, a los parroquianos, a su obispo, lo que realmente creen, por miedo a incurrir en reproche o desaprobación o incluso por el riesgo de ser denunciados e incluso echados por las autoridades eclesiásticas. Es especialmente duro para los obispos compartir sus puntos de vista personales, o escuchar con interés los puntos de vista de sus curas y de los laicos. Están encerrados en una estructura autoritaria, ha habido obispos que han sido dimitidos por atreverse a preguntar a la gente de la diócesis qué piensan sobre esto o aquello. Este clima de miedo sería dañino para cualquier institución y lo es todavía más para el pueblo de Dios. Siempre pasa lo mismo, la primera víctima en un sistema autoritario es la verdad, porque los mecanismos reales para que nosotros seres humanos busquemos la verdad, para intentar discernir donde nos lleva el Espíritu, depende del respeto por la enseñanza teológica y secular y de un clima de de intercambio de ideas respetuoso y libre.
En mi propia experiencia, las ideas no se intercambian libremente sino es en una situación en la que la honradez y la confidencialidad cuando sea necesaria, el respeto mutuo y la voluntad de escuchar y aprender conforman el ambiente. Recuerdo una reunión hace años, cuando los obispos de Inglaterra y Gales convocaron a un grupo de teólogos para hablar sobre algunos temas pastorales. Todos escucharon a los que de primeras tenía una opinión diferente a la propia: había una igualdad total en las contribuciones de teólogos y obispos. El cardenal Hume tenía la capacidad de animar a compartir sin miedo y la voluntad de llegar donde las cosas condujeran. Recuerdo también una discusión sobre varios aspectos de ética sexual con un grupo de católicos "ordinarios" que nunca habían se habían oído a sí mismos decir unos a otros lo que cada uno pensaba sobre determinados temas, pero escucharon, aprendieron y disfrutaron la experiencia. El único cura presente aparte de mi me dijo luego: "nunca más volveré a hablar de los "simples" fieles". Hace falta un poco de esfuerzo y mucha valentía para crear una atmósfera que haga esto posible.
Cardenal Basil Hume (1923-1999) |
Un día como hoy es sin duda maravilloso compartir los más altos ideales que tenemos. Pero no no pueden ser ni siquiera seriamente discutidos, modificados, mejorados y realizados en un clima de MIEDO. En la práctica pienso que necesitamos empezar localmente en la parroquia, en la diócesis e intentar recuperar el arte de escucharnos, de animarnos y aprender unos de otros, permitirnos entre nosotros hablar desde el corazón sin miedo. Necesitamos darnos cuenta de los difícil que es para obispos, curas y para todos sentirse capaz de decir lo que piensan personalmente, e intentar hacer esto más fácil para los demás.
Se me ha pedido que sugiera dos cuestiones para discutir en grupo. Son estas.
1) ¿Estáis de acuerdo conmigo en que la raíz que causa tanto malestar es un miedo profundamente asentado de ser desaprobado, denunciado e incluso ser echados de nuestros trabajos?
2) ¿Estás de acuerdo en que necesitamos reuniones locales, suficientemente pequeñas para animar a la confianza y a la apertura entre los laicos y los curas, la gente y los obispos, por ejemplo para enseñar a las personas a llevar a cabo los actos litúrgicos cuando faltan curas, nuestra respuesta a la nueva traducción de la Misa, el sacramento de la penitencia, cómo sacar lo mejor de nuestros consejos parroquiales?
Humildes comienzos, pero si el sembrador ni siquiera se atreve a salir fuera, la perspectiva de una buena cosecha es nula.
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