Paul Ricoeur habla del aborto
Sobre la pertenencia de Mariló Montero, no podría asegurarlo. Relación puede. Su marido los ha defendido en la radio, lo típico que se suele hacer si se habla de ellos no es para contar verdades sino para dar jabón. Todo lo que llegamos a saber o llegué a saber gracias a Noelia Casanova está en la etiqueta correspondiente. He tenido que releer los comentarios de este post para darme cuenta de que su madre sí fue supernumeraria. Puedes ver tú mismo el programa "Volver con...Mariló Montero".
Sobre si un homosexual puede ser del Opus, similar al que sucede en la iglesia católica en general ¿puede haber curas homosexuales?. Me han dicho que si la homosexualidad es una enfermedad el hospital central sería el Vaticano. Que duda cabe que un lugar en el que te vas a encontrar sólo con mujeres de por vida o sólo con hombres es ideal. Estas cosas las descubren con el tiempo y depende de muchos otros factores si el individuo se queda integrado en el sistema o si se va a vivir su condición con menos hipocresía. Pero sí debe haberlos. Me baso en testimonios de OL
Antes de que se me pase voy a poner aquí a Paul Ricoeur filósofo que se decía cristiano, y que distinguía entre sus escritos filosóficos y sus escritos referentes a la teología. Entre sus muchas cualidades está la de tender puentes donde otros se empeñan en cortarlos.
Como el tema del aborto, el respeto de la vida desde su inicio es un tema particularmente querido por Opus y similares voy a traer un texto al respecto. Mi argumento frente a ellos es que no creo en el respeto a la vida de los embriones de quienes no respetan la vida y los derechos de seres humanos salidos del viente materno y crecidos. Con la jerarquía que ha ocultado los abusos para no manchar la imagen de la iglesia el argumento es todavía más fuerte. Difícil creer tanta preocupación por quien no se ve cuando no se tiene por aquel a quien se ve.
Pero voy a por Ricoeur en su noveno estudio de "Sí mismo como otro". Frente a dogmatismos y razonamientos de hace mil años, reflexiones a la altura del tiempo:
"Es cierto que el problema de la "vida que comienza" presenta un grado suplementario de complejidad... Tratándose del feto humano, es difícil no preguntarse qué clases de seres son, si no son cosas ni personas.. En un sentido, la posición kantiana sobre la persona no está desprovista de toda implicación ontológica, como lo ha recordado la fórmula: la naturaleza racional existe como un fin en sí. Por contraste, la cosa, en cuanto manipulable, recibía un modo de existencia opuesto, definido precisamente por la aptitud a ser manipulada. Y luego, en esta oposición bipolar entre cosa y persona, la distinción entre modos de seres seguía siendo inseparable de la práctica, es decir, del modo de tratar a personas y cosas.
El nuevo problema planteado por la vida que comienza está en otra parte: lo que el embrión y el feto humano cuestionan es el carácter dicotómico de esas consideraciones (o se es cosa o se es persona); para complicar las cosas, el que plantea las preguntas más embarazosas no es sólo el embrión humano en el útero materno, sino también el embrión separado, concebido en probeta, guardado en el frigorífico y disponible para la investigación científica. Como escribe Anne Fagot: "hay conflicto entre el principio del respeto debido al ser humano y la instrumentalización de ese ser, a menos que que un embrión humano no sera una persona humana."
Es necesario escuchar a los defensores de las tesis opuestas para determinar mejor el punto de la sabiduría práctica. Según los partidarios de un criterio biológico de la presencia o ausencia de persona humana, persona y vida son inseparables, en la medida en que ésta apuntala a aquella: pues, dice el argumento, el patrimonio genético o genoma que firma la individualidad genética está constituido desde la concepción. Para la forma más moderada de la tesis llamada biológica, la consecuencia ética es la siguiente: el derecho a la vida del embrión es un derecho a una "oportunidad de vida": en la duda, no se debe de correr el riesgo de homicidio. Esta noción de riesgo introduce el argumento biológico en la región de la sabiduría práctica. De aquí se concluye la prohibición de cualquier práctica que no sirva a los presuntos fines del embrión y del feto, los de vivir y desarrollarse.
Sin embargo podemos preguntarnos si la sabiduría práctica, sin perder completamente el criterio biológico, no debe tener en cuenta los fenómenos de umbral y estadio que cuestionan la alternativa simple "persona o cosa". Sólo la ontología sustancialista que dobla el argumento biológico impide que se desarrolle una ontología del desarrollo capaz de situar el juicio prudencial en un ámbito típicamente intermedio. (La distinción que propone Ricoeur entre identidad-mismidad e identidad-ipseidad le lleva disociar el argumento biológico de la ontología sustancialista).
La tesis opuesta exige observaciones parecidas; si se vincula la dignidad solo a las capacidades plenas como autonomía del querer, sólo son personas los individuos, adultos, cultos, ilustrados. Hablando con rigor a los seres que no llegan a esa autonomía se puede decidir protegerlos, como se protege la naturaleza, no respetarlos, como se respeta la autonomía de las personas. La tesis puramente moral del respeto necesita de una ontología mínima del desarrollo, que añade a la idea de capacidad, propia de una lógica del todo o nada, la de aptitud que admite grados de actualización.
Me permitiré sugerir que la ontología progresiva deseada no es quizás más autónoma respecto a la ética que los criterios de la persona y de la cosa en Kant. es cierto que la identificación de los umbrales y de los grados que jalonan la aparición de las propiedades del ser personal incumbe únicamente a la ciencia. Pero el tenor ontológico asignado al predicado "potencial" en la expresión "ser humano potencial" no es quizá separable del modo de tratar a los seres que corresponde a estos estadios. Parece que modo de ser y modo de tratar deben terminarse conjuntamente en la formación de los juicios prudenciales suscitados por cada avance del poder que la técnica confiere hoy al hombre sobre la vida en sus comienzos. Una vez más, si la ciencia es la única capacitada para describir los umbrales de desarrollo, la apreciación de los derechos y deberes relativos a cada uno de ellos incumbe a una verdadera invención moral que escalonará, según una progresión comparable a los umbrales biológicos, derechos cualitativamente diferentes, derecho a no sufrir, derecho a la protección (este mismo derecho es modulado por grados de fuerza o insistencia), derecho al respeto, puesto que, entre el feto y su madre se esboza algo así como una relación asimétrica de intercambio de signos preverbales.
Este vaivén entre descripción de umbrales y apreciación de derechos y deberes, en la zona intermedia entre cosa y persona, el que justifica que clasifiquemos la bioética en la zona del juicio prudencial. La apreciación diferenciada y progresiva de los derechos del embrión, luego del feto, por enriquecida que esté por la ciencia del desarrollo, no puede dejar de incorporar valoraciones marcadas por el mismo estilo de tradicionalidad que las herencias culturales arrancadas a sus suelo dogmático y abiertas a la innovación. En este juego complejo entre ciencia y sabiduría, el peso de los riesgos corridos respecto a las generaciones futuras no puede dejar de moderar las audacias de la técnica. El temor de lo peor como dice Hans Jonas es un componente necesario de todas las formas de responsabilidad a largo plazo que exige la época de la técnica..."
En definitiva mucha prudencia, justo medio que no quiere decir "ruin compromiso", tomar consejo de los hombre y mujeres más reputados.
Sobre si un homosexual puede ser del Opus, similar al que sucede en la iglesia católica en general ¿puede haber curas homosexuales?. Me han dicho que si la homosexualidad es una enfermedad el hospital central sería el Vaticano. Que duda cabe que un lugar en el que te vas a encontrar sólo con mujeres de por vida o sólo con hombres es ideal. Estas cosas las descubren con el tiempo y depende de muchos otros factores si el individuo se queda integrado en el sistema o si se va a vivir su condición con menos hipocresía. Pero sí debe haberlos. Me baso en testimonios de OL
Antes de que se me pase voy a poner aquí a Paul Ricoeur filósofo que se decía cristiano, y que distinguía entre sus escritos filosóficos y sus escritos referentes a la teología. Entre sus muchas cualidades está la de tender puentes donde otros se empeñan en cortarlos.
Como el tema del aborto, el respeto de la vida desde su inicio es un tema particularmente querido por Opus y similares voy a traer un texto al respecto. Mi argumento frente a ellos es que no creo en el respeto a la vida de los embriones de quienes no respetan la vida y los derechos de seres humanos salidos del viente materno y crecidos. Con la jerarquía que ha ocultado los abusos para no manchar la imagen de la iglesia el argumento es todavía más fuerte. Difícil creer tanta preocupación por quien no se ve cuando no se tiene por aquel a quien se ve.
Pero voy a por Ricoeur en su noveno estudio de "Sí mismo como otro". Frente a dogmatismos y razonamientos de hace mil años, reflexiones a la altura del tiempo:
"Es cierto que el problema de la "vida que comienza" presenta un grado suplementario de complejidad... Tratándose del feto humano, es difícil no preguntarse qué clases de seres son, si no son cosas ni personas.. En un sentido, la posición kantiana sobre la persona no está desprovista de toda implicación ontológica, como lo ha recordado la fórmula: la naturaleza racional existe como un fin en sí. Por contraste, la cosa, en cuanto manipulable, recibía un modo de existencia opuesto, definido precisamente por la aptitud a ser manipulada. Y luego, en esta oposición bipolar entre cosa y persona, la distinción entre modos de seres seguía siendo inseparable de la práctica, es decir, del modo de tratar a personas y cosas.
El nuevo problema planteado por la vida que comienza está en otra parte: lo que el embrión y el feto humano cuestionan es el carácter dicotómico de esas consideraciones (o se es cosa o se es persona); para complicar las cosas, el que plantea las preguntas más embarazosas no es sólo el embrión humano en el útero materno, sino también el embrión separado, concebido en probeta, guardado en el frigorífico y disponible para la investigación científica. Como escribe Anne Fagot: "hay conflicto entre el principio del respeto debido al ser humano y la instrumentalización de ese ser, a menos que que un embrión humano no sera una persona humana."
Es necesario escuchar a los defensores de las tesis opuestas para determinar mejor el punto de la sabiduría práctica. Según los partidarios de un criterio biológico de la presencia o ausencia de persona humana, persona y vida son inseparables, en la medida en que ésta apuntala a aquella: pues, dice el argumento, el patrimonio genético o genoma que firma la individualidad genética está constituido desde la concepción. Para la forma más moderada de la tesis llamada biológica, la consecuencia ética es la siguiente: el derecho a la vida del embrión es un derecho a una "oportunidad de vida": en la duda, no se debe de correr el riesgo de homicidio. Esta noción de riesgo introduce el argumento biológico en la región de la sabiduría práctica. De aquí se concluye la prohibición de cualquier práctica que no sirva a los presuntos fines del embrión y del feto, los de vivir y desarrollarse.
Sin embargo podemos preguntarnos si la sabiduría práctica, sin perder completamente el criterio biológico, no debe tener en cuenta los fenómenos de umbral y estadio que cuestionan la alternativa simple "persona o cosa". Sólo la ontología sustancialista que dobla el argumento biológico impide que se desarrolle una ontología del desarrollo capaz de situar el juicio prudencial en un ámbito típicamente intermedio. (La distinción que propone Ricoeur entre identidad-mismidad e identidad-ipseidad le lleva disociar el argumento biológico de la ontología sustancialista).
La tesis opuesta exige observaciones parecidas; si se vincula la dignidad solo a las capacidades plenas como autonomía del querer, sólo son personas los individuos, adultos, cultos, ilustrados. Hablando con rigor a los seres que no llegan a esa autonomía se puede decidir protegerlos, como se protege la naturaleza, no respetarlos, como se respeta la autonomía de las personas. La tesis puramente moral del respeto necesita de una ontología mínima del desarrollo, que añade a la idea de capacidad, propia de una lógica del todo o nada, la de aptitud que admite grados de actualización.
Este vaivén entre descripción de umbrales y apreciación de derechos y deberes, en la zona intermedia entre cosa y persona, el que justifica que clasifiquemos la bioética en la zona del juicio prudencial. La apreciación diferenciada y progresiva de los derechos del embrión, luego del feto, por enriquecida que esté por la ciencia del desarrollo, no puede dejar de incorporar valoraciones marcadas por el mismo estilo de tradicionalidad que las herencias culturales arrancadas a sus suelo dogmático y abiertas a la innovación. En este juego complejo entre ciencia y sabiduría, el peso de los riesgos corridos respecto a las generaciones futuras no puede dejar de moderar las audacias de la técnica. El temor de lo peor como dice Hans Jonas es un componente necesario de todas las formas de responsabilidad a largo plazo que exige la época de la técnica..."
En definitiva mucha prudencia, justo medio que no quiere decir "ruin compromiso", tomar consejo de los hombre y mujeres más reputados.
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