PÍO XI Y MUSSOLINI

De vez en cuando me llegan noticias sobre nuevas investigaciones que aluden a la inestimable ayuda que diversos eclesiásticos prestaron al auge del fascismo. El fascismo es un gran padecimiento para los pueblos que lo han sufrido, media Europa. Alemania, Italia, Francia fueron liberadas de él por Estados Unidos.
La iglesia católica en sus altos estamentos fue cómplice, sin duda. Así lo muestra el nuevo libro de David Kretzer. A Fascismo y catolicismo siempre les unió el enemigo, el comunismo.



spiegel.de

El Papa Pío XI y Mussolini: Pacto con el diablo - SPIEGEL ONLINE

SPIEGEL ONLINE, Hamburg, Germany

En el Vaticano se dice que el tiempo pasa de forma diferente, miden por siglos, los imperios y sus visiones del mundo van y vienen pero la roca de Pedro permanece inalterable, sus fundamentos siguen siendo los mismos.

El historiador David Kertzer prueba en ”El primer vicario”, libro premiado con el premio Pulitzer que la roca de Pedro no permaneció firme ante el régimen fascista ni fue fiel a sus propias convicciones. De ahí que el profesor norteamericano concluya que el ascenso de Benito Mussolini y del fascismo italiano fueron posibles por la colaboración del papa en ejercicio Pío IX.

El vicario de Cristo y su administración dirigida con mano de hierro no salen bien parados. Kertzer ha profundizado durante muchos años en los archivos secretos del Vaticano, concretamente en los documentos del papado de Pío XI puestos a disposición del público en 2006. Ha encontrado material explosivo, según las investigaciones de Kertzer el papa Pío XI no sólo se movió tácticamente con Mussolini también pactó con él haciendo posible su llegada al poder. 

 

De esta forma el historiador ensombrece la imagen positiva de Pío XI dominante hasta el momento. Tradicionalmente Pío XI era el papa que había protegido a los judíos y había criticado el fascismo en abierto contraste con la postura de su sucesor el papa Pío XII. - "La luminosa imagen anterior se transforma en la imagen bien trágica de un hombre oscuro” escribe el historiador Hubert Wolf en la presentación de la versión alemana del libro. 

Mano a mano contra el comunismo

El 6 de febrero de 1922 Achille Ratti se convirtió en el papa Pío XI. 9 meses más tarde el fracasado maestro de escuela Benito Mussolini llegó al poder gracias a un golpe de Estado llevó a cabo la fasticización del mismo. Los dos personajes actuaron sincronizadamente intentado establecer su poder, así lo documenta Kertzer. Una primera caída original tuvo lugar para el Papa tres años después de haber llegado al trono de Pedro.

Quería terminar con la cuestión romana que desde hacía 50 años mantenía a la Santa sede en la incertidumbre y el aislamiento, sin derechos y sin influencia, sin lugar en el que ejercer su soberanía. Mussolini vió en el tema una posibilidad inigualable de resolver el problema al tiempo que instrumentalizaba al Papa en favor del Fascismo.

En febrero de 1929 la santa Sede y el reino de Italia, representado por Mussolini, firmaron los tratados de Letrán. Mussolini exigió el reconocimiento de la Italia fascista, y la benevolencia divina para su gobierno: el apoyo a su persona como "Duce" del movimiento fascista. El Papa Pío tragó. Tan atractivos le resultaron los nuevos derechos de la iglesia, la nueva soberanía para el Vaticano y las esperadas reparaciones monetarias.

También era atractivo el hecho de que iglesia y fascismo compartían el enemigo número uno de ambos: el comunismo. ¿Por qué no luchar mano a mano contra el enemigo común?

El Papa Pío XI dijo una vez que habría pactado con el diablo para salvar su alma. Era un pacto a lo Fausto, con el que aparentemente el Papa ganaba mucho más de los fundamentales valores que sacrificaba. 

Tira y afloja con la Acción Católica

Dos años después de los Pactos de Letrán llegó la crisis. Desde hacía tiempo el movimiento laico de la Acción católica era una china en el zapato de Mussolini. El Duce estimaba que dicho movimiento se mezclaba excesivamente en contra de los intereses del Fascismo, ordenó tomar medidas en contra. El Papa Pío XI por el contrario consideraba Acción Católica como un hijo muy querido y el arma mejor para contrarrestar la influencia social del Liberalismo y del Modernismo.

Cuando las camisas negras iniciaron acciones violentas contra Acción Católica el Papa ensayó la confrontación. Pero al final Pío XI cedió. Sus soldados, como él los llamaba, tenían que plegar velas y limitarse a actuar en el aspecto religioso y dejar el campo libre al Fascismo.  

Persuadió al cardenal Secretario de Estado, el principal diplomático vaticano Eugenio Pacelli que más adelante sería Pío XII. Pacelli entendió muy bien el pacto con Mussolini al que no veía alternativa.

 

Tardío viraje

En los últimos meses de su Pontificado un envejecido papa se mostró bastante desilusionado. Quería salirse del pacto con Mussolini. La implementación de las leyes racistas en Italia y la estrecha alianza con Hitler le ofreció la oportunidad. En mayo de 1938 Pio XI encargó al Jesuita LaFarge que hiciera una encíclica antirracista..

El proyecto debía ser secreto, sólo el General de los Jesuitas podía enterarse. Fue un hecho totalmente fuera de la norma que el papa puenteará al Secretario de Estado Pacelli y no le informara de la Encíclica. El papa temía la resistencia de Pacelli, pensaba que le disuadiría de escribirla.

El drama siguió su curso a pesar de todo. El General de los Jesuitas Ledóchowski de ideas muy conservadoras rechazaba una y otra vez el texto. El Padre Rosa redactor jefe de la "Civiltà Cattolica" colaboró conspirando. Los dos sabían que Pío XI estaba enfermo. Tres semanas antes de la muerte del Papa el proyecto fue devuelto con el voto descarado de que no valía y su autor tenía que empezarlo de nuevo. Así fracasó la encíclica antirracista.

Profundamente enredado

Tras el encargo secreto al padre LaFarge el Papa Pío quería que las leyes racistas fueran combatidas en todas las parroquias.  Se trataba de proteger a los judíos. Como vicario tenía que no dejar pasar sin protesta las leyes antisemistas de su propio gobierno. 

Pero en unas negociaciones secretas Mussolini engañó astutamente al papa. Quería que la Acción Católica le dejara definitivamente en paz : la gente echada de la Acción Católica debía integrarse en el Partido fascista con la condición de que el Papa y la prensa eclesiástica no criticaran las leyes racistas.

En agosto de 1938 se firmó un tratado secreto. El Papa fue presionado por sus propios ministros a firmarlo. El anciano Papa se resistió, dudó y al final cedió. Estaba demasiado liado con el Duce.

A partir de ahí l’Osservatore Romano y otros medios eclesiásticos declararon que las leyes racistas antijudías constituían el Derecho natural de un Estado. El Vaticano había vendido a los judíos italianos a Mussolini.