AL FRENTE DE LA CIENCIA ESPAÑOLA
.Me pregutan si sabemos si el criminal de guerra croata Ante Pavelic que Franco acogió murió en 1959 o si murió más tarde. Pavelic tras organizar genocidio en Croacia entre 1941 y 1945 fue protegido por el papa Pío XII y el cardenal Stepinac, luego halló refugio en Argentina, y para escapar a la justicia penal internacional ningún sitio mejor que la España de Franco. ¿Protegió el "Opus Dei" a Pavelic?
Siguiendo con el Descargo de conciencia que cualquier puede descargarse en Cervantes virtual,
más adelante habla
Laín de la derecha de cortas miras que pretendía imponerlas y de que
intentaba desquitarse de su objetiva inferioridad intelectual frente a la
izquierda de los últimos cincuenta años. Parece que no está hablando ya del
tema Escrivá pero en el fondo sí, puesto que su invento “apostolado con los
intelectuales” objetivo supuesto de los principios, iba en la línea del
desquite frente al dinamismo de los escritores y filósofos que no hacían
bandera de la fe católica, la tuvieran o no la tuvieran, ya eran de
“izquierdas” para el cura formateado siglo XIX que siempre y hasta el último
aliento fue el de Barbastro.
Si Laín Entralgo creó la revista Escorial a modo de llamamiento a todos los intelectuales españoles
de los años cuarenta para que en ella volcaran sus pensamientos y enseñaran así
a las nuevas generaciones su saber, el
Ministerio de Educación franquista dirigido por Ibáñez Martín se puso manos a
la obra con la creación del CSIC, nunca mejor empleada la expresión “manos a la Obra”.
“Desde el Ministerio de Educación Nacional y a través del
naciente Consejo Superior de Investigaciones Científicas se acometía la empresa
de la reconstrucción intelectual de España –tan urgente después del atroz
desmoche que el exilio y la depuración habían creado en nuestros cuadros
universitarios, científicos y literarios- con un criterio directamente opuesto al
nuestro: continuó implacable tal depuración, y DELIBERADA Y SISTEMÁTICAMENTE se
prescindió de los mejores, si estos parecían ser mínimamente sospechosos de
liberalismo o republicanismo, o si por debajo de su nivel había candidatos a un
tiempo derechistas y ambiciosos. Los ejemplos menudean y sangran. De dirigir la
investigación filológico-románica no se encargó a Dámaso Alonso y a Rafael
Lapesa –y por supuesto, tan pronto como volvió a España, a don Ramón Menéndez
Pidal-, sino a Entrambasaguas y a Balbín. Al frente del Instituto Cajal,
nuestro más prestigioso centro científico no se puso a Tello o a Fernando de
Castro, ambos discípulos directos de don Santiago y disponibles ambos en
Madrid, sino –entre otros- al enólogo Marcilla, persona excelente y muy competente
en lo suyo, pero tan alejado del trato con las células del Purkinje, valga este
ejemplo, como del cerebelo puede estarlo el vino. El gobierno y la orientación de los estudios
físicos no fueron encomendados a Julio Palacios, católico y monárquico, dicho
sea de paso, y a Miguel Catalán, espectroscopista de renombre universal, sino a
José María Otero Navascués, óptico muy estimable, desde luego, mas no
comparable con los dos maestros antes mencionados.
Para la dirección de los estudios filosóficos el P. Barbado
fue preferido a Xavier Zubiri o incluso a don Juan Zaragüeta. Acerca de la
actitud del P. Barbado frente a Ortega, toda ponderación sobra; por él y por
quienes le llevaron a dirigir el Instituto Luis Vives -¡pobre Luis Vives!-
hablaría luego su hermano de hábito el Padre Ramírez.
Añade que más de una vez le oyó contar a Fernando de Castro
la anécdota de que el tal Fernando de Castro le dijo al opusino: “Que el Cajal
se nos muere, Albareda”. A lo cual este respondió algo que en un gerente de la
ciencia española de la segunda mital del siglo XX resulta punto menos que
increíble: “Qué quiere, Castro: todo en la historia se acaba alguna vez.” En definitiva
lo que me temía, un pantin al frente
de la ciencia española. Por mi parte es la única frase histórica que he visto
se le atribuya a este seguidor de Escrivá que debía de ser un lacayo al que le
faltaba la peluca empolvada. Lo hizo director del CSIC; lo hizo cura, lo hizo
rector de la universidad OD en Pamplona.
NO sé si fue Barbado o Ramirez, docente eventual de la
facultad de Madrid, el agente de la escandalosa reprobación de la tesis
doctoral de Julián Marías en 1941: acto cometido in odium auctoris como in
odium auctoris magistrorum, los de la madrileña facultad de filosofía
anterior a 1936. …
En el CSIC de Barcelona el enorme vacío creado por la
ausencia de Augusto Pí y Súñer fue habitado por el incipiente y escasa
fisiología de Jiménez Vargas, miembro del Opus Dei. A cuyo funeral asistí en
Pamplona, celebrado en el polideportivo de la universidad por el prelado venido
de Roma a tal efecto. Don Juan Jiménez Vargas era un histórico, de los
primeros. Y no contaré que casi hasta el final de sus días, cuando ya era un
ancianito que hubiera debido alimentar palomas en el parque tomando el sol y
charlando con sus coetáneos, le dejaban ir a la facultad, colgar el abrigo,
ponerse la bata blanca e imagino que molestar a los que estaban investigando.
Frente al CSIC, nido opus, dinero y vocaciones, de hombres y
mujeres, que yo sepa Maria Luisa Moreno de Vega y Maria del Carmen Tapia
salieron de allí, dice Laín que sólo Carlos Jiménez Díaz instaló su Instituto
de Investigaciones médicas donde recalaron Rof Carballo, Grande Covián,
Barreda…etc.
Pues bien hoy mismo leo la reseña que de este tal Rof
Carballo vida y obra han realizado un cura opus de Pamplona y otro, no sé si
cura, también de Pamplona. Puede ser “operación rescate” como que fue también
“amigo de Gabriel” aún no estando en el CSIC sino enfrente. Lo nuestro es
infección.
Laín sigue detallando la implacable depuración a la que se
sometieron escuelas, institutos, Academias, Universidades. Ellos, los hijos del
Padre, entre los beneficiados de la depuración, santificándola con su sola
presencia, ya que ocupaban los puestos de indeseables.
Súmese el sistema para la provisión de las plazas
universitarias que imperó en los doce años, nada menos que doce, de Ibáñez
Martín, ACNP y Opus todo junto, al frente del ministerio: Exigencia de un
certificado de adhesión a todos los opositores a cátedra y formación de los
tribunales por puro arbitrio ministerial, y siempre adjudicado a personas
“seguras”.
“No necesitamos escritores liberales” se decía.
Motivos que ve Laín en esta renovada inquisición:
-Inclinación al adanismo en España.
-Sordo resentimiento cultural de la derecha española,
-la oscura conciencia de que la situación no iba a durar,
próxima la derrota del Eje, y había que aprovechar “ahora que puedo”.
La adhesión lacayuna al poder es “rebajante” para la
persona, uno pisotea su dignidad. Entonces había que procurarse un puesto y era
una dictadura.
Me duele ver españoles más jóvenes que yo cuyo
comportamiento va en la misma línea en los tiempos que corren, en los que no
hay peligro de cárcel ni de inanición.
Laín reconoce haber apoyado a López Ibor,
opusino deportado a Barbastro por firma de documento monárquico, pero no dice
nada de “su pertenencia”, la de López Ibor.
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