SISTEMA DE AUTOLAVADO ECLESIAL

Los curas televisivos de la época de las dos cadenas únicas, la primera y UHF, eran Dorronsoro y Urteaga. Urteaga, autor de un bestseller opus de los 70, llegué cuando ya pintaba el ocaso del bestseller, el valor divino de lo humano. Demasiado exaltado y tintes que iban a tono con los tiempos anteriores. Más vueltas le doy más parece todo traido por los pelos, ¿el chico alucinado? como al final la audiencia o el Supremo alegue eso para invalidarlo todo...no sé, el padre está saliendo demasiado en la tele. Pero suena a falso, demasiada exposición para tan poca lucha, las víctimas de la pederastia clerical reales se han tirado toda su vida adulta intentando sacar la cabeza.
Lo de Ladaria es posible, mis contactos me aseguran que los od también se mueven con soltura en tribunales franceses, podría ser una intempestiva llamada zancadilla al pontífice y su directo colaborador.
 El cardenal de Lyon y primado es una pieza clave en la estrategia de dominación od del episcopado en el vecino país.

heise.de
Peter Bürger

La desvergüenza de la religión del clericalismo no tiene fronteras: incluso bajo el pontificado de Francisco el Vaticano muestra abiertamente tener un plan para limpiar el nombre de Pío XII.

Eugenio Pacelli, futuro Pío XII., el 20 de Julio de 1933 en la firma del concordato con Hitler. A su izquierda el clérigo y político  Prof. Dr. Ludwig Kaas, que tras haber traicionado a Alemania se instaló en el Vaticano para nunca más volver. Junto a él Von Papen, el aristócrata de derechas enchufado de Hitler. Imagen: Bundesarchiv, Bild 183-R24391. Lizenz: CC-BY-SA-3.0

La desvergüenza de la religión del clericalismo no tiene fronteras: incluso bajo el pontificado de Francisco el Vaticano muestra abiertamente tener un plan para limpiar el nombre de Pío XII.


Los primeros cristianos aparecen en los Hechos de los Apóstoles como la "gente del camino". La llamada de Jesús de Nazaret hace de la Iglesia solo un medio "para que a los pobres se les anuncie la buena nueva de la Liberación y sanar los corazones desgarrados". La herejía del clericalismo sólo superada a medias por el último concilio, ha hecho siempre de la Iglesia un fin en sí misma, un fetiche y un objeto de culto.

En este programa de "la Iglesia como religión" están muy extendidos el culto al sacerdote y el autoculto del sacerdote.  El culto papal del siglo XIX no dudaba en festejar al obispo de Roma como  "Tercera encarnación de Dios".

 

 En tales circunstancias la "gente del camino" se transformó en el sometido pueblo de a pie de una pirámide eclesial que hasta hoy está constituida únicamente por hombres.

El príncipe de la Iglesia siempre actuó siguiendo el lema "Yo soy el Señor mi Dios". El catecismo certificó que todos los elegidos para el sacerdocio reciben un carácter sacramental eterno.

Negación del fracaso

Esta ideología sólo podía mantenerse mediante la supresión sistemática del fracaso. Que el cura en no pocos casos practicara exactamente lo contrario de la predicación cristiana, rompiendo los corazones de los niños y de otras personas necesitadas de protección, no era una cuestión que se debiera discutir. 

El tratamiento de los fracasos históricos en tiempos de crisis es análogo al encubrimiento y ocultamiento sistemáticos de la violencia sexual. La religión del clericalismo ha hecho más de una vez de la Iglesia en la historia una espectadora pasiva o una colaboradora allí donde su misión habría requerido resistencia.

 

 

En la segunda guerra mundial los pastores alemanes no negaron su asistencia al aparato militar asesino de masas. Mientras que algunos religiosos en tiempos de Hitler querían mover a la jerarquía para que asumiera un decidido compromiso con los derechos humanos, los obispos desperdiciaron una parte considerable de sus reuniones en riñas infantiles de vanidades heridas. 

Durante un largo período la propia historiografía del colectivo clerical se preocupó de que los abismos de la historia se transformaran en triunfos de la jerarquía. Todavía hoy podemos admirar las obras de los apologetas.

Apologética

Un ejemplo: ya en el período 1933-1945 los católicos comprometidos se quejaban de que los obispos guardaran silencio ante los críemenes nazis y que en lugar de hacer algo se refugiaran en la región sacramental del "cuidado de las almas". La escuela apologética no puede hacer nada al respecto. 

Explica sin preámbulos que la pastoral era la tarea propia de los obispos y en el marco del nuevo paradigma se pone a investigar los muchos méritos de ese "cuidado de las almas" realizado por la jerarquía episcopal en tiempos del régimen nazi. 

 

Este año tuve oportunidad de escuchar una conferencia sobre el militarista nacional alemán y más tarde cardenal Lorenz Jaeger. El conferenciante silenció los hallazgos inconvenientes en la vida de  Jaeger y se limitó a dos escenas secundarias comparativamente poco importantes ofreciendo una interpretación alternativa de las mismas.

Así creía demostrar que los críticos del obispo de Paderborn entronizado en 1941 no tenían objetivo investigador y sólo querían alimentar la polémica. Por cierto como me enteré después de la conferencia, este apologeta pertenece  en tanto que laico a la "orden de los Caballeros del Santo Sepulcro de Jerusalén" del que fue gran Prior el cardenal  Jaeger de 1950a 1975. Pero por supuesto esto nada tiene que ver...

Un ejemplo þarticularmente vergonzoso de las estrategias paradigmáticas de la historiografía eclesiástica clerical tiene que ver con Pío XII, que como Papa que fue a partir de 1939 no realizó ninguna condena efectiva de la invasión alemana de Polonia y que ejerció un "silencio heroico" durante la  masacre de los judíos europeos.

Fracasado exorcismo a distancia

Cuando los nazis asesinaban a simples y católicos y sacerdotes de a pie sin mucha ceremonia,  Pío XXI hubiera podido proceder excomulgando a Hitler. Pero obviamente pensó que mejor hacer un exorcismo a larga distancia desde Roma para liberar al Reich de los espíritus malignos. Lamentablemente este recuso mágico no funcionó. Hace 8 años ya informé (en otro artículo) sobre algunas significativas cuetiones al respecto de Pío XII. El Papa que evidentemente se mostraba muy amistoso con los alemanes en el poder, estaba bien informado sobre la Shoa pero en todas sus intervenciones sobre la actualidad del momento se abstuvo de emplear la palabra "judío". Sin embargo en su discurso de Navidad de 1942 predicó a los cardenales sobre el camino de la culpa por el asesinato de Dios y en su encíclica  Mystici Corporis del 29 de junio de 1943, el pueblo cristiano se enteró de que la ley judía se había convertido en una fatalidad y que la antigua gracia que tenía Israel se había extinguido. En 2014 el historiador  David I. Kertzer publicó un estudio sobre su antecesor, el "Primer representante, Pío XI y su pacto secreto con el Fascismo" que desde 2016 se puede leer en alemán.  Es inquietante leer que Pío XI (Achille Ambrogio Damiano Ratti) no pudo abandonar al final de su vida el espíritu que le había llevado a la cooperación con el fascismo italiano.

El hombre conveniente

Lamentablemente la mayoría de los historiadores han dejado de lado que los reproches que se hacen en el trabajo de Kertzer contra el sucesor Pío XII (Eugenio Pacelli) son todavía más duros.  Benito Mussolini y colaboradores vieron en él al hombre adecuado para evitar la ruptura entre la Iglesia y el Fascismo. Y todo muestra que estas expectativas se cumplieron adecuadamente.  

Todavía no están a disposición de los investigadores los explosivos archivos del pontificado de Pacelli. Los resultados disponibles hasta ahora todavía dejan cierto margen de maniobra con respecto a la valoración posible de ese pontificado. Quizás haya argumentos en favor del amable juicio que de Pío XII hizo su secretario privado Robert Leiber SJ: "No era un santo pero sí un gran hombre de Iglesia."
Pero la religión del clericalismo basada en la autoestima eclesiástica por encima de todo no se deja llevar por estas sutilezas. Como siempre prefiere la huida hacia delante y declara que  "no tuvo fuerzas para ser un testigo profético"  (Hans Küng).

Objetivo favorito de los tradicionalistas

  David I. Kertzer escribe en el epílogo de su obra sobre el lamentable papel de Pacelli: "el mayor deseo de los tradicionalistas  sería la beatificación del Papa Pío XII."

Es una prueba de fuego que nos mostraría la credibilidad del Papa actual cuando critica el clericalismo. Pues la beatificación de Pío XII sería la victoria última del clericalismo, un clericalismo que oculta las actas de la historia y no se deja vencer por la investigación: "Una farsa vaticana que pondría al descubierto la falsedad de las peticiones de perdón de Juan Pablo II."  (Hans Küng)

  Inasequibles al desaliento una parte del Varticano se aferra al proyecto de "lavado" por medio de la santificación. Recientemente Radio Vaticano difundió un mensaje as umido por el portal katolisch.de que el arzobsispo curial   Marcello Bartolucci animó a los fieles del mundo con motivo del  60 aniversario del fallecimiento de  Eugenio Pacelli a recurrir en sus plegarias a dicho papa para recobrar la salud. Y es que todavía falta un "milagro" sin el cual no puede producirse el acceso a la santidad. De vez en cuando se producen este tipo de milagros que se supone deben curar todo tipo de enfermedades. 

La escritura de la historia de la iglesia y de las canonizaciones siempre tienen una dimensión política eclesial. El sacerdote y profesor Prof. Hubert Wolf, un  convincente representante del gremio de historiadores de la Iglesia,  criticó hace poco el hecho de que los Papas canonicen a sus predecesores por sistema lo que da lugar a una a vergonzosa e intensificada imagen de autocomplacencia papal.

 

Los cristianos de mentalidad abierta se alegran de la canonización de Juan XXIII y Pablo VI. La canonización de Pío XII nos llevaría a una situación realmente nueva que afligiría a muchos católicos, entre otros el autor de este artículo. 

 

Un profesor de teología emérito me escribe, comparte totalmente mi preocupación, es la hora de que los jóvenes catedráticos de historia de la Iglesia tomen la palabra en el marco de una postura común.  

 

En el caso de que el negacionista de la  Shoa que fue Eugenio Pacelli sea considerado beato o santo,  habré alcanzdo el límite de lo que estoy "dispuesto a sufrir", supondría una invitación a abandonar el cuerpo eclesial a pesar del Papa Francisco.