EL PADRE
EL PADRE
Sevillano dice que Mtnez Albarracín lo echó de Médicos for the Truth: no quería oír hablar de los efectos de las ondas en los cuerpos trabajados por la sustancia que visto al microscop forma como pañuelos doblados…qué curioso, no habría sospechado de esta mujer tan científica. Es increíble una vez más, el apellido y la procedencia...
Lo que no debe existir no existe, la nueva divisa de los científicos aliados del poder machacador del pueblo , los creyentes son masa.
Que la dictadura regaló el palacio sede central bonaerense me ha dejado sin habla. Con la chuleta bien aprendida, florecemos en dictaduras militares, sea en el hemisferio austral o en boreal. Es lo de menos el hemisferio. Militarismo, autoritarismo, catolicismo viga social…y salen vocaciones como churros, con ayuda del dinero público, con regalos de las autoridades, porque será en provecho del pueblo. Como en Pamplona, donde también se regalaraon terrenos y millones 20 años antes de este regalo “rioplatense”.
Entresacado de la “Crónica de la posguerra” (R. Abellá) a la que yo llamo “etapa fundacional”. Por eso es tan interesante, porque en ella están las bases de la vocación.
Capítulo sobre el culto a la personalidad del Caudillo de España, que se podía aplicar a otros santos que han llegado oficialmente a los altares:
“El Caudillo hecho Padre no podía carecer de magananimidad. La Obra de Presos y Penados al decir de los aduladores a sueldo, “merecía el más amoroso cuidado”, por parte de Franco. Su clemencia era mucha….El 14 de diciembre de 1944, se hizo público un donativo del generalísimo por valor de 250.000 pts, para las famlias de los penados. Cada acción, cada gesto, por tímido e insuficiente que fuese, era objeto del más desmesurado eco.
¿Te suena?
“un indulto promulgado en octubre del 39 que afectaba a hombre condenados a penas menores….mereció esta ridícula apostilla:
Y si sobre el heroico pecho del Caudillo, constelado merecidamente por las más preciadas condecoraciones que se otorgan al valor militar y civil, pudiera bordarse una nueva, hecha con lágrimas de gratitud que su bello gesto ha arrancado, ella sería la que más rutilantemente brillaría que aquél….
La iconografía de Franco se hizo invasora, abrumadora: Franco con el bordón del peregrino de Santiago, Franco con la palma en la procesión del Pardo, Franco con la muceta de doctor honoris causa, Franco con la espada de la victoria, Franco con el casco de minero, Franco cazador…fotografiado, ensalzado de un modo persistente, continuo, incasable. Pero un padre se lo merece todo y más si se acumula la leyenda de que a él, y sólo a él y a su portentosa habilidad, se debe el no haber entrado en la Segunda Guerra Mundial,….El es el hombre que no se casa con nadie, el jefe que cambia sus uniformes, que exhibe camisa azul y boina roja para luego dejarlas en el desván; que alza su brazo en alto para luego abandonar el ademán por desaconsejable.
El es el hombre que deja a los ojos de los incautos una apariencia que se califica de de indefinible, cuando está clarísimo que con totalitarismo, con democracia orgánica, con reino católico social y representativo, deja una imagen clara, univalente y rotunda, y es la del hombre que ha llenado su vida y superado sus frustraciones gracias a un afán de poder total y absoluto. Y por colmarlo, está dispuesto a cambiar de ideologías, a desprenderse de postulados y a olvidad principios. ….El Partido, base de su creencia en la mismísima patria, es más tarde un estorbo al que hay que arrinconar. …La justificación que él mismo se daba era la de que “España estaba necesitada de un largo período de orden y sólo él podía dárselo”.
El mito estaba creado. El resultado un culto y un fervor sin precedentes. Franco se convirtió en el bueno de la farsa. Poco a poco, el lobo se transformó en caperucita. La idea penetró de tal manera que ante el escándalo de la corrupción, otra de las columnas del franquismo de la que poco o nada se habla, Franco dejaba hacer los chanchullos para tener adecuada corte de aduladores satisfechos enriquecidos, ante la vergüenza del país caído en la larga posguerra en manos de unos desaprensivos, la gente del pueblo decía: “Franco es muy bueno, son los que lo rodean los que son unos sinvergüenzas”.
“Si Franco se enterara, Si Franco supiera lo que están haciendo, pero a él lo tienen aislado y además, tiene otras cosas más importantes en que ocuparse que los negocios sucios de sus colaboradores”. Como hacíamos nosotros al principio de nuestras desilusiones, “imposible que sepan en Granada lo que pasa en Jaén”, siguiente paso “imposible que sepan en Madrid lo que pasa en Granada”, siguiente escalón, “imposible que sepan en Roma lo que pasa en Madrid”….y así sucesivamente, hasta que caías en la cuenta de que los ignorantes no eran los demás sino una misma.
“Franco se negaba a escuchar todo lo que turbara su dedicación exclusiva a manejar la política al modo de un cacique que maniobra para que su personalidad quede siempre como amo, como árbitro…Franco sabía que la tolerancia engendra lealtades y apoyos y cortar la corrupción, representaba minar una de las bases de sustentación que desde el día de la Victoria habían de garantizar su continuidad”.
Los años fueron pasando. De Jefe Carismático pasó a ser un Padre que, a juzgar por su longevidad, se temió fuera el Padre Eterno. La Iglesia apuntalaba esta idolatría con le mayestático protocolo del palio, de la reverencia purpurada, del incienso. Sus visitas a las basílicas, con el fasto arzobispal y cardenalicio inclinándose a su alrededor, eran la mejor muestra de una divinización impresionante”.
Como el beso rodilla en tierra de las numerarias inscritas que iban a particpar en el Congreso General.
Y la otra parte, el pueblo ovejuno, abuelo y padre del actual pueblo:
“Casi 3 lustros de gobierno personal habían influido poderosamente sobre las actitudes políticas de los españoles: negado para cualquier otra alternativa y trabajado por una propaganda tenaz y persistente (¡qué bien se nos da también hoy el ministerio de propaganda!), el pueblo español mostraba una pluralidad de conformidades hacia el sistema cuyo único símbolo permanente e identificable era la propia persona de Franco. El fracaso de la República y el fantasma de la guerra habían actuado para fomentar un conformismo que se extendía a amplias capas de la población española.
Pero esta conformidad se basaba más en razones de exclusión
que de adhesión. Sin encuestas prohibidísimas, no era difícil auscultar el
sentir popular. Para los autoderrotados, la anuencia se expresaba diciendo:
“tenemos el gobierno que nos merecemos”. Para los partidarios de la mano dura y
que habían llegado a esta conclusión recordando la inestabilidad de la
preguerra: “la democracia es ausencia de autoridad y entre el orden y el
desorden la elección no era dudosa”. Para los resignados a un sistema de identificación
sin participación: “es mejor que gobiernen los de arriba porque el pueblo
español no está preparado para gobernarse a sí mismo”. El pesimismo
exteriorizaba en “Más vale malo conocido que bueno por conocer”.
O también: “es mejor que sigan gobernando estos que ya están forrados a que vengan otros que están por forrar” Y se cumplió a la muerte del “Padre”….llegaron los “por forrar” en la siguiente etapa y en la siguiente, cadena de forramientos varios y diversos de la que no acabamos de salir. Estamos de ladrones hasta la coronilla. En general y en particular.
Una buena parte de los españoles había llegado un pragmatismo conformista. En ellos, la preferencia por unas ideas se había sacrificado a la defensa de unos intereses salvaguardados por el franquismo y en consecuencia, “si la razón pura les inducía a rechazar la Dictadura, la razón práctica les aconsejaba aceptarla”.
Kant en España.
Así se amasaba el consenso y si a este abanico de conformidades se une el bloque de los incondicionales, es altamente probable que un plebiscito libre hubiera arrojado una mayoría franquista evaluable entre el 60 y 70% de los votantes. La inercia política y el temor al vacío eran fuerzas muy trabajadas sobre una población que tendía a la apoliticidad, cosa que se favorecía dándole a la actividad política un sentido peyorativo y embrollón que favorecía el nuevo sesgo del franquismo, interesado en llevar los derroteros del Régimen hacia una castrada apatía devota del orden y la paz.
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