ORDEN MANÍA
Una de las citas fundacionales dice: "conozco el alma y el corazón de mis hijos simplemente mirando su armario". Se refería al orden o el desorden en nuestros cajones y percheros de camisas y calcetines. En od mucho, por no decir todo, tiene que ver con las apariencias. Otra de las máximas favoritas que nos enseñaban: "un sitio para cada cosa y una cosa para cada sitio". Les sirve para el acoso institucional. Por muy anodino que resulte reviste una importancia cuasi religiosa.
Las apariencias son primordiales. Todo gira en torno a la imagen que uno proyecta hacia el exterior. Como si cada miembro fuera una especie de escaparate de la od. ¡Cuántas correcciones se hacen porque los juguetes están en el pasillo o los lápices de colores tirados por la mesa! Este tipo de "desorden" tan normal en una casa con niños es juzgado por las numes como síntoma de dejadez fruto de la confusión interior. "Mi casa no refleja orden y limpieza perfecta, descuido las cosas pequeñas, no me santifico en este aspecto fundamental. Tengo que corregirme".
Me parece que solíamos tener los "círculos" y la charla, la dirección espiritual, en las casas de las supernumerarias para de paso vigilar, no porque nos fuera más cómodo. Cada quince días la numeraria que venía a mi casa podía ejercitar su inspección rutinaria: ¿está la casa ordenada? ¿los muebles están en perfecto estado de revista?
Así que como toda buena supernume recibía a esta nume para recibir la dirección espiritual, la ayuda para crecer en mi vocación, me daba consejos para mejorar mi vida espiritual. Solamente a ella le puedo contar todo lo que se me pasa por la cabeza y el corazón. No fui yo quien elegí a la directora, me la impusieron, no congeniábamos en absoluto. Estaba empleada en la ONU, venía vestida y maquillada de manera muy estricta, falda plisada, blusa, mocasines, pelo corto, unos 40 años. Simpática aunque rígida, una constante en el opusd. No tenía animosidad contra ella, pero sus visitas me pesaban. Parecía que no pero inspeccionaba todos los rincones, preguntaba sin vergüenza. Un día me soltó que no tenía que mirar los escaparates de las tiendas de lencería.
Las sesiones de acompañamiento espiritual de esta nume iban de par con inspecciones materiales indisimuladas. Por eso el día que iba a venir me convertía en la Putzfrau, como se dice en la Suiza alemana, a la búsqueda de la mínima mota de polvo y el mínimo resto de grasa, y por supuesto recojo todos los juguetes que mi hijos han dejado tirados por todo el piso. ¡Cómo si fuera normal que una casa con 5 niños estuviera como un centro de numes a las 3 de la tarde! Si la directora hubiera abierto los armarios no se habría decepcionado y hubiera conocido el estado real de mi alma. Quizás me habría escuchado cuando le decía que el od no está hecho para mí y que no tenía vocación.
Sin embargo no soy una persona desordenada, ni tampoco maniaca del orden. Solo que como éramos muchos de familia había que tener cierto orden para sobrevivir, es preciso saber donde están las cosas enseguida. Pero lo que la nume pretendía era más obsesión que otra cosa. Las charlas con la nume eran una auténtica sesión inquisitorial, material, espiritual y personal. Preparaba lo que le iba a decir como si fuera un examen oral. Tenía sensación de ser espiada y que haga lo que haga nunca estaré al nivel. En mis 13 años de pertenencia nunca recibí una palabra de alabanza o ánimo. Nada era lo suficientemente pefecto.
Incluso cuando me esmeraba en limpiar y ordenar hasta el último rincón, la diretora siempre tenía reproches, siempre encontraba un detalle que no había santificado:
zapatos sin limpiar en la entrada, la vajilla en el fregadero o secándose en el escurridor, huellas de dedos en los cristales ... Me repetía que me faltaba mucho para la perfección, apoyándose en esos pequeños detalles que diferencian a los santos de los demás. ¡Estaba muy lejos de la santidad! Pero la verdad es que nunca tuve muchas ganas de ser perfecta, me conformaba con ser perfecta con pequeños bellos defectos.
Muchos años después de haber abandonado, cuando alguien viene a mi casa tengo el reflejo de ordenarlo todo. Poco a poco me fui liberando de esta manía esclavitud, y ya no me vuelvo loca sacando brillo a los cubiertos. Vivo y mi piso va detrás. Con el tiempo he dejado de estar obsesionada por lo que los demás van a pensar de mí. Ya no les atribuyo los pensamientos opusinos que no tienen en realidad. De vez en cuando resurge el condicionamiento. La deformación od hizo que surgiera en mí la sensación de estar siendo vigilada constantemente, un sentimiento del que tengo que prescindir, estoy decidida a erradicarlo.
Esta forma de aplastarte, de sacar a la luz tus defectos y subrayar tus fallos e imperfecciones es una forma de minar la seguridad y autoconfianza, una forma de aniqiuilar la personalidad, una maniobra contra la autoestima de la persona. Así es como se fabrican personas maleables a voluntad. Había en esas exigencias una cierta lógica consistente en borrar cualquier signo de vida, como ocurre en los centros opus donde el ambiente es aséptico. Son pisos super hiper limpios, demasiado, muy bien ordenados. Todo brilla y no hay cosas por medio. Todo perfecto, tan perfecto que parece inanimado. Los centros de la obra están muertos, no hay respiración ni aliento en ellos. Son más impersonales que un hospital.
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