Filosofía y fe según Unamuno

Ya era hora de poner a don Miguel de Unamuno en mi blog. Me parece que la escalera que se ve detrás está en la universidad de Salamanca, en el edificio célebre de la fachada plateresca con la rana. Muy cerca del aula que lleva el nombre de Miguel de Unamuno.

Así descansamos de tanta falsa tesis... aunque el tema no está agotado ni mucho menos.

He estado sumergiéndome en "Del sentimiento trágico de la vida en los hombres y en los pueblos" (1913). Y se me pasan muchas cosas por la cabeza al leer este libro, primero, que me gusta la forma unamuniana de entender la filosofía. La filosofía como algo que se siente, la filosofía que se acuesta más al sentimiento que a la razón, como María Zambrano, otro elemento de mi panteón filosófico personal. Lo que más nos debe importar del filósofo es el hombre, no la erudición.

También me pasa, la erudición filosófica me desanima. La filosofía se hace con todo el cuerpo, dice él, no como los "filósofos definidores" que sólo usan el cerebro. La filosofía se hace con el alma, con la sangre, con el corazón, con los pulmones, con el vientre, con la vida.

Frases que enmarcaría, que me bastan y me sobran para expresar lo que quiero yo decir:

"Si un filósofo no es un hombre, es todo menos un filósofo, es sobre todo, un pedante, es decir, un remedo de hombre."

"Porque puede uno tener un gran talento, lo que llamamos un gran talento, y ser un estúpido del sentimiento y hasta un imbécil moral. Se han dado casos."

Y particularmente, ahora que se habla de fe en opuslibros.org, me parece que Unamuno sabía qué era la fe. Mucho mejor que los opusianos. La fe no es algo intelectual, creer cosas que no se entienden. La palabra fe en el opus se utiliza a menudo en lugar de la palabra obediencia ciega. Aunque diga el fundador que no quería obediencia ciega, si lo tuviera delante se lo diría: "sí querías y necesitabas obediencia ciega". Era lo único que le servía. Pero la fe no es ceguera.

La fe es vida, porque se puede vivir y se debe vivir de ella. Unamuno sentía la fe, en él era el ansia de no morir para siempre, porque sentía que el mundo está hecho para la conciencia.Y la conciencia no quiere morir. Cuanta más fe más humana es la persona y por ello "más divina", cuanto más de la tierra más del cielo. Unamuno sí sabía de que hablaba cuando escribía estas frases sobre la fe, algo sentimental, también imaginativo, porque en la fe entran todas las dimensiones de la persona.

Esto lo pongo en contraste con la fe opusiana de un libro ampliamente comentado por los investigadores independientes como Estruch. Me refiero al libro del cura numerario Urteaga "El valor divino de lo humano". Este libro estuvo muy de moda en los años setenta, ochenta y con el paso del tiempo cayó un poco en el olvido, porque el cristianismo guerrillero, hecho de los restos de la cruzada, en la España democrática cada vez pegaba menos.

Vemos en Urteaga el esfuerzo desesperado por frenar lo que
posteriormente se ha dado en llamar “proceso de secularización”.
Frenarlo, como sea: “¡A golpe de látigo!”, si es preciso (Urteaga,
1948, 97-108): “Si en tu Patria hay mano cobarde que acerca
su tea encendida a la Iglesia del Poderoso, no temas empuñar
el arma. ¡No podemos dejarnos matar! Que nadie se ría de un
cristiano” (ibid., 97), porque “los cristianos de hoy no tenemos
vocación de mártires, sino de guerreros” (ibid., 98), y conviene
que todo el mundo sepa que “los cristianos de esta generación
están dispuestos a morir matando” (ibid., 99).

Recuerdo que en la Pamplona de mi adolescencia había un grupo llamado "guerrilleros de Cristo Rey". Ignoro a qué se dedicaban, ¿acciones violentas en nombre de Cristo?, tampoco sé si habian leído a Urteaga. En fin, hay más que paralelismo entre ser guerrillero de Cristo rey y tener vocación de guerrero, no de mártir.