CONTINUACIÓN DEL INFIERNO

Después de Pastora solo decadencia y crisis. Continuando la línea emprendida años antes. Presencia, estilo, clase, voz, interpretación.

El quinto día la directora me llamó y me dijo que tenía que hablar con un cura. Mi "amiga" que se me había "pegado" iba a estar presente. El cura me dijo todo lo que hacía en el "opus dei":

decir misa todos los días, escuchar las frecuentes confesiones de las residentes, insistió mucho en este punto, retiros sobre el tema "cómo decir a los demás que soy buena cristiana, pues muchos me critican y necesito argumentos para hacerles frente, repito literalmente sus palabras. Esto me hizo saltar en la silla pues me habría parecido más apropiado que el tema fuera el evangelio de san Lucas o la Stma. Trinidad o cualquier otro ¡no ese! Quisieron que confesara pero no me dejé hacer y les dije que mejor no. 

No iba a todas las misas, solo iba el domingo. Pero en las únicas dos misas en las que estuve,  me llamó la atención que duraban como mucho media hora y que el cura nos daba la espalda salvo en el momento de la homilía. Enseguida me sentí prisionera, como en una jaula.

Por la noche la residencia se cerraba con llave, llave que ellas sabrían donde guardaban. Por el día si salía tenía que avisar a alguna y decirle lo que iba a hacer, incluso contarle mi itinerario. No podía dar un paso fuera sin que me acompañaran al menos dos personas.

Además me fijaron una regla que jamás seguí. Cada vez que salía o que llegaba tenía que ir a la capilla para saludar a Dios. Era una muestra de respeto ya que yo estaba viviendo en Su casa, y siempre se salud a la persona en cuya casa uno vive. Personalmente pienso que Dios está en todas partes (no solo en el "opus dei") y que si algo se puede considerar su casa es una iglesia.

En cuanto comencé las clases me dí cuenta de que era muy difícil hacer amigos, porque mis "vigilantas" poseían mis horarios y sabían exactamente cuando tenía que salir para la universidad y cuando tenía que volver. Habían calculado que mi trayecto era de 25 minutos y si tardaba 35 me sometían a interrogatorio.  

Todo el tiempo estaba ocupada, se traba de aislarme del mundo exterior. Vivía enclaustrada en su mundo que ellas pretendían era el verdadero y la vida real. Todo estaba controlado y administrado. 

Por ejemplo era el momento de las Olimpiadas. A veces veíamos algunas competiciones. Pero me dí cuenta de que eran grabaciones que se habían seleccionado y filtrado. No podíamos ver un programa en directo y mucho menos las noticias.

Pronto no era capaz de tomar decisiones: todo lo piensan por tí, como llevas uniforme no hace falta romperse la cabeza sobre la vestimenta del día. Tienes un horario preciso en el que pone todo lo que vas a hacer durante el día: las horas de trabajo y las horas de oración. Obedecía sin tomar iniciativas. Poco a poco perdí mi via privada y los contactos con gentes de fuera de la residencia. A pesar de que tenía vínculos muy fuertes con mis padres y mis amigos me veía incapaz de mantener esas relaciones. No tenía tiempo para escribir. Ellas dirigían mi tiempo, tenía que pedir permiso hasta para ir al baño. Sí ¡bastaron quince días para llegar a este extremo! Tenía la impresión de estar en una secta".

 En lo que ella llamó "convento infernal" Laura va de sorpresa en sorpresa.

"Me dí cuenta de que había 'toque de queda', otra cosa que no me gustaba es que entraban en mi habitación sin avisar. Generalmente lo hacían cuando yo no estaba y registraban mis papeles, me dí cuenta porque no estaban en el sitio donde los había dejado. Además haciendo la limpieza en las habitaciones de las empleadas me dí cuenta de que habían las cartas de la gente, ¡y lo hacían sin esconderse!

Todas mis conversaciones eran repetidas, supuetamente para que no hubiera secretos entre nosotras porque éramos una gran familia. Me sentía ahogada. Todas las empleadas eran encantadoras pero se sentían en la obligación de decidir lo que era mejor para mí. Tenía la impresión de ser una cría de 3 años a la que le hacen mimos pero a la que nunca se permite decir una palabra.

Hice muchas preguntas a una que llevaba desde los 15 años en el opus, 25 en total, inocentemente le pregunté si le gustaba estar y lógicamente me tenía que haber respondido que sí, pues sino era una masoquista. Pues no, me dijo que para ella era una vocación y que una vocación era distinto a que te guste algo o no. Me llamó mucho la atención, conozco algunos curas y su tuvieron vocación fue por amor a Cristo.

Los padres de Laure se informaron y acabaron yendo en busca de su hija...pero hubo problemas. "Tuvieron que batallar 2 hora antes de que me dejaran marchar"

Laura se instaló en un piso compartido. Y tras el primer momento de entusiasmo, hizo un terrible descubrimiento.

"Se me vino la moral al suelo, tenía ganas de llorar constantemente, me sorprendía poder escoger lo que iba a comer y decidir por mí misma cuando quería salir a la calle. Para ir al banco y cambiar mi dirección, me ví haciendo planes surrealistas para que la otra estudiante con la que vivía no se enterara. Seguía mentalmente en la residencia opus aunque físicamente había salido. Peor todavía: lograron hacerme creer que su vida era lo normal y que tener que tomar las propias decisiones era duro...

Qué locura ya no me reconocía a mí misma. Había sido una persona combativa y me dejaron sin voluntad. Era una persona alegre y allí solo tenía ganas de llorar. Mi nueva imagen me causaba asco. No quería ver a nadie de mis conocidos porque estaba segura de que los iba a decepcionar".

Gracias a una amiga conocida en la facultad pudo superarlo. Pero hoy sigue marcada por esta experiencia. "No entiendo como es tan fácil dejarse manipular. Jamás habría creído que un día me podría pasar a mí".

Bénédicte  y Patrick des Mazery

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