NORMAS
Cuando pité según el ritual de rigor, tuve que esperar a ser admitida. Este momento solemne consiste en una ceremonia en presencia de un cura de la prelatura y el candidato que da lugar a una especie de contrato entre las 2 partes, od se compromete a dar la formación y el candidato a recibirla.
Cuando ya era "verdadera" supernume empecé a recibir la formación correspondiente y lo tuve que aceptar como un regalo. Entonces descubrí el "baile" de normas, todas las prácticas devocionales que se llaman "plan de vida". Hay devociones cotidianas, semanales, mensuales y anuales. Un desconcierto y ola masiva de prácticas religiosas de todo estilo. Desde el primer día, me invade un sentimiento de inpotencia y me siento desbordada, como si me hubiera atado una bola de hierro pesada al tobillo del que no me liberaría sino 13 años más tarde.
Mi vida se regiría por dos palabras "tengo que". En cuanto suena el despertador tengo que levantarme de un salto, y vivir el minuto heroico, no se puede una retrasar ni 30 segundos. Se supone que tengo que tomar una ducha fría, mortificación corporal de la mañana. Pocas veces tomé la ducha fría.
Luego tengo que organizarme para saber a qué misa voy a ir, a qué hora y dónde. Luego tengo colocar mis 20 minutos de lectura espiritual y del evangelio. También tengo que rezar el rosario, suelo aprovechar el trayecto en coche para llevar a los niños al colegio o cuando estoy haciendo la cola en el supermercado.
Tengo que hacer apostolado, buscar a las "ovejas perdidas" para llevarlas al redil. Por ejemplo tengo que visitar a una amiga para convencerla de que acuda al retiro mensual, las amigas están bien vistas siempre que acudan o tengan posibilidades de acudir a sino es una pérdida de tiempo. No tengo que tener apegamiento ni hacer confidencias a esas personas.
Luego tengo que prepararme una clase de doctrina, lo haré cuando los niños estén en la siesta. La visita al santísimo la realizo mientras estoy en misa, una pequeña trampa. A mediodía rezaré el Angelus. En la comida tengo que recordar a los niños que hemos de bendecir la mesa. Ya veré cuando rezo las preces y en el examen de conciencia por la noche recordaré si las he rezado o no. Antes de dormir tengo que rezar 3 avemarías y acción de gracias por el día.
Era mi jornada tipo. Parece nada pero quitaba bastante tiempo, me desbordaba tanta norma. Hablé de ello a mi directora, me respondió que la vocación se adapta como un guante a la mano. Solo tenía que rezar 20 minutos de oración mental y 20 de lectura espiritual y otras dedicaban mucho más tiempo a esas devociones, con el tiempo debería incrementar los rezos, sólo estoy empezando. ¿De qué me quejo? Para una persona que no rezaba nada tengo que decir que no hubo transición...y el guante no era de mi talla.
El sentimiento de aplastamiento me oprime. Tengo que "hacer las normas", no puedo decidir. No las cumplo por amor, como debería, ni porque tenga ganas, sino por deber. Estoy obligada. Dada mi poca fe y poca convicción el peso de esas prácticas religiosas se me hacía todavía más insoportable. Hago las normas sin entender su sentido. Pero las hago porque tengo que dar cuenta de ello. Me guiaba por el sentimiento de culpabilidad: soy una mala supenumeraria, no tengo vocación, al menos tengo que cumplir con mi contrato.
De vez en cuando intentaba hablar de mis penas con la directora espiritual, pero siempre me sacaba la excusa del combate contra Satanás, que quiere sacarme del camino de santidad.
Tengo que reconocer sin embargo que la directora tenía discernimiento porque en 13 años en od no aumentó mi tiempo de lectura espiritual ni mi tiempo de meditación. Mi marido dedicaba el doble de tiempo al cumplimiento de las normas.
Una de las obligaciones de piedad era la oración en latín cuyo sentido se me escapaba y que no tenía que revelar a los no opus: las preces. Es propia de los miembros del "opus dei" y no hay que divulgarla. Pero su contenido no tiene nada de especial. El rezo empieza por una adoración y acción de gracias a la Santísima Trinidad y Jesucristo, oraciones por el Papa, por el obispo, por el prelado, por los cooperadores del od, por los vivos y los muertes, oración de petición de ayuda a los santos, a la Virgen, a san José, a los ángeles de la guardia...invocaciones al Espíritu Santo, a los arcángeles san Miguel, san Rafael y san Gabriel y los Apóstoles san Pedro, san Pablo y san Juan.
Teníamos que sabérnosla de memoria y decirla de rodillas después de haber besado el suelo y decir Serviam! (=¡serviré!) Un día le dije a la directora que me resultaba difícil memorizar las preces, me dijo que tenía que esforzarme, porque si alguien me viera rezando de rodillas, le podía decir que se me había caído un anillo o cualquier otra cosa. Pero si alguien me viera con el papel me haría preguntas. Era una forma de aprender a mentir, ¡siempre los secretos!
Iba a misa diaria con mis hijos la mayoría de las veces. Eran pequeños y no era fácil, uno que canta, el otro que se escapa, otro que tiene hambre....no hay forma de recogerme en oración. Además a los fieles y al cura tampoco les hace gracia el ruido de los niños en la iglesia. Era agotador. Me ponía nerviosa y me enfadaba injustamente con ellos.
Me parecía profundamente paradójico: se supone que como miembro del "opus dei" tengo que santificar mi trabajo profesional que era ser madre y ama de casa. Pero el famoso plan de vida no me dejaba tiempo para ocuparme de mis hijos correctamente. Cuando se lo dije a la directora me dijo que contratara a alguien para los niños. Tampoco me parecía lógico si se trataba de santificarme con lo ordinario delegar en otra persona. Estaba claro que no había comprendido nada del espíritu del "opus dei"...
Y sin embargo leía libros que me recomendaban, sobre todo los escritos del founder EdB, para la lectura espiritual, Camino para la oración. Como son máximas es fácil rezar y reflexionar sobre tal o cual punto. Rezo como me indican. Lo hago para no tener que hablar mucho en la dirección espiritual ni en la confesión. Podría inventar pero nunca se me dió bien la mentira.
Cada semana tengo que confesarme. Me parece excesiva frecuencia y no sé de qué acusarme. Para preparar la confesión está el examen de conciencia cada noche en el que puedo ver mis fallos. El examen de conciencia se refiere solo a las normas. Mi directora me dió una hoja en la que venían las normas con unas casillas para indicar si las había realizado: ¡una check list espiritual! ni una sola vez en 13 años me convenía, tenía que hacerlo y punto.
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