Jesuitas, Quijotes de Dios

Estos chicos que entrevistaron a Claudia "se lo curran", cuando más oigo hablar de SJ más me persuado de que fuimos su caricatura, la historia  se repite primero como tragedia y después como farsa. La frase marxiana viene pintiparada: Ni que Karl estuviera pensando en nosotros cuando redactaba su 18 Brumario, premonición de filósofo. 

Hacen afirmaciones más o menos polémicas a lo largo del vídeo, están de acuerdo en que a pesar de desviaciones,

equivocaciones y abusos espolvoreados aquí y allí a lo largo de su centenaria trayectoria, de fondo hubo una voluntad de hacer el bien. Verdaderos "soldados" al servicio del bien de la Iglesia, de su expansión, como se entendían las cosas antaño. Y lo curioso frente a nosotros es la "flexibilidad", la "adaptabilidad" a las diferentes culturas. 

No se les ocurre imponer crespillos a los chinos, más bien aprender chino y traducir al chino la Geometría de Euclides. Qué diferencia: de la tragedia a la farsa.

Amigos del poder, ejecutivos de una "Compañía internacional", sí, pero también civilizadores, educadores, facilitadores del progreso de los guaraníes que los llevó a enfrentarse al poder monárquico de Portugal y España, así como a la animación de oposiciones a las dictaduras sudamericanas de los 70. Hasta que llegó Juan Pablo II, el polaco, que pienso fue impulsado por od. OD vivía en los 70 y 80 probablemente su máximo esplendor, en vocaciones y expansión geográfica y se intentó un retorcimiento de cuello de SJ poniendo a un anciano al frente de la Compañía.

Una historia de suspensiones y expulsiones varias a los largo de los siglos.

Todo ha encogido 40 años después como peau de chagrin. Normal. Cuando te pones a imitar lo menos digno de ser imitado, tomando el rábano por las hojas....

PAPAS Y ERRORES

El founder asistía desde Roma a los progresos y expansión. Era un hombre con mentalidad de empresario, que cuando acababa un proyecto ya empezaba a pensar en el siguiente, y desde el primer día tuvo vocación multinacional, en 1946 se instaló en Roma, Wall Street del mercado espiritual de Occidente.

Pero inaugurar empresas apostólicas no es fácil. El Vaticano  controla el sector, casi en régimen de monopolio, y para meter cabeza en ese mercado de millones de almas, es conveniente abrirse paso en la jerarquía eclesiástica y caer simpático al Papa.

A Escrivá le costó: aquellos Papas tan proclives al error, se lo ponían difícil. Incluso sus biógrafos más afines recuerdan cuánto sufrió por culpa del os que tocaron en suerte. Noches enteras llegó a pasar rezando por Juan XXIII y por Pablo VI.

REspetuoso con la doctrina del Trento, tenía sus dudas sobre el buen fin del nuevo Concilio. De cuando en cuando rezaba un credo en la basílica de san Pedro y le cambiaba la letra. En lugar de "Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica", decía: "Creo en mi madre, la Iglesia romana, a pesar de los pesares". El cardenal Tardini, quiso saber que quería expresar:

-¿A qué se refiere cuando dice "a pesar de los pesares"?

-A sus errores y los míos.

Los errores de Juan XXIII lo llevaron a decir en presencia de Alberto Moncada, hijo muy pródigo en críticas: "Es el demonio metido en la cabeza de la Iglesia". Los errores de Pablo VI le hicieron exclamar delante de Mari Carmen Tapia, otra ex numeraria que fue muy cercana a Escrivá: "Dios en su infinita misericordia debería llevarse a este hombre".

Y en esas están, a ver si y cuándo Dios en su infinita misericordia finiquita al actual sucesor de Pedro.

En los últimos años de su vida, murió en 1975, los rumbos de la Iglesia posconciliar lo llenaron de angustia. En 1970 escribió: "Sufro muchísimo. Estamos viviendo un momento de locura" Cuando tenía estos pensamientos en el cuarto, oraba a Dios y mortificaba su cuerpo con crueles penitencias. Sólo una cosa lo confortaba: entre rezo y rezo, entre latigazo y latigazo, su obra seguía creciendo. Una obra cuya expansión material era cada día más evidente. Con el auxilio de Alvaro Portillo dirgía un vasto patrimonio religioso, inmobiliario y educativo, con rígidas normas de funcionamiento y un original sistema de financiación, cuya paternidad se atribuye a Amadeo de Fuenmayor.

El opus como tal no tiene bienes, sus miembros entregan todos sus ingresos y propiedades, pero los suelen poner a nombre de miembros de confianza y vocación segura. Ni siquiera las obras corporativas figuran como propiedad de la organización. El santuario de Torreciudad fue iniciativa de "un grupo de hombres de la Corona de Aragón", aunque el founder participara hasta en detalles nimios de su diseño.

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