SILENCIO
Podríamos añadirnos a la impresión de mudez que hemos encontrado quienes hemos dado testimonio. Como esta mujer Anne Mardon que pasó unos cuantos años en la llamada Fraternidad monástica de Jerusalén, y lo contó en un libro "Cuando la Iglesia destruye". Al ver la "no reacción" eclesial, en 2020 reincide con "Silencios en la Iglesia por acción y por omisión".
La iglesia de St Gervais en el Marais, estaba y está en manos de estas comunidades. Como paseantes nos acercamos para valorar el distinto estilo eclesial, hábitos hasta los pies, rezaban en el suelo, de rodillas o en cuclillas en un edificio antiguo y grande. La puesta en escena.
Silencio de la institución respecto al padre Thomas Philippe, capellán de L'Arche, que la bautizó sin que estuviera preparada; silencio de los jesuitas sobre su romance con uno de ellos del que quedó embarazada para luego sugerirle abortar; silencio de la diócesis de París sobre el lado oscuro de las fraternidades monásticas.
Escribe: “Cada vez que confiaba en los representantes de la Iglesia y les contaba mis cuitas, nadie parecía sorprenderse (…) Luego me dí cuenta de que los escándalos que les estaba contando habían existido durante décadas, al menos en las nuevas comunidades, era cosa sabida. "
El segundo silencio es el de las propias Fraternidades. Las masas orantes de Saint-Gervais, fidelizadas por esta misma liturgia que en Anne Mardon funcionó como un imán espiritual y consolidan en la jerarquía católica el sentimiento de que es expresión de una renovación salvífica para la Iglesia. Por lo que sin duda merece la pena cerrar los ojos a posibles derivas.
Han hablado de que Anne cuenta "mentiras". Pero, hay más testimonios que van en la misma dirección [3], existen hechos públicos comprobables que corroboran sus declaraciones, en 1983 las hermanas quisieron hacer una fundación aparte y así lo pidieron al cardenal Lustiger.
Es creíble su denuncia del silencio interno de las fraternidades. Las cosas que no se decían (salidas de hermanos, suicidios, depresión…) no existían.
En este nuevo libro con respecto al anterior de 2019 destaca el trabajo que Anne Mardon ha realizado sobre sí para intentar comprender los motivos de su propio silencio. Al fin y al cabo, nada a priori le impidió marcharse, hablar y escribir, y sin embargo tardó en hacerlo.
Lo hizo tras la muerte de su madre y luego del Padre Pierre-Marie Delfieux que representan las dos “dependencias” psicológicas de su existencia.
“Si las víctimas hablan, se les acusa de dedicarse a la destrucción. Si no hablan, se les reprocha no haber hablado (...) Y en cualquier caso, las víctimas se equivocan al ser víctimas: bastaba con que se hubieran dejado engañar, si es que se admite que sí, que no mienten. "
Un cuarto silencio: el que acogió la salida del libro. Este relato sincero sobre lo que le sucedió, necesaria para la propia reconstrucción de la autora, es además una herramienta única aporte para quienes intentan comprender para prevenir. En su prefacio al libro, Jean-Louis Schlegel, sociólogo de las religiones, quien conoce a la autora, escribe: “gracias a sus reacciones muy francas, aprendí y entendí más sobre las víctimas de abuso y su lucha que con mis lecturas y conocimientos históricos y sociológicos sobre la naturaleza y causas de los excesos sectarios. "
Pero la clave esencial de este libro está en otra parte. No tanto en descifrar el silencio inicial de la institución eclesial, de las fraternidades monásticas de Jerusalén o de la propia autora, sino en la denuncia de un cuarto silencio que siguió a la publicación de su primer libro, de su testimonio. No solo ningún obispo abrió la boca, tampoco la comisión encargada de las derivas sectarias, sino que cuando, a petición suya, es recibida en el obispado de París, se entera de que no ni siquiera han leído su libro. El propio vicario general le dice: “Pero señora, la Iglesia no existe. Solo existen las comunidades y te tienes que dirigir a la tuya"
Esta respuesta le llevó a escribir: “La Iglesia que destrozó mi vida no existía. “Sólo”, la escuchan y apoyar, “sor Véronique Margron, presidenta de Corref [5] y el responsable de los jesuitas.
¿Cuál el valor autocurativo de la palabra de una víctima si nadie se da por enterado?
Silencio por supuesto de las Fraternidades, nadie se pone en contacto con ella. Silencio avergonzado de las revistas católicas que tienen buen cuidado de no publicar. La Vie et la Croix, en esta última se publicó la reacción del prior general Jean-Christophe Calmon, y se informó de una "convocatoria de testigos" a iniciativa de las Fraternidades.
Silencio, igualmente por parte de los medios de comunicación generalistas no confesionales que nada tienen que hacer con un caso de abusos en la Iglesia sin dimensión sexual.
Pero, ¿cuál es el valor de la palabra de una víctima si no es escuchada? Para una víctima que se arriesga a escribir, porque la mayoría no lo hace.
Quizás la comisión Sauvé sea el único "lugar", es privado no oficial, donde se escucha, a solicitud de las autoridades de la Conferencia Episcopal Francesa. No son buenos presagios para el otoño de 2021, cuando están previstas unas jornadas sobre el tema.
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