SERES FEMENINOS
En la entrevista que me concedió Brolezzi añade: "llevar el cilicio dos horas cada día en el muslo provoca un dolor terrible, te entran ganas de salir corriendo de la habitación y quitártelo de inmediato. Pero había que usarlo 2 h sin parar cada día.
Y al menos una vez por semana hay que flagelarse con la disciplina, golpeando en el trasero rezando por San Josemaría. Pero la mortificación corporal no se limita a estas prácticas.Hay que negarse cada día y rechazar los pequeños placeres. Por ejemplo, no beber un poco de agua fresca en una tórrida jornada típica de Brasil. No mirar al pájaro que canta en la ventana mientras estás estudiando. Comer lo que no te gusta, no comer lo que más te gusta. Sentarse con la espalda recta. No cruzar las piernas, no rascarte si notas picores. Hablar con las personas que te agradan menos, evitar la compañía de quienes te agradan."
En su libro habla de ulteriores sufrimientos físicos que los numes se imponen el "día de guardia", y de la necesidad del autocastigo en la óptica del Opus. Otra mortificación impuesta es la obligación de la sonrisa.
"El santo founder estableció que la principal mortificación del nume era sonreír. Con la práctica de esta mortificación, los numes acaban poniendo "buena cara", también cuando atraviesan las peores desgracias interiores. Quien llega al centro tiene que encontrar personas alegres. Se trata de la triste sonrisa del payaso, que esconde sus angustias, porque el espectáculo tiene que seguir."
Brolezzi entra en la temática sexual.
El joven nume empezó pronto a sentir los primeros síntomas del principal problema en el Opus, "los problemas de pureza". Sus sentidos se veían exasperados, la abstinencia lo ponía nervioso y viajar en un autobús lleno de gente, viéndose apretado sin querer tocando con mujeres le suponía un sufrimiento enorme.
Brolezzi cuenta su primer amor platónico con una chica de la clase de inglés, admite que en esa época no tuvo relaciones amorosas que acabaran en intimidad física. Cuando empezó a vivir en el centro todavía era virgen y se atormetaba con episodios de erecciones nocturnas. Manifestó sus dudas, pero lo llevaban al buen camino a través de la participación en retiros espirituales en los que le prometían se recuperaría. Para evitar tentaciones, se le obligó a dejar la enseñanza y a dedicarse enteramente al Opus. Dejó el centro Itaim y se trasladó al centro del od en Sao Paulo. Había roto todo contacto con su hermano y su familia.
El contacto con las auxiliares
En el Centro en el que vivía Brolezzi eran 45 en total. El punto de referencia de todos era el director, Vicente Ancona López. También estaba la sección femenina. El contacto con el otro sexo estaba obviamente prohibido, pero Antonio Carlos se vió turbado por la cercanía física de las auxiliares. Lo cuenta claramente en su libro:
"Teníamos la posibilidad de ver seres femeninos, las numerarias auxiliares, solo en el momento del almuerzo cuando servían la mesa.Era impresionante entrar por vez primera en aquella sala enorme y quedarse hablando en voz baja, frente a vajilla y platillos de plata...De una pequeña puerta escondida e la pared, empezaron a salir mujeres vestidas de negro, con el uniforme habitual de las criadas de las clases elegantes que se ven en algunas películas.
Las auxiliares presentaban una faz inexpresiva, estática. No les estaba permitido mirarnos a los ojos ni nosotros podíamos fijarnos en ellas, era un tema de corrección fraterna si lo hacías, mucho menos podías seguir con la mirada sus n...mientras se desplazaban por el comedor. Así empecé a conocer con un sentimiento de consternación, la falta de naturalidad de la brutal y constrictiva relación entre hombres y mujeres del "opus dei". Comprendí la absurda dimensión de las numerarias auxiliares, mujeres a las que se les había regalado la vocación de servicio y a las que se consideraba como no personas, sino como manos que usaban cazos y cucharones para llenarnos el plato, y también manos para limpiar baños y suelos".
Dado que estaba prohibida la mirada directa, una medida dirigida a evitar las tentaciones, Antonio Carlos se las ingenió para mirar de soslayo a las auxiliares.
"Había una numeraria que me daba miedo, porque tenía la cara del peor paciente de un manicomio. Manifestaba claramente que le aterrorizaba que la tocáramos cuando, por ejemplo, alguien, doblando una servilleta, la tocó cuando se acercó a colocar algo sobre la mesa. En diversas ocasiones retiraba la mano a tal velocidad que daba la impresión de haber tocado un hierro incandescente. Pienso que hubiera preferido morir antes que quedarse ahí, en medio de hombres a los que parecía odiar. Las demás numerarias auxiliares tenían un semblante glacial y en general inexpresivo."
Las condiciones de vida de las auxiliares, en palabras de Brolezzi y de otros, aparecen muy críticas, estructuradas según un clasismo exasperado.
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