El colérico que acaba en necio.


Imanuel Kant












Me ha gustado eso de que ya Kant describió a Escrivá. Pintiparado. He buscado en la Antropología de Kant  y sólo encuentro un párrafo más breve que el tuyo que coincide en el amor de las apariencias. ¿De dónde lo has sacado?

Copio tu texto y subrayo lo que me parece que la obra de Escrivá refleja como un espejo de la personalidad de su inventor, es decir, que los que son "buenos hijos del padre", a su imagen y semejanza se comportan así:

 "El colérico considera su propio valor y el de sus cosas y actos según el prestigio o apariencia que revistan a los ojos de los demás. Con respecto a la íntima calidad o a los motivos que el objeto mismo encierra, se muestra frío: ni encendido por verdadera benevolencia ni conmovido por el respeto. Su conducta es artificiosa. Ha de saber tomar toda clase de puntos de vista para juzgar el efecto que produce según la distinta posición del espectador, pues no se pregunta lo que es él, sino lo que parece. Por eso ha de conocer bien la manera de conquistar la aprobación general y las apreciaciones que ha de suscitar fuera de él su conducta. La sangre fría que esta fina atención requiere para no ser cegada por el amor, la compasión y el interés le substrae también a muchas locuras y contrariedades en las cuales cae un sanguíneo arrebatado por su sensibilidad espontánea. Por eso el colérico parece más razonable de lo que realmente es.




Su benevolencia es cortesía; su respeto, ceremonia; su amor, meditada adulación. Está lleno de sí mismo cuando toma la actitud de enamorado y de amigo, y no es nunca ni lo uno ni lo otro. Gusta de brillar con las modas; pero como todo en él es artificioso y trabajado, se muestra en ello rígido y torpe. Su conducta obedece más a principios que el sanguíneo, sólo movido por impresiones ocasionales; pero no son los principios de la virtud, sino del honor, y no es nada sensible a la belleza o al valor de los actos, sino al juicio que el mundo pronunciará sobre ellos. Como su proceder, si no se considera la fuente de donde brota, resulta casi tan beneficioso a la generalidad como la virtud, obtiene del espectador común tan elevada estima como el virtuoso; pero se oculta cuidadosamente de ojos más sutiles, pues sabe que si descubren el escondido resorte del honor desaparecerá también el respeto que se le muestra.



Recurre, por tanto, con frecuencia al fingimiento. En religión es hipócrita; en el trato, adulador; en política, versátil, según las circunstancias. Se complace en ser esclavo de los grandes para después ser tirano de los humildes. La ingenuidad, esta noble o bella sencillez que lleva en sí el sello de la naturaleza y no del arte, le es completamente extraña. Por eso, cuando su gusto degenera en brillo resulta chillón; esto es, desagradablemente jactancioso. Cae entonces, tanto en su estilo como en sus adornos, en el galimatías –lo exagerado-, una especie de monstruosidad que es a lo magnífico lo que lo extravagante o chiflado en relación a sublime serio.



En las ofensas acaba pronto en duelos o procesos, y en las relaciones ciudadanas gusta de antepasados, preeminencias y títulos. Mientras sólo es vanidoso, es decir, mientras busca honor y se esfuerza en hacerse visible, puede ser todavía soportado; pero cuando totalmente falto de verdaderas cualidades y méritos se pavonea orgulloso, viene a parar en lo que él menos quisiera, esto es, en un necio".


La turbosantidad de John Paul II se veía venir. Si lo hicieron con su santo fundador cuando todavía no tenían el impregne que hoy disfrutan, estaba cantado que lo iban a conseguir con el papa que ellos crearon. Lástima que la gente, los eclesiásticos en particular sean tan manejables. Cuando se vive con miedo, que es lo que sobra hoy entre todos los jerarcas y curas de distintos niveles, miedo a ser echado, miedo a perder el puesto, el cargo, a no subir en el escalafón, pasan estas cosas. No hay libertad para hablar en nombre de todas las víctimas de los "elocuentes" silencios que tuvo el polaco ante los distintos y serios problemas que se le presentaron. Los derechos humanos los predicaba hacia afuera de la iglesia, hacia adentro no los permitió. Entre los dos Ratzinger y Wojtila fueron quitando de en medio, uno por uno, a todas las cabezas pensantes que había dentro de la iglesia católica. Y encima los opusinos y afines nos presentan a estos dos últimos papas como intelectuales, cuando en realidad han sido inquisidores. 

Ratzinger se ha dedicado a la carrera eclesiástica, y esto es incompatible no ya con ser un intelectual, sino con tener opinión propia sobre algo. Tiene delito, porque al polaco todavia le podíamos perdonar su cerrazón viniendo del país del que venía, con un catolicismo muy parecido al español, pero Ratzinger estuvo en contacto y formó parte de los aires renovadores del concilio Vaticano II.
Parece ser que su vivencia de mayo del 68 en la universidad alemana fue traumática, y a partir de ese momento dió un giro de 180 grados.
 
Juan Pablo II cedió a los encantos opusinos de la "apariencia de la virtud", que con frecuencia trae más réditos que la virtud, yo no sé como puede Benedicto XVI justificar que un papa puede ser santo cuando no ha tenido compasión de las víctimas de los abusos sexuales en la iglesia de los que estaba informado, o cuando tampoco tuvo compasión ninguna de los sacerdotes que querían secularizarse para casarse y dejar de vivir una situación que era una losa, y sin embargo tantas facilidades a gente rica y famosa para casarse y descasarse como da la Rota romana. Lo dicho. Nos toman por tontos.

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Beobachtungen über das Gefühl des Schönen und Erhabenen (Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime). Königsberg, 1764. Publicado en castellano bajo el título "Lo bello y lo sublime" junto al tratado "La paz perpetua" (de 1795) por la editorial Óptima colección Odisea (Espasa).

Capítulo II: Sobre las propiedades de lo sublime y de lo bello en el hombre en general.

Leyendo a Kant lo último en lo que se piensa a priori es en Escrivá, pero hasta en esto nos sorprende el maestro. Cuanto menos, profético.
Unknown ha dicho que…
Por cierto, gracias Ana por publicarlo.

Y muy bien elegidas las partes subrayadas, lo cual no era nada fácil, porque todo el texto sin excepción parece concebido ad hoc.

Una prueba más de que los clásicos lo son por algo.
kari ha dicho que…
Vaya par de dos, Ana y este señor o señora Johann Heinrich,hay que quitarse el sombrero con estos dos que manera tan bella de ilustrar al ciudadano tonto ,he inculto como lo soy yo.Me encanta lo que escribis una maravilla.Gracias.

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