Laicidad de Javier Otaola

Gracias Pelayo, con ese nombre a lo mejor eres de Asturias y alguna vez me has visto en persona. Me es igual. Sí, los del Opus son unos incultos, pero ni tú ni yo hemos descubierto el Mediterráneo con eso, se sabía desde hacía décadas. Muchos profesores situados en la universidad española no de esa cuerda lo saben, sin embargo no se han atrevido a señalarlo, hay cosas más importantes en la vida de cada cual que andar señalando injusticias y falsos prestigios, y nos entendemos demasiado bien.
La cuestión es que el silencio cómplice lo hemos pagado muy caro miles de personas en este país de clase media y familia tradicional católica. Lo hemos perdido todo, un buen pedazo de vida, hasta llegar a las conclusiones que otros ya tenían pero se guardaban. Eso es lo que jode, no un poco sino un mucho.

De desengaño en desengaño, a lo Gracián, así ha sido mi vida desde que hace una década casualmente estuve en un grupo de estudio sobre este autor y al tiempo, empezaban mis dudas sobre la sinceridad de objetivos de las directoras en el Opus Dei.

Baltasar Gracián (1601-1658)
Aquí el método que sigo es investigar por mí misma, buscar. Preguntar no me sirve, la gente que sabe la verdadera respuesta a muchos de mis porqués calla. Miedo, cobardía. Lo de Kant en ¿Qué es la Ilustración? No somos un país dado a los argumentos y razonamientos para llegar a conclusiones, aquí hay que entenderse con la cofradía que sea para progresar,  no acabamos de ser ese país moderno que nos gustaría, somos un poco tribales todavía. No están bien vistas las individualidades, y si la individualidad es mujer, entonces despídete de la buena suerte.

Mañana es la sesión del juicio de Isabel contra Enrique Rojas ¡Muchísima suerte! es preciso que la estafa y el fraude continuado tengan su merecido. Ya está bien de falsos consejeros de almas que se forran impunemente quitando a las personas de en medio.


LAICIDAD, LAICISMO






He tenido ocasión de asistir a discusiones entre filósofos o más bien profesores de filosofía sobre qué sea laicismo. La discusión no cumplía los requisitos del habermasiano diálogo libre de dominio, desde el momento en que una de las partes al menos no ponía todas las cartas encima de la mesa. La carta que faltaba es la pertenencia al Opus Dei de esa parte, que no es prescindible en un debate de esta naturaleza.



Como me he criado en el campo catolicismo militante y me he llevado una gran decepción al encontrarme cara a cara con la sed de poder, esta cuestión me importa mucho. Lo que más me ha chocado ha sido descubrir la descarada ausencia de principios morales en la práctica, que es donde está lo interesante de los principios morales. Para predicarlos valen muchos para atenerse a ellos no hay tantos candidatos. Los principios incomodan.





Y siempre me interesa cuál debe ser el puesto de las religiones en una sociedad plural. Nuestro caso español es muy especial, puesto que hasta ayer hemos vivido en un estado confesionalmente católico, por momentos más papistas que el Papa, y hasta hoy en un estado neutral en cuestiones de religión sobre el papel, pero en la práctica seguimos en una sociedad católica. Los ritos de paso en la vida de muchos españoles están en sus manos en general, ¿qué niño se queda sin su fiesta de comunión? Por aquí no conozco a nadie …que lleve su indiferencia religiosa hasta ese punto. La confirmación ya se la saltan más. Y por otra parte seguimos con prácticas ancestrales en que las autoridades rinden culto a Santiago, la virgen del Pilar, las diferentes patronas de los cuerpos militares…poco hemos cambiado.



Lamentablemente no hay análisis, ni discusiones reposadas ni argumentadas sobre estos temas. No salimos de tirarnos los trastos a la cabeza cuando se tratan cuestiones de religión y política tan mezcladas en España desde siempre.



El catolicismo militante que se suele identificar con el nacionalismo español también militante se encrespa cuando se dice que hay que limitar los símbolos religiosos en la vida pública. Y suelen advertir de que esos mismos laicistas abren la puerta al “moro” y a la construcción de mezquitas. Lo nuestro, nuestra historia, nuestra cultura, nuestras obras de arte…y nuestra esencia es ser católicos.



Los defensores de los catecismos católicos no entienden que los demás no suelen tener catecismo como ellos. Y se confunde voluntaria o involuntariamente el hecho de que es un avance de la civilización la neutralidad de las instituciones en materia religiosa, con una “cruzada laicista” o con un “fundamentalismo laicista” que ya es el colmo de las bárbaras expresiones acuñadas en esta guerra.



La pena es que en este país las discusiones se ganan a tortas o sino se hacen bromitas simpáticas con las que se cancela el tema y hasta otro día.



Pero quiero hacerme eco de textos que merecen nuestra atención.



Por una parte J.A Marina escribe: Una de las últimas olas culturales fue la Ilustración. Ella trajo un movimiento de independencia respecto de los dogmas, defendió la idea del progreso y de la libertad y la razón, diseñó una cultura ética en la que el hombre orgulloso de su dignidad, sintiéndose fuerte y autónomo se convertia en legislador de sí mismo.



En la Ilustración del siglo XVIII hay aspectos prescindibles. De mi formación filosófica pamplonesa recuerdo que se nos quería curar de los excesos ilustrados volviendo a lo premoderno, sin haber pasado por lo moderno. Muchos críticos de la razón ilustrada salen de las filas opus. Y la medicina contra los excesos del cientificismo y de la razón técnica es volver a la naturaleza tal como se entendía antes de Newton.



Pero si ya no podemos ser ilustrados como el en XVIII sería más ridículo volver a monismos medievales como la cristiandad – no confundir con el cristianismo –o el Islam –no confundir con el islamismo. Esto asegura Javier Otaola en su libro “Laicidad”.



La posmodernidad no puede ser antimoderna, sino ultramoderna. La superación de la modernidad sólo tiene sentido si se hace digiriendo los valores de la modernidad en aquello que es esencial. La Ilustración se salva no como época ni como totalidad, sino como dinámica permanente. Es lo que pretendieron Adorno y Horkheimer y en España, Eugenio Trías. La posmodernidad sería la Ilustración ilustrándose, la secularidad secularizándose.



El laicismo es la clave, el árbitro, su valor como metasistema. Hoy han implosionado las ideologías que daban una explicación total del mundo, hay una pluralidad de discursos que se contraponen. Pero esto no significa que no se pueda dialogar entre unos y otros, que es lo que a mí me enseñaban y lo que Benedicto XVI no se cansa de predicar: sin Verdad absoluta estamos todos condenados al relativismo de los valores y que esto es un desastre moral. No estoy O.K, con el señor Pontífice, el desastre es la inquisición o las inquisiciones y las puñaladas de los defensores a ultranza de la verdad. Por desgracia. Personalmente creo en la Verdad que ilumina a todo hombre que viene a este mundo como dice san Juan. Pero esa Verdad religiosa y superior a todo no sirve en la vida pública de un país porque distorsiona completamente lo que es una discusión política,



En política no es cuestión de metafísica, sino de otros valores de cada día: reconocimiento de derechos, tolerancia con el que es diferente, respeto a las creencias y vivencias ajenas, no imposición de credos, marco legal que asegure la convivencia. Esa diferencia de planos es producto de la historia que pasa por todos nosotros y no tiene sentido predicar como si estuviéramos en el siglo XIII. La necesidad de fe, de respuestas, de búsqueda de más allá es común a todos los hombres. Pero las sociedades, los saberes, las relaciones entre nosotros y con la naturaleza han cambiado tanto que no podemos pretender seguir machacando, impermeables a que el mundo es diferente.



Además, quiero insistir en ello, los grupos católicos tradicionalistas que apoyan este discurso de la Verdad absoluta y dicen sentirse perseguidos y mártires del laicismo, practican las finanzas del siglo XXI. Si pueden evaden impuestos y usan todas las triquiñuelas legales para que sus propiedades no aparezcan en sus manos. Habría que preguntar a la gente que se pone a defender la edad media filosófica y teológica por el estado de sus cuentas corrientes y propiedades… nos íbamos a reír.



Fernando Savater aclara: “Cuando la ontoteología cristiana ha perdido su radicalismo metafísico, es absurdo que el ateísmo pretenda ocupar su puesto con otra metafísica fuerte, la del realismo científico. Quedan pues abiertos los diversos caminos en vez del “todo” o “nada” de la apuesta pascaliana.”



Aquí iba yo desde el principio. Si la laicidad es la regla del juego, el lugar de encuentro, es preciso rechazar la conversión de la laicidad en una confesionalidad más, en una ontología fuerte. Que es lo que pretende el catolicismo militante: “nos quieren imponer el ateísmo”. Como ellos imponen se creen que los demás también.



Cabe el agnóstico, ateo o racionalista, el que se basta con su razón y no quiere saber más del más allá. Entonces ya no es la “laicidad marco” en el que distintas posturas se entienden, sino un confesionalismo más. Aquí se habla de la secularización del derecho como si Dios no existiera, que no es lo mismo que afirmar categóricamente: “no existe”. Hay una laicidad de referencia institucional, al Estado no le importan las creencias particulares de sus ciudadanos, ni privilegia unas frente a otras.



El siglo XX ha sido terrible en lecciones de la historia. Por renunciar a esa laicidad y seguir éticas que exaltan la raza, la clase, la nación, aplastando la libertad del sujeto y los derechos individuales, se han producido toda suerte de catástrofes humanitarias: en las guerras, a las que llevaron los nacionalismos, fascismos, comunismos, capitalismo y en la de paz. Se nos olvida que en España murió más gente una vez que “estalló” la paz que en la “persecución religiosa” y “anticomunista” de los tres años anteriores.

Comentarios

Saki ha dicho que…
Gracias por tu amable cita. Estoy contigo.

Javier Otaola

http://cristianismosinembargo.blogspot.com

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