El pescado congelado

Me ha parecido oportuno presentar esta entrevista a Juan Masiá, sacerdote jesuita, que ha pasado muchos años en Japón y que es un experto en bioética.

Temas controvertidos: los de siempre, eutanasia, aborto, incluso fecundación in vitro o ya saliendo estrictamente de la bioética, reconocimiento del matrimonio homosexual.

Recuerda un punto de la Gaudium et Spes, n. 33 en el que se afirma que la iglesia católica no tiene respuestas "precocinadas", sino que saca de la revelación, la sagrada escritura, fuerza y luz para buscar la respuesta junto con otros. Creyentes y no creyentes se enfrentan a los mismos problemas, cuándo y cómo es el final de la vida, cuándo y como el comienzo. Corrían otros tiempos eclesiásticos cuando se redactó esa Gaudium et spes.

Vivimos como él dice en la moral "código de barras", el blanco y el negro, perdiéndose la diversidad de colores del arco iris.
Hasta el superconservador Pío XII era más abierto que  la doctrina oficial actual, reconocía a los médicos su capacidad para señalar el fin de la vida.

Hay quien con buenas razones  saca conclusiones equivocadas, hay quien con malas razones acierta.

Qué diferencia en el razonar y exponer sin las respuestas prefabricadas de algunos...
Es obvio que santo Tomás no pudo prever estas respuestas prefabricadas, el Aquinate ni en sueños supo que existiría la fecundación in vitro.

Masiá atribuye la cerrazón de algunos católicos españoles a nuestra herencia inquisitorial, a nuestra psicología de la cruzada. Le daré la razón, existe la cruzada, y hay quien se preocupa de mantener viva la llama.

Tiene suerte Masiá, protegido por su orden religiosa, no le pueden tocar las iras de las altas jerarquías. Monseñores que se dejan manejar, como la historia ha demostrado, por cobardes escondidos tras sus sotanas y se dedican a la denuncia y "pateamiento". Siempre me preguntaré por la fulgurante condena de Hans Küng, que no había matado una mosca, en comparación con los atropellos en miles de familias e individuos realizados por "el club de los poetas muertos".

En especial a quitar el "modus vivendi" a las personas que osan desviarse de la "única doctrina verdadera". Si sólo se quedara en discusiones acaloradas, impropias de la dignidad y el cargo, no nos quejaríamos. Pero al que discrepa hay que echarlo a patadas...y hacer ver que algún cable se le rompió.