MEDITACIÓN DEL PODER


 A los recientes comentaristas que identifico como ex numes y participantes ocasionales de opuslibros.org, gracias por la visita PERO
no tengo ganas ni tiempo de ponerme a discutir con vosotros sobre Parenthood International o como se llame ni sobre los abusos de Granada y la desestimación de la demanda. De veras. Lo que pinta cuando uno ha sido nume es salir ya del cascarón, asumirlo y dar la cara, contar pelos y señales y dejarse de miedos y cobardías. Sí ya se, mi trabajo, mi familia, mi posición...yo también tengo de eso y aquí estoy, he sobrevivido. En el blog vamos un poco por delante sobre los temas señalados. Además de sufrimiento que enseña bastante en la vida porque te abre los ojos a la realidad, tras, antes y después de este blog hay también mucho estudio e investigación. No se improvisa nada.
Hay que dar la cara chicos, por favor, que estamos en 2017 y ya está bien de tanto miedo "al que dirán".

 MEDITACIÓN DEL PODER

Me la he encontrado en el libro de R. Vinyes “Irredentas” sobre las presas en las cárceles de Franco. Al principio un verdadero museo de los horrores de todas las vejaciones, humillaciones, palizas, violaciones, degradación en suma de la condición humana que sufrieron las mujeres encarceladas durante y tras la guerra civil. Sufrimiento físico hasta la extenuación. Largas horas de formación en el patio de la cárcel bajo el sol, momentos en los que más de una cayó muerta por el calor y la falta de comida. Otras se suicidaron por el acoso que sufrieron dada su ascendiente moral sobre las demás presas, me refiero a la historia de Matilde Landa Vaz.
 Resultado de imagen de presas en las cárceles de Franco
Por supuesto que el franquismo nunca quiso reconocer que tenía mujeres presas políticas, hombres sí, pero la política no era cosa de mujeres. Eran unas perdidas, almas que había que rescatar puesto que se habían alejado de las “tareas propias de su sexo”.

No he podido dejar de pensar en mi propia experiencia carcelaria. Comí todos los días y no había piojos ni enfermedades infecciosas ni hacinamiento a mi alrededor. Pero el control de vida, cuerpo y conciencia es el mismo.

La pregunta por el poder se responde mostrando las formas de dominio, seres vivos que actúan, que interpretan su ausencia de libertad, la razón del castigo y el acoso permanente. Y si no, “sucumben”.

Al observar el ejercicio del poder asoman el dominio, la vigilancia, el castigo. El preso en apariencia sólo capaz de sufrir se expresa con vida propia, se convierte en autor de respuestas que manifiestan su negativa a consentir con el nuevo Estado, representado en la cárcel por los capellanes y los funcionarios de prisiones. Presos y presas dejan de ser “víctimas de crueldad sin sentido” y aparecen como represaliados de la razón política franquista, en la que la violencia no es práctica absurda de gente malvada, sino parte necesaria del sistema.

El poder dentro de las prisiones consistió en doblegar y transformar la identidad de las reclusas. Por eso empezaban por negarles la condición de políticas a las mujeres detenidas, nunca pasó lo mismo con los hombres. La ideología franquista, como cualquier otro fascismo europeo, percibió a la mujer según las descripciones del insigne psiquiatra Vallejo Nágera que tantos parientes encumbrados sigue teniendo hoy bien a la vista. En todo el franquismo no salió ni una sola lista de presas políticas aunque los expedientes de encarcelamiento muestren que esa era la razón de su prisión.

El poder real se hacía notar a través de redes de influencia, tráfico de recursos materiales, colaboración o delación. Que las presas se pelearan entre sí por un vaso de agua, por la higiene. El franquismo subrayaba el aspecto expiatorio de la condena, controlaba las fuentes de ingresos, los paquetes que les llegaban, repartiendo favores y privilegios que eran necesarios para escapar a la muerte.

Las mujeres con experiencia política percibieron en seguida la situación: “Quieren obligarnos a vivir en la porquería, por rebajarnos, por hacernos sufrir. Pero sobre todo buscan enfrentarnos unas con otras por un vaso de agua” cuenta Mercedes Núñez. Las políticas tenían una moral que no tenían las presas “comunes”, eran conscientes de su plus de fuerza interior y se afanaron por amortiguar los efectos devastadores del poder carcelario. Por ejemplo, su mayor cultura les llevaba a enseñar a leer y escribir a las campesinas.

Para sobrevivir en la cárcel había que impedir las relaciones selváticas de todas contra todas. Toda una lección de filosofía política que tenemos a la mano en España y que ningún “filósofo político” que yo sepa se ha molestado en sacar provecho de ella. Si la estrategia de los carceleros estaba en generar competencia por bienes escasos, había que construir un esfuerzo por el bien común, había que dar lugar a un espacio de civilización en medio de la jungla del maltrato carcelario y para ello había que vivir, poner por obra unas acciones éticas diferentes y opuestas a las que funcionarias y monjas establecían. Etica y moral. Que empezaban por mantener la higiene, no descuidarse.
Incluso en la medida de lo posible cuidar los detalles personales y “personalizadores” en el atuendo, no ir de cualquier manera ni permitir rotos ni descosidos. Obtener la máxima rentabilidad de la poca comida que les daban.
Crear comunidad, autoridad moral entre las presas, un sistema de bienes y recursos morales que les hiciese sentir diferentes y unidas, sentirse seres humanos dentro del cautiverio homogeneizador y redencionista.
 Resultado de imagen de presas en las cárceles de Franco
Había que mantener las convicciones, sin ellas ¿qué sentido tenía estar encerradas? Trataron de actuar contra viento y marea, porque todo estaba hecho en contra del mantenimiento de la propia identidad y personalidad. En la prisión de Málaga cuando había una visita las autoridades carcelarias pretendían que no había presas políticas por lo que las que lo eran daban un paso al frente y confesaban el carácter político de su encarcelamiento aunque les costara castigo e incomunicación.

Hay mucho que hablar del trabajo penitenciario y así lo hace Vinyes en un capítulo especialmente dedicado. Ese trabajo tenía un sentido de reparación moral, necesaria en la cultura de la Victoria. Reparación concretada en castigo, ejemplaridad y venganza que le dan el toque diferente al fascismo español frente a todos los demás que habían terminado en 1945.

Redimir un verbo esencial de la dictadura, obsesivo en el lenguaje católico que tal y como se usó y padeció en la España de Franco nunca supuso superar ni perdonar. Los certificados de penales marcaban de por vida a los que pasaron por las prisiones. Redimir sirvió para vaciar unas cárceles atestadas, una saturación que fue un problema material grave para la dictadura.
 Resultado de imagen de presas en las cárceles de Franco
Filosofía del redimir: “redimir era una moneda social cuyo poder adquisitivo se valora en días de perdón y cuya cobertura es el acrecentamiento de la riqueza nacional. Devolver en reconstrucción lo que se detrajo en destrucción ideológica o material…se creó la escala que llega en su aplicación a valorar en tiempo redimido hasta seis días de redención por día de buen trabajo.”

“Nada redime a quien irrogó prejuicios ideológicos a la sociedad”, había dicho uno de los jerifaltes carceleros franquistas. Redimir significó encubrir una explotación muy dura, beneficios consistentes en plusvalías absolutas de los que se beneficiaron algunos listos como Banús, el del puerto Banús y el constructor del valle de los Caídos. Los demás se quejaron por competencia desleal. Las grandes fortunas tienen la esclavitud en su base.

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