EXPERTA EN HUMANIDAD

Soy una persona más bien moderada en sus afirmaciones, rara vez me expreso de forma radical y llamativa. Estimo que es preciso guardar la capacidad de indignación para las pocas cosas que la merecen.
Estas últimas semanas como tantos otros católicos, no he asimilado bien el último acto de una siniestra serie de serias denuncias de abusos sexuales cometidos por numerosos miembros del clero. La lúgubre vuelta al mundo
de los casos de pedofilia (desde Australia a Estados Unidos pasando por Chile, Irlanda y Canadá) comienza a ser difícil de soportar para el fiel católico de a pie. 

Los casos desvelados por el Fiscal del estado de Pensilvania tienen la ventaja de mostrar un veredicto sin recurso posible que nos resulta imposible de creer: no se trata de una historia de individuos desviados, es un sistema perverso que ha proporcionado impunidad durante mucho tiempo a delincuentes peligrosos. Y evidentemente no se trata de una historia lejana, cuando nos referimos a los años 90 no estamos en el siglo XIX…

De ello saco dos conclusiones y soy consciente de su gravedad. Pero pensándolo bien y por muy duras que sean las palabras más duras todavía son los horrores cometidos.

1- La crisis que atraviesa la institución católica romana tiene la misma amplitud que la que llevó a la reforma en el siglo XVI.La delincuencia de una gran parte del clero arroja el descrédito sobre el conjunto, aunque haya una parte importante de personas honradas sin mácula. Lutero denunció la corrupción del clero. Aunque sea injusto decirlo de personas honestas, no deja de ser aplicable a lo que ahora sabemos y lo empezamos a saber hace 30 años. La "corporación profesional" de los curas está en crisis. El clero se ve severamente desacreditado y no puede responsabilizar a nadie que no sean ellos mismos. Y por si fuera poco nos damos cuenta de que las maniobras de encubrimiento del episcopado no eran hechos aislados, realizados por unos cuantos individuos sin conciencia sino que se trató de una práctica ampliamente extendida. Como se suele decir era "cultura de empresa".
¿Hay que recordar que se trata de crímenes disimulados que se ocultaron a la justicia? ¿Cómo calificamos a una organización que protege y ampara criminales?  No me atrevo a escribir la respuesta, pues indica que la institución católica sigue una oscura trayectoria.

El argumento recurrente de que los actos de unos pocos no tienen que afectar a toda la institución no se mantiene un minuto más. La institución manchada por sórdidos crímenes  de muchos de sus dirigentes no es creíble. Ha fallado en el cumplimiento de sus más elementales deberes, ¿cómo confiar en ella?


2- Una cosa es el descrédito institucional y otra el hundimiento moral.

¿Cómo no escandalizarse profundamente del hecho de que el clero ha sido portavoz de las más severas consignas morales en el ámbito sexual  mientras que muchos curas se sentían legitimados para realizar actos prohibidos por la moral natural más elemental?

Se cargaron las espaldas de los fieles, en especial de las mujeres, con un fardo moral a veces inhumano mientras se cerraban los ojos a los más inmundos comportamientos morales de los curas. El ultraje es inmenso. Y la conclusión  terrible : la Iglesia no tiene ya más credibilidad en ese ámbito. Tendrían que callarse por lo menos durante un siglo antes de volver a hablar del sexo.

Con gusto cito las palabras de los atenienses a Pablo: "ya te oiremos en otra ocasión sobre ese tema", mientras se daban media vuelta. Hay que ser digno de las exigencias éticas que se quieren prescribir a los demás. La Iglesia ha faltado gravemente a un deber. Ha hecho de su teología moral la más vana de las ideologías. A los que dicen que hay que distinguir el mensaje de la institución y de su "humano demasiado humano", les respondo que vivo en el mundo real, en lo concreto de la vida no en el cielo. Y en esta tierra la credibilidad de un discurso moral va emparejado con la coherencia de los que lo pronuncian. En el entusiasmo suscitado por el concilio Vaticano II, la Iglesia hizo suya una expresión del marxismo declarándose "experta en humanidad".

Jamás hubiera creído que una ambición tan noble se convertiría en una cínica descripción de lo peor. ¿Experta en humanidad? sin duda, y en lo que tiene de peor y más terrible...
Por seguir en la misma línea recordemos que el pobre Loisy dijo en un impulso desesperado: "Cristo había anunciado el Reino pero lo que advino fue la Iglesia".

Hoy  en una de las crisis más graves vividas por el catolicismo, la Iglesia se ha enfangado ella sola en un barrizal que las palabras, discursos y comunicados no podrán reparar. La institución tiene una cita con la realidad. Y en la realidad el final es una hipótesis  plausible.


Jean-François Bouchard, Editor

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