JUGADORES DE PÓQUER

Qué pareja de aliados Calvo - García Trevijano, obtienen la foto de la voladura, encargada por ellos mismos, pero que ha pasado a la historia como icono de persecución a la prensa por un gobierno dictatorial, y a los pocos años, los millones de indemnización por haberse quedado sin la empresa, de la cual "vivían". 

Negociazos opusinos, sacar dinero al Estado dictatorial o democrático, los tontos del pueblo nos quedamos con la boca abierta, pobres de nosotros tirando para adelante como buenamente se puede. Santa pillería en estado puro, un hijo de Escrivá como la copa de un pino.

 Fue un fallo juntarse con esta tropa, dan el pego una y mil veces.

EL OPUS NO ME PARECE CRISTIANO

A mí me parece que el Opus no es cristiano, esto lo he visto siempre. Sí, hablaban de Jesús, pero siempre a continuación del padre. El verdadero seguidor de Jesús era él. Yo era una mujer piadosísima. Ahora soy menos, pero era una mujer de un amor a Cristo, muchísimo. Entonces a mí  me llenaba el alma con Jesús y tenía un deseo enorme de que me hablaran de él. Pero siempre me venían con "el padre".

¿Pero aparte de todo esto, cómo se comentaba el Evangelio? Por ejemplo, el evangelio de la Magdalena en el que le daba al Señor de todos  sus perfumes.

-Aquí según este evangelio, todos los bienes son para la Obra. Hay que darlo todo. Absolutamente todo.

El Serño era amigo de los ricos, nos decían, pues iba a comer con José de Arimatea, que era rico, e iba a comer con Nicodemo, también rico. 

El tenía amigos ricos. Entonces las riquezas no son malas, ni muchísimo menos. El dinero es un medio de apostolado. Por ejemplo, a las supernumerarias se les decía que vivieran según el espíritu del evangelio, cada uno según la posición social que le corresponde: las sirvientas, como sirvientas, el rico, como rico, las señoras como señoras, e igualmente los marqueses. Y, después, el apostolado desde arriba. "A los peces siempre se les pesca por la cabeza".

Como dice Jesús, desde lo alto atraeré todas las cosas. O sea, cuanto más alto estemos, más podremos atraer. La altura, el poder, es el lugar propio para el apostolado. Bueno, esta manipulación era constante. Entras, pues, porque te parece que estás llevando una vida frívola, que no haces suficiente. A mí, el evangelio me ha llamado poderosamente la atención desde pequeña, en el colegio nos obligaban a estudiarlo de memoria y me lo sé de memoria. Pues un buen día dije a mis compañeras del Opus:

-"Ya llevamos aquí bastante tiempo. Para mí hay un evangelio que es como un mazazo en la cabeza, aquel que dice: tuve hambre y me disteis de comer, venid benditos de mi padre, porque tuve hambre y me disteis de comer, y tuve sed y  me disteis de beber. Y eso no lo hacemos. O Estuve preso y me vinisteis a ver. No un preso político, que son casta aparte, sino un preso delincuente. Y nosotras tendríamos que estar yendo a ver a los delincuentes."

-De ninguna manera puedes tú hacer interpretación del evangelio. La interpretación viene dada por la obra, tú te atienes al o que el padre y nosotros decimos del evangelio. Tú no hagas lecturas del evangelio.

O sea que sí, era obligatorio leer el evangelio todos los días, pero como si no lo leyeras. El otro día me lo discutía un catequista:

-Sí que se lee el evangelio, le dije, pero no para llevarlo a la práctica, sino como oración, como obligación de leer un cuadrito todos los días, pero lo de la vida es otra cosa, no tiene nada que ver.

En unas conversaciones en Molinoviejo, una nume nos habló un día de la caridad. Yo fui a decirle, que me había parecido que era la primera vez desde que estaba allí, que oía hablar de la claridad como correspondía. Porque esta persona llegó a meterse con los abrigos de piel, de visión, de tanto lujo, considerando que aquello era un insulto. Entonces yo dije: esta es la mía, por fin oigo hablar de algo que tiene alguna coherencia y fui a decirle:

-"Ennhorabuena, me ha parecido estupenda tu charla, por lo menos es la primera vez que oigo algo de esto".

-¿sí? pues me acaban de hacer una corrección, que no vuelvas a hablar más de los abrigos de visón, ni cosas parecidas.

Esta mujer, me acuerdo perfectamente, estaba abrumada.

-¿Tú crees que he estado bien?

-Has estado estupendamente, además, eso no lo oímos nunca en el Opus, en ninguna charla, y me parece que es por ahí, por donde hay que empezar y hay que llevarlo a la práctica.

Yo llevaba un tiempo, diciéndome: no estoy haciendo nada en este mundo, mi vida es un poco frívola. Hay que hacer algo por los demás. Entonces caí en manos de una amiga del Opus y esta empezó a hablarme.

-Sí, sí, yo quiero hacer algo, pero creo que el Opus no es mi camino. No me gusta.

-Oye, tú te estás evadiendo de la voluntad de Dios.

Entonces, te llegan a hacer un lavado de cerebro, diciendo que estás queriendo pasar por encima de la voluntad de Dios, que Dios te ha hecho tropezar con el Opus, que te está pidiendo una cosa, y que tú no se la quieres dar. Es una coacción tremenda, y así un día y otro, y otro. Yo soy una persona que me considero bastante libre, pero llega un momento, en que esto es una pesadumbre. Eso de escuchar que te estás evadiendo de la voluntad de Dios, y acabas aceptándolo, porque tú siempre puedes marcharte cuando quieras.

Y así, un buen día le dije:

-Bueno, ¿qué es lo que hay que hacer?

-Pues escribir una carta al Padre.

-Pero tú ya sabes, que a mí, el padre me cae mal, que Camino no me gusta, como no me ha gustado nunca. (La figura del padre me ha resultado siempre enormemente antipática, incluso por las cosas que contaban mis amigas, que, dicho sea de paso, me las contaban creyendo que me hacían un favor enorme, pero no.)

A este señor yo no lo conocía de nada.

-Mirad, lo que me estáis contando de este señor, a mí me da tres patadas en la boca del estómago, a mí me cae gordísimo, y vosotras no sabéis el poco favor que le hacéis con vuestros comentarios. Os parece una maravilla, pero es detestable. Absolutamente impresentable.

-Bueno, pero tú a pesar de todo, adelante, porque la voluntad de Dios está por encima de la tuya.

Un día asumí que podía ser que la voluntad de Dios estuviera por encima de la mía, es cierto que en mi vida hubo una serie de circunstancias que eran signos en contra de mi entrada en el Opus, pero en ese momento yo estaba en otra línea. Entonces, me fui a ver una señorita que me asignaron, que se llamaba Josefina Figueras, y que yo no conocía de nada. Llamo a la puerta, entro y me atiende. Yo iba con mi carta escrita pidiendo la admisión.

-Estupendo, ya verás. El espíritu de la obra te va a encantar. 

Y me saca un talonario.

-Mira, esto es para tu aportación mensual, aquí pones tú lo que vas a dar cada mes.

Sin más preámbulos. Entonces, yo que siempre he sido clara, y que en aquella época estaba bastante mal económicamente, y que además me había metido a ayudar a una señoras mayores, y me había comprometido, le digo:

-Mira Josefina, yo tengo estas señoras mayores, y no las puedo dejar. Yo no puedo aportar más cantidad.

-Bueno, bueno, es que tú a esas señoras las tienes que dejar.

-Pero ¿cómo voy a dejar a estas señoras en la estacada habiéndome comprometido?

-No, mira, de eso ya se cuidarán tu madre, tus tías, a las que les encanta este tipo de caridad. Tú no tienes que hacer nada de esos en la Obra.

Era un signo para haberme levantado y marcharme, pero como vas con los de la voluntad de Dios...Esto fue el primer día. Salí de allí con una tensión enorme, y no obstante, estuve 5 años dentro.

Estuve incómoda todo el tiempo. Estaba interpretando que la voluntad de Dios estaba por encima de mi incomodidad. La primera vez que nos reunimos, nos tocó ir a una casa fabulosa de una supernumeraria. Éramos un grupo de un diez con una directora espiritual, con la que teníamos que hacer una confidencia. Toda tu vida tenías que ponérsela delante: lo que leías, lo que hacías, todo. Así, conocían cómo mangonear a tus hijos, a tu marido, a tus amigos. Y había que tener 45 hijos. Todo me sentaba mal. Una vez por semana nos reuníamos el grupo en círculo de estudios, pero no estudiábamos nada. Todo se reducía a recibir dos charlas, una sobre el evangelio y otra sobre la caridad. Pero una caridad que no tenía nada que ver con la práctica, de una caridad celestial vaporosa.

Otra vez, fui a un curso de retiros de la Pililla, a una finca de La Adrada, fantástica, en la que todo eran mármoles. Nos daba el curso d. Jorge Salinas. De entrada yo estaba molesta, pues había una señora que me estaba contando  que tenía 9 hijos, que el niño pequeño tenía seis meses, y que lo había dejado con el marido y una asistenta, y que...lo había dejado todo para pasar allí tres días. A mi, me daba lo mismo pasar allí tres  que  siete, puse tenía "servicio" y mis hijos eran mayores. Me tocó escuchar esta cantinela.

Carmen Gil Toledo

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