PÉREZ GALDÓS CONTRA EL ALCORNOCAL

Esta historia que parece de película la han visto muy pocos adictos a yt, según los marcadores.

 Leo la novela "Gloria" de Pérez Galdós y me sirve para visitar la España del founder, aquella en la que se crió. La Iglesia católica de su infancia, adolescencia y juventud no había cambiado tanto con respecto a 1876-77, año de publicación de "Gloria".
Incluso reconozco detalles, costumbres, maneras de hablar, de ver el mundo de las familias españolas que llegaron hasta la época en que yo era niña, sociedad en plena transformación, donde se mezclaban lo viejo y lo nuevo. Para mi desgracia me tocó mucho de lo viejo. Me sirve para entender la facilidad con la que acepté e integré el escrivarianismo en mi vida, ya que en mi educación básica y familiar sin las cursiladas pseudaristocráticas del founder, la práctica religiosa a la antigua usanza y sin un gramo de ilustración era un elemento clave.

Comprendo que otras exes más jóvenes y de otras latitudes como la que hemos visto recientemente no encajaban las antiguallas procedentes de  de la Iglesia española decimonónica, Gaby es un buen ejemplo. En esta muchacha chilena se unía el hecho de que la hicieron pitar de auxiliar sin darle opción a estudios universitarios, y si la chica tenía aptitudes, normal que notara un vacío existencial  que me fue ahorrado. 

Pude hacer estudios, no sé cómo habría reaccionado si me llegan a decir que renuncie a la universidad para ser administradora, hubo un amago  en mi último año de instituto,  no pasó de amago, no hicieron intervenir la voluntad de Dios en que te vayas a Madrid a estudiar Ciencias Domésticas en el CEICID

Qué arte  para disfrazar el hecho de que si te avenías a hacer CEICID te dejaban sin estudios válidos en otros ámbitos que no fueran los centros....Ciencias Domésticas...todo está en las palabras.

En la novela "Gloria" es cuestión de una jovenzuela preciosa, encantadora y bien educada católicamente, la perfección en suma, que se enamora de un no católico. Al principio piensan en la ciudad provinciana que se trata de un protestante, pero cuando se descubre que el rico hamburgués que ha aparecido en un naufragio pertenece al pueblo judío, se produce una reacción negativa en toda la población, empezando por ella. Ya que en el XIX todos los católicos españoles tenían al pueblo hebreo por el pueblo deicida, y no se les podía ver ni en pintura. Son unas páginas en las que Galdós exagera el trazo, pero de ahí venimos, de los "pérfidos judíos" por los que se pedía en Viernes Santo. 
Todo español de bien no tenía duda sobre la única religión verdadera.
Con estos mimbres pretender que nuestro founder del alma fue un precursor del concilio Vaticano II como han pretendido es un acto de prestidigitación. Triple mortal y medio, posible, porque nadie se va a molestar en sacar a la luz a Pérez Galdós y sus catas sociológicas de España. Somos muy ignorantes de nuestra historia, estamos hechos auténticos cencerros. 
Ayer me hizo gracia enterarme de uno que pasaba por la provincia de Cádiz, parque Natural de los Alcornocales; España, a la cabeza de la producción mundial de corcho, es decir, de alcornoques. Qué acertado.



Hay unas reflexiones en "Gloria" sobre el país más religioso del mundo, cap. 23 de la primera parte y sobre el uso social de la religión que valen un Potosí. Opiniones de un diputado "católico" del partido "católico" en el parlamento:
"yo he leído bastante y or mi parte, no puedo acusarme de haber hecho daño alguno a la Iglesia ni a las personas eclesiásticas. Por el contrario, en mis discursos, en las conversaciones privadas con mis amigos políticos siempre he dicho: Señores, la Religión antes que todo. No quitemos al pueblo ese freno moral...Conviene pues que la Iglesia esté de nuestra parte. Es el gran auxiliar del Estado, y hay que tenerla contenta. ¿Pide seis? Pues dadle ocho...
Aborrezco a esos que se llaman filósofos y librepensadores que se ponen a gritar en las asambleas y en los clubs, haciendo ver que la Iglesia es esto y lo otro. Yo les digo: Señores, en el fondo casi estamos conformes. ¿Cómo puede negarse que muchas de las cosas que nos quieren hacer creer no andan muy acordes con el sentido común? Pero ¿hay necesidad de subirse encima de una silla y decirlo a todo el mundo? El pueblo ignorante no lo entiende, y al oír a ustedes, cree que le están permitidos el robo y el asesinato. Hay que mirarse bien antes de propagar ciertas doctrinas. Por eso soy enemigo de esos charlatanes y en mi humilde esfera defiendo con la palabra y con la pluma las creencias religiosas, la doctrina toda de la Iglesia Católica, el culto y el clero, venerandas instituciones sobre las cuales descansa el orden social; defiendo la fe de nuestros padres, las prácticas sencillas, las oraciones que nos enseñó nuestra madre en la cuna, todo eso, en fin, tan fácil de aprender y tan bonito..., porque la religión es bonita. YO he estado en Roma, he visto muchas ceremonias en San Pedro. ¡Ah, señor don Silvestre! es cosa que entusiasma... ¿Pues y las procesiones de Sevilla?...Todo eso debe conservarse."

Hablan el extranjero y don Juan Lantigua sobre "el país más religioso de la tierra". Por lo visto los curas españoles y sus amigos así valoraban la tierra en la que habían nacido:

"añadió que, efectivamente, se había debilitado mucho la fe en nuestro católico suelo, pero que este mal, ocasionado por los excesos revolucionarios y la influencia de extranjeros envidiosos de la nación más religiosa dle mundo, tendría fácil remedio en la propaganda, en las oraciones y en los trabajos de la Iglesia, si acertaba a encontrar un gobierno piadoso que la ayudara."

Morton, el extranjero, del que todavía no sabemos que es judío, porque el día en que se enteran ya nadie quiere darle ni un pedazo de pan mucho menos conversación, dice:

"Yo conozco regularmente el Mediodía y la capital de España. Ignoro si el Norte será lo mismo, pero allá, querido señor mío, he visto el sentimiento religioso tan amortiguado, que los españoles inspiran lástima. No se ofenda usted si hablo con franqueza, En ningún país del mundo hay menos creencias, siendo de notar que en ninguno existen tantas pretensiones de poseerlas. No sólo los católicos belgas y franceses, sino los protestantes de todas las confesiones, los judíos y aún los mahometanos, practican su doctrina con más ardor que los españoles. Yo he visto lo que pasa aquí en las grandes ciudades, las cuales parece han de ser reguladoras de todo el sentir de la nación, y me ha causado sorpresa la irreligiosidad de la mayoría de las personas ilustradas. Toda la clase media, con raras excepciones es indiferente. Se practica el culto, pero más bien como un hábito rutinario, por respeto al público, a las familias y a la tradición, que por verdadera fe.

Las mujeres se entregan a devociones exageradas, pero los hombres huyen de la Iglesia todo lo posible, y la gran mayoría de ellos deja de practicar los preceptos más elementales del dogma católico. No negaré que muchos acuden a la misa, siempre que sea corta, se entiende, y no falten muchachas bonitas que ver a la salida, pero eso es fácil, amigo mío. ¿No comprende usted que eso no basta para decir: Somos los hombres más religiosos de la Tierra?"

También acaba concluyendo que las mujeres rezan el rosario del que huyen los hombres que rezan en el casino y en el café, el país más religioso acaba en el país blasfemo y sacrílego por excelencia. El extranjero no puede creer que sean la filosofía moderna y las libertades las que han causado este grave mal.

"En otros países hay más, muchísima más filosofía que aquí, más muchísimas más libertades y sin embargo la fe religiosa no muere. ¡Hablan de revoluciones! si en España no ha habido nada que merezca tal nombre, amigo mío. Si en España todos los trastornos políticos han sido tempestades en un vaso de agua....
Veo que muchas cosas que en otras partes hacen poco daño, aquí envenenan. Sin duda el organismo moral de España es tan endeble como el de aquellos seres enfermizos y nerviosos que se empozoñan solo con el olor del veneno..." 

¿El remedio? exponerse al aire libre, abandonarse a todos los vientos, rompiendo la mortaja, el fanal del catolicismo en el que siempre nos refugiábamos y hoy siguen algunos.

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