PRÓLOGOS
Como no paro de criticar a la gente, quiero recoger un texto de Kierkegaard que me ha llamado la atención. Me ha recordado las "cosas pequeñas" que era un tema de predicación en aquellos tiempos. Para llegar a la santidad era imprescindible estar pendiente de los detalles. En general si eras nume, quizás la puntualidad, el orden en tus cosas y en las cosas del centro, en detalles de arreglo personal y muchos etcéteras que daban para realizar abundantes correcciones fraternas dada la atmósfera propicia a la vigilanci y control de nuestras prójimas en la que vivíamos.
"Quería decirte que has salido dando un portazo y eso no está bien porque hemos de cuidar las cosas pequeñas". Alguna vez asistí a "clase" de cerrar una puerta, como se agarra la manivela, se baja, se empuja y cómo se cierra sin dar golpe. No soy especialmente detallosa, minuciosa y detallista, y se me ha olvidado los ejemplos de "cosas pequeñas", creo que hay un capítulo de Camino con ese título. La idea es que teníamos que ser fieles en lo poco, que como gentes ordinarias no íbamos a realizar grandes hazañas heroicas tipo Aquiles, lo nuestro era lo pequeño de cada día. No sé de donde lo copió, quizás de Teresita del Niño Jesús.
Si trabajabas una temporada en la Administración, abundancia de cosas pequeñas, en la forma de poner la vajilla en la mesa, estaba muy pautado, como en los del protocolo y lujo, cada cubierto, vaso, plato, copa, platillo del pan...todo tenía su lugar. Sí recuerdo con 18 años una nume mayor dándonos una charla explicativa de las "maneras" en la mesa.
Por ejemplo, no se debía untar el pan en la salsa que quedaba en el plato de manera que llegaran casi limpios al friegaplatos ¡qué ordinariez!, también está muy mal juguetear con las migas del pan o los cubiertos, se pelaba la manzana con cuchillo y tenedor, el plátano y la naranja. La mandarina no, te la podías pelar con la mano. Infinidad de normas y criterios, unos estaban escritos, otros iban aumentando la panoplia.
En muchos aspectos es como si hubiera oido la música pero no se supiera la letra o al revés. porque lo pequeño y su importancia tiene muchas aristas, y es cierto que la vida está hecha de pequeñeces ...y entonces en un volumen titulado "Kierkegaard, el filósofo de la angustia y la seducción", viene un párrafo sobre los prólogos escrito por el gran Sócrates danés que fue este filósofo y escritor de primera calidad. También teólogo y predicador, realizó la formación necesaria, aunque no se ocupó de ninguna parroquia, su hermano mayor sí ejerció como tal. Por supuesto en la Iglesia luterana danesa.
El párrafo sobre los Prólogos:
"Un prólogo es un estado de ánimo. Escribir un prólogo es como afilar la guadaña, como afinar la guitarra, como hablar con un niño, como escupir por la ventana (...) Escribir un prólogo es como llamar a la puerta de alguien para gastarle una broma, como pasar por delante de la ventana de una muchacha mirando los adoquines; es como dar bastonazos al aire o al viento, como levantar el sombrero sin saludar a nadie. Escribir un prólogo es como haber hecho algo que da derecho a reclamar cierta atención; como tener un cargo de conciencia que desafía su confidencialidad; como inclinarse en la danza, aunque sin moverse; como sacudir el estribo izquierdo, tirar de las riendas hacia la derecha y oír el resuello del caballo sin que a uno mismo le importe lo más mínimo, es como participar en algo sin tomarse la menor molestia; como estar en la loma de Valdby observando los gansos salvajes.
Escirbir un prólogo es como entrar en una estancia acogedora, saludar a la figura anhelada, sentarse en el sillón, llenar la pipa, encenderla y tener infinitamente tanto de qué hablar. Escribir un pròlogo es como notar que uno mismo se está enamorando: el alma está dulcemente turbada, se ha formulado el enigma, cada detalle es el alma del desenlace. Escribir un prólogo es como apartar ramas de jazmín y verla a ella, sentada en la intimidad: mi amor.
¡Sí, así es escribir un prólogo! ¿Y cómo es aquel que escribe? Anda entre la gente como un bufón en invierno y un payaso en verano, es un hola y un adiós en persona, siempre feliz y despreocupado contento consigo mismo, todo un frívolo inútil, sí, alguien inmoral, pues no va a la Bolsa a hacer rentable su dinero, sino que se limita a pasar por delante; no habla en Asambleas generales porque el aire está demasiado cargado; no propone un brindis en ninguna sociedad porque ha de anunciarse con varios días de antelación; no rinde honores al sistema, no cotiza a la deuda pública, y ni siquiera la toma en serio; va por la vida igual que un aprendiz de zapatero silbando por la calle, aunque el que necesite las botas esté esperándolas, y tendrá que esperar mientras quede una sola rampa por la que deslizarse o la más mínima cosa por descubrir. Así, sí, asís es el que escribe prólogos".
Añade el autor de esta biografía:
"Y así, sí, así escribe Kierkegaard cuando presenta estéticamente la inmediatez, una inmediatez que en lo teológico es mucho más difícil de alcanzar. Una persona no necesitas ser nada más que su propia tentativa de prólogo, con la confianza de que un día, en la eternidad, Dios pondrá orden en su fragmentaria e inconexa historia personal y escribirá como colofón un epílogo contundente."
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