Biografía de un cura navarro
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He leido la autobiografía de un sacerdote navarro que dejó de serlo hace ya tiempo: Josemari Lorenzo Amilibia. Nacido en 1934, vivió parte de su infancia en Estella y entró en el seminario de Pamplona con 12 años. Me ha venido muy bien para conocer en qué lugar del mundo fui a nacer, la importancia de las "piedades" en mi tierra, misas, rosarios, novenas de todo tipo, congresos eucarísticos, muchos curas, muchos frailes, muchas monjas. Gran parte de la juventud navarra pasaba por los seminarios en aquella época. ¡Qué beaterío por Dios...!
España reserva espiritual de Europa, y Navarra reserva espiritual de España. Me ha impresionado el régimen de vida y estudio de los seminaristas navarros. La rigidez, la disciplina, el hambre del seminario también. Las prácticas piadosas, el mundo de la devoción a la Virgen y a la Eucaristía... y luego esas prácticas de "examen particular" y general, de introspección, de buscar "faltas" donde no las hay, de hacer propósitos de mortificación que yo también conocí en el opus y en las que se nos iba la vida a las "almas piadosas". Lo llevaba en los genes, es la cultura en la que nací, era muy difícil escapar, y por ese lado piadoso hoy lo llamaría "pseudo espiritual" capté yo el opus dei.
El fundador presumía de haber hecho algo adelantado a los tiempos, inspirado por Dios. La "espiritualidad" opusiana se vendía en la España de la dictadura como algo "más moderno" con respecto a curas y monjas tradicionales. Una fundación laica, una piedad para "cristianos en medio del mundo". ¡Qué falacia! en el opus hemos practicado piedades olvidadas por los curas actuales propias de los años cuarenta.
Josemari Lorenzo se empeñó toda su vida de cura en una lucha voluntarista contra la tendencia a buscar la compañía de una mujer. Algo que le llevó me parece hasta la enfermedad piscológica. Y ya alrededor de sus cuarenta años, después de una larga década de cura, decidió dejar el sacerdocio porque no podia con el celibato.
"Al menos los escrúpulos de conciencia no volverían a anidar en mi alma. Aplicaba la teología moral en el confesonario sin ningún quebradero de cabeza. Por supuesto que nunca opinaba por mí mismo, sino imbuido por ideas ajenas tomadas de libros. Pasarían dos largos años hasta desasirme de las andaduras del entendimiento, y comenzar a pensar por mi cuenta. Yo era un sacerdote estándar. El seminario resultó una máquina de hacer curas. La vida nos transformó en personas. Dejé los muros de la cárcel dorada, ansiando volar libre. Una vez en el aire, tenía cortadas las alas. Abandoné el seminario sin madurez psicosexual. En teoría sabía todo. En la práctica todo lo ignoraba."
" Y terminé yo enamorándome otra vez. Mi mente no podía desligarse de ella. ¡Oh dulce obsesión! Creía de modo ingenuo que me desligaría de tal afecto si ella se enamorase de otro. Y se lo pedía al Señor con sangre en mi alma. Juzgaba yo que así encontraría mi salvación. No podía deshacerme del cariño. Pero seguía luchando sin cesar. Comencé a sentir angustia. De cualquier manera jamás podré compaginar el amor a Dios con la intimidad del matrimonio prohibido para mí por ley implacable. En julio mi madre hubo de marchar a San Sebastián para cuidar a mi hermana enferma. La acompañé en el viaje. Recuerdo que allí desahogué mi angustia con un confesor capuchino.- No podré ya ser jamás feliz, le decía. Estoy enamorado y me resulta imposible el matrimonio. Pongo todos los medios para desasirme: atiendo a mis fieles con celo, practico la oración. ¡Nada! - ¿Te distraes con los compañeros? - Sí. - Tal vez te convenga cambiar de pueblo. Verás cómo entonces pasa todo. - Creo que no es solución. Allí también habrá chicas. Si me olvidase de ésta, otra cubriría su lugar. Es mi experiencia. Hace un año cambié de parroquia por esta causa. El problema, mi persona. - ¿Ya practicas la oración, el estudio, el trabajo, la penitencia, la lectura? - No sólo realizo con celo mis deberes, lucho indirectamente por todos los medios. No es cuestión de olvidarme de ella, mi problema es más profundo. Necesito el matrimonio, y jamás me podré casar. Esto me hunde. Si no creyera en Dios... me desesperaría. - ¿Por qué no pasas al rito oriental? Ya sabes que allí los curas se pueden casar. - Ya he estudiado el problema. Todo está atando y bien atado. Allí contraen matrimonio antes de la ordenación. Por otra parte, el clérigo o seminarista que cambia de rito, deberá seguir sometido a la ley del celibato.
Mi depresión seguía en aumento. Acudí al psiquiatra, acompañado de Goyo. Me aplicaron tres sesiones de corrientes eléctricas. Al colocarme los electrodos en las sienes, perdía instantáneamente el conocimiento. Una hora más tarde despertaba. Quedaba con la memoria obnubilada. Ni siquiera sabía dónde me encontraba. El tratamiento resultaba extremadamente duro. Me aterraba perder la conciencia de una manera fulminante. Y no quise seguir. Me recetó el doctor unas pastillas que inducían el sueño. La dosis creo que era excesiva, porque un día, después de tomar las grageas, caí al suelo dormido. Hubieron de llevarme a la cama entre dos compañeros."
Es también sorprendente y revelador cuando cuenta la justificación que les daban los superiores en el seminario para el celibato: estar más disponibles para la iglesia. Y cuando llegaban a los pueblos como párrocos resultaba que no tenían casi nada que hacer. El cura era el paseante, mientras los labriegos se deslomaban trabajando.
"SIEMPRE ME HA PREOCUPADO mi vida sedentaria. Un poco de gimnasia, otro rato de huerta y partir leña. En tiempo bueno, con una revista o un libro, caminaba por los senderos junto a viñas y sembrados.
- ¿De paseo, eh Don José María? - Un poco, pero aprovecho el tiempo; ya ve, estudiando. - Eso es bueno. ¡Los curas, como quieren! ¡Qué vida se pegan! Cuántas veces he escuchado estas palabras en todo los pueblos de mi pastoreo espiritual. La verdad: si salía de casa a pasear, era únicamente por pura necesidad biológica. Me molestaban estas tiradillas. Parecía que el cura había hecho profesión de vagancia oficial.
En parte tenían razón los aldeanos. Yo me preguntaba: ¿Por qué en el seminario nos dirían tantas veces que el celibato servía para una mayor entrega al trabajo ministerial? El sacerdote rural, por mucha labor que realizase, ¡de cuánto tiempo libre disponía! Muchos lo empleaban en leer el periódico por la mañana, charlar de lo que viniera a cuento a todas las horas; partida de cartas, por la tarde. ¡Dedicación exclusiva... al ocio!"
Cuenta muchas más cosas interesantes: los opusianos fueron a hacer apostolado con él para intentar "apuntarlo"... y cuando dejó de ser cura y necesitó trabajo ya no estaban para ayudarle.
También me ha gustado porque nombra a gente que conocí: don Josemaría Conget, párroco de san Miguel luego obispo de Jaca, y al marido de una supernumeraria que fue asesinado por ETA en mi adolescencia, señor Toca.
He leido la autobiografía de un sacerdote navarro que dejó de serlo hace ya tiempo: Josemari Lorenzo Amilibia. Nacido en 1934, vivió parte de su infancia en Estella y entró en el seminario de Pamplona con 12 años. Me ha venido muy bien para conocer en qué lugar del mundo fui a nacer, la importancia de las "piedades" en mi tierra, misas, rosarios, novenas de todo tipo, congresos eucarísticos, muchos curas, muchos frailes, muchas monjas. Gran parte de la juventud navarra pasaba por los seminarios en aquella época. ¡Qué beaterío por Dios...!
España reserva espiritual de Europa, y Navarra reserva espiritual de España. Me ha impresionado el régimen de vida y estudio de los seminaristas navarros. La rigidez, la disciplina, el hambre del seminario también. Las prácticas piadosas, el mundo de la devoción a la Virgen y a la Eucaristía... y luego esas prácticas de "examen particular" y general, de introspección, de buscar "faltas" donde no las hay, de hacer propósitos de mortificación que yo también conocí en el opus y en las que se nos iba la vida a las "almas piadosas". Lo llevaba en los genes, es la cultura en la que nací, era muy difícil escapar, y por ese lado piadoso hoy lo llamaría "pseudo espiritual" capté yo el opus dei.
El fundador presumía de haber hecho algo adelantado a los tiempos, inspirado por Dios. La "espiritualidad" opusiana se vendía en la España de la dictadura como algo "más moderno" con respecto a curas y monjas tradicionales. Una fundación laica, una piedad para "cristianos en medio del mundo". ¡Qué falacia! en el opus hemos practicado piedades olvidadas por los curas actuales propias de los años cuarenta.
Josemari Lorenzo se empeñó toda su vida de cura en una lucha voluntarista contra la tendencia a buscar la compañía de una mujer. Algo que le llevó me parece hasta la enfermedad piscológica. Y ya alrededor de sus cuarenta años, después de una larga década de cura, decidió dejar el sacerdocio porque no podia con el celibato.
"Al menos los escrúpulos de conciencia no volverían a anidar en mi alma. Aplicaba la teología moral en el confesonario sin ningún quebradero de cabeza. Por supuesto que nunca opinaba por mí mismo, sino imbuido por ideas ajenas tomadas de libros. Pasarían dos largos años hasta desasirme de las andaduras del entendimiento, y comenzar a pensar por mi cuenta. Yo era un sacerdote estándar. El seminario resultó una máquina de hacer curas. La vida nos transformó en personas. Dejé los muros de la cárcel dorada, ansiando volar libre. Una vez en el aire, tenía cortadas las alas. Abandoné el seminario sin madurez psicosexual. En teoría sabía todo. En la práctica todo lo ignoraba."
" Y terminé yo enamorándome otra vez. Mi mente no podía desligarse de ella. ¡Oh dulce obsesión! Creía de modo ingenuo que me desligaría de tal afecto si ella se enamorase de otro. Y se lo pedía al Señor con sangre en mi alma. Juzgaba yo que así encontraría mi salvación. No podía deshacerme del cariño. Pero seguía luchando sin cesar. Comencé a sentir angustia. De cualquier manera jamás podré compaginar el amor a Dios con la intimidad del matrimonio prohibido para mí por ley implacable. En julio mi madre hubo de marchar a San Sebastián para cuidar a mi hermana enferma. La acompañé en el viaje. Recuerdo que allí desahogué mi angustia con un confesor capuchino.- No podré ya ser jamás feliz, le decía. Estoy enamorado y me resulta imposible el matrimonio. Pongo todos los medios para desasirme: atiendo a mis fieles con celo, practico la oración. ¡Nada! - ¿Te distraes con los compañeros? - Sí. - Tal vez te convenga cambiar de pueblo. Verás cómo entonces pasa todo. - Creo que no es solución. Allí también habrá chicas. Si me olvidase de ésta, otra cubriría su lugar. Es mi experiencia. Hace un año cambié de parroquia por esta causa. El problema, mi persona. - ¿Ya practicas la oración, el estudio, el trabajo, la penitencia, la lectura? - No sólo realizo con celo mis deberes, lucho indirectamente por todos los medios. No es cuestión de olvidarme de ella, mi problema es más profundo. Necesito el matrimonio, y jamás me podré casar. Esto me hunde. Si no creyera en Dios... me desesperaría. - ¿Por qué no pasas al rito oriental? Ya sabes que allí los curas se pueden casar. - Ya he estudiado el problema. Todo está atando y bien atado. Allí contraen matrimonio antes de la ordenación. Por otra parte, el clérigo o seminarista que cambia de rito, deberá seguir sometido a la ley del celibato.
Mi depresión seguía en aumento. Acudí al psiquiatra, acompañado de Goyo. Me aplicaron tres sesiones de corrientes eléctricas. Al colocarme los electrodos en las sienes, perdía instantáneamente el conocimiento. Una hora más tarde despertaba. Quedaba con la memoria obnubilada. Ni siquiera sabía dónde me encontraba. El tratamiento resultaba extremadamente duro. Me aterraba perder la conciencia de una manera fulminante. Y no quise seguir. Me recetó el doctor unas pastillas que inducían el sueño. La dosis creo que era excesiva, porque un día, después de tomar las grageas, caí al suelo dormido. Hubieron de llevarme a la cama entre dos compañeros."
Es también sorprendente y revelador cuando cuenta la justificación que les daban los superiores en el seminario para el celibato: estar más disponibles para la iglesia. Y cuando llegaban a los pueblos como párrocos resultaba que no tenían casi nada que hacer. El cura era el paseante, mientras los labriegos se deslomaban trabajando.
"SIEMPRE ME HA PREOCUPADO mi vida sedentaria. Un poco de gimnasia, otro rato de huerta y partir leña. En tiempo bueno, con una revista o un libro, caminaba por los senderos junto a viñas y sembrados.
- ¿De paseo, eh Don José María? - Un poco, pero aprovecho el tiempo; ya ve, estudiando. - Eso es bueno. ¡Los curas, como quieren! ¡Qué vida se pegan! Cuántas veces he escuchado estas palabras en todo los pueblos de mi pastoreo espiritual. La verdad: si salía de casa a pasear, era únicamente por pura necesidad biológica. Me molestaban estas tiradillas. Parecía que el cura había hecho profesión de vagancia oficial.
En parte tenían razón los aldeanos. Yo me preguntaba: ¿Por qué en el seminario nos dirían tantas veces que el celibato servía para una mayor entrega al trabajo ministerial? El sacerdote rural, por mucha labor que realizase, ¡de cuánto tiempo libre disponía! Muchos lo empleaban en leer el periódico por la mañana, charlar de lo que viniera a cuento a todas las horas; partida de cartas, por la tarde. ¡Dedicación exclusiva... al ocio!"
Cuenta muchas más cosas interesantes: los opusianos fueron a hacer apostolado con él para intentar "apuntarlo"... y cuando dejó de ser cura y necesitó trabajo ya no estaban para ayudarle.
También me ha gustado porque nombra a gente que conocí: don Josemaría Conget, párroco de san Miguel luego obispo de Jaca, y al marido de una supernumeraria que fue asesinado por ETA en mi adolescencia, señor Toca.
Comentarios
Ana, creo que está muy bien que cuentes que entiendes por qué fuiste a parar al opus. Es un reconocimiento de que no eras más tonta que las que no fuimos a parar allí, porque no se nos cruzó. Con tu madre pasó igual.
La causa de todo ... falta de información in situ y falta de ocasiones para acudir a otras fuentes fiables (no hubieras cambiado tu chip entonces, con un par de meses en Francia en otro ambiente; no te hubieses fiado de las fuentes; con un par de años sí). El mismo proceso ahora es mucho más rápido.
Al pobre cura le pasó igual (a él, por la mala información que le dieron en el seminario, más de lo mismo ... si hubiese podido contrastar).
Se sobreentiende que hay q contar con las posibilidades de informacción de la época y la dimensión del círculo q tenga cada persona individualmente (a la gente joven se le suele olvidar esto).
Sobre los sacerdotes, creo que lo del celibato cambiará tarde o temprano, porque no es dogma. Pero veo que la situación en España es muy distinta de la de Argentina, en la que hay muy pocas vocaciones, y los sacerdotes que hay, no les alcanzan las manos para todo lo que tienen que hacer. Creo que en Argentina sí les sería imposible cumplir con los deberes de esposo y padre, con lo ocupados que están los sacerdotes aquí. Por otro lado, si se les permitiera casarse, tal vez muchos más se harían sacerdotes. Es para pensar, realmente!
Un día te contaré cómo la 'secta' trató de 'pescarme' a mí también, y pescó a amigas mías con las que obviamente dejé de tener contacto. Parece que la historia es la misma en todos lados! Qué pena me da por el daño que le hacen a mi madre la Iglesia...