EPIDEMIA DE MIEDO

El miedo al nuevo patógeno paraliza la vida pública, la economía y las mentes de las personas en toda Europa. La vida cotidiana está determinada por el pánico, la histeria y los escenarios especulativos de terror. Cuán peligrosas son las consecuencias de esta situación.


Europa está infectada. No solo por el virus del corona, sino también por la coronafobia: el miedo al virus. Cuando el primer ministro de Italia, Giuseppe Conte, se puso frente a la cámara el martes pasado por la noche, su voz sonó profunda y grave, se respiraba el drama. Sus palabras llegaban hondo.

Ídem en la comparecencia del bello Sánchez ante las cámaras el sábado y el domingo, o en la de Macron el domingo. 

Los 3 presentan la apariencia de "timoneles de la nación", presidentes de los que los ciudadanos  esperamos que hagan lo correcto en este momento difícil: lo mejor para protegernos a cada individuo y al Estado al que pertenecemos. 

Los temores se confirman pronto: se van a tomar medidas  drásticas. Las tiendas y bares cerrararán y se cancelan todos los eventos importantes. Soloa brirán farmacias, tiendas de comestibles, gasolineras, estancos, bancos y tintorerías. Se suspenden las ferias comerciales. Se impone toque de queda en Italia y Francia a partir de las 6. Solo se puede salir de casa por razones serias (pasear al perro, alimentar las colonias de gatos, ir la farmacia o al super), expuestos quedamos a que la autoridad nos pregunte qué hacemos en la calle bajo amenaza de multa.

La estrategia de los mandatarios es clara: contener el virus, despejar hospitales y consultas sanitarias y restaurar la normalidad. Para ello toman las medidas que considera correctas


¿Pero lo son?
 


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Primer ministro Conte

El primer ministro italiano apenas dijo una palabra sobre cómo pretende abordar las inminentes consecuencias sociales y económicas de la crisis del corona. Solo al final, Conte en passant aludió a un paquete de rescate de 25 mil millones (uno más) que serviría para evitar la crisis económica y proteger a las empresas de la bancarrota. 

Sin embargo, las declaraciones sobre cómo deberían usarse estos recursos financieros siguen siendo vagas. La población sigue sin saber qué hacer. Solo los bancos que a menudo reciben las críticas ciudadanas pronuncian palabras claras en estas horas oscuras: los préstamos se pueden diferir o extender el plazo. De momento, un poco de calma por ese lado. 



El verdadero desastre es social y económico

Pero quienes tienen visión de futuro en el país de "la bota" han entendido hace tiempo que el verdadero desastre no es sanitario, sino social y económico. El verdadero problema no es la saturación de las estructuras sanitarias y la tasa de mortalidad supuestamente alta de las personas infectadas con Sars-CoV-2, sino el colapso de la vida pública y un fracaso del sistema colectivo. Para muchos oídos puede sonar difícil de aceptar incluso inhumanos, pero es mucho peor aprobar medidas que sumerjen a un Estado entero y a innumerables familias en el abismo.

"La salud debe estar por encima de los intereses económicos" se convierte en mero truco retórico. Quienes lo dicen no quieren reconocer el alcance de la severa recesión económica. La salud y la economía ya no son desacoplables en el mundo que tenemos. Más bien dependen una de otra. Desafortunadamente pocos entienden la conexión.

Los virólogos son unánimes: la pandemia probablemente llegará a su punto máximo en 2-3 meses. El estado de emergencia probablemente durará meses en lugar de semanas. Lo que esto significa para el ciudadano individual y la situación económica no precisa de análisis sofisticados. Las consecuencias para la salud de la crisis del corona se dejan sentir, las económicas llegarán. 
Esta también puede ser la razón por la cual la mayoría de la población italiana ha sido infectada por la locura de seguridad de la política. Los numerosos hashtags # IoStoAcasa en las redes sociales lo indican. Los medios de comunicación se encargan del resto:  Imágenes de hospitales abarrotados y personal médico agotado circulan por las pantallas. Los pacientes que están incubando el corona y los moribundos llenan las portadas de la prensa sensacionalista. La caja de Pandora está abierta, la epidemia de miedo ha comenzado.

Presumiblemente, el primer ministro ya sospecha en secreto el potencial destructivo que su política de restricciones por mor de la seguridad podría tener para la industria y la sociedad italiana. Son medidas complicadas sobre todo porque Italia está muy endeudada. Dar marcha atrás no figura en los planes del primer ministro italiano.  Confía en la experiencia de la junta de expertos. Sin embargo, el precio de las medidas implementadas podría ser desproporcionadamente alto.
 
Es probable que muchos estén sintiendo ya las consecuencias económicas del estancamiento social. No todos tienen reservas financieras disponibles. Si el estancamiento económico dura, las familias pronto ya no podrán pagar sus alquileres, las visitas al médico y los medicamentos serán privilegio de los ricos. Las cadenas de producción se interrumpirán, las empresas se declararán en quiebra, se despedirá masivamente y aquellos  quienes recibieron préstamos de ayuda, a pesar del alargamiento de los plazos, tendrán que seguir devolviendo el dinero  en lugar de realizar nuevas inversiones y así estimular la economía.

Incluso después de la pandemia, no todo será igual. Habrá poco dinero en las familias y el consumo se verá severamente reducido. Si hay dinero, las inversiones se realizarán lentamente. Sectores importantes como el turismo, la aviación y el comercio seguirán sufriendo pérdidas y tendrán que luchar constantemente con la escasez de liquidez. Con esto en mente, no es una distopía aterradora que muchos pronto se queden sin dinero para comprar alimentos. Tampoco un aumento de las psicopatologías y de las tasas de suicidio. Crece el número de personas  marginadas.

El Banco Central Europeo no tiene recursos monetarios ilimitados para emergencias. Aunque eso es lo que han pretendido mostrar hasta el día de hoy.
Mucho menos cuando la pandemia afecta a todos los países y se ven necesitados de ríos de dinero para hacer frente. Durante demasiado tiempo se ha querido estimular la inversión con dinero barato. Una medida más fuerte ahora podría resultar fatal.
 
Siempre es fácil juzgar y polemizar desde el exterior. Hacen falta enfoques alternativos reales, pero ¿existen?
Alternativas a la paralización del país
Si los hay. Una posibilidad sería aislar a los grupos de riesgo que seguirían los estándares mínimos de higiene, y reactivar demás las estructuras de la vida pública y económica. Los grupos de riesgo  incluyen personas mayores, personas con enfermedades previas como diabetes, enfermedades cardiovasculares, enfermedades respiratorias crónicas y también personas con inmunodepresión. 
Debe quedar claro que las personas que siguen saliendo a la calle con los indicadores mencionados anteriormente están expuestas a un alto riesgo para la salud. Como precaución, se aconseja a las personas mayores que se vacunen contra los neumococos, el patógeno bacteriano de la neumonía. Por supuesto, esta medida también podría extenderse a los demás grupos de riesgo.

Por supuesto, las personas con síntomas también deben quedarse en casa y, en casos graves, consultar al médico, como se hace con la gripe. Todos los demás ciudadanos que no pertenezcan el grupo de riesgo podría continuar haciendo sus actividades diarias. Esto puede provocar una "infección" de aquellos que generalmente no corren el riesgo de enfermarse gravemente o morir por Covid-19. El objetivo de una infección es aumentar la inmunidad de la población al virus como ocurre con las vacunas: el virus dejará de propagarse cuando dos de cada tres personas sean inmunes al menos temporalmente porque ya han contraído la infección, dice el destacado virólogo Christian Drosten, Director del Instituto Charité de Virología.
 
Dicha medida tendría la ventaja de que los grupos vulnerables estarían adecuadamente protegidos y se evitaría el estancamiento económico completo. Porque si estas medidas de protección radicales no funcionan y las cadenas de infección no se pueden interrumpir, entonces tenemos un daño doble, por lo que el daño económico podría ser mucho mucho peor que el problema de salud.

Inglaterra tiene una estrategia similar. Los ingleses también confían en una infección gradual de la sociedad con la expansión gradual de las medidas de protección. Pero la vida pública y la economía continuan. Buscan evitar el colapso económico.

Los asesores de Johnson probablemente ya se han dado cuenta de que la ola del corona es tan inevitable como la saturación temporal de las estructuras sanitarias. Y de que las medidas más estrictas no son de gran ayuda. La mayoría de los virólogos también lo saben.

Claro que la estrategia de laissez-faire podría conducir a más víctimas. Por esta razón, Johnson ya ha dicho que probablemente  "muchas familias pierdan a sus seres queridos antes de tiempo". No resulta sorprendente que muchos hayan criticado con vehemencia las tácticas de Inglaterra. "El valor de una vida humana es inconmensurable y no debe ser sacrificado por intereses económicos", critican los críticos.

Sin embargo la situación actual no se puede resumir en  "vida humana versus economía". Demasiadas vidas también están amenazadas por una recesión económica. Incluso si el alcance total de la crisis solo la veremos dentro de unos cuantos meses.

Además hace ya que las vidas humanas están siendo confrontadas unas a otras. Debido a la escasez de recursos médicos y a la saturación, el hospital Legnano de Milán atiende antes a los pacientes más jóvenes que a los mayores. En otros, ya no se admiten pacientes infectados de más de 70 años con patologías previas. A la vista de estos datos no es ilegítimo comparar las devastadoras consecuencias sociales y económicas con la gravedad de las consecuencias para la salud. Los chistes éticos no sirven para nada en este caso.

Otra pregunta es cuánto tiempo la población de Italia (de España, de Francia) soportará la masiva restricción de su libertad y sus derechos personales. Será un problema en cuanto se agoten los recursos financieros para lo esencial. 
El "debate libertad vs. seguridad" constituirá por si solo un debate.
¿Qué lecciones se pueden aprender de esta crisis?

El miedo y la histeria son malos compañeros en la cuarentena. Mejor usar estos días para reflexionar sobre cómo lidiamos con la muerte y con nuestra propia finitud. En la sociedad moderna nos hemos olvidado de cómo gestionar la propia transitoriedad. Siempre hubo enfermedad y muerte. Haríamos bien en verlos como lo que son, parte del curso natural del mundo.

En "Ser y tiempo", Heidegger dijo que la conciencia de la muerte es "el punto de partida de una vida real autodeterminada, auténtica e intensa".  
Estamos en un buen momento para releer estas palabras y poder salir de esta crisis fortalecidos y de manera más consciente.
estudió filosofía e historia en Innsbruck y Viena. Completó su formación en Karl-Franzens-Universität de Graz en "Political, Economic and Legal Philosophy (PELP)". Fue profesor de historia y filosofía en el  Gymnasium "Walther von der Vogelweide" de Bozen y trabaja actualmente en un proyecto de investigación sobre Humanismo-Transhumanismo-Debate e  "Inteligancia artificial y ética".

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