LECCIONES NO APRENDIDAS DE LA HISTORIA
Para la persona que alababa el último libro de la Urba sobre el rey, prefiero
de momento el de Rebeca Quintans. En ese volumen se toca y percibe la realidad,
el poder en forma de medidas protectoras de los Borbones hasta lo indecible.
La biografía de Isabel segunda es muy ilustrativa de
nuestros males. Hace más de cien años que murió la señora y casi 150 de su
abdicación pero ¡cuántas cosas que no han cambiado!
Sucesos que incluso hemos repetido en la historia del siglo XX
coincidiendo las fechas. Año 65 en el siglo XIX le quitaron la cátedra a
Castelar, en el XX a Aranguren y otros cuatro. Restauración borbónica en el 74,
restauración borbónica 1975. Y el ejército siempre presente apuntalando al
monarca, en el caso de Juan Carlos fue restauración traida por un general tras
cruenta guerra civil y dictadura y traición a los derechos dinásticos de su
padre. Nada de lo que enorgullecerse, francamente.
Los nombres de los reyes son significativos, en Juan Carlos,
evidentemente, el Carlos añadido al Juan, para que no haya confusiones con su
padre y el Carlos, de una santa vez los Borbones reinantes asumen el carlismo,
en el nombre del “instaurador” de esta borbónica dinastía, veremos cuanto dura,
y por supuesto tras retorcimiento de pezcuezo a los partidarios del primo o de
los primos en Montejurra 1976.
Felipe lleva nombre del antepasado fundador de la monarquía
borbónica, no más Alfonsos, no más Fernandos, suficientemente lejos para que el
pueblo no relacione a esta gente con nada del ominoso pasado. Porque ha sido
ominoso. Por cierto que todos los reyes españoles desde Fernando han pasado por
el exilio en alguna etapa de sus vidas. El único que ha nacido y ¿va a morir
reinando? Por ahora el actual. Su padre Juan Carlos nació en Roma.
Y ya con Leonor se han remontado a la
Edad Media. ¿No nos libraremos?
De Isabel no quieren acordarse, Tampoco en 2004 hicieron
fiesta ninguna sus descendientes cuando se cumplieron cien años de su muerte.
Normal. Quedó un recuerdo molesto de una reina a la que se hizo mayor de edad
con 13 años y a la que se casó con 16 en un matrimonio que fue una de sus
peores desgracias.
Isabel reinó 30 años y estuvo unos pocos más en el exilio.
Muchos rasgos que me han hecho pensar en OD y en esa parte oscura de la
historia de España y de la historia de OD que quieren que se ignore. Por
ejemplo uno de los gobernantes mejores que tuvo Isabel a su servicio fue
O’Donnell y bien que se daba cuenta el general de la necesidad de limpiar la Corte, que se había
convertido en el reinado de Isabel II en un espacio de poder, poblado de monjas
y frailes que competía de forma soterrada pero eficaz con otros espacios de
poder e influencia política como el gobierno o las Cortes. Muchos de aquellos
frailes y monjas fueron canonizados: el confesor de la reina llegó a los
altares como San Antonio María Claret, la vizcondesa de Jorbalán llegó a ser
santa Micaela, en la Corte
hicieron también méritos las beatas Soledad Torres (¿Acosta?) y Vicenta López
Vicuña, el padre Menni o la madre Antonia de la Misericordia, fundadora
de las Religiosas Oblatas del santísimo Sacramento y antigua institutriz de las
hijas de la reina Gobernadora (Maria Cristina). Entre todos crearon una espesa
red de influencias espirituales y políticas que, si tenían algo en común, más
allá de sus muchas rivalidades personales, era la acendrada defensa de los
intereses de la Iglesiay
de la unidad religiosa así como una profunda hostilidad al liberalismo en todas
sus manifestaciones (p. 668)
Lo de gobierno de curas y monjas en la sombra me suena.
También las canonizaciones de estas gentes, el opusino afán por llegar a los
altares a como dé lugar, una novedad, una inspiración del espíritu santo que
hunde sus raíces en el siglo XIX.
Otro prohombre del tiempo, Olózaga, ya decía entonces, hacia
1860 que la familia Borbón estaba desacreditada en toda Europa y que España no
haría otra cosa que seguir la tendencia del m omento si acabase deshaciéndose
de aquella pervertida dinastía. Corría el año de gracia de 1860 y el nuevo
reino de Italia se había hecho a expensas de los Estados papales, los Borbones
echados de sus territorios, Isabel como buena hija de la Iglesia hizo del asunto de
apoyar al Papa en este caso un problema de conciencia.
Lo curioso del caso y es que llama la atención es que no
hiciera el mismo problema de conciencia de sus numerosos adulterios, yo he
perdido la cuenta del número de favoritos que tuvo. Dio a luz una patulea de
bebés, muchos muertos a los pocos días y entonces no había ADN ni pruebas, pero
las sospechas de que el padre no era el rey allí estaban. A nadie importaba ni
gravaba su conciencia.
Sobre todo lo digo por el hecho de que los escrúpulos de
conciencia donde no eran, trajo muchas desgracias a España que sería largo de
contar. Llegó un momento en que Isabel no daba una.
Interesante el dato de que en el XIX todos los partidos y
facciones, también la reina, tenían que contar con un “espadón”, es decir, un
general que los apoyara. De ahí las calles de Madrid: Narvaez, Espartero,
O’Donnell, Prim….Y esto lo hemos seguido viendo hasta casi nuestros días, Juan
Carlos contó con Franco, luego hubo últimas salidas del tiesto de los generales
en el 81 y parece que desde entonces también el ejército está domesticado y ya no interviene en la política española.
Nada se ha oído a raíz del asunto catalán.
Por cierto ¿con qué ejército cuentan para llevar a cabo la
“desconexión”? es que si no hay ejército se nos va a todos la fuerza por la
boca. En el XIX los carlistas que eran los que estaban en permanente gresca
contra el poder real tenían sus milicias bien formadas con sus uniformes, su
instrucción y sus fusiles. Hoy todo es guerra de palabras y en Twiter, a parte
de los “dineros” que se llevan. Sí, dan ganas de que alguien ponga orden y haya
igualdad y no estas preferencias en el trato fiscal a determinados territorios.
Y es que el ejército era la única institución que no cae,
palabras textuales del secretario de Maria Cristina, Antonio Rubio. Esto me ha
recordado que sí el ejército ha caído, porque no se comprende el nulo castigo a
los responsables tras el asunto del avión siniestrado, la impunidad en ese caso
fue una ignominia. Y da muestras del descrédito, ser militar ya no es lo que
fue en España ¿dónde está el poder real en España? en el ministro que consigue
salvarse de semejante catástrofe con embajada en Londres.
Isabel Bourdiel, la autora del libro |
En el siglo XIX la fuerza del ejército colmaba el vacío de
autoridad del trono. Los militares españoles se acostumbraron a ese plus de
autoridad por militares y en tanto que militares. Más allá de las diferencias
políticas que pudieran existir entre ellos, el ejército era llamado desde la
sociedad civil para resolver las papeletas que
hubiera debido resolver ella.
La falta de un mínimo acuerdo en torno al Estado liberal
propició este espíritu de cuerpo y el militarismo en España que tendría efectos
a largo plazo, hasta 1975 por lo menos.
Interesante O’Donnell y Prim se entendían más allá de sus
diferencias políticas en 1860 y cada uno miraba de reojo al otro, llegaron a
acuerdos entre sí para no sacar temas espinosos que arrastraba cada uno.
Leopoldo Odonnell |
En los últimos días de su reinado Isabel II temía tanto a la
revolución como a los carlistas, en 3 años se sucedieron 7 gobiernos y la reina
jugaba a las intrigas y al desconcierto. Aterrorizada por la revolución el
mismo miedo que tenía la trajo, porque si hubiera obrado con más inteligencia
quizás no la hubiera provocado como la provocó con sus decisiones caprichosas.
Es interesante ver al partido Moderado, la derecha más
derecha, dividida en facciones, impotente para imponerse en un gobierno, pero
fuerte lo suficiente para impedir que cualquier otro pudiera gobernar de forma
estable.
Prim lo vió claro en 1864, la reina estaba perdida si no
dejaba que los progresistas, más liberales, alcanzaran el poder, para ello
había que alejar de la Corte
a curas, frailes y al mismo marido, Francisco de Asís, de todos era conocido
que conspiraba con los carlistas para quitarle la corona a su mujer. Panorama.
Panorama que describió un diplomático italiano el 31 de
diciembre de 1864:
“En España desde que reinan los Borbones, ha habido, como
todavía hay hoy, dos gobiernos: uno oficial y otro oculto, que reside en
Palacio, compuesto de ordinarios, de ambiciosos y de intrigantes. Ahora el
Palacio está dividido en dos campos: están los partidarios de la Reina y los del Rey.
Tenorio, el favorito, el padre Claret, el padre Cirilo, son de la Reina. Meneses favorito de
sucia especie, la monja Patrocinio, Oñate, son del Rey. La Reina, aunque Borbón tiene
buena fe, quiere la constitución y que su hijo reine en su momento, se deja
guiar por la Camarilla,
creyendo que los consejos de los curas salvarán su alma un poco atormentada por
los pecados y por los que el favorito le ha hecho cometer.
EL rey tiene audacia pero es malo, detesta a su mujer y a
los niños. Desde hace mucho tiempo, conspira contra la Reina y para obtener
venganza es capaz de todo, pero como su fondo es reaccionario quiere llegar al
poder a través de la reacción.
El general O’Donnell ha sabido conservar una apariencia de
armonia en Palacio dándole dinero al rey; Narvaez de carácter violento, pero
leal no puede someterse a estas miserias, así es que a cada instante amenaza a
Palacio y a su vez es amenazado por Palacio……
Estas cosas tan solo producen un efecto mediocre en España,
pero los asuntos van de mal en peor. Así que si el partido progresista tuviese
un hombre valiente la revolución se haría mañana. La Reina Cristina dijo ayer a uno
de mis amigos que está convencida de la pérdida proxima de la dinastía actual.”
Constante fue la confusión entre lo público y lo privado que
rodeaba a la Corona
y a su patrimonio, considerado por muchos como una apropiación irregular (en
los tiempos de Maria Cristina) de bienes que pertenecían en realidad a la
nación.
La reina hacía alarde de dar donativos al país cuando en
realidad hacía don de lo que a éste pertenecía. Emilio Castelar escribió un
artículo al respecto que se puso en paralelo con las riquezas de la reina
Victoria de Inglaterra. Las comparaciones son odiosas y en este caso más.
Victoria acabó siendo una de las mujeres más ricas del mundo “usurpando” pero a
diferencia de Isabel, su patrimonio ya en la segunda mitad del siglo era
moderna y eficazmente gestionado.
La reina española pasaba por ser derrochadora, lasciva,
escandalosa. El colmo de la desfachatez distinguía a Isabel de Victoria. A las
alturas de 1865 la madre maria Cristina exiliada en Francia parecía mucho más
sensata.
Cuando O’Donnell intentó poner orden reconociendo el reino
de Italia se encontró con la violenta reacción del clero español en su
conjunto. La prensa neocatólica animada por incendiarias declaraciones del
cardenal Puente y del obispo de Tarragona inició una campaña feroz contra la
decisión del gobierno. En todas las iglesias se predicó amenazando de
excomunión a quienes apoyaran la medida y el clero entero consideró que aquella
era una lucha decisiva.
Leopoldo O’Donnell trasladó a sor Patrocinio para alejarla
de la reina y acogió con satisfacción la renuncia de Claret a seguir siendo
confesor real por el asunto de Italia.
Prime, Serrano y Topete subastaron la corona española |
Antes de la caída definitiva de Isabel, hubo algunas
intentonas golpistas de Prim, sin éxito. Los neocatólicos se hicieron fuertes
en la corte y ni gobernaban ni dejaban gobernar. Al final la reina no pudo
volver de sus vacaciones en las playas del Norte y en el otoño de 1868 pasó a
Francia. Napoleón III la acogió, enseguida “hizo por” alejar a la reina de la
frontera. Así que hubo dos ex reinas alojadas en Francia, madre e hija y bien
distantes una de otra.
Otro suceso chusco pero prometedor, el 28 de diciembre de
ese mismo año el general Pezuela desalojó las Cortes donde se había firmado un
manifiesto “de los 121”,
abofeteó al oficial mayor, se quedó con las llaves y desalojó el edificio. Tenemos
paralelismos en la historia reciente.
Los hermanos Bécquer se entretuvieron en realizar una serie
de dibujos satíricos en los que retrataban la mojigatería y el vicio que
convivían en la corte de Isabel.
A Isabel II le aguardaba el mismo destino que a su madre,
media vida de exilio “informal” porque cuando su hijo Alfonso subió al trono,
no quiso tenerla cerca, más bien la evitaba. Pasando la frontera al destierro,
Isabel pudo separarse de Francisco de Asís, aunque el ex rey peleó mucho por la
pensión y le salió caro a la ex reina.
Isabel no se enteraba de lo que estaba pasando y emitió un
manifiesto recién destronada cuyos ecos han llegado hasta nosotros en forma de
ideología de algunos movimientos:
“El grito de los rebeldes lanzado en la bahía de Cádiz
resuena en el corazón de la mayoría inmensa de españoles como el ruido
precursor de una tempestad en que peligran los intereses de la religión, los
fueros de la legitimidad y del derecho, la independencia y el honor de España.
La libertad en toda su extensión y en todas sus manifestaciones, atacando la
unidad católica y la monarquía (…) perturba la familia, destruye la santidad de
los hogares y mata la virtud y el patriotismo (…) “
Viendo lo que fue su vida matrimonial, esto de la santidad
de los hogares es puro sarcasmo, o es que los reyes están por encima del bien y
del mal. Lo mismo que ha pasado con su ínclito descendiente. Pero claro ya dice
Isabel Burdiel que aunque Alfonso XII, XIII y el nieto hayan tenido aventuras
sin cuento, eran hombres y se les perdona.
En junio de 1870, cuando se iniciaba la guerra franco
prusiana, la reina Isabel abdicó. Fue un
acto bastante rocambolesco, que pilló a todos con el pie cambiado. No le gustó
que estuvieran buscando un sustituto para el trono español entre los
Hohenzollern, parece que también se lo exigió Napoleón III. Abdicó sin nombrar
a nadie para hacerse cargo de la tutela del príncipe. Hasta el final mantuvo a
todos en vilo.
El relato de esta abdicación me ha recordado la extraña
ceremonia de don Juan “abdicando” o cediendo los derechos a su hijo en Zarzuela
cuando éste ya era rey de España desde hacía año y medio.
Residencia de Isabel II, Palacio de Castilla en París hoy hotel chino |
A su muerte en París en abril de 1904 la historia de aquella
vieja dama de la av. Kléber sonaba lejana, exótica, disparatada y bárbara.
Reina a los 13, casada a los 16, demasiado joven para dirigir un país recién
salido “de las garras de la
Inquisición” y sin preparación para ingresar en el club de
las naciones civilizadas.
Los cronistas franceses hablaban de la cruenta guerra civil
que había mecido la cuna de Isabel (la primera guerra carlista), de un trono
rodeado de intrigas y partidos enfrentados, de la pésima educación de dña
isabel en una corte oscurantista plagada de cortesanos aduladores y viciosos,
de curas reaccionarios y de monjas milagreras.
Tópicos y verdades sobre España se mezclaron: la intransigencia
religiosa, la falta de educación del pueblo embrutecido, la ambición de sus
generales y de sus politicos, los pronunciamientos, cuarteladas y revoluciones.
El salón de su casa en París se llenó de Borbones
destronados y de otras casas reales exiliados en París. El gobierno de la
tercera República le hizo una buena conducción del cadáver, con honores
militares y todo, hasta la estación del Quai d’Orsay. De allí directamente al
panteón del Escorial, el joven rey Alfonso XIII no tenía interés ninguno en que
se le relacionase con el cadáver de su abuela.
Alfonso XIII que comenzó como regeneracionista rey de España
y acabó consagrando el país al Corazón de Jesús y entregando el poder a otro
militar, Primo de Rivera. Y que acabaría muriendo en el exilio, como la abuela
y la bisabuela.
La mala fama de Isabel llegó hasta Franco, que en los años
40 se burlaba de la legitimidad dinástica habida cuenta de la fila de amantes
que tuvo la reina.
Comentarios
Dos cosas. Una, no quieren la desconexión, ni mucho menos. Los que de verdad mandan, claro. Dos, los supremacistas catalanes controlan en gran medida el ejército, a través del Opus.