CATÓLICA IRLANDA
Monumento en un camposanto de Dublín a más de 200 niños fallecidos en hogar de la Iglesia para madres y niños
Durante años la católica Irlanda estuvo cruelmente gobernada por un clero despótico. Acaban de salir a la luz los restos de víctimas fallecidos en un hogar dirigido por una congregación. Mientras, la sociedad ha cambiado profundamente. "Tengo que reconocer el grave escándalo que causó en Irlanda el abuso de menores por parte de miembros de la Iglesia", dijo el Papa Francisco en el verano de 2018. 20 años antes, el primer ministro irlandés, Bertie Ahern, se disculpó: "En nombre del estado y sus ciudadanos, pedimos disculpas a las víctimas de abuso infantil". Caridad, misericordia, "ama a tu prójimo como a ti mismo": estos ideales de vida cristiana predicados en las misas son aplicables a la Iglesia católica en Irlanda.
La Iglesia jugó un papel especial para la población irlandesa en el pasado, con resultados desastrosos: se convirtió en un poder protector para los irlandeses, que de otra manera estaban indefensos ante el dominio británico de su país.
La Iglesia consolidó su poder durante la hambruna
A mediados del siglo XIX, el dominio británico en Irlanda culminó en una catástrofe inimaginable, "la Gran Hambruna" de 1845 a 1849. Aproximadamente una cuarta parte de la población pasó hambre o murió en su huida a América.
La población no se ha repuesto hasta hoy. Durante la Gran Hambruna, la Iglesia Católica utilizó su capital de confianza para establecer su papel dominante en la sociedad irlandesa, particularmente en educación y atención médica.
El resultado fue una iglesia poderosa, clerical y autoritaria que ante todo no anteponía la misericordia sino la obediencia. La fallecida realizadora de documentales Mary Raftery resumió así las consecuencias:
"Esta situación no solo condujo al abuso, también a una cultura de encubrimiento."
Miles de niños y madres fueron encerrados en hogares y centros de trabajo católicos
Cuando Irlanda se sacudió el yugo británico hace 100 años y se convirtió en nación independiente, la Iglesia y el Estado se aliaron para imponer sin piedad una conformidad católica. Una consecuencia fue la implacable implementación de las ideas católico-clericales sobre la sociedad. Casi 200.000 niños y adolescentes pobres fueron encerrados en hogares de trabajo administrados por la iglesia, y casi 60.000 niñas y mujeres embarazadas se vieron obligadas a dar a luz a sus hijos en hogares dirigidos por la iglesia, donde la mortalidad era excesivamente alta.
Las madres solteras lavaban la ropa sin recibir un salario a cambio en hogares y conventos como expiación por sus supuestos pecados, que no pocas veces eran resultado de incesto y violación.
Susan Connolly, una víctima, reconoce que está enfadada con las órdenes religiosas. Conserva la fe pero detesta la Iglesia, sus controles sus rituales, que la asemejan a una secta.
Rígido régimen moral del clero
No fueron solo las mujeres supuestamente pecadoras las que sintieron el rígido régimen moral del clero católico. "Dondequiera que iba, me echaban", se queja Tony. Su madre lo repudió y supuestamente las monjas le lavaron el cerebro. La familia de Tony se había roto, por eso terminó en una de esas casas de trabajo cuando era niño.
La Iglesia encontró un cómplice voluntario en el Estado, juntos crearon un aparato de represión insuperable. La Irlanda rural y pobre, aislada en gran parte del mundo exterior, era una especie de gulag a mediados del siglo XX: quien se desviaba de la norma y el canon era encarcelado o forzado a emigrar.
Todos los que se desviaron del camino católico correcto fueron considerados culpables y expuestos a la vergüenza. Fue un precio muy alto pagado por la sociedad irlandesa por haberse liberado del dominio británico.
Desvelar el crimen lleva al cambio
El abuso y la humillación eran lugares comunes en la Irlanda católica gobernada por la Iglesia. Sin embargo, la población seguía fiel a la Iglesia como en casi ningún otro país europeo. Pero la denuncia de los crímenes ha dado lugar a profundos cambios. Irlanda es hoy un país diferente, la sociedad irlandesa ha cambiado en las últimas décadas. Lo que fue una práctica tabú se ha convertido en escándalo.
El actual primer ministro de Irlanda, Micheál Martin, toma sus distancias del régimen que la Iglesia católica estableció en Irlanda bajo la protección del Estado.
A principios año volvió a pedir disculpas: “Nos adherimos a la moral religiosa perversa, el control, a los prejuicios y la justicia arbitraria, condenamos al ostracismo a nuestras hijas. Éramos piadosos, pero rehusamos incluso la más elemental amabilidad con quienes más la necesitaban ".
Delitos sistemáticos de particulares y en instituciones, Martin se refirió específicamente a las condiciones brutales en hogares para madres solteras.
Pero además del abuso en las instituciones de la iglesia, también se han revelado varios casos de abuso sexual desde mediados de la década de 1990. Algunos sacerdotes y frailes atacaron sistemáticamente a los niños durante años y décadas.
Cuando había quejas, los culpables eran trasladados y seguían abusando de los niños. El historiador Diarmuid Ferriter hace balance: "Al principio, cuando se conocían estos casos, siempre se decía que se trataba de excepciones, no de la cultura y actitud de toda la institución. Ahora está claro que se trataba exactamente de esto."
Irresponsabilidad ilimitada hacia las víctimas
Feargal McDonnagh, sacerdote en Dublín, reflexiona sobre el encubrimiento y la irresponsabilidad ilimitada hacia las víctimas: "si pones una piraña en un estanque de peces de colores, no será una sorpresa si a la mañana siguiente solo queda la piraña".
El desprecio por los seres humanos de los obispos y abades cuando tratan con sacerdotes criminales, junto con el aparato nacional de represión para los disidentes, se combinaron para formar un impactante perfil de la Iglesia. El mundo se vino abajo para los creyentes irlandeses. La cineasta Mary Raftery, quien expuso el escándalo de las casas de trabajo, dijo: “Fue muy duro para los irlandeses, que al ver la injusticia de obispos y congregaciones, se dieron cuenta de que casi todo en lo que creían se esfumó”.
La novedad de pensar por uno mismo
Raftery habla de una sociedad que había delegado sus decisiones sobre el bien y el mal en la Iglesia: la conciencia había sido subcontratada a un grupo de hombres, de los cuales ahora queda claro que eran grotescamente incompetentes para reconocer la diferencia entre el bien y el mal. Y así, en el doloroso proceso de encontrar auténticos valores, la sociedad irlandesa se ha vuelto un poco más protestante. La nueva pauta es la propia conciencia.
La antífona se canta en el convento benedictino de Kylemore en Connemara. La abadesa, Máire Hickey, es una atenta e ilustrada observadora de la sociedad irlandesa.
Diagnosticó una nueva disposición a pensar por sí mismos: la gente se pregunta cómo Irlanda pudo llegar a este punto y se forma su propia opinión. La abadesa saluda esta nueva actitud.
Impensable cambio de conciencia
Por tanto, se ha formado una brecha entre la Iglesia del Clero y la Fe. Margaret Keaveney abrió una tienda para poder criar a sus hijos tras el abandono de su esposo: sigue yendo a misa, pero dice que ahora es más feliz, que se ha revelado lo que nunca se cuestionó. Había demasiada hipocresía.
Tommie O'Connor, granjero jubilado, lamenta la omnipotencia de los sacerdotes en el pasado y está indignado de que la Iglesia haya realizado colectas para compensar a las víctimas de abuso.
Desde pequeño la Iglesia y sus padres le transmitieron la fe y no renuncia a sus creencias. Las últimas décadas han dado lugar a un cambio de conciencia antes inimaginable. La Iglesia católica irlandesa se ha jugado su autoridad moral, pero Irlanda se ha vuelto más honesta consigo misma al reconocer estas experiencias traumáticas.
Comentarios
Covid : "Enfermalos" y despues "cúralos"....si te lo piden.
Alguien debería exigir derechos de autor.
seas un individuo o toda una sociedad:
creamos el problema y te ofrecemos
la solución, la única posible salida: obedécenos.