UN PIRATA
Muchas gracias por el ligón playero. Bajada permanente de nivel, ¿eso es un obispo suizo?, no me imagino de esa guisa a ninguno de los curas, frailes dominicos, franciscanos o jesuitas
perseguidos en la era jp por ser de la liberación.Me he leído el Último pirata del Mediterráneo, biog. novelada del contrabandista, empresario y financiero Juan March. Por si a alguien le interesa como Iglesia, derecha, anarquistas, funcionarios de Hacienda, políticos de todos los niveles se dejaban corromper por esta persona, un ladrón auténtico demonio que sabía sacarle el dinero a todo el mundo, empezando por el Estado y repartirlo con las mismas. Pasó 17 meses en la cárcel en la que vivió como un rey, sus dádivas alcanzaban lo mismo a internos que a funcionarios, de ella huyó. Y aunque Manuel Benavides cuando escribió el libro en 1935 pensaba que su protagonista estaba acabado, ya véis, 2021 y el nombre de semejante siniestro ladrón va unido en Madrid a benemérita institución que financia la cultura. No pondré mis pies en ella.
De cuando España contaba con 20 millones de habitantes, la mitad muertos de hambre y analfabetos. Como las gastaban las élites, no hemos cambiado un ápice. La república "tonta" dice Benavides, se dejó hundir por sus enemigos.
Juan March, poder del contrabandista convertido en financiero, que compraba los periódicos de derechas y los de izquierda, que se dedicaban a sacar trapillos sucios de los políticos mangantes, cuando él era el más mangante de todos con millones de diferencia. No sé si se me entiende.
Lo de agotar los libros que le eran contrarios comprándolos librería por librería no lo inventó "opus dei". Ya lo hizo Juan March.
Recogido de pillerías nacionales. Para llegar a los altares.
El libro es entretenidísimo y más vale, porque la miseria de la sociedad que retrata es mucha.
Carta de un anarquista:
"Mi convicción anarquista no es solo distinta sino antípoda del conceptismo sindicalista de la FAI, cuyos fundamentos son autoritarios, ajenos al verdadero proceso revolucionario de España. Llevo 15 años tratando de que los sindicatos sean lo menos sindicatos posibles y combatiendo las tendencias autoritarias de la FAI en nombre del anarquismo contructivo desde el punto de vista de acercarse a todo lo que es esfuerzo puro y que podríamos llamar "revolucionarios de hechos y no de proclamas".
Los anarquistas no hemos sido nunca de cuota, los que siempre hemos vivido de nuestro trabajo, estamos contra la confusión de ahora. Yo empiezo por decirle que nunca estuve conforme con las campañas sindicalistas contra el socialismo utópico. Me parecen de una oquedad sin igual y de una grosería pesada. Y la razón era que los alardes antipolíticos de quienes insultaban a los socialistas se convertían en melosa servidumbre en las antesalas y en los ministerios donde yo entraba atado. Y con la misma franqueza que desaprobaba las campañas virulentas que dejaban hechos y argumentos en el aire, desapruebo ahora ese proyecto de pacto circunstancial o frente único que solo conducirá a almacenar agravios de unos contra otros así que actúen juntos.
Créame amigo España es el pueblo menos viril de la tierra. Cuatro o cinco mil veces nos derrotaron los asiáticos, los africanos y los americanos. Roma nos sacrificó a sus conveniencias particulares, lo mismo que a los demás pueblos; pero en los demás pueblos, las hogueras de la Inquisición sirvieron para encender el pensamiento de los grandes herejes, mientras aquí esas mismas hogueras redujeron a cenizas nuestra latente rebeldía. En España, donde por la ferocidad de sus Tribunales de la Fe, el hereje, por reacción natural, debia haber sido en calidad, inteligencia y osadía más peligroso para la Iglesia que ningún otro, apenas si ha habido herejes. El libro de Menéndez Pelayo sobre nuestros heterodoxos es una obra de voluntad en la que no se encuentra ningún hereje digno de ese nombre. Los reformadores religiosos nacieron en otras latitudes. España nunca ha tenido rebeldes. La Iglesia nos castró tan concienzudamente que hizo imposible su nacimiento.
Ese es nuestro fracaso. Socialmente, el revolucionario español lo único que ha hecho es correr hacia atrás cuando tenía que dar el pecho. Hay excepciones aisladas como Casas Viejas; pero lo de Casas Viejas fue un caso vergonzoso, pues 5 ó 6 millones de revolucionarios abandonaron a dos docenas de valientes -mujeres, viejos, jovencitas- en manos de un centenar de guardias desenfrenados, que los asesinaron para facilitar la subida al poder de Lerroux, dar el triunfo electoral a las derechas y hacer posible la fuga de la cárcel de un contrabandista, homicida y falsario, sin que los españoles le concediésemos importancia.
Lo de Villanueva de la Serena ha sido el caso desesperado de quien busca la muerte porque le han dejado solo. El año 17, socialistas y sindicalistas se desbandaron y Lerroux que había vendido el movimiento a la policía, huyó a Francia; el 8 de enero del 33 ocurrió lo mismo con los sindicalistas, lo mismo que ahora en diciembre del 33. Salvemos las excepciones que confirman la general. Aquí, en Barcelona hay mítines monstruos ocho días antes de una revolución. Asisten cien mil revolucionarios o ciento cincuenta mil. A los 15 días unos civiles han liquidado la revolución. Y van pasando los años.
Cuando se quema algo se quema un convento donde no hay defensa, lo que equivale a ensañarse con unas paredes. Los comunistas tienen una clientela de 40.000 oyentes siempre que se trata de asistir a mítines. Cuando surge un hecho revolucionario, los comunistas se acuestan. Ni siquiera van a votar; yo he visto a 40.000 energúmenos aplaudiendo las arengas de sus oradores y luego resulta que la candidatura la votan 500. Y es que los mítines son verdaderos festivales; el público toma el domingo mitinesco por una especie de misa laica.
En España hay que reaccionar contra tantas cosas que acaba uno por agotar sus reacciones posibles. Barcelona, desde el punto de vista revolucionario es una negación y Madrid, lo mismo. ¿Quién cree ud que acaba de votar? la masa sindicalista que asiste a los mítines antipolíticos. Los líderes entretanto, secretean en Madrid con Lerroux y se doblan como juncos. Este es un país de papanatas, donde todos aspiran a que un jefe cualquiera los libre de la tragedia de tener que ocuparse de ellos mismos.
Cataluña es pueblo sensual. La industria ha favorecido la especialización y junto al proletariado ha surgido una clase que se cree superclase: la del trabajador que gana salarios de 500, 800 y 1000 pts al mes, cuando hay 10.000 tejedores que ganan 4 pts diarias y cien mil peones con 7 y 8 pts, pero que se dedican al pequeño comercio por medio de sus familiares. Esos y los especializados han adquirido los vicios de los señoritos, el instinto de clase se ha invalidado en ellos por el instinto político, el cual rima con el pequeño comercio, la burocracia y la ostentación."
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