LOS INGENIOSOS IMBECILES
Que un teólogo doctorado en Navarra hable de fundamentalismo católico me da risa....¿jugando a las máscaras? pregunto.
Muchas gracias Magí por el artículo sobre cómo funciona el conformismo. Somos un animal gregario y salirse del rebaño conlleva un esfuerzo, un tirar hacia la vertical de la vida, "ejercicio espiritual" al que muchos no están dispuestos. También Milgram hizo otro famoso experimento todavía peor, porque los estudiantes pensaban estar inflingiendo sufrimiento a personas y lo seguían haciendo por "obedecer al experto". Se hacen muchas tonterías cuando dejamos de lado la reflexión.
Pero para eso tenemos más vida por delante y podemos rectificar nuestros fallos, no somos un río sin vuelta atrás. Muy agradecida aunque sea anónima a la persona que sinceramente relata
cómo son las cosas cuando fallece un numerario y los del Opus lo tienen todo dispuesto, quedando la familia aparte. Sí, a todos nos ha pasado, que te pillan de improviso. Que nadie va al club juvenil con 15 años pertrechada y preparada para poder resistir las bolas existenciales que le van a meter desde el minuto uno. ¡Son tan razonables! tan sonrientes, tan alegres, tan "buena onda"....que es un trago muy amargo y difícil acabar tras una vida gastada ahí diciéndose que caíste en la trampa. Y que esas gentes eran lobos disfrazados de mansos corderitos. Cuanto más manso el corderito "más peor", como decía cierta persona a la que aprecié mucho.
Ya que hablamos de la presión social y la influencia del grupo en nuestras conductas irreflexivas y canallas traigo a colación un texto de Arthur Koestler, personaje polifacético donde los haya, gran escritor, que tuvo su fiebre comunista entre 1932 y 1938 cuando se desengañó.
No conozco un periodista español de su talla. A lo mejor es ignorancia. Qué vida rica en experiencias, dotado para la escritura, para narrar las vivencias tan variadas que hizo. El viaje en Zepelín sobrevolando el Artico de sus Memorias me parece sublime. Y también la plasticidad con qué describe un "sistema cerrado".
Pero antes otro hallazgo en él, y es que por primera vez un escritor recoge la misma experiencia que hemos hecho los que estuvimos en el Opus Dei, y que nos lleva a preguntarnos como tanta gente inteligente, intelectual, muy leída, muy instruida...¿cómo puede ser que caigan de hoz y coz en esto y que sigan sigan sigan como las pilas Duracel? Todos los ex numerarios/as ponemos nombres apellidos. Koestler hace alusión a los "Ingeniosos imbéciles":
"La mentalidad de una persona que vive dentro de un sistema cerrado de pensamiento, ya sea el conformista u otro, puede resumirse en una sola fórmula: puede probar todo lo que cree y cree todo lo que puede probar. El sistema cerrado agudiza las facultades mentales, como una piedra de afilar ultraeficaz, hasta un filo increíblemente frágil; produce un tipo de inteligencia escolástica, talmúdica, minuciosa, que no le ofrece ningún tipo de protección cuando quiere cometer las más toscas imbecilidades. La gente de este tipo se encuentra notablemente A MENUDO ENTRE LOS INTELECTUALES. Me gusta llamarles los "ingeniosos imbéciles", expresión que no considero ofensiva ya que yo fui uno de ellos."
Coincide con la crítica de H. Arendt a los intelectuales, que se hacen ideas de las cosas en lugar de mirar las cosas.
Describe su conversión al marxismo:
"Sólo puedo describir el primer efecto, un efecto decisivo, que tuvo sobre mí el estudio del marxismo, diciendo que, sin darme cuenta, pasé de un mundo intelectualmente abierto a un mundo intelectualmente cerrado. El marxismo, como el freudismo ortodoxo, como el catolicismo, es un sistema cerrado. Mediante al expresión sistema cerrado quiero decir, primero, un método universal de pensamiento que intenta explicar todos los fenómenos bajo el sol y ofrecer una cura para todo lo que el hombre padece. Además, es un sistema que no admite que los hechos recién observados lo modifiquen y en cambio posee las defensas elásticas necesarias para neutralizar su impacto; es decir, para hacerlos concordar con el esquema requerido mediante una casuística muy desarrollada. En tercer lugar, es un sistema que, en cuanto uno pone los pies dentro de su círculo mágico le priva toda base donde fundar sus posibilidades de discernimiento y de crítica.
Este último punto es el más importante. Dentro del sistema cerrado del pensamiento freudiano, por ejemplo, uno puede discutir que por ciertos motivos duda de la existencia del complejo de castración. La respuesta inmediata será que nuestros argumentos son racionalizaciones de una resistencia inconsciente que revela justamente que poseemos ese complejo. Estamos presos en un círculo vicioso, sin salida lógica. Del mismo modo , si uno es marxista y arguye que la orden de Lenin de marchar sobre Varsovia en 1920 fue un error le explicarán que no debe confiar en su propio discernimiento porque está deformado por los vestigios de su conciencia anterior de petit bourgeois. En resumen, el sistema cerrado excluye la posibilidad de la argumentación objetiva, mediante dos procedimientos relacionados entre sí: a) de acuerdo con las reglas escolásticas, se quita todo el valor probatorio de los hechos. b) se invalidan las objeciones desplazando la discusión al motivo psicológico que provoca la objeción. Este procedimiento es legítimo, de acuerdo con las reglas de juego del sistema cerrado, que por más absurdas que parezcan al observador exterior poseen gran coherencia y consistencia íntimas.
El ambiente dentro del sistema cerrado está muy cargado: es un invernáculo emocional. La falta de objetividad de los debates es ampliamente compensada por su fervor. El discípulo recibe un adoctrinamiento total y un entrenamiento igualmente total en el método peculiar de razonamiento. Como consecuencia de este entrenamiento adquiere una técnica argumentativa que es casi siempre superior a la de cualquier contrincante exterior. Se lo pone perfectamente al tanto de los grandes debates del pasado entre los apóstoles y los no creyentes: se le hace conocer la historia de las herejías y los cismas; conoce las controversias clásicas entre jansenistas y jesuitas, entre Freud y Jung, entre Lenin y Kautsky. De esta manera, reconoce a primera vista el tipo de actitud de su contrincante, es capaz de clasificar las objeciones del mismo en categorías que le son familiares conoce las preguntas y las respuestas como si fueran las variantes de apertura de una partida de ajedrez. El teólogo, psicoanalista o marxista, bien entrenado, "de mentalidad cerrada", puede en cualquier momento hacer picadillo a su adversario de "mentalidad abierta" y de ese modo probar la superioridad de sus sistema ante el mundo y ante sí mismo."
Este último párrafo me parece particularmente inspirado y aplicable a numerarios destroyer o prelaturator que "trabajan" con "ados" o estudiantes :
"Esta superioridad permite al iniciado en el sistema cerrado desplegar una paciente tolerancia ante el adversario. En sus discusiones con los paganos, los pacientes y los reaccionarios burgueses se muestra tranquilo, paternal e imponente. Su superioridad, su aplomo, la irradiación de su fe sincera crean una relación peculiar entre el iniciado y el converso en potencia. Es la relación entre el gurú y el alumno, entre el confesor y el penitente, entre el psicoanalista y el paciente, entre el miembro militante del partido y el simpatizante fascinado, el admirativo compañero de viaje."
Entre el numerario y el recién pitado.
Como el founder, tampoco Marx, el profeta, toleraba iguales, sólo discípulos, que en la mayoría de los casos empezaban por adorarlo y terminaban por rechazarlo. Lo mismo le pasaba a Freud, que se sentía constantemente "traicionado" por sus discípulos. Porque las disensiones que en el mundo normal se arreglan mediante la discusión racional, en el ambiente absolutista del sistema cerrado se vuelven actos de traición, herejías y cismas.
"El sistema cerrado se crea una jerarquía apostólica.
El maestro, cuya palabra es una revelación, delega su autoridad en su círculo íntimo de elegidos, los apóstoles: los portadores de los 7 anillos de Freud, los avezados discípulos del Politburó. Cada miembro del círculo central irradia a su vez parte de su autoridad apostólica y delega algo de su sustancia mágica en los partidarios que se encuentra en el plano jerárquico siguiente, y así sucesivamente, hasta la periferia. Aun el miembro del nivel más bajo de la jerarquía siente que es portador de una antorcha cuyo fuego le ha sido transmitido desde el sanctasantorum. De este modo, todo miembro militante del partido que se encarga de la conversión de un indiferente queda investido con el privilegio de una orden esotérica. No es un vulgar proselitista, sino un mensajero de un mundo distinto y fascinante, rodeado por una aureola; un ser más puro, más delicado, más admirable, cuyo ejemplo uno quisiera imitar, si por lo menos fuera posible hacerlo."
Descripción de nuestro estado anímico de adolescente recién pitado/a en palabras de Koestler:
"un mensajero de un mundo distinto y fascinante, rodeado por una aureola; un ser más puro, más delicado, más admirable, cuyo ejemplo uno quisiera imitar"
Muchas gracias Magí por el artículo sobre cómo funciona el conformismo. Somos un animal gregario y salirse del rebaño conlleva un esfuerzo, un tirar hacia la vertical de la vida, "ejercicio espiritual" al que muchos no están dispuestos. También Milgram hizo otro famoso experimento todavía peor, porque los estudiantes pensaban estar inflingiendo sufrimiento a personas y lo seguían haciendo por "obedecer al experto". Se hacen muchas tonterías cuando dejamos de lado la reflexión.
Pero para eso tenemos más vida por delante y podemos rectificar nuestros fallos, no somos un río sin vuelta atrás. Muy agradecida aunque sea anónima a la persona que sinceramente relata
cómo son las cosas cuando fallece un numerario y los del Opus lo tienen todo dispuesto, quedando la familia aparte. Sí, a todos nos ha pasado, que te pillan de improviso. Que nadie va al club juvenil con 15 años pertrechada y preparada para poder resistir las bolas existenciales que le van a meter desde el minuto uno. ¡Son tan razonables! tan sonrientes, tan alegres, tan "buena onda"....que es un trago muy amargo y difícil acabar tras una vida gastada ahí diciéndose que caíste en la trampa. Y que esas gentes eran lobos disfrazados de mansos corderitos. Cuanto más manso el corderito "más peor", como decía cierta persona a la que aprecié mucho.
Ya que hablamos de la presión social y la influencia del grupo en nuestras conductas irreflexivas y canallas traigo a colación un texto de Arthur Koestler, personaje polifacético donde los haya, gran escritor, que tuvo su fiebre comunista entre 1932 y 1938 cuando se desengañó.
Arthur Koestler (1905-1983) |
Pero antes otro hallazgo en él, y es que por primera vez un escritor recoge la misma experiencia que hemos hecho los que estuvimos en el Opus Dei, y que nos lleva a preguntarnos como tanta gente inteligente, intelectual, muy leída, muy instruida...¿cómo puede ser que caigan de hoz y coz en esto y que sigan sigan sigan como las pilas Duracel? Todos los ex numerarios/as ponemos nombres apellidos. Koestler hace alusión a los "Ingeniosos imbéciles":
"La mentalidad de una persona que vive dentro de un sistema cerrado de pensamiento, ya sea el conformista u otro, puede resumirse en una sola fórmula: puede probar todo lo que cree y cree todo lo que puede probar. El sistema cerrado agudiza las facultades mentales, como una piedra de afilar ultraeficaz, hasta un filo increíblemente frágil; produce un tipo de inteligencia escolástica, talmúdica, minuciosa, que no le ofrece ningún tipo de protección cuando quiere cometer las más toscas imbecilidades. La gente de este tipo se encuentra notablemente A MENUDO ENTRE LOS INTELECTUALES. Me gusta llamarles los "ingeniosos imbéciles", expresión que no considero ofensiva ya que yo fui uno de ellos."
Coincide con la crítica de H. Arendt a los intelectuales, que se hacen ideas de las cosas en lugar de mirar las cosas.
Describe su conversión al marxismo:
"Sólo puedo describir el primer efecto, un efecto decisivo, que tuvo sobre mí el estudio del marxismo, diciendo que, sin darme cuenta, pasé de un mundo intelectualmente abierto a un mundo intelectualmente cerrado. El marxismo, como el freudismo ortodoxo, como el catolicismo, es un sistema cerrado. Mediante al expresión sistema cerrado quiero decir, primero, un método universal de pensamiento que intenta explicar todos los fenómenos bajo el sol y ofrecer una cura para todo lo que el hombre padece. Además, es un sistema que no admite que los hechos recién observados lo modifiquen y en cambio posee las defensas elásticas necesarias para neutralizar su impacto; es decir, para hacerlos concordar con el esquema requerido mediante una casuística muy desarrollada. En tercer lugar, es un sistema que, en cuanto uno pone los pies dentro de su círculo mágico le priva toda base donde fundar sus posibilidades de discernimiento y de crítica.
Este último punto es el más importante. Dentro del sistema cerrado del pensamiento freudiano, por ejemplo, uno puede discutir que por ciertos motivos duda de la existencia del complejo de castración. La respuesta inmediata será que nuestros argumentos son racionalizaciones de una resistencia inconsciente que revela justamente que poseemos ese complejo. Estamos presos en un círculo vicioso, sin salida lógica. Del mismo modo , si uno es marxista y arguye que la orden de Lenin de marchar sobre Varsovia en 1920 fue un error le explicarán que no debe confiar en su propio discernimiento porque está deformado por los vestigios de su conciencia anterior de petit bourgeois. En resumen, el sistema cerrado excluye la posibilidad de la argumentación objetiva, mediante dos procedimientos relacionados entre sí: a) de acuerdo con las reglas escolásticas, se quita todo el valor probatorio de los hechos. b) se invalidan las objeciones desplazando la discusión al motivo psicológico que provoca la objeción. Este procedimiento es legítimo, de acuerdo con las reglas de juego del sistema cerrado, que por más absurdas que parezcan al observador exterior poseen gran coherencia y consistencia íntimas.
El ambiente dentro del sistema cerrado está muy cargado: es un invernáculo emocional. La falta de objetividad de los debates es ampliamente compensada por su fervor. El discípulo recibe un adoctrinamiento total y un entrenamiento igualmente total en el método peculiar de razonamiento. Como consecuencia de este entrenamiento adquiere una técnica argumentativa que es casi siempre superior a la de cualquier contrincante exterior. Se lo pone perfectamente al tanto de los grandes debates del pasado entre los apóstoles y los no creyentes: se le hace conocer la historia de las herejías y los cismas; conoce las controversias clásicas entre jansenistas y jesuitas, entre Freud y Jung, entre Lenin y Kautsky. De esta manera, reconoce a primera vista el tipo de actitud de su contrincante, es capaz de clasificar las objeciones del mismo en categorías que le son familiares conoce las preguntas y las respuestas como si fueran las variantes de apertura de una partida de ajedrez. El teólogo, psicoanalista o marxista, bien entrenado, "de mentalidad cerrada", puede en cualquier momento hacer picadillo a su adversario de "mentalidad abierta" y de ese modo probar la superioridad de sus sistema ante el mundo y ante sí mismo."
Este último párrafo me parece particularmente inspirado y aplicable a numerarios destroyer o prelaturator que "trabajan" con "ados" o estudiantes :
"Esta superioridad permite al iniciado en el sistema cerrado desplegar una paciente tolerancia ante el adversario. En sus discusiones con los paganos, los pacientes y los reaccionarios burgueses se muestra tranquilo, paternal e imponente. Su superioridad, su aplomo, la irradiación de su fe sincera crean una relación peculiar entre el iniciado y el converso en potencia. Es la relación entre el gurú y el alumno, entre el confesor y el penitente, entre el psicoanalista y el paciente, entre el miembro militante del partido y el simpatizante fascinado, el admirativo compañero de viaje."
Entre el numerario y el recién pitado.
Como el founder, tampoco Marx, el profeta, toleraba iguales, sólo discípulos, que en la mayoría de los casos empezaban por adorarlo y terminaban por rechazarlo. Lo mismo le pasaba a Freud, que se sentía constantemente "traicionado" por sus discípulos. Porque las disensiones que en el mundo normal se arreglan mediante la discusión racional, en el ambiente absolutista del sistema cerrado se vuelven actos de traición, herejías y cismas.
"El sistema cerrado se crea una jerarquía apostólica.
El maestro, cuya palabra es una revelación, delega su autoridad en su círculo íntimo de elegidos, los apóstoles: los portadores de los 7 anillos de Freud, los avezados discípulos del Politburó. Cada miembro del círculo central irradia a su vez parte de su autoridad apostólica y delega algo de su sustancia mágica en los partidarios que se encuentra en el plano jerárquico siguiente, y así sucesivamente, hasta la periferia. Aun el miembro del nivel más bajo de la jerarquía siente que es portador de una antorcha cuyo fuego le ha sido transmitido desde el sanctasantorum. De este modo, todo miembro militante del partido que se encarga de la conversión de un indiferente queda investido con el privilegio de una orden esotérica. No es un vulgar proselitista, sino un mensajero de un mundo distinto y fascinante, rodeado por una aureola; un ser más puro, más delicado, más admirable, cuyo ejemplo uno quisiera imitar, si por lo menos fuera posible hacerlo."
Descripción de nuestro estado anímico de adolescente recién pitado/a en palabras de Koestler:
"un mensajero de un mundo distinto y fascinante, rodeado por una aureola; un ser más puro, más delicado, más admirable, cuyo ejemplo uno quisiera imitar"
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