EL MODELO

Vamos mejorando, variedad de intervenciones, ahora bien a las numes que sugieren las mandaría a sugerir a la dele y lugares de superioridad. En cuanto al sacerdote y su respuesta  al asunto indemnizar auxiliares,estamos ante la versión oficial: como cura solo puede decir que las ayuden las que convivían con ellas. 

No comprende  que el asunto no es personal sino institucional, que es una injusticia tener a la gente en régimen de semi esclavitud y dejarlas marchar desprovistas de ahorros, pensión, trabajo. Enviadas con sus padres a quienes ya no conocen, el paso del tiempo nos hace picadillo a todos y nada tiene que ver la persona de 15 años con la de 40.
Te has perdido la historia de tu familia y eres otra.

IÑIGO de LOYOLA

No se me había ocurrido leer la biografía de Loyola, el fundador de la Compañía de Jesús en el siglo XVI. Por extraños motivos ha caído en mis manos “Ignacio de Loyola” cuyo autor es Ludwig Marcuse. No es exactamente una hagiografía, más bien está escrito en tono de novela, pero lo relatado es suficientemente duro para dar a entender que se trata  de una versión cercana a la realidad.

Tiene la virtud de estar escrito por un no creyente y haberse saltado todos los pasos milagrosos de su vida, que en realidad en nada aportan a las personas corrientes. Solo los menciona al final.

Me he dado cuenta de que hace un siglo es probable que las personas piadosas leyeran vidas de santos, y que la vida de Ignacio era más o menos conocida al menos por católicos y clérigos españoles medianamente cultos.

Por eso quizás ciertos pasajes de la vida de un vasco español universal que hoy  los jóvenes desconocen, eran entonces de dominio público. Me parece que la biografía oficial la escribió el padre Rivadeneyra. 

Y entonces se comprende mejor la acusación de quienes decían que el founder quiso imitar a Loyola. Por ejemplo, el famoso episodio del vaso de noche de un enfermo que provocó la repugnancia de algún estudiante seguidor de Escrivá. Curioso, pero Francisco Javier, uno de los primeros jesuitas protagoniza una anécdota similar, llegando a chupar el pus de un enfermo que se le ha quedado en los dedos. Un asco que fue su bautismo de fuego: los compañeros han de estar dispuestos a todo por Jesús.

Lo que sucede es que estos hechos no se quedaban en algo voluntarioso, personal sino que los seguidores de Loyola salían a las calles a recoger huérfanos, mujeres caídas, atender enfermos…porque así actuaba el fundador desde el principio. Y así siguieron, no era una vida encerrada en un palacio romano. Los primeros miembros de la Compañía siendo clérigos a los que se distinguía por su sotana andaban con el pueblo.

También hay que hacer notas que Iñigo empezó cómo paje de la reina Isabel de Castilla, pues pertenecía a una familia noble. Luego luchó como soldado en la guerra contra los franceses defendiendo Pamplona. Y lo de “mitad monje mitad soldado” no era postureo: Loyola a diferencia de todos los imitadores que le han salido en el siglo XX estuvo realmente en una batalla y fue herido en una pierna. Por eso se tuvo que retirar al castillo de su familia, cerca de Azpeitia. En aquellos tiempos traumatología no estaba perfeccionada y el fundador de la Compañía quedó cojo de por vida. Por tanto llegó a fundar después de una experiencia laica y dura de la vida.

 

Quiero destacar que tanto él como uno de los primeros, Francisco de Javier, pertenecían a familias de abolengo, poseían castillo familiar. El navarro Javier estudió en París y no en Alcalá por motivos políticos de la época, le esperaba un buen puesto eclesiástico en Pamplona al terminar Teología. El vasco lo convenció para renunciar a las glorias del mundo como había hecho él. En estos dos ejemplos supongo que se basan quienes acusan al founder de ir tras los títulos nobiliarios, cuando los aspirantes a carrera “celestial” se deshicieron de lo que por familia les correspondía.




Se entiende además que Loyola siendo militar transfirió sus ideales caballerescos a lo "divino" y cómo entendía él su dedicación a la Iglesia a partir de un modelo que recuerda en cierto modo a don Quijote.

Una vez recuperado de sus heridas y mucho antes de fundar nada, Loyola pasó penurias abundantes. Hizo de ermitaño en Manresa, de estudiante en Alcalá, Salamanca, Valladolid, París. Los inquisidores de la época quisieron averiguar en nombre de qué o de quién predicaba por si era un “alumbrado”, es decir, un iluminado del Espíritu que prescindía de la mediación eclesiástica. Pero todas las veces que quisieron pillarlo con preguntas capciosas supo defenderse y nunca pudieron acusarle de hereje. Es más, se distinguía y así lo transmitió a los suyos, por la obediencia a la autoridad eclesiástica.

Esta parte de la obediencia es la más interesante. Porque forma parte del voto que hicieron los primeros en la basílica de Montmartre en 1534. Y el nombre “Societas Iesu” parece que lo pusieron otros que se querían burlar de ellos cuando eran solo unos estudiantes del colegio de Sainte Barbe de la universidad de París.

La obediencia ocupa muchas páginas en esta biografía, sumisión al superior, jerarquía. Pero lo que diferencia a Loyola del nuestro es que constan ejemplos de que él mismo a pesar de ser el manager de la empresa humana que era la Societas Iesu, también se sometía. Por ejemplo en el momento de la muerte, le dijo al secretario que corriera a anunciar al Papa que se iba de este mundo. El secretario no lo hizo, tenía mucho trabajo y pensaba que no estaba para morirse al día siguiente. Y Loyola no entró en cólera sino que dejó hacer, con lo que murió sin los sacramentos y sin despedirse ni del Papa ni de sus compañeros. 

Por cierto el voto de obediencia al Papa tan romántico chocó con el último Papa, Caffara, Paulo IV que era un italiano enemigo de Loyola desde 20 años atrás. El libro no deja de iluminar la dificultad de aspirar a la perfección en medio de la política eclesial. 

Me ha llamado la atención la dinámica que usaban para tomar decisiones. A pesar de que él era el “padre” y así lo llamaban los demás, todos participaban. Ignacio tenía el afán de guardar y defender al Santo Padre de los ataques, pero no tenían claro quiénes eran en realidad. Y cuenta el biógrafo:

“no hacían más que dar vueltas al más grave de sus problemas ¿Quiénes somos en realidad? Durante el día se preparaban con la oración y el recogimiento para responder a esta pregunta; tomaban todas sus decisiones partiendo del valor de la eternidad, y ha de ser muy prolongado el ejercicio hasta haber dejado atrás las múltiples formas de la temporalidad. Todas las noches una vez que terminaban su trabajo y los quehaceres diarios, celebraban reuniones y reflexionaban punto por punto sobre esta importante cuestión. El tema de la primera noche fue ¿debemos permanecer juntos? ¿es mejor que nos pongamos cada uno por separado a disposición del papa? La respuesta fue unánime: Queremos permanecer juntos, queremos formar una compañía que nos sobreviva, que no acabe con nosotros. Después de que Dios nos haya reunido procedentes de tantas naciones queremos mantener esta unión, una actividad llevada a cabo en unión con otros tiene doble fuerza”.

Otro aspecto digno de consideración son las diferentes vidas de Ignacio. Soldado, ermitaño, estudiante pobre, peregrino apaleado en Tierra Santa, director y consejero de almas y político, organizador eclesial, que conocía los peligros y tentaciones a los que podían exponerse los “compañeros” y tomaba medidas. Aquí dicen que “maquiavélicas”, no tiene porqué significar retorcido o malo, eran decisiones políticas, él hizo los “Estatutos”, que no sé si han cambiado en 500 años.

 No le temblaba la mano al tomar decisiones duras, no quería iluminados entre sus seguidores. Actuó con firmeza cuando el general portugués se despistó de lo que eran sus deberes y lo destituyó sin herir.


Y puso normas para que las mujeres no fueran un problema. Iñigo siempre se relacionó con mujeres porque era un gran consejero de almas, pero no salen indecencias al menos en esta obra, sabía cuál era su sitio y lo mismo enseñó a los curas de la Compañía lo que había que hacer con jóvenes o viejas zalameras, cómo tratarlas. Otros tiempos indudablemente, pero no se esconden las dificultades ni se disfrazan medidas de gobierno de hombres de iniciativas divinas. Hay una distinción de planos, es lo que me parece entender.

El autor lo pone como el creador de una utopía, una organización social  ideal, entre Platón y Marx. Y el hallazgo me parece genial.

Un libro muy interesante que todavía no he terminado y del que estoy aprendiendo mucho

Una de las figuras históricas españolas que merecería ser más conocida y estudiada.

Al inicio del 18 de Brumario de Luis Bonaparte, Karl Marx afirma que la historia se repite dos veces, la primera como tragedia y la segunda como farsa.  Y Federico Guzmán Rubio comenta: 

"En la deriva rápida de la historia unas décadas de atraso, una falta de reconocimiento del cambio de las circunstancias, lleva al enmohecimiento y al ridículo. Lo que antes eran prácticas y creencias llenas de vitalidad se convierten en rituales vacíos hablados en un lenguaje muerto. Lo que nos evocaba horizontes al alcance de la mano, llenos de significado, pasa a ser una árida y deslucida expresión que solo produce incomodidad, falsa emoción o, directamente, risa. Y la risa será mayor en proporción a la enormidad de la tragedia y la épica que la antecede, porque esa es también una regla de la dialéctica

El caso español  de querer repetir las glorias imperiales del s. XVI  en 1939 y el particular del opus  imitando  extemporáneamente a san Ignacio, es un ejemplo bien ilustrativo de esta idea.




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