TAMARA Y LOS OBREROS

No pensaba traerla a colación, “demasiado tonta”. Pero caí en la cuenta: “eras así”. La diferencia es que ella se lo puede permitir y yo no, mi tontura tenía fecha de caducidad, llegó un momento en que el   sueño se rompió en mil pedazos. Hubo ataques, dinerarios y calumniosos, que no creo los sufra Tamara. A ella la jalea el sistema mediático.

Se ennovia, le caen los dólares, riñe con él, más caja, se casa, ni te cuento la exclusiva, se descasa, para que quieres más. De padre grande de España variasveces y empresario de éxito, terratenientes españoles del Antiguo Régimen, y de madre que llegó a España con 19 años a lo que llegó. Pleno al 15, totalmente conseguidos los objetivos. Respetada dama de la prensa rosa.

En conclusión: criada entre algodones y nacida para reinar. ¿Su conversión consiste en ir a Misa del Gallo y llevar la virgen de Medjugorjie en el Smartphone? Muy poco me parece. A este nivel del que estamos hablando por lo menos se esperan iniciativas, no digo de irse con las Clarisas, bombazo, pero al menos “esta exclusiva para tales familias que peligran desahucio” o los parados, o Manos Unidas o tal o cual proyecto.

Que sepamos todo se embolsa y será oportunamente gestionado por profesionales de la “fontanería” financiera, aquí o en paraísos no precisamente tropicales. Espero que no sea ni la mitad de tonta de lo que parece, por su propio bien.

No somos nadie para enseñar moral a una grande de España y de la prensa del corazón. Doble reina de corazones. Pero por fi, clero que rodea a la estrella, haced el favor de no ponerla de modelo, no cuela ya. A mi bisabuela y al estilo arcaico de mujer española, seguramente convencía. Pero hoy los retos no son rezar el rosario e ir a misa.

La asamblea en la que participa y donde cuenta su particular martirio y conversión me ha retrotraído 30 años. Ambiente de sanra(fael), pijerío, niñas bien a tope. Tal como éramos, o había que ser, nunca fui pija, no era mi educación, pero en ese ambiente me moví. Desconjuntada.

La diferencia es la mezcla chicos y chicas, sin hacer ni siquiera cuadrantes homosex como en el cortile, sino todos revueltos. Un opus puesto al día. Hablando sentada delante de un altar. Me parece ver al santo en el retablo, parte inferior derecha, la sotana, las gafas y la postura orante de manos juntas.  Detalle, se ven algunas mujeres de mi edad que una se pregunta si no son numes a la caza de lo que se pueda en tan juvenil asamblea. Malos pensamientos que tiene una.

Y otro aspecto es que nombra a una tal María, fervorosa como ella de las mismas apariciones de la Virgen, a la que también jalea el catolicismo jerárquico oficial (y opusino, sospecho), que por cierto, nieta o biznieta (me pierdo) del militar de caballería famoso por sus barbaridades. Rectificación de las mismas, ni la Virgen se las ha pedido ni a nadie se le ha ocurrido porque nadie se acuerda de nada. A ciegas por la vida. Tragando y tragando.

Qué sudores fríos los de esta chica dando testimonio en cenas mundanas: hoy México DF, mañana NY y al otro Oslo o Ouagadougu. Terrible como la martiriza Pablo el del Hormiguero delante de toda España.

Por eso digo que no nos la pongan de virgen y mártir, ni empiecen a recoger retales para el proceso de beatificación, que nos conocemos. Al final de la tertulia le hacen una pregunta tan “socialista” que provoca inquietud entre los asistentes “¿cómo osas?”, algo sobre la compatibilidad de tanto lujo y el seguimiento de Jesús.

Pero si en el evangelio se lee lo de “es más difícil para un rico entrar en el reino de los cielos que un camello pase por el ojo de una aguja”, aunque parece ser que la traducción correcta no es camello sino soga, pero bien, dijo Jesús que era complicado, ya vino el santo a contarnos la cuchara de peltre. Enmienda a la totalidad.

Se lo han contado, y así lo expone. Dispone de asesores clericales que desde el principio le explicaron: “lo importante es estar desprendida”. Ya sabéis, no hacer como aquel pobre que iba a la sopa caritativa y sacaba de sus andrajos la cuchara de peltre que miraba y remiraba, y chupaba y rechupaba, estaba apegado a su única propiedad.

 El ejemplo a seguir es la marquesa grande de España, que siendo potentada regaló al santo sus piedras preciosas, utilizadas posteriormente en vasos sagrados. Para que Jesús, el humilde galileo, esté encantado de encontrárselos a la hora de la consagración.

 

Con objeto de desengrasar la teología de la prosperidad, muestro otras sensibilidades católicas que tuvieron dificultades para abrirse paso. De hecho los curas obreros fueron perseguidos, machacados, proscritos y hoy no salen en el Hormiguero ni son colaboradores en ningún programa, muy poca gente se acuerda de ellos.

Frente a la reina de corazones, conversa y desprendida, modelo para tantas españolas clase media a las que se mantenía voluntariamente en la lelez, veamos estos testimonios:

 

“Cuando llegué a este pueblo (Los Corrales) quedé muy impresionado por una realidad cargada de sufrimiento, de marginación y de injusticia. Como persona humana me sentía fuertemente interpelado a la luz de lo que dice el evangelio. Y como cura me chocaba seguir, sin más, con las ceremonias, las modernas liturgias y las catequesis al margen de los problemas reales del pueblo y manteniendo un tinglado que sólo interesaba a la institución que me enviaba y a un reducido grupo de gente que no era precisamente de la inmensa mayoría pobre, inmigrante y sin trabajo. Y en mi calidad de creyente y de cura desde el comienzo me planteé como tarea fundamental vivir la fe cristiana entre la gente del pueblo. Intentar, antes que nada, ser testimonio de una persona que cree en Dios.” (Diamantino García)

“Mi primer trabajo no fue muy suave, pero lo hice. Entré así a formar parte de todos los que en el mundo soportan la dureza inhumana del trabajo. Fue un día de gran alegría para mí, pues había tenido el alto honor de formar parte del mundo del trabajo. En adelante, participaría de los sufrimientos de la clase obrera y podría tener un sitio en la lucha obrera por derecho propio. Al hablar del mundo del trabajo no parecería ya una cosa romántica y altruista, sino que podría hablar como obrero y como luchador a la vez. Me sentía solidario de los trabajadores de todo el mundo” (Jesús Ruiz Carnal)

 

“Intentamos que nuestra vida sea lo más parecida a la de cualquier pobre de nuestros pueblos. Experimentamos en nuestra carne la emigración temporera, el paro, la explotación del trabajo, la humillación del subsidio de desempleo, etc. Vivimos en una casa sencilla y llevamos una vida pobre. Nuestros amigos, con preferencia, son los jornaleros del pueblo (…) Este tipo de vida lo llevamos por convencimiento, por virtud y necesidad. Porque estamos convencidos de que al pueblo se le ayuda desde su misma vida, no desde fuera (…). Cuanto más se diluye la levadura en la masa mejor la fermenta. Por eso, nosotros, intentamos diluirnos entre el pueblo al estar presentes en los tajos, en las plazas en las asambleas, en las casas, en los caminos de la emigración, etc (Equipo de curas obreros de la Sierra Sur de Sevilla)”

“Acercarte al mundo de los pobres e integrarse entre ellos  como condición imprescincible para poder deletrear entre los mismos el mensaje evangélico, “proclamar” resulta hoy un término casi avasallador, fue la idea motor que puso en marcha la experiencia de los curas obreros… La integración en el mundo de los trabajadores comportaba no solo asumir sus condiciones de trabajo y salario, sino también la participación en las prácticas liberadoras de la clase obrera y el consiguiente riesgo de acusación política del régimen franquista (Mariano Gamo)”

“Ser obrero y ser cura es todo un modo de ser. Decir cura obrero es una expresión ambigua, pues habla de dos realidades distintas en una misma persona. Ser cura es una función en la Iglesia. Ser sacerdote en el mundo es una característica de todo cristiano consciente. Ser cura obrero es como hacer de puente entre dos realidades: curas en el mundo obrero y obreros en la Iglesia. Hacer de puentes: que la Iglesia sea más servicial en el mundo obrero y que éste pueda reconocer a Cristo en la Iglesia (Pepe Alvarez)”.

“Tenemos una misión coyuntural importante. La Iglesia clerical tiene una deuda histórica con la clase obrera, que se concreta en el anticlericalismo de ésta como reacción. Se siente uno cura entre los obreros como el que guarda el secreto de que su madre es una prostituta. Anticlericalismo ganado a pulso y del que somos herederos y cómplices. Saldar esta deuda es muy difícil. La gente sigue viendo a los curas obreros como una oveja negra aislada. Aunque sea difícil, hay que intentarlo desde el tajo del trabajo (Javier Fajardo)”

Hay un relato impagable de un cura “plantador de lechugas” en los invernaderos de Almería. Ilustra las nuevas condiciones del obrero, jornalero llamado a la mayor eficiencia posible, también en la agricultura. El libro plantea la desaparición de la antigua clase obrera que se creía portadora de la revolución. Las condiciones han cambiado, ha disminuido la solidaridad entre los de abajo, se han puesto las circunstancias para que así sea, cada cual se dedica a sobrevivir en su puesto, sin plantearse que la unión hace la fuerza. El neoliberalismo ha conseguido colarse hasta lo hondo de nuestros cerebros y corazones.

Y otro asunto es la famosa Misión de France, que en cierto momento se planteó modelo jurídico canónico. Dicha Misión se creó para encuadrar estas experiencias de curas que iban a las fábricas, no era cuestión de obtener independencia de la jerarquía y hacer de nuestra capa un sayo, sino de dar cauce a un modo de apostolado muy diferente al tradicional de la parroquia.

El cardenal Suhard escribía en 1949 una  carta a su grey:

“Existe un muro que separa a la Iglesia de la gente. Ese muro hay que derribarlo como sea para devolver a Cristo a la gente que lo ha perdido. Este muro sigue en pie. Es una larga y gruesa muralla que separa en dos campos cerrados, la Iglesia y la sociedad. El primer deber sacerdotal de hoy en día es tomar conciencia de este hecho y mirar el mundo de cara (…)”

 

Esta misma constatación había impulsado ya en 1941 al fraile dominico Jacques Loew  a trabajar como estibador en el puerto de Marsella durante 12 años. En 1955 dejó la Orden y fundó la “Misión obrera de san Pedro y san Pablo” para evangelizar en los ambientes obreros y para preparar  a curas para esta tarea. En 1944, dos curas franceses, Henry Godin e Yvan Daniel, publican un breve y trascendental libro con el sugestivo título “Francia país de misión”, que provocará largas polémicas  y actuará como revulsivo pastoral en todo el ambiente eclesiástico de la época.

El libro sacaba a la luz lo que muchos laicos, obispos y curas de entonces ya venían percibiendo: Francia, que enviaba tanta gente a las misiones para evangelizar y bautizar a los paganos, había llegado a ser ella misma tierra de misión, pues se había producido una fuerte descristianización de los pueblos y de los barrios obreros de las grandes ciudades e incluso se detectaba una honda crisis de crecimiento de los valores humanos. “Una descristianización que no consiste simplemente en que la gente no tenga fe o no sea practicante, sino sobre todo en que la vida social (política, económica y familiar) no está influenciada por el evangelio (P Augrós, primer superior del seminario Misión de Francia.)

El 24 de julio de 1941 la Asamblea de cardenales y arzobispos franceses funda la Misión de Francia y también la Misión de París. Tales iniciativas tuvieron tanto eco y fueron tan bien acogidas en determinados círculos que ya en 1949 el número de curas obreros alcanzaba la cifra de unos 50.

“Dos años más tarde, en ciertos círculos patronales, en algunos ambientes políticos e incluso entre católicos tradicionalistas surgen las primeras campañas de denuncia contra ellos. Roma se inquieta y prohíbe el reclutamiento de nuevos curas obreros. El 1 de marzo de 1954, los obispos deciden que el tiempo de trabajo de los curas obreros no pase de tres horas al día, para que puedan dedicarse a sus labores pastorales. Ante el dilema de permanecer fieles a la Iglesia o al mundo obrero, algunos optan por secularizarse para poder seguir trabajando.

En 1959, con motivo de la elección del papa Juan XXIII, el cardenal Feltin pide a Roma que se autorice a los curas a hacer jornadas completas en las fábricas. El Santo Oficio, a través del cardenal Pizardo, responde negativamente. Con Pablo VI, en 1963, el episcopado francés consigue el permiso para reemprender el intento eclesial de encarnación en el mundo del trabajo a través de los curas obreros (José Hurtado)”

Procesos de beatificación aparte…