ESTAR SIN QUERER

 Permanecí en el Opus durante muchos años. El ambiente interno era agradable, la gente se ayudaba y se encontraba uno muy cómodo. Todos teníamos una formación cultural parecida y de buena educación.

Sin embargo los actos de piedad eran excesivos.

A mí me agobiaban, porque tenían que hacerse continuamente: el ofrecimiento de obras, media hora de oración, la Misa y la Comunión, el Angelus, tres partes de rosario, etc. y cuando terminabas el día y hacías el recuento de obras te habrías saltado varias de ellas. Pero nunca te preguntabas: ¿qué he hecho yo por mi prójimo? En vez de pensar que no había hecho nada por el prójimo, pensaba en que me había olvidado la lectura espiritual o el examen o no se qué oración. Todo eso me hacía sufrir porque yo era muy escrupuloso.

En seguida de terminar la carrera empecé a trabajar. Eso sí que me gustaba y absorbía mucha parte de mi tiempo. Nunca tuve ningún cargo interno en la casa ni quise tenerlo.

En cuanto a lo del sacerdocio era una cosa muy dura. El sr. Escrivá decía llegaba y decía:

-Tú cura y tú no.

Conozco a algunas personas que quisieron ser sacerdotes y él no lo permitió. Vicente Rodríguez Casado, Catedrático de Historia al que se conoció después por su cargo de Director General, tenía vocación de sacerdote y no lo fue. Tampoco el Ingeniero de Caminos Fernando Valenciano, que tenía una gran vocación, pudo serlo. En cuanto a mí, el Padre conocía mi postura claramente negativa y me prometió, como una excepción, que no me haría ser cura.

-Te prometo que no serás sacerdote, me aseguró.

Yo me quedé más tranquilo. Pero aún así cuando se planteó el problema de los primeros (Alvaro Portillo, José Luis Muzquiz, José M Hernández Garnica, Ricardo Fernández Vallespín) yo estaba muy violento y temí  que me lo propusiera.

En el proceso de Betaficación del sr. Escrivá, varios sacerdotes del "Opus Dei" me han desacalificado, diciendo que mi conducta era contradictoria, propia de mi inestabilidad emocional con temperamento desequilibrado con ideas obsesivas y manía persecutoria. No entiendo por qué, entonces, el sr. Escrivá me escribía cartas de cuatro entiendo por qué, entonces, el sr. Escrivá me escribía cartas de cuatro hojas nombrándome socio elector, categoría que él daba a muy poco. En esa carta, escrita a mano por él, después de elogiar mi labor dentro de la obra, me obligaba a ser uno de los que votara para elegir al siguiente presidente del Opus Dei cuando él muriera.

Por supuesto, cuando yo salí del od, el propio Padre le mandó a Antonio Pérez para que yo le devolviera aquella carta, cosa que yo hice en el acto. 

También recuerdo que un día me llamó y me explicó que aunque no fuera sacerdote deseada que yo formara parte de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz.

-Quiero que pertenezcas, como excepción, a esta Sociedad, me dijo.

Como yo lo que pretendía era marcharme de allí y no atarme más, le contesté:

-Puedo decir que no.

-Sí, me dijo él.

-Pues entonces digo que no, le respondí.

Aquella tarde, Alvaro Portillo me comentó que el Padre le había dicho que yo le había dado un gran disgusto.

Desgraciadamente yo desempeñé un papel en la Obra a través de lo que menos me interesaba: el dinero. Se me ha achacado que yo trabajé mucho porque el Opus me proporcionó el trabajo. Eso no es verdad. En aquella época había trabajo de sobra. Salimos diez arquitectos de la Escuela e inmediatamente a mí me ofrecieron varios puestos. El director General, D. Pedro Muguruza me propuso que me fuera a su despacho y luego, su hermano José María, también lo intentó. Por aquellos años había muchas construcciones por hacer y además éstas producían mucho dinero. En mi caso concreto yo le daba todo lo que ganaba a la Obra y era el que ingresaba más, pues los otros tres o cuatro que estaban conmigo tenían sueldos de catedráticos que no eran cantidades importantes. Mis honorarios sí que lo eran. También el dichoso dinero fue lo que hizo que vinieran a buscarme, precisamente, a Daimiel. Yo supongía que habían ido a salvarme la vida y luego comprendí que mi padre tenía el dinero para pagar el paso a la zona Nacional por el Pirineo.

Miguel Fisac

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