OBEDIENCIA(S)

 Son interesantes las tensas relaciones entre quien fue nuestro Papa por antonomasia, y el entonces General de los jesuitas, con quien no había ni química ni física.

 Wojtyla vivió el horror nazi. Pedro Arrupe, elegido padre General de la Compañía de Jesús el 22 de  mayo de 1965, durante la XXXI Congregación General, es un superviviente de la bomba de Nagasaki.


Nació en Bilbao en 1907, y su padre, arquitecto, fue uno de los fundadores del diario católico La gaceta del Norte. Pedro Arrupe tras abandonar los estudios de Medicina, se hizo Jesuita en 1927 y ejerció en Chicago y Japón, en donde fue provincial antes de ser elevado al generalato.

Un curioso detalle de paralelismo poco conocido entre ambos personajes: Wojtila hizo una tesis poco trascendental sobre San Juan de la Cruz. Arrupe fue un gran especialista del santo carmelita, cuya obra completa tradujo al japonés, que domina perfectamente y en el que escribió bastantes libros.

Cuando Arrupe llega al generalato de los jesuitas, la Compañía de Jesús se halla profundamente dividida en un sector vanguardista en los terrenos de la moral, de la teología y en lo social, y en un sector tradicionalista. (Según comentan en OL parece que la situación sigue igual). Pero a Arrupe le llevó al generalato el sector progre y joven, que era mayoritario, y también son las ideas compartidas por los asistentes electos al nuevo padre general.

Los tradicionalistas logran para uno de los suyos el puesto de admonitor, encargado en la peculiar estructura establecida por Loyola, de vigilar al padre general y de amonestarle si lo considera preciso.

El amonestador resulta ser el italiano padre Dezza, que luego fue vicario general impuesto por Wojtila, tras lo que en la curia vaticana se denominó "sacro golpe".

Para entenderse: Dezza era el que tenía que recibir los informes de los chivatos anti Arrupe y los transmitía a los servicios pontificios y diversos Papas. Los informes negativos se esperaba iban a empezar pronto y serían cada día más duros.

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El superviviente de Nagasaki, el hombre que vivió el horror puro, se encontró con este amonestador frente a una situación complicada y cruel: una guerra entre hermanos en un momento crítico de la humanidad.

Años 80 y 90, había 27.000 jesuitas. Arrupe apoyaba el impulso de muchos hacia nuevas formas de vida, basadas en un respeto a la conciencia y a la libertad personales.

Muchos optaban por rechazar la vida conventual y vivir en el mundo, otros profundizaban en investigaciones que les hacían poner en duda la demostrabilidad de la infalibilidad papal y de la teoría o dogma del primado de Pedro, algunos adquirían compromisos políticos radicales y se adherían a movimientos terroristas o se hacían compañeros de ruta de tales opciones, ingresando en partidos marxistas, o participaron del nuevo instrumento para la insurrección de los pobres y oprimidos llamado "teología de la liberación". Hubo jesuitas que escribieron sobre la homosexualidad, liberándola de pecado y otros que la ponían en práctica públicamente.

La novedad estribaba en los de públicamente.

En suma, jesuitas en todos los frentes y en todas las liberaciones, algo que no gusta a todo el mundo, y menos a nosotros, que estábamos entonces en la trinchera opuesta, recibiendo e impartiendo clases sobre marxismo, para contrarrestarlo mejor.

Y con Wojtila todo un sector de la Iglesia, o timorato o tal vez amenazado por los radicales curas, se sintió capaz hace 40 años de acabar con el desmadre. Para ello era preciso acabar con Arrupe. Fuera de la Compañía se encargaron como puntas de lanza los cardenales Baggio, Palazzini y Oddi. En Latinoamérica, monseñor López Trujillo, obispo de Medellín y presidente del CELAM, quien en cartas a Baggio, casualmente descubiertas y hechas públicas, acusaba conjuntamente a Pedro Arrupe y al cardenal Pironio de ser responsables de la leninización de la Compañía y de los movimientos cristianos de base, propulsores de guerrillas y amigos de los enemigos de la civilización cristiana. Subrayemos de pasada, que todos los caballeros nombrados rezaban el mismo padrenuestro.

Y también que nos consta que tanto Baggio como López Trujillo eran cercanos a Bruno Buozzi. López Trujillo llegó a pisar Torreciudad y Baggio fue el encargado de "entronizar" la Bula ut sit, la de la prelatura personal, el 19 de marzo de 1983 en la Basílica de San Eugenio.

Pero mientras y desde que Arrupe estaba al frente de la Compañía en 1965 fundada para ser vanguardia de la Iglesia contra los herejes de todo pelo, en las alturas de la misma se desarrollaba un peliagudo debate en el que estaba el quid de la cuestión.

Era la interpretación que unos y otros daban a dos textos del fundador Loyola: la Regla de Obediencia por una parte, y las Reglas para sentir con la Iglesia, por otra.


Ya en 1980 el Centro de Espiritualidad Ignaciana de Roma publicó un documento de uso interno con escritos de los padres Fois, De Dalmases, González, Pastor, O Collins y el propio Dezza, al que este último se refería jocosamente con posterioridad. Dezza insistía en que la Iglesia a la que hay que amar y obedecer es la militante, jerárquica y romana, explicitando, que esto ha de ser así aunque las jerarquías no sean simpáticas o no caigan bien, y rechazando enérgicamente cualquier idea de Iglesia popular y sin jerarquía a la que obedecer.

Radicalmente opuestas eran las ideas de Pedro Arrupe, expuestas por Hugo Rahner durante la XXXI Congregación, en un bello documento que termina con estas bellas y existenciales palabras: "Quizás el único que verdaderamente obedece es aquel que ama, aquel para quien el sacrificio con que se ofrece a sí mismo resulta algo dulce y una obligación bienaventurada. Por eso, quizás no debiéramos hablar tanto de la obediencia, porque la ponemos en peligro, cuando la alabamos y la defendemos..."

Dezza y Rahner se declaraban amos fidelísimos hijos de Loyola. ¿Quién lo es de verdad? ¿Dezza con su rigor militarista o Rahner, individualista y anarquizante?

El Papa polaco no dudó ni un instante: el auténtico Loyola es Paolo Dezza, entonces de 80 años, casi ciego pero "¡a tus órdenes, mi Papa!".

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