MÁS ALLÁ DEL ROSA. BUENOS NEGOCIOS
Se lo "rifaban" para predicar ejercicios espirituales y su nombre empezó a sonar como "obispable". Aquí un papel custodiado en la Fundación Francisco Franco en el que el dictador puso su aprobación al candidato, pues en aquellos tiempos existía el derecho de presentación de los obispos, el gobierno presentaba ternas a la Santa Sede que decidía.
Escrivá escribió a Franco para expresarle su gratitud. «Pido al Señor Nuestro Dios que conceda buena fortuna a Vuestra Excelencia y le conceda abundantes gracias en el desempeño de la alta misión que le ha sido encomendada», le dijo con tono lisonjero. Gracias a sus contactos dentro del régimen, el grupo obtuvo lucrativos contratos y licencias gubernamentales y amasó un vasto imperio empresarial de más de treinta empresas. Existían periódicos y revistas, editoriales, una agencia de publicidad, distribuidores de películas e incluso un servicio de noticias; todo lo cual generó enormes sumas de dinero para que el movimiento siguiera expandiéndose, tanto en España como en el extranjero.
Pero el Opus Dei no engañaba a nadie. La Falange, una facción rival dentro del régimen que en su día se había considerado un apoyo crucial al liderazgo de Franco, se enfureció por la forma en que el Caudillo estaba cambiando su lealtad hacia el Opus Dei. Pronto inició una campaña para exponer los intereses comerciales ocultos del Opus Dei. En las calles de Madrid, empezaron a aparecer panfletos con detalles escandalosos. En 1962, dos bombas explotaron en un banco vinculado al Opus Dei, el tema de mi libro .
Cuando estalló un enorme escándalo financiero que implicaba al Opus Dei a finales de los sesenta, la Falange vio la oportunidad de fichar a su gran rival y filtró la noticia a la prensa, una maniobra que le salió fatal. El Caudillo montó en cólera. "¿Qué tenéis contra el Opus Dei?", exclamó Franco furioso cuando los falangistas se quejaron del comportamiento de sus compañeros de gobierno, miembros del movimiento. "Porque mientras ellos trabajan, vosotros solo os dejáis llevar".
Según la perversa brújula moral del Caudillo, un pequeño soborno aquí y allá carecía de importancia. Pero la línea roja que no se podía cruzar era el descrédito del régimen. Las filtraciones falangistas a la prensa habían roto esa regla vital. Sin que los falangistas lo supieran, el Opus Dei también había estado presionando al Caudillo, quien por aquel entonces recibía fuertes medicamentos debido al agravamiento de su párkinson, y dándole su toque personal al escándalo.
Intentaron presentar las filtraciones falangistas a la prensa como una escandalosa politización de un asunto privado, posible únicamente gracias a las modificaciones a la ley de prensa impulsadas por el ministro de propaganda falangista, Manuel Fraga. El caudillo, con problemas de salud, se alineó con el Opus Dei. Anunció que destituiría a los falangistas de sus cargos inmediatamente. La magnitud de la victoria del Opus Dei aquella noche pronto se haría evidente.
El Caudillo había formado un nuevo gobierno: de los diecinueve nuevos ministros, al menos siete eran aliados del Opus Dei. Franco admitiría más tarde que se habían aprovechado de él. Era un momento crucial para que el movimiento tomara las riendas del poder. Apenas unos días después, uno de los fundadores de la Falange entró en una iglesia de Madrid. Se confesó y luego, con calma, salió a la calle, sacó su pistola y se pegó un tiro . Se encontró una nota en su cuerpo que condenaba al Opus Dei.
Gran parte de la influencia política y financiera del grupo hoy, especialmente en España, se remonta a su ascenso político durante el franquismo. Antes de la guerra, Escrivá contaba a sus miembros con los dedos de la mano. Para cuando falleció en 1975, apenas unos meses antes de la muerte de Franco, el Opus Dei se había consolidado como una fuerza poderosa. Su relación con Franco fue verdaderamente transformadora. Sin su cercanía con el dictador asesino, el grupo no sería lo que es hoy.
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