LA CÓLERA DE UN PAPA

 Leí esta historia del enfrentamiento del papa Juan Pablo II con Arrupe, general de los Jesuitas, por primera vez en el libro de George Weigel, "Biografía de Juan Pablo II, testigo de esperanza", en uno de mis último cursos anuales. 

Muy favorable biografía o cuasi hagiografía. Se nos mencionaba y algo hubo en el libro que me chocó y hube de consultar al respecto. En el asunto del enfrentamiento Weigel se muestra de acuerdo con la intervención papal. 

Pero no es el único punto de vista.

Escrito a la par que los acontecimientos, 1981, 82:

"La gota de agua que desbordó el vaso de la escasa paciencia del Papa Juan Pablo II, hombre poco dado a matices y sumamente autoritario, fue una carta del padre Arrupe a los superiores latinoamericanos, después de un sondeo efectuado por su asistente Yves Calvez, sobre las relaciones entre marxistas y cristianos.

El sondeo reveló, entre otras cosas, que la presencia del marxismo en la Compañía de Jesús era más fuerte de lo que se creía, por lo menos en la aceptación del análisis y del concepto de lucha de clases.

En su carta, Arrupe, tras indicar que el análisis marxista no es aceptable por los jesuitas, se mostraba escéptico en cuanto a la ideología liberal y partidario de un diálogo y aun de la colaboración con los marxistas "en metas que tienen una afinidad directa con la caridad". Siete días después de la publicación en Civilta Cattolica de la carta de Arrupe, el 14 de abril de 1981, el general de los jesuitas fue llamado por el Papa.

Acudió a la entrevista acompañado por el padre Vicente O'Keefe, su asistente, norteamericano de 61 años, amigo fiel y partidario radical de las ideas de Arrupe.

"El Papa ironizó cuando fueron introducidos en su despacho, Arrupe iba de sotana. O'Keefe, de clergyman. Wojtyla hizo una extraña mueca y dijo, señalando primero a Arrupe: esta es la vieja Compañía de Jesús, la que se va, y ésta, señalando a O'Keefe, "quella che dicono que vene" y el monseñor informante apoya en dicono, dicen.

La entrevista duró casi una hora y el Papa estuvo duro. Habló de desobediencia a su persona, recordó que los jesuitas hacen un voto de obediencia especial al Papa y rechazó la dimisión que Arrupe le presentaba, instándole al contrario a obedecer. Luego de este repaso, el general de los jesuitas tuvo que despachar durante dos horas con la supersecretaría polaca.


En agosto y mientras el Papa estaba hospitalizado tras el atentado de la plaza de San Pedro (13 de mayo de 1981), Arrupe sufrió una trombosis cerebral. El paralelismo Papa blanco-Papa negro volvía a reproducirse curiosamente. Ante la gravedad del estado de su superior, y actuando según las reglas de la Compañía, los cuatro asistentes generales nombraron vicario al padre Vicent O'Keefe, cuyas ideas avanzadas y arrupianas no eran del gusto de Wojtyla.

De hecho, Arrupe salió bien del trance y recuperó su lucidez. La Compañía, sin embargo, no lo dio a entender así, siguió en manos de O'Keefe y comenzó a dar a entender que iba a convocar congregación para elegir al nuevo general. 

La información causó pavor en la casa de enfrente. De esa congregación solo podía salir general el padre O'Keefe, "mucho pero que Arrupe para el Papa y para los cardenales amigos del Opus".

La cólera del Pontífice, dicen, no tuvo límites. Al amparo de la enfermedad del padre general, quizá exagerada, los jesuitas trataban de colarle a O'Keefe para continuar la acción de Arrupe y a la vez ampliarla.

Había, pues, que impedir la congregación a toda costa y el Papa no se paró en reparos jurídicos ni en reglamentos internos. Nombró delegado suyo, con plenos poderes, al padre Paolo Dezza, el mayor enemigo que tuvo en su vida el p. Arrupe.


El mandato de Dezza comenzaría inapelable el 1 de noviembre con la misión específica de ir preparando, sin prisas pero con seguridad y para celebrarla en el momento más oportuno, la congregación de la que tiene que salir un general a gusto del Papa. Tradicionalista, duro, obediente perinde ad cadaver, y tan enemigo como él de rojos y modernos.

El Papa llegó incluso a escribir el nombre de su candidato, en una carta al P. Arrupe, en la que, tras rechazar al "vicario temporal" que "ud ha proveído", le comunica el nombramiento de Dezza, a quién ayudará en su misión "el p. Giuseppe Pittau", entonces provincial de Japón. Dijo el Papa que Pittau sería el sustituto de Dezza "si estuviera impedido o llegara a faltar".

Sin paños calientes, enésima intervención de la Compañía por parte de la máxima autoridad.

Una se pregunta si no podrían ocurrir intervenciones similares en el futuro. ¿Qué metedura de pata habría que reprocharles para que una cosa así fuera posible? si a las víctimas de los abusos sex se les hizo poco caso durante años, a las víctimas del prose desmelenado opusino nos va a tocar esperar. Siguen en la cresta de la ola. Y los abusos infligidos a laicos que no sean sex importan  cero coma cero.

Hubo denuncias canónicas en el pasado contra ellos que acabaron en el cesto de los papeles. Por ahora no tienen enemigos de su nivel dispuestos a echarlos abajo. SJ sí tenía en los años de Juan Pablo II enemigos que disfrutaron viendo el aparente declinar de su estrella, aparente y pasajero. Se ignoraba lo que habría de suceder en 2013.
















 













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