PASAR PAGINA. ANTICLERICALISMO IV

Los o las expertas en publicaciones críticas al Opus Dei, gremio muy abundante como se puede observar en nuestro país, se acercan anónimamente a dar consejitos. Anda maja, cuando lleves no te voy a decir siete años, sería mucho, pero si la mitad del tiempo que una servidora, leyendo, estudiando todo tipo de fuentes sobre iglesia, teología, filosofía, historia, sociología y actualidad diversa de nuestro país y del catolicismo, entonces aparece otra vez por aquí. Ya veré si tengo algo que decirte. Qué frescura la vuestra. No movéis un dedo, no hacéis nada y "oye...tienes una pelusa en el hombro derecho". El mismo comportamiento fuera del Opus Dei que dentro.



Cuantas excusas tienen los cobardes para seguir de brazos cruzados, y qué fácil acusar desde la barrera de los "mirones". Una especie muy hispánica, el jubilado mirando las obras...y dando ideas. Cuánta gente de este estilo he conocido entre mis compatriotas..."Hazme el trabajo, guapa." Y encima de que se lo haces, mal hecho por mi parte, te ponen de vuelta y media.





Aparte del famoso "pasa página". Eso, "Ana, únete al batallón de cobardes interesados para nosotros poder seguir con nuestra santa labor". Va a ser que he pasado más página que ninguno de los que se guardan el engollipado de las culpas y las historias no aclaradas. Aparte de que ese pasar página sin que el Opus Dei suelte un céntimo ni los super, agregados, numes que fueron casa por casa para echarme flores muevan un dedo para "descalumniarme", no lo acabo de ver.

Continúo con los episodios de anticlericalismo de la guerra:

También se quemaron muchos santos y muchas iglesias, la intención del iconoclasta es  demostrar la impotencia del icono. Los extranjeros se quedaron pasmados ante el espectáculo carnavalesco de la iconoclastia desatada. La australiana Mary Low que anduvo por la columna “Lenin” comprobó en el Alto Aragón que los campesinos no sabían de política pero tenían claro que la causa de todos los males era la Iglesia y los santos:

“Utilizábamos las estatuas de madera pintada de los santos para encender el fuego con el que cocinábamos. Los habían arrojado en la plaza cuando la iglesia fue quemada. Había escasez de madera, así que un día astillábamos a Santa Eduvigis virgen y mártir, y al día siguiente a Antonio de Padua…”

¡Ah! ¿cómo no recordar aquí el místico episodio de la rosa de Rialp?

La blasfemia fue una especie de salvoconducto en la zona republicana. Quien no blasfemaba era sospechoso. Los curas que se negaron a proferirlas sufrieron golpes y torturas. En una zona los curas querían confesar a toda costa a los rojos y obligarles a gritar: “¡Viva Cristo Rey¡” antes de morir y en la otra quienes mataban a los curas les obligaban a apostatar.

También disfrutaron los anarquistas revolucionarios quemando junto con los santos los títulos de propiedad, todo un símbolo de la alianza poder-religión. Casarse y divorciarse por lo civil sin más engorro. Cambio de nombres a pueblos y calles, quitando los “del obispos” y los “san”. Secularización de cementerios, restricciones de las procesiones y del toque de campanas.

La caída de la monarquía en 1931 supuso para la iglesia un retroceso en su poder social, en su mano en educación, en rituales públicos, en el matrimonio. Los años de la república mostraron que había muchos españoles que se sentían atraídos por la modernidad.

La iglesia no soportó las modernidades que por otra parte ya tardaban y vinieron a realizarse en nuestro país en el momento menos favorable internacionalmente. España con el pie cambiado en la historia.  La legislación anticlerical no gustó a los obispos, observar que los valores católicos no eran hegemónicos, que las masas se movilizaban y no era la iglesia la movilizadora. La iglesia bajo su paraguas movilizó a todas las gentes de “orden”, “su orden”, el de los sectores más conservadores