EL CARISMA



EN OD LA IDEA CENTRAL ES LA SANTIDAD DE LA VIDA ORDINARIA

Una vez más estamos ante una idea atractiva. En la práctica, dicha exigencia de santidad pasa por una obediencia ciega al poder de los clérigos con el fin de alcanzar un ideal inaccesible.


Es elocuente la lectura de Camino, el libro más importante del fundador: “Sé fuerte, sé viril. Sé hombre. Y luego…sé ángel” También se pide a los miembros OD “que amen, bendigan, santifiquen y glorifiquen el dolor.”

La OD tiene fama de elitista, su estatuto jurídico de prelatura personal participa de dicho elitismo. Como expresa Pierre Emonet, dominico: “en cuanto al laico casado tiene que resignarse a ser un cristiano de segunda clase. Si no puede acceder a los puestos directivos OD se debe a que el matrimonio es para la clase de tropa y no para el estado mayor de Cristo. Mientras que comer es una exigencia del individuo, procrear es sólo una exigencia de la especie y los individuos pueden quedar liberados de ella.” En esas condiciones la organización OD procede de una eclesiología mutilada, que ha olvidado que la Iglesia es antes que nada un Pueblo en el que todos los miembros son iguales.”

Hay que decir que OD en Bélgica reaccionó al libro en una carta abierta de 12 de abril de 2017. No para reconocer derivas en su seno sino para proteger su reputación y la de sus miembros. Cuanto más reconoce errores y actuaciones faltas de tacto que en ningún caso constituyen derivas.

En la Legión de Cristo, la idea central es la evangelización del mundo para acelerar el regreso de Cristo. Se traduce en los hechos por un proselitismo exacerbado que no deja sitio a la libertad personal ni a la maduración personal.
Tras la idílica apariencia se esconde la realidad de un fundador perverso, Marcial Maciel, que sin embargo logró obtener los favores del Vaticano y conservarlos durante 60 años. Como suele suceder a menudo en la Iglesia y en los movimientos acusados de derivas, las acusaciones de las numerosas víctimas se consideran calumnias cuyo objetivo no es otro más que ensombrecer la reputación de una obra querida por Dios.

Con ocasión del viaje de Benedicto XVI a Méjico en 2012, las víctimas del padre Maciel publicaron un manifiesto. En él expresaban su legítima decepción ante el clamoroso silencio eclesiástico: “A imagen de nuestra esperanza de verdad y justicia en la Iglesia algunos ex legionarios de Cristo que apoyaban la carta abierta dirigida a su predecesor Juan Pablo II, han fallecido a día de hoy. Desde 1997 esperábamos con ellos que en lugar de ser ignorados y reprendidos por las autoridades eclesiásticas, recibiríamos una respuesta a esta carta y luego que se respetaría la verdad, la caridad y el derecho que nos es debido en razón de la demanda canónica que presentamos en Roma el 17 de octubre de 1998 en la Congregación para la Doctrina de la Fe, presidida entonces por su Santidad. (…) Pero no se nos escuchó ni se nos dio crédito. Hemos sido ignorados durante mucho tiempo porque no éramos más que simples fieles de base. (…) Jamás obtuvimos al mínima respuesta a nuestras legítimas demandas, hecho que está en desacuerdo con las propias leyes canónicas establecidas por la misma Iglesia.
Y tras haber recibido la reprensión de las autoridades eclesiásticas por habernos expresado en los medios de comunicación, sólo gracias  a estos medios pudimos ser informados de las decisiones dolorosas y confusas del Vaticano relativas al objeto de nuestra demanda.

Reafirmamos una vez más que dicha demanda fue presentada el 17 de octubre de 1998 en la Congregación para la Doctrina de la Fe bajo su responsabilidad directa de Prefecto de la misma.(… ) Los hechos objetivos seguidos de cerca y analizados durante intensos años de trabajo han probado que más que la obediencia y el respeto de los derechos de la persona humana, son la indignación pública y el peso de la opinión laica universal los que nos han permitido cambiar, aunque con extrema lentitud, la actitud de la negación mantenida tanto tiempo por la jerarquía eclesiástica. Como numerosos fieles esperábamos un poco de claridad y algunos motivos de confianza. Pero a cambio hemos observado una ambigüedad cuasi sistemática y ante las contradicciones entre la doctrina reconocida como ortodoxa y la puesta en práctica real nos hemos visto abocados a confusión y doloroso malestar espiritual.”

Es decir que la verdad sobre las derivas tarda en llegar a la jerarquía vaticana. Hay que decir que en este caso como en los demás no se puede contar con el movimiento que se desvía para que haya un cuestionamiento en su seno.

La ley del silencio habrá servido una vez más para preservar una reputación en detrimento de la verdad y de las víctimas.

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