CODIGO ROJO Y CODIGO VERDE



 Hay alguien, me parece que de la zona de Cádiz, que dice ser ex y quiere ponerse en contacto. Yo con ex no hablo, en principio. Salvo excepción excepcional y justificada. Son tantas las ranas que me han salido
que la gata escaldada huye del agua ultracongelada. Así que si alguien quiere algo que no sé que puede ser a estas alturas de la película, que escriba un comentario aquí poniendo por delante NO PUBLICAR y especificando el motivo del contacto, que ya puede ser concreto y claro y fácil de hacer. No estamos para perder el tiempo con "tontás". Ni tampoco para que me den gato por liebre ni para halagos que se convierten en puñaladas traperas a las primeras de cambio.





Antes de la ceremonia final de reconocimiento OD presentó unos nuevos estatutos con 185 normas más dos disposiciones finales que ofrecían una versión suavizada de las muy duras constituciones de 1950, suprimiendo en el documento las normas más importantes que se referían a la vida interna de los miembros como si tales normas no existiesen. Imagino que se refiere a cilicios, disciplinas, tablas de dormir, cuentas de gastos, entrega de sueldo, de regalos…etc. El denominado código de derecho particular del OD reelaborado entró en vigor el 8 de diciembre de 1982 y para colmo, en su estructura interna se asemeja al Código de Derecho canónico, la acusación de iglesia paralela les viene como guante a la mano. La coincidencia no era extraña pues el presidente Alvaro Portillo y el canonista hoy cardenal Julián Herranz, trabajaron durante años en la comisión vaticana para la revisión del Código de Derecho Canónico y estuvieron en ella hasta que se aprobó la prela. No se me ocurre ocupación más apropiada para los laicos en medio del mundo que preocuparse tanto del derecho canónico.
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En la carta al cardenal Baggio, prefecto de la sagrada congregación para los obispos y destacado miembro de los ultras vaticanos, fechada el 23 de abril de 1979, el presidente del OD Portillo había indicado “que tiene el OD un derecho propio, particular, aprobado por la Santa Sede, que podría continuar o ser el estatuto o ley particular de la prelatura”, aunque “con ligeros retoques para la nueva situación”. La carta continuaba señalando que “no trataría de constituir sino de transformar, por otra parte sin cambios sustanciales de régimen y de organización”; refiriéndose por último a “cambio de situación jurídica pero no de régimen ni de organización”. Por ello, casi cuatro años más tarde, el código de la prelatura de diciembre de 1982 establecía en sus disposiciones finales aludiendo a los miembros del OD que “todos ellos están obligados con las mismas obligaciones y guardan los mismos derechos que tenían en el régimen jurídico precedente, a no ser que los preceptos de este código establezcan otra cosa expresamente que se deriven de aquellos preceptos que procedían de las normas derogadas por este nuevo derecho”.

Esta coletilla jurídica permitía al OD seguir manteniendo su estructura interna. No cambian por supuesto “el espíritu y la práctica ascética que son propias del OD. En resumen que el OD seguía manteniendo vigentes las constituciones secretas de 1950, y el nuevo código de la prela hacía de tapadera a partir de 1982.

En los votos que constituyen el estado religioso y tiene admitidos oficialmente la Iglesia, pobreza, castidad y obediencia, el OD había puesto por delante la obediencia como corresponde a sus turbios orígenes fascistas. Votos o promesas propias del estado religioso, con otro nombre, vaya apaño, que estrictamente hablando no pintan nada en una prelatura personal con la que supuestamente “colaboras”, sobre el papel el laico no entrega su vida jurando fidelidad inquebrantable. Pero en la realidad cotidiana era lo mismo que una monja. O peor. Por el disimulo, ser sin ser para dejar de ser todo lo contrario.

En el código que recogía el estatuto de prelatura personal y resultaba ser una versión light que suavizaba las duras condiciones de vida vigentes en OD, los votos religiosos pasaron a llamarse vínculos contractuales. Pero de hecho los 3 votos permanecían vigentes y aparecían camuflados en le nuevo código de la prelatura. Por ejemplo en la norma 27 párr. 4 refiriéndose a la dispensa, menciona textualmente los “votos privados  y “juramentos promisorios” para que haya luego dispensa. Se equivocaron quienes pensaron que la prelatura iba a hacer desaparecer las prácticas de secretismo características. Iba a continuar actuando a su aire y dispuesto a sacrificar transparencia en el altar de la eficacia y el rendimiento.

Giancarlo Rocca, religioso paulino, publicó en 1983 un libro en Italia donde trazó la historia del OD y su evolución jurídica a través de apuntes y documentos. El reveló que las normas secretas seguían vigentes, por lo que las constituciones de 1950 se aplicaban aunque con ligeros retoques en función de los nuevos códigos promulgados, de derecho particular de OD y el de Derecho canónico.

El semanario italiano L’Expresso recogió la info y precisó que las constituciones secretas escritas en latín están recogidas en un volumen de tapas rojas y formato de cuaderno de escuela, y que existe prohibición expresa de traducirlo a otras lenguas. Se trataba del mismo documento que había sido publicado en París en español en 1970 como apéndice en el libro de Ynfante, La prodigiosa aventura del OD: génesis y desarrollo de la santa mafia.

En la norma 172 de las mismas se dice: “estas constituciones son el cimiento de nuestro Instituto, por tanto ténganse por santas e inviolables, perpetuas y únicamente reservadas a la Santa Sede tanto en lo que se refiere a los cambios como a la introducción de nuevos preceptos. Según la revista italiana, en vez de sus constituciones secretas el OD suele entregar a la jerarquía eclesial un resumen que no refleja sus verdaderas actividades. L’Expresso acusaba al OD de haber creado una asociación secreta ilegal, una especie de masonería católica que recordaba a la proscrita logia italiana P2 de Licio Gelli. La polémica desatada en el vecino país empujó a parlamentarios italianos a presentar una interpelación al gobierno a principios de 1986 en la que se acusaba al OD de ser una sociedad secreta. Se produjo un debate en el parlamento italiano y el gobierno abrió oficialmente una investigación para averiguar si era o no sociedad secreta.

Como resultado de la investigación se elaboró un informe que como Puigdemont no decía ni sí ni no sino todo lo contrario, las conclusiones diluyeron la polémica quitándole importancia a lo del secretismo. En un gesto muy suyo para demostrar que no tenían nada que ocultar, a partir de entonces, ofrecieron a los periodistas simpatizantes los ejemplares de un volumen de tapas verdes que correspondía al código de la prelatura  y no a las constituciones aún vigentes dentro del OD. Las 469 normas de las constituciones de 1950 no sólo son desconocidas por los mismos miembros OD sino incluso por el Vaticano y por los obispos.

Meses más tarde, como resultado final de la polémica desatada, el Vaticano se vio en la obligación de amonestar a los miembros de la prelatura OD y de imponerles el deber de manifestar su afiliación cuando les preguntase legítimamente la autoridad eclesiástica. ¿Y cuándo les pregunten otros no tienen obligación? Pues vaya…

En el código de la prelatura de color verde predomina una visión liberal, escondiendo lo que resulta esencial en el espíritu de la obra, como son los 3 votos, de obediencia, castidad, pobreza por ese orden invertido y la jerarquización extrema en la pirámide de poder. Por ejemplo a los numerarios electores se les llama “congresistas” porque si no existiera esa categoría no podría celebrarse un congreso con elecciones para nuevo presidente del OD.. Ser miembro numerario elector es obtener el mayor grado entre todas las categorías, en 1994 sólo 140 miembros la tenían y obliga a ir a Roma en cuanto se sabe del fallecimiento del presidente del OD para elegir al nuevo, cargo vitalicio, como si se tratara de los cardenales de la iglesia eligiendo Papa. Cuanto más parece que cambia más sigue siendo igual. Vivimos la elección del nuevo en 1994 sin sorpresas, ya se sabía quien era el sucesor. Y en cuanto a este que hay ahora, hace 30 años se sabía que sería él. Sí, es una pasada de inmovilismo y previsión. Más lejos que Ocáriz no llegué a saber.

En algunos medios españoles la concesión de la prelatura se denominó “polacada”, por ser considerado un trato de favor por parte de Wojtyla al OD. Hacía referencia al partido polaco que gobernó en España entre 1850 y 54. Hay que señalar que la famosa Constitución Ut sit hace suya la leyenda según la cual OD fue fundado el 2 de octubre de 1928 por Escrivá guiado por divina inspiración. Lograban introducir en un texto oficial de la Iglesia su propia reinterpretación del pasado y hasta el propio papa hacía suya la “inspiración divina”. La tuerca y contratuerca de la vocación que dicen ellos, cualquiera le enmienda la plana a las palabras papales.

Y ya con la prela sólo les faltaba la santificación del founder. Otra vez las carreras. Culminaron en 2002, ya no fui, en octubre de ese año tuvo lugar el acontecimiento que me pilló con los dos pies fuera. Fue cuestión de manipulación de influencias, mover hilos con dos sedicentes milagros atribuidos con torpeza al founder. OD pretender crear santos en serie, de dos en dos si hace falta, como los Alvira o quizás los Ortiz de Landázuri. Así que el fundador es el primero de una larga lista a la que han unido ya a Portillo, el segundo “Padre”, se ve que el cargo santifica. Y todo ello ocurría mientras el proceso de Juan XXIII iba más lento. También Juan Pablo II lo apuntaron a la turbosantidad. Pero afortunadamente no estamos en la edad media para ser tratados como pueblo ignorante y no darnos cuenta de que se trata de operaciones propagandísticas. Nuestras vidas en OD y en otros muchos od pequeños que se han propagado por la iglesia en los tiempos de Juan Pablo II ponen en un serio brete tanta precipitada canonización. No se puede pasar por encima de la vida, la fe y la conciencia de los católicos de a pie como si no contáramos nada. Os habéis equivocado con la campaña santificadora y se pagará caro, porque el descrédito tarda pero llega. La curiosidad y el afán investigador de la humanidad no conoce fronteras y “nada hay oculto que no llegue a saberse”.

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